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Poema Elegía Frente Al Río de Efraín Bartolomé



Las once de la noche
y el trópico descansa de un combate feroz contra sí mismo

Vuelan nocturnas mariposas torpes
Hiende la luz el agua
Canta un sapo en la sombra que parte en dos la noche:
denso muro de grillos

Y estoy aquí
sin tus libros a mano
Oigo pasar el río
que un kilómetro abajo se junta con el mar

Fluye despacio la memoria:
te conocí bajo el árbol de imágenes
con el que reconstruiste el universo

Pardeaban los sesenta
Se hacía más confusa la confusión de los dieciséis años

Adivino la palabra por tu voz
de algún modo
Pero sucede que no será posible decírtelo
ni oírte
ni mostrarte jamás mi primer libro

A veces
la vida muestra todo su obsceno resplandor
Entonces
el tiempo es una gota congelada
un golpe suave que nos calla un segundo
y fija con extraño poder la circunstancia

Sucedió hace dos noches
Iba a leer en público
y alguien dijo tu muerte de repente

Ahí empezó todo esto

Sembrada está en el fondo del oído esa semilla amarga

A orillas de mi voz pienso en Manrique:
oigo el río de Tuxpan que un kilómetro abajo se junta con el mar

El trópico descansa

Entra Raúl Garduño al pensamiento

Adviene la palabra

Muerde el tiempo:
las once de la noche
para siempre.



Poema En La Muerte De Doña Guiomar De Sa, Mujer De Juan Fernández De Espinosa de Luis De Gongora



Pálida restituye a su elemento
Su ya esplendor purpúreo casta rosa,
Que en planta dulce un tiempo, si espinosa,
Gloria del Sol, lisonja fue del viento.

El mismo que espiró suave aliento
Fresca, espira marchita y siempre hermosa;
No yace, no, en la tierra, mas reposa,
Negándole aun el hado lo violento.

Sus hojas sí, no su fragancia, llora
En polvo el patrio Betis, hojas bellas,
Que aun en polvo el materno Tejo dora.

Ya en nuevos campos una es hoy de aquellas
Flores que ilustra otra mejor Aurora,
Cuyo caduco aljófar son estrellas.



Poema El Ángel De La Muerte de Jorge Boccanera



Oigo pasos ¿será la boca de tiznar y el navajazo
en pleno rostro?
Así te acechan como ¿será la antorcha de otra voz
que va sobre la tuya?
Escucho pasos y ¿será el escupitajo en la tela de
araña de tu infancia?
Así te azuzan como ¿será la cruz al rojo en tu
mejilla?
Oigo pasos cerca de ¿será como esos guantes
rozando tu estación?

En la memoria hay una puerta rota.
Los sueños son distintos y el final es el mismo:
el asesino que te besa.



Poema Epitalamio Bárbaro de Rubén Darío



El alba aún no aparece en su gloria de oro.
Canta el mar con la música de sus ninfas en coro
y el aliento del campo se va cuajando en bruma.
Teje la náyade el encaje de su espuma
y el bosque inicia el himno de sus flautas de pluma.
Es el momento en que el salvaje caballero
se ve pasar. La tribu aúlla y el ligero
caballo es un relámpago, veloz como una idea.
A su paso, asustada, se para la marea.
La náyade interrumpe la labor que ejecuta
y el director del bosque detiene la batuta.
?¿Qué pasa??desde el lecho pregunta Venus bella.
Y Apolo: ?Es Sagitario que ha robado una estrella.



Poema El Barón De Escandinavia de Vicente Molina Foix



Sí, puedo perfectamente recordar que sucedía en la noche
por el ruido preciso y espectacular -que aún estalla en mi rostro-
de los espolones de la guardia de corps, difícilmente sujeta
a sus señores en unos tiempos, aquellos de los que os hablo,
sembrados del desorden y la más indisciplinada nocturna
diversión desconsiderada. Nos sentamos, mi protector y yo,
en el banco frontal a la iglesia Nazarena, y allí escuché, arrobado,
el maligno relato. Él había conocido bien al Barón, y de aquel trato
su conocimiento tan pormenorizado del color rojizo que tenía
en el pelo y el amor antinatural que aún le profesaba.

Hubo un rasgo en la historia, con todo, que me asombró: el lobo
calzaba medias en lugar de mirliflores, como suele ser habitual,
y la princesa, no siendo una belleza deslumbrante, se negaba
una y otra vez a hacerse pasar por coqueluche y por amante de la Bestia,
ignorando la tonta que estas uniones un poco fuera de lo normal
siempre reportan después grandes beneficios, y renombre.



Poema Es Tal Vez El Último Día De Mi Vida de Fernando Pessoa



Es tal vez el último día de mi vida.
He saludado al sol levantando la mano derecha,
mas no lo he saludado diciendo adiós.
Hice la seña de que me gustaba verlo antes: nada más.

(Traducción: José Antonio Llardent)



Poema El Hundimiento de Jacinto Verdaguer



Entre rayos y olas destrozados hervían
de Calpe los jirones, que arrastraban detrás
los esquinados bloques que al cóncavo salían
a ver la luz del cielo que no vieron jamás.

Ante el fragor del caos se abisman nuevamente
sobre el sillar que siempre les sirvió de sostén
y en el antro siniestro de aquella mar rugiente,
truenan y se estremecen con hórrido vaivén.

La que tálamo fuera de Hespérides hermosas,
se hunde y sus picachos ruedan al valladar;
y exhala tristes ayes y voces angustiosas
cual hembra que, en mal parto, la vida va a dejar.

Al monte abren sepulcro las llanuras rajadas
lanzando resoplidos terribles al crujir;
ya no caen ciudades ni torres almenadas;
de un mundo en la agonía mortal es el gemir.

El Minhocao enorme que duerme en sus entrañas
al ver que así las rajan, ardiendo de furor,
sale entre los escombros de pueblos y montañas
y los monstruos marinos se ocultan con pavor.

Mas otros, el abismo escupe entre las rocas
que en el árbol que cruje tenían su nidal;
ogros y basiliscos de ennegrecidas bocas
y enormes sierpes boas de erizado dorsal.

Cual dique que se rompe, la tempestad revienta
en rayos fulgurantes y sierpes carmesí
y al paso de las olas que Atlántida sustenta,
sus raíces profundas arranca tras de sí.

Sobre su cuerpo danzan las iras del Eterno;
su frente y pecho aplastan la furias de Satán,
mientras hacia el abismo, los genios del Averno
cual gnomos contrahechos, la empujan con afán.

Y encima de los montes cual toros sin barrera,
el mar Mediterráneo las olas ve en la lid,
que con enormes rocas chocan en su carrera
y a empellones las tiran sin decirles: «Huid».

Del torbellino en alas pelea el mar helado
con islas, continentes y hielos en montón,
que en lajas los arroja del uno al otro lado
seguido por las naves, las fieras y el ciclón.

A lo lejos, la Atlántida en su tálamo echada,
con la voz de poniente responde al ronco mar;
y para abrir la presa de su sierra encrestada,
enormes moles de agua le arroja sin parar.

El muro de peñascos cae con estruendo
como a las duras hachas el roble secular;
y ruedan las almenas a su fragor tremendo
mientras se desmorona su asiento circular.

Se aterra; y sus escombros en alas de las Furias,
las olas levantiscas reciben en montón,
rellenando los llanos que hollaron mil centurias
y arrancando los montes que respetó el ciclón.

Chocaron; con sus aguas, sus aguas se juntaron
y al fragor de los rayos y del trueno al bramar,
con eternal abrazo la su amistad sellaron
entre flotantes selvas e islotes sin formar.

Cuando Dios rompa el mundo, así entre sus despojos
se verá al sol rodando cual despeñado alud,
buscando a tientas, ciego, sus resplandores rojos
y a la Parca a los muertos llamando en su ataúd.

Mas la voz del arcángel domina los rugidos
y le envía más furias, rayos y tempestad.
«¡Cerrad con ella polos del Norte y Sur unidos!,
¡fieras, a dentelladas su cuerpo destrozad!»

Y con el raudo azote de su rojiza espada
las hostiga, iracundo, chispeando al rasgar
y el reino derruido y la aldea incendiada
juntan sus fieras voces a las del ronco mar.

Versión de Ots y Lleó



Poema Estoy Implicado En Algo (ii) de Jenaro Talens



Supongo que ser libre es estar solo,
aceptar la violencia con que la noche cae,
sin otra compañía que la noche.
Nadie depende ahora de mí. No tengo planes.
Tampoco estoy seguro de la eternidad,
pero conozco, al menos, mis limitaciones.
Sé lo que quise o que fingí querer
manipulando a veces mi memoria.
Y aquí, sentado, espero mi bebida
entre rostros extraños que me ignoran.
Oigo el confuso parloteo de los comensales
y distingo con nitidez una pequeña ardilla desde la
ventana.
Juega en el parque, entre la nieve y no
sabe siquiera que es abril y hace frío.
La luz resbala por sus ojos, como
gotas de lluvia. Abre tu puerta ?dice ,
y no te ocultes en la oscuridad.
Un falso sol que tiembla en el invernadero
tiñe de azul las lilas y los potos.
Saludo sin pasión a un árbol solitario.
Son malos tiempos para la ternura.



Poema El Amor Empieza… de Roberto Juarroz



El amor empieza cuando se rompen
los dedos
y se dan vuelta las solapas del traje,
cuando ya no hace falta pero tampoco
sobra
la vejez de mirarse,
cuando la torre de los recuerdos, baja o
alta,
se agacha hasta la sangre.

El amor empieza cuando Dios termina
Y cuando el hombre cae,
mientras las cosas, demasiado eternas,
comienzan a gastarse,
y los signos, las bocas y los signos,
se muerden mutuamente en cualquier
parte.

El amor empieza
cuando la luz se agrieta como un
muerto disfrazado
sobre la soledad irremediable.

Porque el amor es simplemente eso:
la forma del comienzo
tercamente escondida
detrás de los finales.



Poema El Milagro de Luz Méndez De La Vega



Mano,
labio,
sexo trémulo.
Tirano impulso
de imposibles.

La caricia y el beso
-minúsculos prodigios-
certeros quiebran
la dura soledad
que nos circunda.

Y,
bajo nuestra piel
amurallada de silencios
hacen nacer un dios
de cegadora lumbre
que,
a su fugaz dulzura,
borra
la eterna angustia.



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