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Poema Eva O El Pecado Original de Odette Alonso



Nada fue como dicen.
Yo descubrí mi cuerpo mojado en la maleza
y lo empecé a palpar.
Era mi cuerpo solo el que se hinchaba
inflamada mi vela.
No supe qué corría por mi vientre
trepaba hasta mi pecho
enceguecía.
Tuve miedo y grité
tuve miedo y rodé por la maleza.
Era fuego era sangre era lava de volcán
era espejismo.
No supe qué pasaba y tuve miedo
pero dejé rodar mi cuerpo y la llovizna
y algo estalló vibrante quién sabe en qué recodo.
Después dormí tranquila
un tiempo inexplicablemente largo.
Después quizás llegara Adán pero ya no lo vi
otra vez la llovizna humedeció mi cuerpo
y me sentí gritar.



Poema Elegía Ii de Poemas Autores Varios



Yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro.
Yo me acostumbro a estar sin ti. ¿Lo entiendes?
Quiere decir, amor, que no amanece;
quiere decir que aprendo a abrir los ojos sin tu beso.
quiere decir que olvido, amor, que yo te olvido.

Como un morirse lento, implacable, a pedazos,
yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro.
Y acostumbrarse es una cosa oscura,
es una cosa eterna, sin caminos,
como un caer caer en el vacío.

Yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro.

Y un día y otro pasan.
Y un día triste no es día sino un cortejo inmenso.
Y dos días de tristeza ya no pueden decirse.
Y acostumbrarse es una palabra irremediable
que ojalá nunca sepas.

Una criatura tiene su tamaño,
tiene su borde estrecho, su medida.
Y ha de haber para todos la pequeña alegría,
esa mínima dicha que es un derecho humano.
ser feliz, amor mío, es como el aire, el agua,
algo para la vida.

Yo me acostumbro, amor, yo me acostumbro.

Lejos, tu mano corta el pan para otra boca.
Lejos, suenan tus pasos y como yo sé que suenan.
Lejos, amor, muy lejos.
Y allí, donde mi angustia está sin ecos,
tú sonríes, tú eres,
y no sabes, amor, con cuánta sangre,
con qué amarga paciencia,
con cuánta fuerza para ahogar, yo olvido,
yo deshago mi sueño
y me acostumbro, amor, y me acostumbro.

MIRTA AGUIRRE ( Cuba, 1912 – 1980 )



Poema El Soliloquio De Hamlet de William Shakespeare



¡Ser, o no ser, es la cuestión! -¿Qué debe
más dignamente optar el alma noble
entre sufrir de la fortuna impía
el porfiador rigor, o rebelarse
contra un mar de desdichas, y afrontándolo
desaparecer con ellas?

Morir, dormir, no despertar más nunca,
poder decir todo acabó; en un sueño
sepultar para siempre los dolores
del corazón, los mil y mil quebrantos
que heredó nuestra carne, ¡quién no ansiara
concluir así!

¡Morir… quedar dormidos…
Dormir… tal vez soñar! -¡Ay! allí hay algo
que detiene al mejor. Cuando del mundo
no percibamos ni un rumor, ¡qué sueños
vendrán en ese sueño de la muerte!
Eso es, eso es lo que hace el infortunio
planta de larga vida. ¿Quién querría
sufrir del tiempo el implacable azote,
del fuerte la injusticia, del soberbio
el áspero desdén, las amarguras
del amor despreciado, las demoras
de la ley, del empleado la insolencia,
la hostilidad que los mezquinos juran
al mérito pacífico, pudiendo
de tanto mal librarse él mismo, alzando
una punta de acero? ¿quién querría
seguir cargando en la cansada vida
su fardo abrumador?…

Pero hay espanto
¡allá del otro lado de la tumba!
La muerte, aquel país que todavía
está por descubrirse,
país de cuya lóbrega frontera
ningún viajero regresó, perturba
la voluntad, y a todos nos decide
a soportar los males que sabemos
más bien que ir a buscar lo que ignoramos.
Así, ¡oh conciencia!, de nosotros todos
haces unos cobardes, y la ardiente
resolución original decae
al pálido mirar del pensamiento.
Así también enérgicas empresas,
de trascendencia inmensa, a esa mirada
torcieron rumbo, y sin acción murieron.

Versión de Rafael Pombo



Poema El Oasis de Juan Ramon Jimenez



Verde brillor sobre el oscuro verde.
Nido profundo de hojas y rumor,
donde el pájaro late, el agua vive,
y el hombre y la mujer callan, tapados
(el áureo centro abierto en torno
de la desnudez única)
por el azul redondo de luz sola
en donde está la eternidad.

Pabellón vivo, firme plenitud,
para descanso natural del ansia,
con todo lo que es, fue, puede ser,
abierto en concentrada suma;
abreviatura de edén sur,
fruta un poco mayor (amparo solo
de la desnudez única)
en donde está la eternidad.

Color, jugo, rumor, curva, olor ricos
colman con amplitud caliente y fresca,
total de gloria y de destino,
la entrada casual a un molde inmenso
(encontrado al azar de horas y siglos,
para la desnudez única)
mina libre de luz eterna y sola
en donde está la eternidad.



Poema En Kelmscott Manor de Jordi Doce



Sobre el musgo peinado,
sobre la losa negra
que confirma tus pasos,
mira el tendón del agua,
el relieve fluyente
que tira de la orilla y de los juncos
palidecidos, donde el agua
huye de sí, en el umbral
del remanso, de su negrura
tibiamente limosa. Van
por el río tus ojos, por su piel ocelada,
entre motas de luz
que enmadejan el aire,
y su fluir revela
las formas de la calma, el molinillo
de plegarias del día, el hila que te hila
de la contemplación más pura,
cuando nada se espera,
cuando mirar es sólo
subida a otro mirar, ahora,
en un tiempo anterior a la mirada.



Poema España de Joan Brossa



No existe la censura:
lo que existe es un Servicio de Información Bibliográfica
para evitar posibles perjuicios económicos a los editores.

No hay gente que se muere de hambre:
hay personas que sufren insuficiencias tróficas
debidas a insuficiencias alimentarias.

No hay lucha de clases:
hay tensiones sociales polarizadas en torno a desiguales
repartos de la Renta Nacional.

No hay oposición episcopal:
no se trata de quitar al obispo sino de modificar
las estructuras jerárquicas que no son conscientes
del compromiso con las líneas posconciliares.

No hay partidos políticos:
hay articulación de contrastes de opiniones.

No hay subida de precios:
hay revisión de tarifas.

No hay derecho de huelga:
hay una manera de exteriorizar el conflicto directo.

No hay epidemia de cólera:
hay brotes de diarreas estivales.

No se habla de amnistía,
sino de condena de sanciones.

Etcétera.

Versión de Carlos Vitale



Poema Entrega de Laura Victoria



Envuélveme…..No temas.
Ante tu fuego vivo
mi carne se deslumbra,
y surge castamente
entre el temblor rosado
de mi liviano traje
para poder ser tuya.

¿No aspiras en el aire
una fragancia débil
que enerva y que conturba?
¿No sientes que tu aliento
se prende como un velo
de sombra en mi cintura?…
Ya ves que hasta mis ojos
en esta noche tienen
fulguración oscura,
y en tus rodillas firmes
mis manos se desgranan
como rosas maduras.
Y al enredar tus dedos
en mis cabellos claros
siento extraña frescura,
mientras caen tus besos
en mi boca sedienta
con la humedad fragante
que se raja una fruta.
Aspírame despacio….
Iniciaré mi entrega
sobre tu carne oscura,
y me alzaré del fuego
santificada y bella
como se alza del mármol
una estatua desnuda.



Poema Entremés Olímpico de Gastón Fernando Deligne



La raza de Saturno, derribada
por el ligero soplo de una idea,
baja a morar sobre la triste Gea,
en una lamentable desbandada.

Con su atributo y distintivo, cada
dios osa abrir nueva pelea;
y mueve la dolosa contra-idea,
penetrante y sutil como una espada.

A devolver sonrojo por sonrojo
al nuevo cielo, voluntad y brío
previene airado su rencor tremendo;

y se apresta a la acción; pero creyendo
que el Olimpo a la postre es un enojo,
y la inmortalidad, un grave hastío.



Poema El Sol de Pablo Neruda



A plena luz de sol sucede el día,
el día sol, el silencioso sello
extendido en los campos del camino.

Yo soy un hombre luz, con tanta rosa,
con tanta claridad destinada
que llegaré a morirme de fulgor.

Y no divido el mundo en dos mitades,
en dos esferas negras o amarillas
sino que lo mantengo a plena luz
como una sola uva de topacio.

Hace tiempo, allá lejos,
puse los pies en un país tan claro
que hasta la noche era fosforescente:
sigo oyendo el rumor de aquella luz,
ámbar redondo es todo el cielo:
el azúcar azul sube del mar.

Otra vez, ya se sabe, y para siempre
sumo y agrego luz al patriotismo:
mis deberes son duramente diurnos:
debo entregar y abrir nuevas ventanas,
establecer la claridad invicta
y aunque no me comprendan, continuar
mi propaganda de cristalería.

No sé por qué le toca a un enlutado
de origen, a un producto del invierno,
a un provinciano con olor a lluvia
esta reverberante profesión.

A veces pienso imitar la humildad
y pedir que perdonen mi alegría
pero no tengo tiempo: es necesario
llegar temprano y correr a otra parte
sin más motivo que la luz de hoy,
mi propia luz o la luz de la noche:
y cuando ya extendí la claridad
en ese punto o en otro cualquiera
me dicen que está oscuro en el Perú,
que no salió la luz en Patagonia.

Y sin poder dormir debo partir:
para qué aprendería a transparente!

Hoy, este abierto mediodía vuela
con todas las abejas de la luz:
es una sola copa la distancia,
al territorio claro de mi vida.

Y brilla el sol hacia Valparaíso.



Poema El Adiós de Ramon Lopez Velarde



A Francisco González León

Fuensanta, dulce amiga,
blanca y leve mujer,
dueña ideal de mi primer suspiro
y mis copiosas lágrimas de ayer;
enlutada que un día de entusiasmo
soñé condecorar,
prendiendo, en la alborada de las nupcias,
en el gro mobiliario de tu pecho
una fecunda rama de azahar;
dime: ¿es verdad que ha muerto mi quimera,
y el idólatra de tu palidez
no volverá a soñar con el milagro
de la diáfana rosa de tu tez?

(Así interrogo en la profunda noche
mientras las nubes van
cual pesadillas lóbregas, y gimen,
a distancia, unos huérfanos sin pan).

De las cercanas torres
bajo el fúnebre son
de un toque de difuntos, y Fuensanta
clama en un gesto de desolación:
«¿No escuchas las esquilas agoreras?

»¡Tocan a muerto por nuestra ilusión!
Me duele ser crüel
y quitar de tus labios
la última gota de la vieja miel.

»Mas el cadáver del amor con alas
con que en horas de infancia me quisiste,
yo lo he de estrechar
contra mi pecho fiel, y en una urna
presidirá los lutos de mi hogar».

(Hemos callado porque nuestras almas
están bien enclavadas en su cruz.
Me despido… Ella guía,
llevando, en un trasunto de Evangelio,
en las frágiles manos una luz.
Pero apenas llegados al umbral
?suspiro de alma en pena
o soplo del Espíritu del mal?,
un golpe de aire mata la bujía…

Aúlla un perro en la calma sepulcral).

Fue así como Fuensanta y el idólatra
nos dijimos adiós en las tinieblas
de la noche fatal…



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