poemas vida obra d

Poema Duro Brillo, Mi Boca de Olga Orozco



Como una grieta falaz en la apariencia de la roca, como un
sello traidor fraguado por la malicia de la carne, esta boca
que se abre inexplicable en pleno rostro es un destello ape-
nas de mi abismo interior, una pálida muestra de sucesivas
fauces al acecho de un trozo de incorporable eternidad.
Casi no se diría con los labios cerrados. Más bien sólo un
error, un soplo de otra especie en la obra incompleta. Y de
pronto un desliz, un relámpago acaso, un salto animal que
descorre los bordes del paisaje sobre la sumergida inmensi-
dad, y se enciende el peligro y estalla la amenaza. Un lugar
de barbarie bajo el fulgor lunar.
Dientes como blancura tenebrosa, verdugos alineados en
feroces fronteras al filo de la luz, amuletos de viva hechice-
ría erigidos en piedras para la inmolación; y en su sitial el
monstruo palpitante, el ídolo cautivo, la leviatán de felpa, esta
oficiante anfibia debatiéndose a ciegas desde su raigambre
hasta las nervaduras de su propio sabor, de mi dulzona insi-
pidez.
¿Quién hablaba de bocas celestiales para la eucaristía, pa-
ra el trasvasamiento con los ángeles?
Me adhiero por mi boca a las posibles venas del planeta,
extraigo la sustancia de mi día y mi noche en las arterias de
la perduración, y sólo paladeo brebajes y alimentos adultera-
dos por el latido contagioso de la muerte.
¡Ah, me repugna esta voracidad vampira de inocencias,
esta sobrevivencia siempre colmada y siempre insatisfecha
bajo la mordedura de los tiempos!
¡Y esta risa, con retazos de huesos que iluminan la exhu-
mación a medias de mi cara final! ¡Tanto exceso en la fatua,
innoble alegoría!
¡Y tanta ambivalencia en esta boca, bajo el signo de la ca-
rencia y la embriaguez, bajo los dobles nudos ceñidos por el
amor y el aislamiento!
¿Aquí no empieza acaso ese maelström ardiente que a-
rrebata los cuerpos y trueca los alientos y aspira el corazón
de cada uno hasta el fondo de otro corazón, y que a veces
devuelve sólo un grano de sal, un jirón de intemperie en me-
dio del invierno?
Y un poco más acá de lo visible, debajo de esta lengua
que celebra el silencio y escarba en la prohibida oscuridad,
¿no comienzan también las canteras del verbo, las roncas
fundiciones de la poesía, el acceso a las altas transparencias
que hacen palidecer la pregunta y la respuesta?
Duro brillo, este oráculo mudo.



Poema Desvelo De Los Pájaros Anoche de Lourdes Gil



Toda la noche los oímos volar:
su vuelo era el dibujo orbicular de los presagios,
la simiente derramándose en lo oscuro.
Durante noches infinitas desvelados
no supimos leer en la penumbra el aleteo.
Nada enseñaba ya San Juan después de tantos siglos,
Ni oscuridad sonora ni cena que lograra
enamorarnos. Somos los abandonados de la fe,
los sumidos de álgida alegría y rechinar de dientes.
Como advertir las lides del amor, los mensajes
de las calandrias en la sombra
sin festines de San Juan ni recreo de los sentidos,
con nuestras conjeturas habituales
desvaneciéndose en el aire.
Si se inundaba de pétalos la noche y no
nos enterábamos.
Se colmaba de juncos amarillos cada hebra abierta
del otoño, de besos desbordantes,
de la ternura que ahora se vuelca compartida
y que creímos se había perdido para siempre.
No veíamos ninguna de estas cosas.
No entendimos lo que el sueño traía a diario
en su arpillera. No comprendimos
la fábula que iba depositándose en furias
y poemas
sobre el párpado. Ni los nenúfares
que enrojecían a la luz y perforábanse de arpegios
si se juntaban nuestras manos.
No asumimos la asfixia del deseo
alojado en su arco interminable de inocencia.
Era un vuelo de aves lo que oímos pasar,
un alvéolo de estrellas que hace miles de años
están muertas y fosforescen todavía.
Ah, fuga de los dioses, abandono, torrentes
de la lluvia, gritos de cimarrón, de profecías
incumplidas en los montes. Himnos vedas himnos
pánicos, misterio inasible del amor,
anclaje vegetal de una pasión, su anillo de oro,
celo ensordecedor de la cigarra,
la verde seducción de su quejido, de su vientre
al temblor de la corteza de los arces.
Descorre los visillos. Que nos visiten
el cuello arqueado de la anémona,
el sibilante ruego del país perdido,
los coros de aves cubiertas de guirnaldas.
Desde el coral los canes mudos del cronista
anuncian el regreso de los dioses.
Hinchan de almizcle las vasijas con sus fértiles
danzas. Desasidos de todo van cayendo exhaustos
sobre nuestros cuerpos dormidos, desnudos.



Poema Deseo De Venganza de Gertrudis Gomez De Avellaneda



¡Del huracán espíritu potente,
rudo como la pena que me agita!
¡Ven, con el tuyo mi furor excita!
¡Ven con tu aliento a enardecer mi mente!

¡Que zumbe el rayo y con fragor reviente,
mientras -cual a hoja seca o flor marchita-
tu fuerte soplo al roble precipita.
roto y deshecho al bramador torrente!

Del alma que te invoca y acompaña,
envidiando tu fuerza destructora,
lanza a la par la confusión extraña.

¡Ven… al dolor que insano la devora
haz suceder tu poderosa saña,
y el llanto seca que cobarde llora!



Poema Dejemos Los Anillos… de José Antonio Cedrón



Dejemos los anillos en su sitio
la gotera del baño, el esforzado sueño.
Escondamos la escoba, por favor
los trapos de cocina.
La borrachera diurna del vecino la borro.
Tapo los viejos diarios con nuestro desarreglo
el tiempo del reloj y de los trenes.
Cerremos las cortinas, las ventanas
permitamos que llegue la penumbra
que nada entorpezca el volumen de los cuerpos
las líneas de la boca.
Ahora la puerta.
Por último el buen ojo abrazado a tus vientos
y empezar a volar, aunque sea un momento:
no estamos para nadie.



Poema Distancia De Dos de Miguel Arteche



¿Desde dónde surgiste para encender la llama
sobre la nieve sola? ¿Desde dónde los suaves
besos se levantaron sobre tu piel perdida,
enamorada sombra de unos días lejanos?

Cuando hacia ayer subimos, bajaba tu silencio
de la nieve y los ríos. No teníamos nada
sino un pasado apenas dibujado en el cuerpo
y un encuentro de estrellas dormidas en las manos.

Tiembla el viento en la noche, tiembla otra vez la noche
bajo el ansia que vuelve. Temblabas de nostalgia.
Amor, hasta la muerte la noche se hizo tenue,
se hizo larga caricia sobre tu pelo amargo.

Lo distante es aquello que apenas ha pasado.
Por eso nombro ahora la primavera lenta
que subiste cantando, sin nada más, con viento
sobre la enamorada distancia de los campos.

No sé, no sé hasta dónde quedaré repitiendo
tu nombre, la mirada de tus ojos distantes,
fugaz entre la dura cordillera de nieve,
presente ausencia apenas derramada en mi brazo.

No sé, no sé hasta cuándo durará la distancia
y ese espacio de adiós dormido en tu garganta.
No sé, no sé en qué tiempo se hará ceniza y humo,
amor, bajo la noche, todo lo que juntamos.



Poema Dilo, Dilo Otra Vez de Elizabeth Barret Browning



Dilo, dilo otra vez, y repite de nuevo
que me quieres, aunque esta palabra repetida,
en tus labios, el canto del cuclillo recuerde.
Y no olvides que nunca la fresca primavera

llegó al monte o al llano, al valle o a los bosques,
en su entero verdor, sin la voz del cuclillo.
Me saluda en las sombras, amado mío, incierta,
esa voz de un espíritu, y en mi duda angustiosa,

clamo: «¡Vuelve a decir que me quieres!» ¿Quién
teme un exceso de estrellas, aunque los cielos colmen,
o un exceso de flores ciñendo todo el año?

Di que me quieres, di que me quieres: renueva
el tañido de plata ; mas piensa, amado mío,
en quererme también con el alma, en silencio.

Versión de Màrie Manent



Poema Declaración De Amor de Jorge Rojas



¡Oh! mi enemiga,
a medida que me cuentas tu vida
cómo hierve dentro de mí un veneno dulce,
un humor amargo, una uva terrible.
No he debido saber ni de dónde venías.
¿Qué más daba, un remoto país
o un reciente amante?
Quiero exterminar todos los sitios
donde estuvo tu corazón o tu piel.

Mas, oh encadenado, sólo puedo volver añicos
este mapa de colores que pinté cuando niño.
¿Qué más debo destruír? ¿Nada más?

Sí, también, cada día, morderé en tus labios
todos los besos que ahí han quedado
junto a los nombres de las ciudades.



Poema David De El Salvador de Juana Rosa Pita



Su corazón es forja de poemas
y basta alzar la vista a dar con cielos
oblicuos, como Giotto los pintara
en Asís hace unos siete siglos.

Ama con brío El Salvador, del mundo
pa¨ªs breve en los mapas, amplio en temple
y sensibilidad, que a inmenso vibra:
sol ferviente en maizales de esperanza.

Sin reposo das fe, David, de vivo
amor a tu ciudad. Viejos jazmines
ocho almohadas se vuelven en las noches:
mueres cuando te esculpe Tití Escalante.

Al aire de tu gente renaciendo
paz y esplendor esparces por la tierra.

29 de junio de 2003



Poema Dime, Cómo Te Llamas de Blanca Mateos



cómo te llamas sombra de la sombra
que tocas la puerta a deshoras
para ofrecer placeres en vigilia

cómo te llamas silencio del silencio
que invocas el espectro del olvido
para remover dolores todavía vivos

cómo te llamas noche de la noche
que guardas el averno del dormido
para desangrar al tiempo en su castigo

cómo te llamas hombre del hombre desconocido
dímelo
quiero nombrarte por tu nombre mismo



Poema Dicen Que No Hablan Las Plantas de Rosalia De Castro



Dicen que no hablan las plantas, ni las fuentes, ni los pájaros,
Ni el onda con sus rumores, ni con su brillo los astros,
Lo dicen, pero no es cierto, pues siempre cuando yo paso,
De mí murmuran y exclaman:
?Ahí va la loca soñando
Con la eterna primavera de la vida y de los campos,
Y ya bien pronto, bien pronto, tendrá los cabellos canos,
Y ve temblando, aterida, que cubre la escarcha el prado.

?Hay canas en mi cabeza, hay en los prados escarcha,
Mas yo prosigo soñando, pobre, incurable sonámbula,
Con la eterna primavera de la vida que se apaga
Y la perenne frescura de los campos y las almas,
Aunque los unos se agostan y aunque las otras se abrasan.

Astros y fuentes y flores, no murmuréis de mis sueños,
Sin ellos, ¿cómo admiraros ni cómo vivir sin ellos?



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