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Poema Noche De Rosario de Cintio Vitier



Intentemos
lo inaudito, la derrota,
la arrebatadora, serenísima
catástrofe
de lo que no puede ser.

El ser de aquella noche
más allá de las imágenes,
en la carne viva de si misma,
añora equivalencias
que no están ni en mis poderes más recónditos.

No están, pero no estar es algo
semejante a los ojos más vehementes,
como los de aquella delicada,
con realeza joven,
grave judía en qué espinares.

Atacar por una
de las figuras de la noche
con la precipitación del mar, alivia
el desértico fuego de que no
hay senda para llegar a ello.

¿Qué es ello, le pregunto al humo
a la candela, al sabio
sabor que se me va amargando
a la par que crece la ceniza,
marea en sí vistosa de algún oro?

Es sólo así, juntando puntas
de una incandescencia que sonríe
indescifrables bordes, como alcanzo
a divisar lo que no fue,
por las fervientes calles de Rosario.

Decir ¿qué es? Allí nacía
lo que conozco a borbotones
cuando la sed despierta su bebida,
el hambre su alimento,
la luz su fuego.

Eran jóvenes, sí, con el murmullo
de una conversación americana
en la noche del Sur, cosa que brilla
como la plata al fondo de la pena,
y ofrece copas, risas.

Risas, si esta palabra
pudiera deletrearse como estrellas
y masticarse como el pan
de la menesterosidad de aquellos
sentados a la mesa de las bodas.

Mesa, banquete, lujo
del ser cuando se reconoce
incapaz de conocerse, a punto
de lo saciado eterno en el efímero
resplandor de los comunicantes.

¿Efímeros, aquéllos? Las miradas
llegaron a ordenarse en una esquina
de una alta madrugada. Pocos
quedamos, fuimos, solos. Éramos
todos. No hubo ausentes.

Y ardía la promesa del pobre ser,
casi innombrable.



Poema Nada Serán Mis Palabras de Cintio Vitier



Nada serán mis palabras
si no encuentran otra boca
que las cante y las olvide
y las devuelva a la sombra.

Allí quizás amanezcan,
vagas ciudades ruinosas,
y a otros solos lleve el aire
la nostalgia de su aroma.

Nada será lo que soy
si en los otros no se apoya:
mi presencia en otro hombro,
mi esperanza en su congoja.

¡No me dejes amarrado,
demente, al ánima sola!
¡Mira que voy a mi infierno
si no hay pecho que me acoja!

El que pasa me sostenga,
la voz pueril sea mi roca,
en ellos soy, y con ellos
pediré misericordia.



Poema Los Límites Futuros de Cintio Vitier



A José María Valverde

He tocado estos límites, los he masticado,
los he digerido (mal, desde luego),
los he trasmutado en días enormes y pequeños,
los he mandado a la luna de ida y vuelta,
los he dejado en Venus una tarde,
me he vestido con ellos para festejar mis bodas,
los he visto arder en la ceniza,
los he llenado de flores e improperios,
los he confundido con el patio de mi casa,
me han atendido como sirvientes,
médicos, psicólogos y sepultureros,
los he oído recitar sus poesías,
los he llevado como bastón, como amuleto,
como título de propiedad, como esperanza,
se han puesto a discutir con los vecinos
y desde luego con las nubes y los gatos,
los he sacado a puntapiés y me han abierto
las puertas del crepúsculo llorando,
se han llenado de rabia y de deseo,
se han puesto a recordar en la azotea,
juntos oímos música y leemos,
juntos sufrimos, nacemos y cantamos,
sus ojos borrarán estas palabras.



Poema Lejos de Cintio Vitier



Lejos, lejos nací,
lejos de mi alma:
separada la vida
de la mirada.

Lejanía que fue
toda la patria,
como una cicatriz
que no cerrara.

No pude atraversar
la tarde rara:
lejos, lejos de mí,
no me abarcaba.

He visto, comprendiendo,
la mar morada,
el confin misterioso,
la doble playa.



Poema La Voz Arrasadora de Cintio Vitier



Esta es la voz de un contemplativo, no de un hombre de acción.
Ambas razas, las únicas que realmente existen, se miran con
recelo.
Es verdad que ha habido gloriosas excepciones, aunque bien
mirarlos los rostros, bien oídas las voces,
la sagrada diferencia se mantiene se mantiene, y aún se torna
trágica.
Pero el contemplativo entiende y muchas veces ama el rayo de la
acción. Casi nunca lo contrario ocurre.

Esta es la voz absorta de un oscuro, de un oculto, que ha tenido
peregrinas ambiciones.

Enumerarlas seria realizar un inventario del delirio.

Baste decir que ha querido romper los límites del fuego en las
palabras

y ha vuelto al círculo del hogar con un puñado de cenizas.

No, sin dudas no lo comprenderéis, salvo los que sois del
indecible oficio.

Estos hombres se alimentan de lo que hacen; hasta sus sueños y
sus fantasmagorias son quehaceres, hechos.

¿Como entender a uno que no ha poseído nunca nada; que no ha
tocado una cosa desnuda de alusión;

que sólo vive y muere en el mundo de lo otro, en el inalcansable
reino de las transposiciones:

a uno que, de pronto, necesita escribir, cómo se necesita la
comida o la mujer?

Su Suerte es dura, extraña, también irrenunciable. Y sin embargo
o por lo mismo, ya no me preguntéis,

cada vez que oye la voz arrasadora de la vida, arroja su
fantástico tesoro

y sale cantando y llorando y resplandeciendo, y va silencioso a
ocupar el puesto que le asignan.

Marzo de 1960



Poema La Obra de Cintio Vitier



Mientras más guardo en mis despensas, soy más menesteroso,
siempre ante el mismo muro, de nada me han servido
las lámparas que encendí. Es de noche. Estoy solo.
Las estancias aun tibias del festejo desiertas,
ni un gesto, ni una sílaba, ni un aroma, podrían ayudarme.
Tengo que hacerlo todo otra vez, de la raíz
para encontrar al cabo que no poseo nada,
que el pabellón oscuro se inclina a la intemperie.



Poema La Luz Del Cayo de Cintio Vitier



Una luz arrasada de ciclón,
aquella misma luz que vi de niño
en las mañanas nupciales del miedo,
estaba esperándome aquí, pero aún más pobre,
más secreta y huraña todavía,
como si no hubiera lámpara capaz
de agrupar nuestras sombras dispersadas,
ni pudiera la abuela regresar con aquel vaso
de espumoso chocolate hasta mi cama
para decir: la dicha existe, la inminencia
es un tren que estremece las maderas
cargado de luces y dulzura.

Por las calles oculto yo corría
gritando como un pino indominable,
destellando la honda piedra de presagios,
dicutiendo silencioso con las nubes,
a comprar un martillo y unos clavos
para clavar la casa contra el miedo,
y al fín huíamos del mar, en orden, por los campos,
buscando el ojo del ciclón que nos miraba
como un animal remoto y triste.

Esa luz está aquí, ya sin peligro,
toda exterior y plana, establecida
en la absoluta soledad del Cayo,
pura intemperie de mi ser, diciéndome:
no queda nada, no era nada,
no tengas miedo ni esperes otras nupcias,
arde tranquilo como yo, árida y sola,
no esperes nada más, ésta es la gloria
que aguardaba y merece (único amparo)
tu flor desierta.

( De Testimonios )



Poema Examen Del Maniqueo de Cintio Vitier



Cuántas veces ha sido humillada tu soberbia:
la soberbia del maniqueo.
Cuántas veces has tenido que beberte las lágrimas de hiel
de no ser puro como un ángel.

¿De qué vale sutilizar los argumentos?
-Sí, has colaborado con todo lo que odias,
con la múltiple, infinita cara del mal.
¿En mínima medida? ¿Sólo por omisión? ¿Sólo para ganar el pan?
Nada puede consolarte.
-Nada: porque mientras menor o más irrechazable haya sido tu
complicidad,
más esencial es tu miseria,
y mientras creías estar amparando en tu casa a los dioses siempre
derrotados,
no eras más que un oscuro obrero de la monstruosa construcción.

Y así, cuando llegues a la presencia de tu Señor, no podrás decirle:
fui puro, no pacté, no mezclé mi alma con las tinieblas,
sino tendrás que confesarle: soy
esta mezcla deleznable,
me fue impuesto el insulto de la promiscuidad,
tuve que dar al César lo que es del César
y al cuerpo lo que es del cuerpo,
soy uno más, perdido y manchado, en el rebaño,
-quise salvar la luz, pero no pude.

18 de septiembre de 1961



Poema El Desposeído de Cintio Vitier



No son mías las palabras ni las cosas.
Ellas tienen sus fiestas, sus asuntos
que a mí no me conciernen,
espero sus señales como el fuego
que está en mis ojos con oscura indiferencia.

No son míos el tiempo ni el espacio
(ni mucho menos la materia).

Ellos entran y salen como pájaros
por las ventanas sin puertas de mi casa.

Alguien habla detrás de esta pared.

Si cruzara, sería en la otra estancia:
el que habla soy yo, pero no entiendo.

Tal vez mi vida es una hipótesis
que alguno se cansó de imaginar,
un cuento interrumpido para siempre.

Estoy solo escuchando esos fantasmas
que en el crepúsculo vienen a mirarme
con ansia de que yo los incorpore:
¿querría usted negar, sufrir, envanecerse?
No es mía, les respondo, la mirada,
negar sería espléndido, sufrir, interminable,
esas hazañas no me pertenecen.

Pero de pronto no puedo disuadirlos,
porque no oigo ya mi soledad
y estoy lleno, saciado, como el aire,
de mi propio vacío resonante.

Y continúo diciéndome lo mismo, que no tengo
ninguna idea de quién soy,
dónde vivo, ni cuándo, ni por qué.

Alguien habla sin fin en la otra estancia.
Nada me sirve entonces. No estoy solo.
Estas palabras quedan afuera, incomprensibles,
como los guijarros de la playa.



Poema El Aire de Cintio Vitier



Estoy despierto, sí, estoy mirando
fríamente algunas cosas
que van dejando ya de ser secretas.
Están ahí, como los árboles
en el desnudo aire. Sí, estoy despierto.
Hasta la casa de mi infancia es de los otros:
la han pintado de un color chillón,
entran y salen por los cuartos de mi alma,
hablando de otro asunto. La luz invade el patio
de mis ocultas nadas. También miro
con deseo ese rostro que es ninguno
y que viene como un ave malherida
de los que sufren y sonríen.
¡Oh pueblo innumerable! Estoy despierto.
Estoy mirando el polvo bañado por la luz,
las tinieblas disueltas en el aire
cuando empieza a dibujarse la verdad:
el árbol, la alegría, el sacrificio.
Y sé que aún tengo más recuerdos en la sangre
de los que puedo recordar, y más olvido
del que puede olvidarse en este mundo.
Pero qué importa, al fin, si la mitad
de aquella vida se me desprende y cae,
si tanto sueño, al fin, ha despertado,
si no hay sitio que no me esté mirando
ni instante en que el azar no me visite.
Quiero ser como tú, ¡oh rostro de los pobres!,
misterio del dolor y la sonrisa, porque el aire,
el simple aire límpido y vacío,
llenará nuestras voces y esperanzas.



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