poemas vida obra d

Poema Declaración De Amor de Manlio Argueta



Porque te cansas de estar sola,
de encontrar en tu cama
la sombra de la noche anterior.
Porque te mueres de mirar
las parejas d casados
que de alguna parte vienen.
Porque te desmayas de soledad.
Porque la casa está vacía.
Porque tienes jaqueca.
Porque los sueños luctuosos.
Porque los gatos del vecino.
Porque los niños con cabeza
de pajarito.
Porque lloras al despertar.
Porque eres del sexo débil.
Porque crees ser hermosa
(y lo eres)
como una puesta de sol.
Porque los ojos negros te vuelven
loca de remate.
Por eso quieres que sea tu marido.

1966.



Poema De Este Talado Tránsito… de Luzmaría Jiménez Faro



De este talado tránsito del que nunca podrás vol-
ver sobre tus huellas, lo verdadramente útil es el
tiempo. Tal vez nunca ha tenido buena prensa por
aquello de desgastar la piel y restar a los cuerpos el
sabor de las frutas, la miel y la armonía. Tal vez sea
posible que con las prisas llenándonos de acíbar, ol-
vidamos invitarle a café y darle ánimos porque es de
uso común y no cotiza en bolsa.

Si lo aceptas, y le hablas de ti, porque es tu sed su sed
y escribís juntos ese diario íntimo que no es cadena sino
ruta de la memoria adentro y no le humillas, ni le
deshabitas, pagará con largueza cuanto ansíes.

Yo ya le abrí la puerta de mi casa y le ofrecí la mece-
dora de mi madre.



Poema Dido A Virgilio de Luz Méndez De La Vega



A Isabel Garma

Habías de venir, tú,
Virgilio,
fabulador poeta,
orgulloso romano,
a saltarte tres siglos
entre Troya mi reino,
para hacer que Eneas
naufragara en mi playa
e inventar ese amor
desdichado
que adorna tu Eneida.

Mentirosa historia,
lazo con que quisiste
unir al linaje de Venus
al vanaidoso Augusto
-tu Mecenas-
siete siglos después
cuando ya mi Cartago
yacía en cenizas.

Falsedad épica de poeta
ebrio de fama y aplauso,
fue cambiar mi bello gesto
de fiel reina suicida
que se arroja
a las llamas
para conservar intacto
su nupcial juramento,
por ese otro romántico
de tu inventada Dido,
que se mata en la hoguera,
loca de pasión y celos,
por el desprecio de Eneas.

Con eso, Virgilio,
no sólo me difamaste
por milenios,
sino que, además, heriste
a mi raza y a mi pueblo.

Sin embargo, poeta,
te perdono,
porque reconozco que,
pese a tantos inventos,
te debo
esa doble inmortalidad
que -a mi nombre-
dieron tus versos.



Poema Darwiniana I de Luz Méndez De La Vega



Nací apenas ayer,
con mi ombligo animal
raíz de carne
que aún busca
su placenta
entre agua y tierra.

Principio y fin
de otro
soy.
Nada entre nadas.
Vago perfil
que esconde
entre las sombras
la escamada cola
del saurio.

Mínima historia fetal
con el peso cósmico
a la espalda, y
la bíblica maldición
en la cabeza.
Tú y yo…
lo mismo todos
arcángeles intermedios
con la tremenda nostalgia
de nuestra pelambre
de simios.



Poema Deseos De Martirio de Luisa De Carvajal Y Mendoza



Esposas dulces, lazo deseado,
ausentes trances, hora victoriosa,
infamia felicísima y gloriosa,
holocausto en mil llamas abrasado:

Di, Amor, ¿por qué tan lejos apartado
se ha de mí aquella suerte venturosa
y la cadena amable y deleitosa
en dura libertad se me ha trocado?

¿Ha sido por ventura, haber querido,
que la herida, que al alma penetrada
tiene con dolor fuerte desmedido

no quede socorrida ni curada,
y, el afecto aumentado y encendido,
la vida a puro amor sea desatada?



Poema De Cómo Vino Al Mundo La Oración de Luis Rosales



De lirio en oración, de espuma herida
por el paso del alba silenciosa;
de carne sin pecado en la gozosa
contemplación del niño sorprendida;

de nieve que detiene su caída
sobre la paja que al Señor desposa;
de sangre en asunción junto a la rosa
del virginal regazo desprendida;

de mirar levantado hacia la altura
como una fuente con el agua helada
donde el gozo encontró recogimiento;

de manos que juntaron su hermosura
para calmar, en la extensión nevada,
su angustia al hombre y su abandono al viento.



Poema Defensa De La Metáfora de Luis Rogelio Nogueras



El revés de la muerte (no la vida)
el que clama por agua (no el sediento)
el sustento vital (no el alimento)
la huella del puñal (nunca la herida)
Muchacha antidesnuda (no vestida)
el pórtico del beso (no el aliento)
el que llega después (jamás el lento)
la vuelta del adiós (no la partida)
La ausencia del recuerdo (no el olvido)
lo que puede ocurrir (jamás la suerte)
la sombra del silencio (nunca el ruido)
Donde acaba el más débil (no el más fuerte)
el que sueña que sueña (no el dormido)
el revés de la vida (no la muerte)



Poema Dama Viajera de Luis Raúl Calvo



Hay distintas formas de ver pasar la vida
de contemplar lo bello o lo siniestro
que ha quedado perpetuado en algún sitio.
Son esas marcas, espejos de otros tiempos
que vuelven a la memoria y nos recuerdan
que una ciudad también carga con una cruz
en sus espaldas.
Es el peso de la historia
de las batallas aún pendientes
estigmas que nos acompañan estemos
donde estemos.
Como esa dama viajera, que ama a un hombre
pero que de tanto en tanto necesita cruzar
el corazón de Buenos Aires.



Poema Danza Negra de Luis Pales Matos



Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.
Es el sol de hierro que arde en Tombuctú.
Es la danza negra de Fernando Poo.
El cerdo en el fango gruñe: pru-pru-prú.
El sapo en la charca sueña: cro-cro-cró.
Calabó y bambú.
Bambú y calabó.

Rompen los junjunes en furiosa u.
Los gongos trepidan con profunda o.
Es la raza negra que ondulando va
en el ritmo gordo del mariyandá.
Llegan los botucos a la fiesta ya.
Danza que te danza la negra se da.

Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.

Pasan tierras rojas, islas de betún:
Haití, Martinica, Congo, Camerún;
las papiamentosas antillas del ron
y las patualesas islas del volcán,
que en el grave son
del canto se dan.

Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
Es el sol de hierro que arde en Tombuctú.
Es la danza negra de Fernando Poo.
El alma africana que vibrando está
en el ritmo gordo del mariyandá.

Calabó y bambú.
Bambú y calabó.
El Gran Cocoroco dice: tu-cu-tú.
La Gran Cocoroca dice: to-co-tó.



Poema De Jean Arp: Rosas Pasean Sobre Las Calles De Porcelana de Luis Hernández Camarero



A orillas de la fábula teje para sí la noche rosas
El ovillo de las cigüeñas frutos faraones arpas
La muerte conduce su aleteante ramo bajo las raíces del vacío

Las cigüeñas aletean sobre los tejados
La noche es una fábula marchita
Las rosas pasean sobre calles de porcelana
y tejen para sí el ovillo de sus años
estrella sobre estrella

Entre las estrellas yace un fruto
Las vacías comarcas los años marchitos las maletas
sonrientes danzan

Las cigüeñas devoran faraones
En los tejados nacen rosas
La muerte devora año sobre año
Los faraones devoran cigüeñas
Entre los frutos duerme una estrella
y sonríe tierna en el sueño como arpa
de porcelana

Las aleteantes fábulas calles tejidas cigüeñas danzan
Las raíces de los faraones son de rosas
Las cigüeñas llenan sus maletas de tejados
y vuelan a la tierra de los faraones



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