poemas vida obra c

Poema Ciclo Satánico de Carmen Jodra



…¿Cómo pude dudar? ¿Cómo he podido
vivir sin vida todos estos años?
Por evitarme daños, tuve daños,
y huyendo penas, penas me han venido.

¡Cuánto tiempo, cuánto placer, perdido
en virtud, muerte, ritos tan extraños
como inflexibles, místicos extraños
humillaciones, ¡Dios!, ¡Qué buena he sido!

Me arrepiento del tiempo en que fui buena,
viviendo sin gozar el prodigioso
fulgor del mal, quebrando mi destino.

y ahora que su goce me envenena,
¿cómo negarse, si es tan delicioso,
o cómo retornar al buen camino?



Poema Cantos De La Confrontación (iv) de Carmen Gonzalez Huguet



Sin embargo,
ningún oprobio ha conseguido
quitarnos el caudal de la ternura.

Somos más fuertes porque en el desierto
del odio no dejamos
que se secara el agua del afecto.

Porque a pesar de heridas y de afrentas
la piel del alma la tenemos suave
para seguir amando.

Si nos hemos doblado bajo cada tormenta,
nadie pudo quebrar
la voluntad de ser que nos sostiene
ni secar el amor,
ni mancillar el fruto de los besos.

A veces, creo
que, en el fondo,
los que nos llaman débiles
en realidad
nos tienen tanto miedo…



Poema Cantos De La Confrontación (iii) de Carmen Gonzalez Huguet



Ay, los de siempre
habrán de repetir hasta la saciedad aquello
de que toda debilidad
tiene en nosotras su morada.

No creas una palabra.

Nadie le otorgaría
la pesada contienda que libramos contra la muerte
a manos menos diestras,
a cuerpos menos fuertes,
a mentes menos claras.

Somos las que libramos al futuro
de la aniquilación total y del abismo.

Por nosotras
la historia sigue el curso y las estirpes
desmienten el naufragio.

Pero, además, la vida
nunca yerra su curso,
ni en sus sabias razones se equivoca.

Nadie tiene derecho a despreciarnos,
ni a definirnos un destino
por la tormenta que nos bulle
debajo de la piel,
ni a reducirnos
a repetir sin pausa
los cabellos de Circe,
la belleza de Helena,
la esclavitud largamente elogiada de Penélope
o el destino de Juana,
muerta en la hoguera
por defender un reino que era ajeno.

Condenadas a una fertilidad de piel y sangre
¿nadie gritó en el día de la mutilación?

¿Es porque la otra herida
no sangra que han creído
que no fuimos castradas?

No busquen en el himen
la mancha del oprobio.

El alma nunca sangra
y el espíritu herido
deja el vestido intacto.

En blancos algodones,
envuelta en el sudario
de la resignación, no puede
la conciencia gritar su descontento.

Engordaron la víctima, cebaron
a la bella borrega del festín.

Ahora, cuando a veces
nos quisieran pensantes
los inconsecuentes de siempre,
por Dios, ¿de qué se quejan?



Poema Cantos De La Confrontación (ii) de Carmen Gonzalez Huguet



Hoy puedo imaginar
el futuro sin ti.
Pero no me interesa.

Sola, he caminado sin tus manos.
Lejos de este refugio dulce de tus brazos,
reconocí la envergadura de mis alas,
dónde llega mi límite y mi aliento.

Ya no me engaño. Sé
que te he necesitado desesperadamente.
Puedo vivir sin ti, mas no sería
un galardón buscado.

He decidido que vivir a tu lado construyendo
un futuro distinto es más satisfactorio
y que vale el intento.

Lo demás está escrito en tu mirada
y en la alegría nueva que inventamos
como si fuera luz
entre nosotros.



Poema Cabaret Modernista de Ramiro Fonte



En los cafés, oasis de inutilidades ruidosas
Pessoa -Alvaro de Campos

La ciudad proyectaba esta tragedia
al inicio del otoño con el paisaje
de los cafés soñolientos
recién llegada la noche
en las almas despobladas. Eran todos
los mismos personajes de novela
en otra hora muerta pero un poco
románticos y viejos.
Conformaba
el acto y la parábola
aquella singladura de cualquier extranjero
que nombrara los días en los que fuimos
islas cercadas por la fiebre del otoño.
Solitarios ojos de dama
que alguien recordaba tristes o azules en enero
eran ahora un río perdido.
La diletancia
cercaba semejante metamorfosis.

En lo más profundo de los vasos la evocación al mito
en la otra orilla de la noche que se abría
por caminos de gárgolas.
Los pasos
dejaban una estela de carcajadas.
Y el arte de magia de aquel telón
que nunca cae dejaba embelesado
a tan glorioso público.
Así se deslizaba el tiempo en calendarios
con lámina de algún impresionista francés
donde medir los días que caían
como lluvia incesante
en sus grises corazones.

De «As ciudades de nada, 1983



Poema Cantos De La Confrontación (i) de Carmen Gonzalez Huguet



«Morir no hiere tanto.
Nos hiere más vivir…

…Un triunfo puede ser de
diferentes clases.
Hay un triunfo en la estancia
en que esa vieja emperatriz, la Muerte,
por la fe es derrocada.

Triunfa el entendimiento más fino cuando avanza,
con calma, la Verdad…»

EMILY DICKINSON

Para saberme
era preciso que supiera
las líneas de mi rostro contra el de otros,
que toda identidad me fuera conferida por contraste,
que supiera qué soy
sólo a cambio de ver y de aprender
todo lo que no soy,
lo que nunca seré,
las rutas y las caras del ser
que me son más ajenas,
la nulidad que otro existir me ha conferido.

De este modo, no soy
o sólo soy, más bien,
todo lo que tú mismo
desechas y no eres.

Para existir
he tenido que ser el otro
el que no eres:
Tu sombra más querida,
la que más íntima
y opuestamente te refleja
hasta complementarte
pero, al cabo,
nada más
que una sombra…

Reducida al desierto,
a la profunda oscuridad sin nombre,
al reducto del miedo,
a la noche, al silencio,
a los más lóbregos ámbitos
donde la luz de lo viril no llega.

No soy por lo que soy,
sino por lo que tú no eres. Pero ahora
que pretendo por fin
definirme y nombrar
la realidad entera bajo mis propios términos
me encuentro con que saqueaste para ti
todo el oro sonoro de la voz,
el acervo frutal de los idiomas,
la virtud del lenguaje.

No sé pensar más que con tus conceptos.
Me enajenaste el mundo y con él
te llevaste la voz
que hasta había aprendido
la suavidad de las canciones.

Como el salvaje de la tempestad,
aprendí tu lenguaje para odiarte,
para insultar en ti mi mudez, tu avaricia,
la lascivia que tú saciaste en mí
porque me hizo necesaria.

Hoy tejo con mi aliento
una nueva palabra que no sea
nudo, lazo, cuerda de horca, hoguera,
cadena, yugo, afrenta,
servilismo cerril, ceguera, miedo…

Una nueva palabra
para nombrar el mundo
que veo con mis ojos
y que, algún día,
consiga que tú y yo
podamos dirigirnos uno al otro
sin sumisión, ni odio,
sin miedo, con la firme
franqueza con que se hablan los iguales.

Y el lenguaje
no sea ya
arma de guerra, insulto,
ni balanza parcial a tu favor
en el comercio que habremos de tener
para que el mundo
sea un sitio plural,
abierto, hermano,
más cálido y feliz
para nosotros.



Poema Cuando Va A Ser La Noche de Carmen Conde Abellan



Clavan su presencia palpitante
sobre un oro cansado de ceniza,
pájaros oscuros que se mecen
en el dorso del agua estremecida.

Silencios sus gargantas amontonan,
inertes van las alas en sus flancos.
Ni ojos que los miren ni una frente
que les piense. Sólo pájaros.

La hora está en su fin. Todo se acaba
o todo va a empezar… Si se supiera
que fin y que principio son lo mismo
acaso este presente nos cediera

la almendra de su luz, nos entregara
la pulpa del saber a qué vinimos;
si somos elegidos de otros mundos
o somos sus esclavos, con destino

de darnos en sustento de su vida.
El oro es una ausencia, la ceniza
responde al acoso infatigable…
Lo eterno se concentra en su manida.



Poema Conformidad de Carmen Conde Abellan



¡Cuánto, Señor, te debo por todos los momentos
en que pudiste hacerme sufrir y no lo hiciste!
Las horas del dolor suman tiempos tan lentos
que más que por la edad se enveceje por triste.



Poema Canto Funeral Por Mi Época de Carmen Conde Abellan



A Vicente Aleixandre

Yo misma reclamando a los arcángeles,
¿qué soy más que una voz descompasada?
La tierra suma tierras sin raíces,
oscuros vendavales de tormentas…
Los cuerpos van sin alma, son tan sólo
los pozos del instinto desatado.
¡Qué triste mi yantar de pan sombrío,
mi oscuro acontecer por el trascielo!
Ni lloro ni sonrío, que la risa,
el llanto, son de vivos, y no soy
ni viva ni tan muerta que no sepa
que me puedo morir dentro de poco.

Hablar de lo celeste imaginado.
Latir los estertores de la dicha.
Sentirme delirar, acongojada
por tanto goce limpio en el amor.
¿Acaso todo ello no es posible,
temiendo, como temo, que la vida
se acabe para mí sin prolongarla
en vida de la eterna persistencia?
¡Oh carnes de dolor, hombres funestos;
mujeres de placer, viejos sin lumbre;
criaturas del descuido irresponsable!
Penando por vosotros yo arrebato
mis pulsos en amarga calentura.

A nadie importa nadie. Que asesinos
de otros que serían matadores
componen la corteza de la tierra.
Delatan lenguas frías sus venganzas,
y un pueblo universal ulula odios
encima de la sangre derramada.
¿Qué puedo yo crear; quién hace lirios,
de no ser Dios potente, de este cieno?
¿Quién puede remediar mi incertidumbre,
de no ser Dios eterno, en esta charca?

¡Soñar mis sueños yo, aquellos sueños
de esbeltos palmerales levantinos;
beber brisas salobres, yo, sedienta,
oyendo sollozar por los alcores!

¡Mis años de ilusión, mi fuerza ardiente
librada de mi cuerpo dominado;
mis sueños del amor que nunca llega
colmando aquel soñar de tanto espíritu!

¿Qué hacemos ahora aquí, quién nos requiere
si no es para colmar nuestro fracaso?
¡Oh tristes del llorar, sumad mi queja
al negro de la noche sin orillas!

Muy largo es el dormir sin esperanzas.
Muy largo y muy profundo, despertarse.
Y busco entre vosotros, los ajenos,
la calma de inefables beatitudes.
?Hay hombres que no quieren ser el eco
de tales resonancias dolorosas.
Mujeres sin dolor, cuerpos de sexo
que empapan su animal perseverancia?.

¿Quién dijo que la voz del que clamara
podría desnudar indiferencias?
¡Que clama mi dolor por lo que sufren,
y estoy sola en amor por cuantos lloran!

¡Decir mis sueños yo, la más doliente
que puso en este mundo sus pisadas!
Contaros que en el sueño de mis ojos
anidan las augustas majestades
de almas sin temblor, sin una sombra,
cubiertas por la flor de mis canciones!
Dormir y no saber; dormirme toda
y nunca despertar de mi distancia…
¿Qué puedo yo ofrecer, qué luna dulce
habría de alumbrar por mis palabras?
Volvedme a mis fronteras, nieblas frías;
volvedme a mi no ser; al gran seguro.

Están sin luz las sendas; los atajos
bañándose en la sangre derrochada.
En dientes sin blancor gimen pedazos
de carnes en agraz. Balan su ira
los castos y en temor, que nada impiden.
Transcurre todo así; bilis y sangre
debajo de los puentes lujuriosos.
Codicias y ruindad, grandes altezas
imperan bien aquí, donde yo clamo.
¡Abridme como res que todos matan,
sacad mi sangre entera, destruidme,
que quiero deshacerme entre vosotros!

?¿Soñar mis sueños ya…, decir mis sueños
en este mismo idioma de lamento?
¡No voz del mundo y mía; voz humana
que entiendan y desprecien los humanos!

Celeste y misterioso oído mío,
augusta majestad que me responde:
¿en qué pozo de luz, en qué caverna
de minas sin hollar puedo decirte
la enorme angustia mía, mi ternura,
inútiles las dos? ¡Cómo las siento
secándome la fe de mi destino!



Poema Canción Al Hijo Primero de Carmen Conde Abellan



Hijo de la tierra,
te arrojó el Jardín.
Aunque veas sombras
no quieras lucir.

Tu madre era bella,
la secan los vientos.
Tu madre era tierna,
se quema en el yermo.

Tu madre mordía
la flor del manzano,
cuando el hombre puso
tu vida en su mano.

Tu madre sembraba
contigo el centeno,
cuando tú bebías
la leche en su cuenco.

Hijo de la ira
de Dios implacable.
No podrá salvarte
del odio tu madre.

No duermas, vigila.
No duermas, despierta.
Te amenaza fría
la heredad desierta.

Te persiguen ojos
sin dulce descanso.
Te aborrece eterna
del Creador la mano.

Las gacelas corren:
correrás tú más.
Los leones saltan:
tú debes saltar.

Los arroyos huyen:
tú tienes que huir.
Aunque yo lo quiera,
¡no puedes dormir!

No duermas, escucha.
No duermas, acecha.
Silbarán las aves
sobre ramas ebrias

para hacerte leve
esta oscura tierra.
Escúchame, hijo:
no duermas, no duermas…

Por todos los siglos,
¡no duermas,
no duermas!



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