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Poema Carta Al Lobo de Carmen Boullosa



Querido Lobo:

Llego aquí después de cruzar el mar abierto del bosque,
el mar vegetal que habitas,
el abierto de ira en la oscuridad y en la luz que lo cruza a
hurtadillas,
en su densa, inhabitable noche de aullidos que impera
incluso de día o en el silencio,
mar de resmas de hojas
que caen y caen y crecen y brotan, todo al mismo tiempo,
de yerbas entrelazadas,
de mareas de pájaros,
de oleadas de animales ocultos.
Llegué aquí cruzando el puente que une al mundo temeroso
con tu casa,
este lugar inhóspito,
inhóspito porque está la mar de habitado,
habitado como el mar.

En todo hay traición porque todo está vivo…

Por ejemplo, aquello, si desde aquí parece una sombra,
¿hacia dónde caminará cuando despierte?
Como fiera atacará cuando pase junto a él,
cuando furioso conteste al sonido de mis pasos.
Así todo lo que veo.

En todo hay traición
…era el camino, lobo,
la ruta que me lleva a ti…

Escucha mi delgada voz, tan cerca.
Ya estoy aquí.
Escoge de lo que traje
lo que te plazca.
Casi no puedes mirarlo,
insignificante como es,
perdido en la espesura que habitas.

Estoy aquí para ofrecerte mi cuello,
mi frágil cuello de virgen,
un trozo pálido de carne con poco, muy poco que roerle,
tenlo, tenlo.

¡Apresura tu ataque!
¿Te deleitarás con el banquete?
(No puedo, no tengo hacia dónde escapar
y no sé si al clavarme los dientes
me mirarás a los ojos).

Reconociéndome presa
y convencida de que no hay mayor grandeza que la del
cuello de virgen entregándose a ti,
ni mayor bondad que aquella inscrita en tu doloroso,
lento,
interminable
y cruel
amoroso ataque,
cierro esta carta.

Sinceramente tuya,

Carmen.



Poema Con Mi Rueca de Carlota Caulfield



No reconozco mi color.
En Alejandría perdí mi sombra
y toda apariencia de ciudad
ha sido belleza de lo inútil.
Todas mis coartadas sólo
sirvieron para estrechar
los lazos con la muerte.
Mi cuerpo encuadernado de lino
y la operación final
de enrollar mis venas.



Poema Carta De Lucrecia Borgia A Su Confesor de Carlota Caulfield



Padre, si usted fuera mujer
entendería las razones
y no me haría decir tantas avemarías
Padre, ¿no se da cuenta?
mi castigo de ahora
es libertad en el siglo XX.



Poema Carta De Una Virgen Del Sol A Su Amante de Carlota Caulfield



En una tinaja
escondo el quipú
con la historia
y los sonidos
de nuestros besos.
Querido mio,
Guarda bien la cinta de mi talle.
Piensa en mi pelo y en sus adornos.
Yo pienso en ti y te aseguro
que muy prontico sobornaré a mamaogro
para seguir tejiendo de colores tu cuerpo a mi cuerpo.

(Para Abraham)



Poema Carta De Lucrezia Borgia A Su Confesor de Carlota Caulfield



Padre, si usted fuera mujer
entendería las razones
y no me haría decir tantas avemarías
Padre, ¿no se da cuenta?
mi castigo de ahora
es libertad en el siglo XX.



Poema Carta De Camilla De Pisa A Francesco Del Nero de Carlota Caulfield



¡Que Dios castigue con toda clase de castigos a esa
mujer que en este mismo instante posee aquello que me
es más querido en este siglo XVI! Maldigo las noches
y todos los instantes que pasas en otros brazos que no
son los míos. Malditos sean los besos y todos los actos
que me causan tanto dolor. Dios mío, dame paciencia.
No hay nada que yo pueda hacer.



Poema Confabulaciones de Carlos Vitale



Todo es abismo.
Charles Baudelaire

Alcemos la copa de nuestros pecados
dijo
la pasión es secreta.
Las ciudades encienden venerables canciones
para sus cuerpos obscenos de diosas funerarias.
Ocúltate en la luz
que estremece tu sombra.
No te venzas.



Poema Cuerpo Desnudo de Carlos Sahagun



«…muchas veces me pregunto
qué hacíamos tú y yo antes de querernos…»

Y vienes y te quedas
blanca, casi de mármol,
como un escalón puro para subir a Dios.

No sé qué hacer, dónde buscar
mis palabras más verdaderas, cómo decirte
que llevo en la mirada reflejado tu pecho,
y los brazos me caen, como en derribo,
al verte aquí, a mi lado, morena, lejos siempre.
Voy hacia ti como hacia el mar, despliego
las velas, ay, las alas de mi infancia,
veloz mi corazón cruza la arena,
se me dobla el dolor, te miro
toda de agua navegable, toda
pequeña,
como una estrella húmeda y parada.

Rodeado de naranjos, asombrándome
de ver los pájaros de oro,
era yo niño, comí
pan duro entre las manos vivas de mi madre,
y los zapatos rotos me hacían sentir la tierra,
mientras la tierra iba levantándome a hombre sin
remedio.
Quisiera haberte visto entonces, cuando
las calles bombardeadas. Ven,
dame la mano, sube
conmigo al monte negro de la pena.
Dame la mano, dime
si he de morir, si voy a ser eterno,
déjame repartirte como un pan por mis brazos.
Pero qué importa, ya que importa,
ya para qué acordarme, si hoy te quedas
desnuda, inmóvil,
si hoy has crecido tanto
que olvido y rompo aquella infancia de humo
y voy a ti en silencio como un rayo de luz.



Poema Cosas Inolvidables de Carlos Sahagun



Pero ante todo piensa en esta patria,
en estos hijos que serán un día
nuestros: el niño labrador, el niño
estudiante, los niños ciegos. Dime
qué será de ellos cuando crezcan, cuando
sean altos como yo y desamparados.
Por mí, por nuestro amor de cada día,
nunca olvides, te pido que no olvides.
Los dos nacimos con la guerra. Piensa
lo mal que estuvo aquella guerra para
los pobres. Nuestro amor pudo haber sido
bombardeado, pero no lo fue.
Nuestros padres pudieron haber muerto
y no murieron. ¡Alegría! Todo
se olvida. Es el amor. Pero no. Existen
cosas inolvidables: esos ojos
tuyos, aquella guerra triste, el tiempo
en que vendrán los pájaros, los niños.
Sucederá en España, en esta mala
tierra que tanto amé, que tanto quiero
que ames tú hasta llegar a odiarla. Te amo,
quisiera no acordarme de la patria,
dejar a un lado todo aquello. Pero
no podemos insolidariamente
vivir sin más, amarnos, donde un día
murieron tantos justos, tantos pobres.
Aun a pesar de nuestro amor, recuerda.



Poema Claridad Del Día de Carlos Sahagun



Te digo que ésta ha sido la primera
vez que amé. Si la tierra que ahora pisas
se hundiera con nosotros, si aquel río
que nos vigila detuviera el paso,
sabrías que es verdad, que te he buscado
desde niño en las piedras, en el agua
de aquella fuente de mi plaza. Tú,
tan flor, tan luz de primavera, dime,
dime que no es mentira este milagro,
la multiplicación de mi alegría,
los panes y los peces de tu pecho.
Contéstame. No quiero hablar yo solo,
estar -yo solo- alegre. Te amo. ¡Fuego,
la mañana hace fuego y nos golpea
los corazones! Levantémoslos
arriba, siempre arriba. Alguien nos lleva,
alguna mano pura nos empuja.
Aire en el aire, iremos a aquel monte.
Cristal en el cristal más limpio, un día
nos miraremos hasta emocionarnos.
Y ya lo estamos como nunca. Dame
la mano. Si me dices que eche al río
mis versos, yo los echaré, si quieres
que arranque aquella flor y te la traiga,
te la traeré. Pero anda, ven conmigo.
¿Ves un pinar allá a lo lejos? Vamos.
Ya todo es nuestro: el buen camino, el árbol,
la generosa claridad del día.



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