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Poema Lecturas de Czeslaw Milosz



Usted me preguntó qué es lo bueno de leer El Evangelio en Griego.
Yo respondo que eso es propio de nosotros mover nuestro dedo
A lo largo de las letras que perduran más que esas grabadas en la piedra,
Y que, despaciosamente pronunciando cada sílaba,
Descubrimos la verdadera dignidad de la palabra.
Compelido a ser obsequioso pensaremos esa época
No es más distante que ayer, aunque las cabezas de los Césares
En monedas sean diferentes hoy. Aún hasta esto es la misma eternidad.
Miedo y deseo son lo mismo, aceite y vino
Y pan significan lo mismo. Por tanto la misma veleidad de la multitud
Ávida de milagros como en el pasado. Todavía costumbres,
Fiestas de bodas, drogas, lamentaciones por la muerte
Solamente parecen diferir. Por consiguiente, también, por ejemplo,
Hubo muchos a quienes el texto llama
Daimonizomenoi, esto es, los endemoniados
O, si usted prefiere, lo diabólico (Lo de «los posesos» es el capricho
de un diccionario).
Convulsiones, espumarajos, rechinar de dientes
No se consideraron signos de talento.
lo diabólico no tuvo acceso a la impresión y a las pantallas,
escasamente comprometidas en artes y literatura.
Pero la Parábola Evangélica permanece con fuerza:
que el espíritu dominándolos puede entrar en puercos,
El cual, exasperado por semejante repentino choque
Entre dos naturalezas, la de ellos y la de Lucifer,
Salta dentro del agua y se ahoga (ocurre repetidamente).
Y, así, en cada página, un persistente lector
Va veinte centurias como veinte días
En un mundo que un día vendrá a su fin.

Versión de Rafael Díaz Borbón



Poema La Caída de Czeslaw Milosz



La muerte de un hombre es como la caída de una poderosa nación
Que tuvo valientes ejércitos, capitanes y profetas,
Y ricos puertos y barcos en todos los mares,
Pero ahora no socorrerá ninguna sitiada ciudad,
No entrará en ninguna alianza,
Porque sus ciudades están vacías, su población dispersa,
Su tierra que una vez proveyó de cosechas está saturada de cardos,
Su misión olvidada, su lengua perdida,
El dialecto de un pueblo puesto sobre inaccesibles montañas.

Versión de Rafael Díaz Borbón



Poema Isla de Czeslaw Milosz



Piense como quiera acerca de esta isla, la blancura de su
océano, grutas
cubiertas de viñedos, violetas, manantiales.
Estoy atemorizado, para poder recordarme difícilmente
allá, en una de esas
mediterráneas civilizaciones desde las cuales uno debe
navegar lejos, a través de
la lobreguez y el susurro de los icebergs.
Aquí un dedo señala los campos en filas, los perales, una
brida, la yunta de un
cargador de agua, cada cosa encerrada en cristal y,
entonces, yo creo que,
sí, una vez viví allá, instruído en esas costumbres y maneras.

Me acomodo el abrigo escuchando la marea cómo asciende,
balanceo
y lamento mis necios caminos, pero aún si hubiera sido
sabio habría fracasado
al cambiar mi destino.

Lamento mis necedades entonces y más tarde y ahora, por
lo cual mucho
me gustaría ser perdonado.

Versión de Rafael Díaz Borbón



Poema Honesta Descripción De Mí Mismo de Czeslaw Milosz



Tomándome un whisky en un aeropuerto,
digamos que en Mineápolis

Mis oídos captan cada vez menos las conversaciones,
mis ojos se debilitan, pero siguen siendo insaciables.

Veo sus piernas en minifalda, en pantalones o envueltas
en telas ligeras.

A cada una la observo por separado, sus traseros y
sus muslos, pensativo, arrullado por sueños porno.

Viejo verde, ya sería tiempo de que te fueras a la tumba
en lugar de entretenerte con juegos y diversiones de jóvenes.

No es verdad, hago solamente lo que siempre he hecho,
ordenando las escenas de esta tierra bajo el dictado
de la imaginación erótica.

No deseo a esas criaturas en particular, lo deseo todo,
y ellas son como el signo de una relación extática.

No es mi culpa que así estemos constituidos: la mitad
de contemplación desinteresada y la mitad de apetito.

Si después de morir me voy al cielo, tendrá que ser
como aquí, sólo que liberado de estos torpes sentidos,
de estos pesados huesos.

Transformado en mirar puro, seguiré devorando las
proporciones del cuerpo humano, el color de los lirios,
esa calle parisina en un amanecer de junio, y toda la
extraordinaria, inconcebible multiplicidad de las cosas visibles.

Versión de Gerardo Beltrán



Poema Estudio De La Soledad de Czeslaw Milosz



Un guardián de conductos de larga-distancia en el desierto?
Un equipo de un solo hombre para una fortaleza en la arena?
Quienquiera que él fuera. Al alba vió las surcadas montañas
El color de las cenizas, encima la fundida oscuridad,
Saturada de violeta, irrumpiendo en un fluído carmín,
Aún permanecerían, inmensos, en la luz naranja.
Día tras día. Y, antes que lo notara, año tras año.
Para quién, pensó, ese esplendor? Para mí, solitari0?
Aún permanecerá aquí por mucho tiempo después que yo perezca.
Qué es eso en el ojo de una lagartija? O cuándo fué visto
por un pájaro migratorio?
Y si yo soy toda la humanidad, existe ella a si misma sin mí?
Y sabía que no se acostumbraba pregonarlo, por ninguno de ellos
se salvaría.

Versión de Rafael Díaz Borbón



Poema Elegía Para N. N. de Czeslaw Milosz



Si es demasiado lejos para tí, dilo.
Habrías podido correr sobre las pequeñas olas del Báltico,
atravesar el campo de Dinamarca, la floresta de hayas,
virar hacia el océano, y ya está, cerca,
el Labrador, blanco en esta estación del año.
Tú, que soñabas una isla solitaria,
si temes las ciudades, el parpadeo de los fuegos sobre las autorrutas,
habrías podido tomar el camino de los bosques sordos,
sobre torrentes revueltos y azules, y rastros del ciervo y del reno,
hasta las Sierras, hasta las minas de oro abandonadas.
El Río Sacramento te habría llevado entonces,
por entre las colinas recubiertas de encinas espinosas.
Todavía un bosque de eucaliptos, y estarás en mi casa.

Es cierto, cuando la manzanita florece,
y la bahía es azul en las mañanas de primavera,
yo pienso a mi pesar en la casa entre lagos
y en las redes recogidas bajo el cielo Lituano.
La cabaña donde te despojabas de tu traje antes del baño
se cambió para siempre en un cristal abstracto.
Y en él está la oscura miel de la tarde, junto al balcón,
y las pequeñas lechuzas, graciosas, y el olor de los arneses.

Cómo podíamos vivir entonces, yo no puedo decirlo.
Las costumbres, los trajes, vibran imprecisos,
inconsistentes, tensos hacia el final.
Es tal vez que pensábamos en las cosas tal como son?
El saber de los años fogosos ha enrojecido los caballos ante la forja,
y las pequeñas columnas en el mercado de la aldea,
y los peldaños de madera y la peluca de Mamá Fliegeltaub.

Mucho hemos aprendido, tú bien lo sabes:
cómo nos es quitado, cosa por cosa, todo aquello que no podía ser,
la gente, las comarcas.
Y el corazón no muere cuando uno creyó que debería,
pero sonreímos, el té y el pan sobre la mesa.
Sólo el remordimiento de no haber amado como se debe
esa pálida ceniza de Sachsenhausen
con un amor absoluto, que no está a la medida del hombre.

Tú te has acostumbrado a nuevos inviernos, húmedos,
a la ciudad donde la sangre del propietario alemán
fue raspada de los muros, y a donde él jamás regresó.
Tampoco yo he llevado más de lo que podía, ciudades y país.
No se puede entrar dos veces en el mismo lago,
sobre hojas descompuestas de abedul,
y quebrando una estrecha estría de sol.

Tus faltas y las mías, no fueron grandes faltas,
tus secretos y los míos, no eran grandes secretos.
Cuando te anudan la mandíbula con un pañuelo,
cuando te ponen una cruz entre los dedos,
y a lo lejos un perro ladra, brilla una estrella.

No, no es porque estés tan lejos
que no has venido el otro día, la otra noche.
De año en año madura en nosotros y nos invadirá,
yo, como tú, lo he comprendido: la indiferencia.

Berkeley, 1963

Versión de William Ospina



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