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Poema El Brazo Invisible de Mahfud Massís



Te contemplo en mí, poderosa materia, funeral pá,pano,
fugaz y vulnerable en tu forma, indestructible en tu discurrir eterno,
descubre por una vez esta lúgubre quijada,
el tramo sepulcral de mi rostro aquilino.
Invita esta noche a Barrabás, al papa negro,
no quiero ser el ángel castrado, el hijo del inmigrante en derrota.
Recoge el velo de esta aventura:¡acompáñame, pordiosero!
Asesiné la alegría; cambié la luna por esta piedra que llevo sobre
el pecho.

Alguien destruyó mi familia cierta noche. Ignoran
que soy un faraón de piedra, un ave
patriarcal que limpia el legendario Río.
¿Quién me desgarró el hombro? ¿Quién
me mordió la quijada? ¿Quién destrozó la cabeza de mi vástago?
Unos cráneos grises me comen la hierba del corazón,
la pimienta de unos ojos muertos. Un brazo oscuro,
terrible, como el ojo de Tutankamón bajo la fosa,
señala el cuero miserable de mi cabellera,
el piojo que preside mi sueño invernal, mientras acepto
la limosna del asesino, del comerciante en carbón o piedras
preciosas.

¡Oh, magos! Si existís en algún lugar, debajo de la tierra,
acordáos de mí. ¡Largos brazos, buenas piernas en mis sueños!
Que pueda matar con la mirada abierta.
Sin que el gigante sentado sobre mi alma, sin que
los remordimientos
destruyan el acto espiritual. ¡Sin que las lágrimas
me partan en dos el caballo negro del pecho!



Poema El Umbral de Basilio Sánchez



La claridad se agota
sobre los pavimentos.

Poco a poco se nos van las palabras,
se elevan por encima de la línea de sombras
que hay sobre nosotros.

La altura de la mano que sostiene una vela
es la altura del mundo.

Aún no tenemos nada, sólo el vaso de vidrio
que hemos puesto en la mesa, y la esperanza
que hace mover el agua.

Ya todo está tranquilo:
la memoria vuelve verde las hojas;
el frío da reflejos
azules en los ojos; hay una flor oscura,
que todavía no es nuestra, en el umbral.

Un corazón que late vertical en el suelo,
dispuesto a envejecer.

Mi deuda con la vida es este hombre
del tamaño de un puñado de tierra
que ahora escribe.



Poema Eufemismo de Elena Soto García



Es tan terrible decir que te he olvidado
que digo que tengo algodón en la memoria,
para que creas al menos que tu recuerdo me es grato.
Pero nada hay que me lleve a evocarte,
ni el dolor, ni la dicha,
nada.
Rectifico,
me mueve el afán por encontrar un pretexto,
el afán por escribir sobre la palabra eufemismo.
Terrible paradoja
tener que recordarte
para decir amable
que sólo eres algodón en mi memoria.



Poema El Nido de Miguel Rash-isla



Cuando llegué a tus brazos, mi corazón rendido
venía del desierto de una pena tenaz;
tus brazos eran tibios y muelles como un nido,
y en ellos me ofreciste la blandura y la paz.

Con flatiga del mundo, con nostalgia de olvido,
escondí entre tus senos perfumados la faz,
y me quedé sobre ellos dulcemente dormido,
como un niño confiado sobre un valle feraz.

Quiero que así transcurra la vida que me resta
por vivir: sin anhelos, sin dolor, sin protesta,
sintiendo que tú encarnas mi insa,ciado ideal.

y cuando ya la muerte se llegue cautelosa,
pasar, como en un sueño, de tus brazos de rosa,
a los brazos solemnes de la noche eternal.



Poema El Extranjero de Jose Angel Buesa



«Mirad: Un extranjero…» Yo los reconocía,
siendo niño, en las calles por su no sé que ausente.
Y era una extraña mezcla de susto y de alegría
pensar que eran distintos al resto de la gente.

Después crecí, soñando, sobre los libros viejos;
corrí, de mapa en mapa, frenéticos azares,
y al despertar, a veces, para viajar más lejos,
inventaba a mi antojo más tierras y más mares.

Entonces yo envidiaba, melancólicamente,
a aquellos que se iban de verdad, en navíos
de gordas chimeneas y casco reluciente,
no en viajes ilusorios como los viajes míos.

Y hoy, que quizás es tarde, con los cabellos grises,
emprendo, como tantos, el viaje verdadero;
y escucho que los niños de remotos países
murmuran al mirarme: «Mirad: Un extranjero…»



Poema El Poeta Y La Muerte de Juan Luis Panero



Y aunque la vida murió,
nos dejó harto consuelo
su memoria.

Jorge Manrique

Si como afirma Borges todos los hombres
son el mismo hombre, aurora y agonía,
y poco importan sus nombres y sus rasgos,
yo quisiera ?olvidando la anécdota banal de mi destino?
buscar en otro rostro a ese único hombre,
otra sombra, otro sueño mejor, igualmente perdido.

Un caballero dispone sus armas,
sus escuderos ajustan la armadura,
se coloca el yelmo, sujeta con firmeza el escudo,
la luz de la mañana es un reflejo metálico del sol,
el tiempo se ha detenido en las gualdrapas del caballo.
Todo esto ocurre en 1479 y aún sigue ocurriendo
frente a las almenas del castillo de Garci-Muñoz.

El caballero blande su espada
en defensa de su lealtad y de su reina,
aún no sabe que su destino termina allí,
en el campo de Calatrava, que no verá otro día.
Entre rasgar de flechas y cascos de caballos,
oliendo a tierra seca y sangre sucia,
quizá recuerde el nombre de Guiomar de Castañeda
y piense, con justicia o con odio, en su enemigo,
el marqués de Villena que le aguarda.
Estruendo de hierro, crujido de huesos, carne desgarrada,
las huestes innumerables, pendones y estandartes y banderas,
los castillos impunables, los muros, baluartes y barreras.
Ha caído la noche sobre el campo arrasado,
la mano que sujetó una lanza, una pluma, un cuerpo de
mujer,
está quieta, su mundo se ha borrado,
mientras se escuchan maldiciones y lamentos.
Ahora la muerte le atierra y le deshace.
Si todos los hombres somos el mismo,
elijo, pues es igual uno que otro,
aquel rostro en un campo de batalla,
la máscara del último rictus de su agonía,
el eco de sus palabras que aún se escucha,
un reflejo más digno de la tierra y la nada.



Poema El Loco Al Que Llaman Rey de Leopoldo Maria Panero



Bufón soy y mimo al hombre en esta escalera cerrada
con peces muertos en sus peldaños
y una sirena ahogada en mi mano que enseño
mudo a los viandantes pidiendo
como el poeta limosna
mano de la asfixia que acaricia tu mano
en el umbral que me une al hombre
que pasa a la distancia de un corcel
y cándido sella el pacto
sin saber que naufraga en la página virgen
en el vértice de la línea, en la nada
cuel de la rosa demacrada donde
no estoy yo ni está el hombre.

«Poemas del manicomio de Mondragón»



Poema Estos Pliegues De Vida de Gloria Young



Estos pliegues de vida
colgados a los huesos
esta cintura aún visible
donde te aferras
a ratos
estos muslos anchos recios
que trotan tus espacios
esta cadera ahuecada
estuche para tus manos
estas piernas que te asfixian
con nudo de terciopelo
desde la oscura garganta
hasta el fuego
-tierno
mástil
que trastorna los sentidos-
estos pies que te caminan
estas manos que te hurgan
esta mujer que te quiere,
aquí
en el cuarto imperfecto.



Poema El Primer Asesinato de Leonard Cohen



Supe que no había ocurrido
No había asesinato en la pradera
La hierba no estaba roja
La hierba era verde
Supe que no había ocurrido

He llegado a casa cansado
Mis botas están veteadas de suciedad
Para qué sirve predicar
nunca les pasó nada
a los cuerpos asesinados en la pradera

Decid la verdad he fumado hasta
llegar al amor en esta noche inocente
Jamás ocurrió
Jamás ocurrió
No hubo asesinatos en la pradera

Había una casa en la pradera
La pradera en sí era grande y estaba vacía
Era de noche
Era noche cerrada
Había luces en las diminutas ventanas.

* *



Poema En El Golf De Punta Carreta de Enrique Díez-canedo



(Montevideo)

Y un día entre los días ¿qué misteriosa mano
con un golpe certero
te arrojará, en deporte de trasmundo, a lo arcano
que te aguarda, oh pelota lanzada a tu agujero?



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