poemas vida obra c

Poema Ciudad Dormitorio de Graciela Baquero



Al pasar
las construcciones la retrasan
la distraen
sonándose unas contra otras.

Y ahí está el aire
dispuesto a arrastrarla.

El otoño nunca vuelve
esta temperatura ayuda a morir sin espanto.

La mujer busca dónde dormir
en las puertas de las grandes sucursales
y sueña
que realmente duerme.

Observando
uno destruye su casa.



Poema Contra La Muerte de Gonzalo Rojas



Me arranco las visiones y me arranco los ojos cada día que pasa.
No quiero ver ¡no puedo! ver morir a los hombres cada día.
Prefiero ser de piedra, estar oscuro,
a soportar el asco de ablandarme por dentro y sonreír
a diestra y siniestra con tal de prosperar en mi negocio.

No tengo otro negocio que estar aquí diciendo la verdad
en mitad de la calle y hacia todos los vientos:
la verdad de estar vivo, únicamente vivo,
con los pies en la tierra y el esqueleto libre en este mundo.

¿Qué sacamos con eso de saltar hasta el sol con nuestras máquinas
a la velocidad del pensamiento, demonios: qué sacamos
con volar más allá del infinito
si seguimos muriendo sin esperanza alguna de vivir
fuera del tiempo oscuro?

Dios no me sirve. Nadie me sirve para nada.
Pero respiro, y como, y hasta duermo
pensando que me faltan unos diez o veinte años para irme
de bruces, como todos, a dormir en dos metros de cemento allá abajo.

No lloro, no me lloro. Todo ha de ser así como ha de ser,
pero no puedo ver cajones y cajones
pasar, pasar, pasar, pasar cada minuto
llenos de algo, rellenos de algo, no puedo ver
todavía caliente la sangre en los cajones.

Toco esta rosa, beso sus pétalos, adoro
la vida, no me canso de amar a las mujeres: me alimento
de abrir el mundo en ellas. Pero todo es inútil,
porque yo mismo soy una cabeza inútil
lista para cortar, pero no entender qué es eso
de esperar otro mundo de este mundo.

Me hablan del Dios o me hablan de la Historia. Me río
de ir a buscar tan lejos la explicación del hambre
que me devora, el hambre de vivir como el sol
en la gracia del aire, eternamente.



Poema Carta A Huidobro de Gonzalo Rojas



1.- Poca confianza en el XXI, en todo caso, algo pasará,
morirán otra vez los hombres, nacerá alguno
del que nadie sabe, otra física
en materia de soltura hará más próxima la imantación de la Tierra
de suerte que el ojo ganará en prodigio y el viaje mismo será vuelo
mental, no habrá estaciones, con sólo abrir
la llave del verano por ejemplo nos bañaremos
en el sol, las muchachas
perdurarán bellísimas esos nueve meses por obra y gracia
de las galaxias y otros nueve
por añadidura después del parto merced
el crecimiento de los alerces de antes del Mundo, así
las mareas estremecidas bailarán airosas otro
plazo, otro ritmo snguíneo más fresco, lo que por contradanza hará
que el hombre entre en su humus de una vez y sea
más humilde, más
terrestre.

2.- Ah, y otra cosa sin vaticinio, poco a poco envejecerán
las máquinas de la Realidad, no habrá drogas
ni películas míseras ni periódicos arcaicos, ni
?disipación y estruendo? mercaderes del aplauso ignomioso, todo eso
envejecerá en la apuesta
de la creación, el ojo
volverá a ser ojo, el tacto
tacto, la nariz éter
de Eternidad en el descubrimiento incesante, el fornicio
nos hará libres, no
pensaremos en inglés, como dijo Darío, leeremos
otra vez a los griegos, volverá a hablarse etrusco
en todas las plazas del Mundo, a la altura de la cuarta
década se unirán los continentes
de modo que entrará en nosotros la Antártica con toda su fascinación
de mariposa de turquesa, siete trenes
pasarán bajo ella en múltiples direcciones a una velocidad desconocida.

3.- Hasta donde alcanzamos a ver a Jesucristo no vendrá
en la fecha, pájaros
de aluminio invisible reemplazarán a los aviones, ya al cierre
del XXI prevalecerá lo instantáneo, no seremos
testigos de la mudanza, dormiremos
progenitores en el polvo con nuestras madres
que nos hicieron mortales, desde allí
celebraremos el proyecto de durar, parar el sol,
ser ?como los divinos? de repente.



Poema Carbón de Gonzalo Rojas



Veo un río veloz brillar como un cuchillo, partir
mi Lebu en dos mitades de fragancia, lo escucho,
lo huelo, lo acaricio, lo recorro en un beso de niño como entonces,
cuando el viento y la lluvia me mecían, lo siento
como una arteria más entre mis sienes y mi almohada.

Es él. Está lloviendo.
Es él. Mi padre viene mojado. Es un olor
a caballo mojado. Es Juan Antonio
Rojas sobre un caballo atravesando un río.
No hay novedad. La noche torrencial se derrumba
como mina inundada, y un rayo la estremece.

Madre, ya va a llegar: abramos el portón,
dame esa luz, yo quiero recibirlo
antes que mis hermanos. Déjame que le lleve un buen vaso de vino
para que se reponga, y me estreche en un beso,
y me clave las púas de su barba.

Ahí viene el hombre, ahí viene
embarrado, enrabiado contra la desventura, furioso
contra la explotación, muerto de hambre, allí viene
debajo de su poncho de Castilla.

Ah, minero inmortal, ésta es tu casa
de roble, que tú mismo construiste. Adelante:
te he venido a esperar, yo soy el séptimo
de tus hijos. No importa
que hayan pasado tantas estrellas por el cielo de estos años,
que hayamos enterrado a tu mujer en un terrible agosto,
porque tú y ella estáis multiplicados. No
importa que la noche nos haya sido negra
por igual a los dos.
?Pasa, no estés ahí
mirándome, sin verme, debajo de la lluvia.



Poema Cuenta Regresiva de Gonzalo Osses A Vilches



Las luces se apagan… Valparaíso está oscuro.
Los fusiles apuntan hacia la presa de turno, que soy yo,
que tuve alma, que amé sin calmas.

Las sirenas se encienden, silenciosa esperanza,
el domingo se acaba, otro lunes insomne
escribiéndole al alba.

¡Siete!
El conteo se inicia: con vista al mar los fusiles,
ya no hay prisas, no hay risas,
nadie es testigo del crimen.

¡Seis!
Los recuerdos se mezclan con mis sueños de infancia,
¡Yo quise ser y no fui! ¡es mi pecado!
grito al compás de una marcha.

¡Cinco!
No creo en dioses ni cielos, tampoco en ardientes infiernos,
no quiero flores, ni un réquiem, ni discursos de entierro,
ni mentiras piadosas, que no se diga ¡fue bueno!

¡Cuatro!
Hay una madre que sueña y siente el peligro en la carne,
hay un amante que duerme, que piensa que todo es como antes.
hay una luna, la siento… apesta a ella nuestro aire.

¡Tres!
Miranda ausente en el alba,
peligro inminente al sol de la mañana,
el otoño brilla en cristales amarillos,
el puerto canta sus boleros del olvido.

¡Dos!
¡Preparen! ¡Presenten armas! ¡Rodilla al suelo!
pienso en ti la última vez, pienso en olas de otras tierras,
los tormentos de mi alma sin razón, de mi fe desperdiciada,
arremetiendo contra mi, transformando en mil jirones mi alma.

¡Uno!
¡Apunten! La voz del verdugo señala mi pecho,
mis pecados son latentes, revolotean en el aire;
ese afán por mentir, ese sueño anacoreta,
la pretensión inacabable de creerme un buen poeta
los sueños incumplidos y el deseo de vivir esta vida sin sentido.

¡Fuego!
¡Disparen! grita un conjunto de voces,
mi padre, mi hermano, incluso la voz de mi amante

…y frente al mar, detrás del sol, no habrá ni una sola lágrima que brote,
no sonará la trompeta, no se encenderá ni una vela,
¡Hoy ha muerto un artista! No faltará quién lo reemplace
¡Hoy nace un buen hombre! Ojalá que no sepa escribir ni su nombre.

Después,
suena el clarín anunciando esta sentencia cumplida,
la orden del día me dice que estoy viviendo otra vida.
Y frente a mi, las hojas secas, la vida muerta

¡Tiro de gracia!
La soledad avanza, siniestra, oscura,
vienen a extirparme el tumor de la locura.

Ahora,
No tengo frío, no tengo nombre, no tengo sueños,
mis manos yacen a un costado del camino.

No siento nada, no tengo manos
¡Me han dejado ciego!



Poema Cuánto Te Odio Distancia de Gonzalo Osses A Vilches



¡Cuánto te odio distancia!

Vestida de puta disimulas tu ingenuidad,
con tu ligero de olvido alimentas el recuerdo
¡cuánto te odio distancia!

La rabia que llevo dentro te la debo a ti
¿contenta? ¡deberías!
porque no puedo matarte

Te escupo en la cara si miro una foto
y entrada la noche me revuelco solo,
sacudido por tu estúpida risa.

¡Cuánto te odio distancia!
Como quisiera deshacerte, enamorarte, dejarte
y estrujarte poco a poco y volverte nada…
y pisarte ?con los pies?
hasta que la luz se acabe, hasta quemarte de frío,
distancia… ¡Cuánto te odio!



Poema Conversaciones Conmigo Mismo de Gonzalo Osses A Vilches



Me gustaría decirle al viento que no te quiero, que te he olvidado;
me gustaría pedirle al tiempo que me perdone, por mi pasado.
Me gustaría cantarle al cielo, abrir las alas y emprender el vuelo;
me gustaría escribirte un verso, para que olvides lo que has llorado.

Me gustaría, pero no puedo,
porque me encuentro solo, porque he tenido miedo.

Y he tenido miedo de las horas tranquilas,
del agudo tic tac de los relojes,
del verdugo absurdo e inexistente
que se muere de sí mismo cada día.

Y he tenido miedo de vivir sin darme cuenta
que la vida me pasaba por la vida,
de los tedios derrochados de mías días
en las calles barnizadas con mi asombro.
Tuve miedo de encontrarme casi vivo,
derramándome el coraje en las heridas.

Y hoy quisiera gritar las cosas que no me ocurren,
llamar al verbo que las acciona por su nombre,
pedir siquiera un modo potencial que me conjugue.
decir aunque más no fuera: ?Podría?.

Y oír, detrás de las ruinas,
el cansancio de ser alguien,
todos los días.

Y son tantos los recuerdos que me quedan por vivir,
que una caricia que no entienda me estará matando,
como las palabras que vuelven de su olvido,
como estas conversaciones que hoy inicio,
que son conversaciones sin razón, sin orden ni motivo.

Son sólo eso;
conversaciones con las sombras, incluso con el olvido,
son conversaciones con la culpa, son conversaciones conmigo mismo.



Poema Cantica de Gonzalo De Berceo



¡Eya, velar! ¡Eya, velar! ¡Eya, velar!

Velat, aljama de los judíos,
¡eya, velar!,
que non vos furten al Fijo de Díos.
¡Eya, velar!
Ca furtárvoslo querrán,
¡eya, velar!,
Andrés e Peidro et Johán.
¡Eya, velar!
Non sabedes tanto descanto,
¡eya, velar!,
que salgades de so encanto.
¡Eya, velar!
Todos son ladronciellos,
¡eya, velar!,
que assechan por los pestiellos.
¡Eya, velar!
Vuestra lengua tan palabrera,
¡eya, velar!,
havos dado mala carrera.
¡Eya, velar!
Todos son omnes plegadizos,
¡eya, velar!,
rioaduchos mescladizos.
¡Eya, velar!
Vuestra lengua sin recabdo,
¡eya, velar!,
por mal cabo vos ha echado.
¡Eya, velar!
Non sabedes tant de engaño,
¡eya, velar!,
que salgades ende este año.
¡Eya, velar!
Non sabedes tanta razón,
¡eya, velar!,
que salgades de la prisión.
¡Eya, velar!
Tomaseio e Matheo,
¡eya, velar!,
de furtarlo han gran deseo.
¡Eya, velar!
El discípulo lo vendió,
¡eya, velar!,
el Maestro non lo entendió.
¡Eya, velar!
Don Philipo, Simón e Judas,
¡eya, velar!,
por furtar buscan ayudas.
¡Eya, velar!
Si lo quieren acometer,
¡eya, velar!,
¡oy es día de parescer!
¡Eya, velar!
¡Eya, velar! ¡Eya, velar! ¡Eya, velar!



Poema Canciones de Gómez Manrique



Desnuda en una queça,
lavando la fontana,
estaba la niña loçana,
las manos sobre la treça.

Sin çarcillos nin sartal,
en una corta camisa,
fermosura natural,
la boca llena de risa,
descubierta la cabeza
como ninfa de Diana,
miraba la niña loçana
las manos sobre la treça.



Poema Canción Para Callar Un Niño de Gómez Manrique



Callad vós, Señor,
nuestro Redentor,
que vuestro dolor
durará poquito.
Ángeles del cielo,
venid dar consuelo
a este moçuelo
Jesús tan bonito.
éste fue reparo,
aunque él costó caro.
de aquel pueblo amaro
cativo en Egito.
este santo dino,
niño tan benino,
por redimir vino
el linaje aflito.
Cantemos gozosas,
hermanas graciosas,
pues somos esposas
del Jesús bendito.



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