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Poema Cuerpos de Enrique Viloria Vera



Espero que aún te vistas de mí
que continuemos siendo
-después de años sábanas
besos y mordiscos-
una sola piel
un mismo cuerpo
que me lleves
más allá de lo inasible
de lo perecedero
de la memoria y el recuerdo:
ser
pliegue
estría
vello
perfume
rimel
bloomer
collar que te circunda y te define



Poema Cuando Sepas Hallar Una Sonrisa de Enrique Gonzalez Martinez



Cuando sepas hallar una sonrisa
en la gota sutil que se rezuma
de las porosas piedras, en la bruma,
en el sol, en el ave y en la brisa;

cuando nada a tus ojos quede inerte,
ni informe, ni incoloro, ni lejano,
y penetres la vida y el arcano
del silencio, las sombras y la muerte;

cuando tiendas la vista a los diversos
rumbos del cosmos, y tu esfuerzo propio
sea como potente microscopio
que va hallando invisibles universos,

entonces en las flamas de la hoguera
de un amor infinito y sobrehumano,
como el santo de Asís, dirás hermano
al árbol, al celaje y a la fiera.

Sentirás en la inmensa muchedumbre
de seres y de cosas tu ser mismo;
serás todo pavor con el abismo
y serás todo orgullo con la cumbre.

Sacudirá tu amor el polvo infecto
que macula el blancor de la azucena,
bendecirás las márgenes de arena
y adorarás el vuelo del insecto;

y besarás el garfio del espino
y el sedeño ropaje de las dalias…
y quitarás piadoso tus sandalias
por no herir a las piedras del camino.



Poema Como Hermana Y Hermano de Enrique Gonzalez Martinez



Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano…

En la quietud de la pradera hay una
blanca y radiosa claridad de luna,
y el paisaje nocturno es tan risueño
que con ser realidad parece sueño.
De pronto, en un recodo del camino,
oímos un cantar… parece el trino
de un ave nunca oída
un canto de otro mundo y de otra vida…
¿Oyes? -me dices- y a mi rostro juntas
tus pupilas preñadas de preguntas.
la dulce calma de la noche es tanta
que se escuchan latir los corazones.
Yo te digo: no temas, hay canciones
que no sabremos nunca quién las canta.

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano…

Besado por el soplo de la brisa,
el estanque cercano se divisa…
Bañándose en las ondas hay un astro;
un cisne alarga el cuello lentamente
como blanca serpiente
que saliera de un huevo de alabastro…
Mientras miras el agua silenciosa,
como un vuelo fugaz de mariposa
sientes sobre la nuca el cosquilleo,
la pasajera onda de un deseo,
el espasmo sutil, el calor-frío,
de un beso ardiente, cual si fuera mío…
Alzas a mí tu rostro amedrentado
y trémula murmuras: ¿me has besado?…
Tu breve mano oprime
mi mano; y yo a tu oído: ¿sabes?, esos
besos nunca sabrás quién los imprime…
Acaso, ni siquiera si son besos…

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano…

En un desfalleciente desvarío,
tu rostro apoyas en el pecho mío,
y sientes resbalar sobre tu frente
una lágrima ardiente…
Me clavas tus pupilas soñadoras
y tiernamente me preguntas: ¿lloras?
Secos están mis ojos… Hasta el fondo
puedes mirar en ellos… Pero advierte
que hay lágrimas nocturnas – te respondo-
que no sabremos nunca quién las vierte.

Como hermana y hermano
vamos los dos cogidos de la mano…



Poema Cautiva de Enrique Gonzalez Martinez



Cautiva que entre cerrojos,
frente a la angosta ventana
dejas espaciar los ojos
por la campiña lejana,

¿de qué te sirve tener
en el pecho un ansia viva,
si eres libre para ver,
y para volar cautiva?

Siento mayor la amargura
de tu mal cuando te veo
con las alas en tortura
y en libertad el deseo.

Preso el pie y el alma alerta…
¡Qué morir frente a la vida!
¿Para qué ventana abierta
si no hay puerta de salida?

Alma cautiva y hermana
que en la campiña lejana
dejas espaciar los ojos,
¡que te quiten los cerrojos
o te cierren la ventana!



Poema Catástrofe de Enrique Gonzalez Martinez



Ella se niega mientras él insiste;
fogoso el amador, tenaz la bella,
en jiras el jubón de la doncella
la lucha apenas del amor resiste.

Casta no cede; pero mira triste
de aquel retozo la patente huella,
y con falsos lamentos se querella
y de astucia y de brío se reviste.

Por escapar de los robustos brazos,
de un empellón, cual víctima inmolada,
rueda el cántaro al fin hecho pedazos…

Queda atónito él, ella pasmada;
mas pasa el susto y vuelven los abrazos
tras una estrepitosa carcajada…



Poema Canción de Enrique Gonzalez Martinez



Canción para los que saben
lo que es llorar…
¿Quién pudiera darte al viento
e irse al viento en el cantar!

Canción como lluvia fina
sobre el mar,
que se disuelve y es nube
que sube y vuelve a llorar…

Canción que en el alma es lluvia,
canción que es llanto en el mar…
¡Quién pudiera darte al viento
e irse al viento en el cantar!



Poema Con Gozo De Alfarero Te He Entrañado de Enrique Azcoaga



Con gozo de alfarero te he entrañado
mujer, que sólo un barro preferido
busqué entre mis amores sin olvido
por ver de revelarme en lo encontrado.

Cantando mi dolor habla anhelado
sosiego a mi pesar, mas no el rendido
tributo de tus cuencas, ni el cumplido
prodigio que mi angustia ha superado.

No sabe el corazón si la hermosura
cautiva de unos ojos le han labrado,
si preso fue o señor en el empeño.

Se goza con saber que la ternura
naciente de tus ojos ha cantado,
el noble verde eterno de su sueño.



Poema Canción de Emilio Prados



No es lo que está roto, no,
el agua que el vaso tiene:
lo que está roto es el vaso
y, el agua, al suelo se vierte.

No es lo que está roto, no
la luz que sujeta al día:
lo que está roto es el tiempo
y en la sombra se desliza.

No es lo que está roto, no
la sangre que te levanta:
lo que está roto es tu cuerpo
y en el sueño te derramas.

No es lo que está roto, no,
la caja del pensamiento:
lo que está roto es la idea
que la lleva a lo soberbio.

No es lo que está roto Dios,
ni el campo que Él ha creado:
lo que está roto es el hombre
que no ve a Dios en su campo.



Poema Canción Sin Tiempo (ii) de Emilio Ballagas



Yo pienso, luego existo
en mariposas, en silencio, en niñas,
en agua distraída que se asoma a la tarde.

Yo pienso, luego hago
amapolas y pájaros y raíces de cielo.
Con sólo abrir los ojos echo a volar el aire
y doy al cielo nubes con voluntad de islas.
Yo pienso, luego invento paisajes y ademanes
de muchachas que marchan mitad sombra y palomas
y otra mitad palomas
paso a paso de musgo al encuentro del alba.

Yo pienso, luego doy a esta estación de otoño
templos, árboles, puentes que surgen al nombrarlos.

Yo pienso, luego soy amogo de las rosas,
hermano de los sueños junto a los cuales oigo
que crecen tus pestañas.
¡Cómo el mar se desliza movido por sus algas
debajo de tus párpados
que se apoyan tan tristes en las nocturnas yermas de mis dedos!

Es que marcho sin prisa a morir a tus labios.
¡Oh! mi definitivo amor de un cuarto de hora;
es que voy a perderme a tu frente, a tus manos
en el cuerpo desnudo de historia y de saludos.
Es que llego a tu pecho, a tu vientre, a tus muslos
con violines de frío y voces de naranja,
con pianos de colores y presagio de peces.

Es que palpo la noche y que agito las manos
para apratarme un poco el enjambre de estrellas.
Es que no pienso nada, luego existo en tus brazos,
es que pienso y no existo y ni pienso ni existo.

Es que solo me encuentro si deshojo una rosa
y hago girar cantando la manzana más pura.



Poema Canción Sin Tiempo (i) de Emilio Ballagas




en la pureza de los círculos concéntricos
que crecen y se evaden
desde secretos puntos de armonía.

Tú, en el minuto que conmemora
la dulczura inefable del perfil
y la inocencia de las manos unidas
en un solo pulso,
en un salto a otro espacio, en una sangre única.

Cielo de aguas de olvido.
Frescor perezoso de palmeras inexistentes.
Fuente recién abierta. Aguasangre
que a través de las venas de la tierra
viene del seno de una campesina,
nace en el corazón de una madre
que canta una canción de cuna
y brota en ese punto donde se rompe
la vena más débil y amorosa de la tierra.

Tú, desde el cielo de la frente
hecha para el vuelo de los más puros pensamientos,
hasta el rastro de música apagada
que deja el pie desnudo
en la arena de una playa nocturna, aún
no descubierta.
Las palabras nos separan
y nos demoran el amanecer de los besos.
La madrugada de los ojos en los ojos.

Por eso el dedo índice sobre mis labios
te contruye el silencio,
esa atmósfera dodnde alientas
y que te crea de nuevo,
deleitándose en cada forma
con la pasión de un escultor.

Por mi silencio existes.
No necesitas la realidad de la forma,
ni la piel, ni el relieve de las venas…
ni el contorno del labio superior.
Prescindes ya del nombre.
Yo espero otro para nombrarte,
un nombre que convenga a tu ser nuevo.
El nombre que los ángeles pronuncian en voz baja
y aún no ha abierto su flor al borde de mi oído.



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