poemas vida obra c

Poema Crepúsculo de Jacobo Fijman



Ponderan los ocasos gustos violetas.
Un árbol negro, un árbol blanco, un árbol verde
cuelgan sus blusas
en la inmovilidad.

Ha cerrado sus párpados el viento.

Luces deshechas;
pétalos estrujados
en superposiciones.

Ponderan los ocasos gustos violetas.



Poema Cópula de Jacobo Fijman



¡Nos unió la mañana con sus risas!

En las rondas del sol

canciones de naranjas.

Danzas de nuestros cuerpos

desnudos -rojo bronce.

El olor de la luz era sagrado:

música de horizontes,

espacio de paisajes –

rojo y bronce –

ruido de melodías,

himno de soles,

eternidad

y abismo de la dicha

en la alegría loca de los vientos.

Canciones de naranjos

en la piedad de los caminos

¡Todas las aguas del silencio

rompimos en la danza!

Dicha de los abrazos y los besos;

toda la gloria de la vida

en nuestros pechos

jadeantes y ligeros;

nuestros cuerpos: auroras y ponientes

en la alegría loca de los vientos.

¡El corazón del mundo está en nuestra boca!



Poema Canto Del Cisne de Jacobo Fijman



Demencia:
el camino más alto y más desierto.

Oficios de las máscaras absurdas; pero tan humanas.
Roncan los extravíos;
tosen las muecas
y descargan sus golpes,
afónicas lamentaciones.

Semblantes inflamados;
dilatación vidriosa de los ojos
en el camino más alto y más desierto.

Se erizan los cabellos del espanto.

La mucha luz alaba su inocencia.

El patio del hospicio es como un banco
a lo largo del muro.

Cuerdas de los silencios más eternos.

Me hago la señal de la cruz a pesar de ser judío.

¿A quién llamar?
¿A quién llamar desde el camino
tan alto y tan desierto?

Se acerca Dios en pilchas de loquero,
y ahorca mi gañote
con sus enormes manos sarmentosas;
y mi canto se enrosca en el desierto.

¡Piedad!

El timbre de mis ojos
esparce intimidad.
Mi piedad de rodillas
se arroba en los suspiros del ocaso
(palomas de violeta)
¡Mis manos palpan el color de misa!



Poema Corazón, Te Pareces A Las Grandes Ciudades de Italo López Vallecillos



Corazón,
te pareces a las grandes ciudades.
En ti viven hombres soberbios y terribles.
Sobre tus altas torres de silencio
dejan su protesta.

Nada les detiene. A veces huyen a sus habitaciones
y se esconden de la noche.
Acaso tiemblan
su miedo, su hambre o su miseria.
Surgen violentos y desgarran el día.
Caminan por calles amplias
y se paran a ver las vitrinas. Compran
un anillo, una flor, un libro y lo llevan a la novia.

Esperan. Yo no sé qué esperan.
Van de casa en casa, de palabra en palabra.

Matan el tiempo. Les divierte
el cine y abrazan a la multitud cuando el ?the end?
pone sus puntos suspensivos.

Están ahí, lo saben. Van a la oficina,
miden su odio, pesan su amor, escriben su tedio
y esperan.

Sonríen, claro. Sonríen. A ratos
?hay que decirlo?
son felices: reciben una carta
y el amor les llega por correo.

Inventan una canción y la silban por la calle.
Cuando alguien les descubre, la guardan,
la esconden entre las camisas nuevas.

No lloran. Miran caer la lluvia y les basta.
Mueren un día. No importa,
han muerto muchas veces. Alguien va al entierro,
deposita unas flores.
Un amigo dice una oración como quien
echa tierra al viento:
?era bueno?, ?ayer le vi?, ?hacía versos?
y se murió de solo.



Poema Ciego Afán de Italo López Vallecillos



I

Adiós digo al vecino,
al hermano,
al dios que me empuja,
al aire, a la tormenta.
Adiós a la muchacha que se quedó
perdida en mis poemas y nadie pudo
borrar, ni el tiempo, ni los viajes,
ni las lluvias. Y está en mí
a pesar de la oración que nunca
dije. Adiós a las corbatas,
a los zapatos viejos, heridos por el tiempo.
Adiós al traje aquél tan mío,
compañero de bodas,
bautizos y entierros. Adiós.

II

Me voy
hacia los ríos, pez
en busca de la luz.
Navegaré la bruma.
Dormiré en los helechos
como la forma de antigua canción.
Alrededor mío, sólo el recuerdo.
Ni libros, ni palabras ni voces
que me llamen. El agua nada más rodeándome,
dejándome nadar hasta la orilla
de mis propios sueños,
de mis propias venturas.
El ojo abierto, y en mis alas
acaso la prisa de llegar, de ir,
de venir y volver.
Toda la aventura del ciego afán
de amar, de estar aquí,
sin poder estar allá.



Poema Cancioncilla de Italo López Vallecillos



Qué clara paz interior
qué dulce y grata
la sombra del naranjo,
sus amarillos y sus pájaros,
todo tiene un aire provinciano.
Recuerdo la infancia,
el rezo,
el ángelus
de mi alma. Estoy así, tan íntimo y tan pleno,
que soy uno más del pueblo,
de este pueblecito apartado del mundo
donde todos los días
el cura repica las campanas,
el cartero reparte las cartas atrasadas,
y los músicos vienen a tocar,
a falta de otra cosa,
una cancioncilla,
tan íntima y tan plena
como el agua.



Poema Ciega Quedó La Luna de Isolda Hurtado



Llegó la noche de rostros acabados
la flora muerta, la fauna extinta
¡Lecturas erradas desde milenios!?escribía ella
mientras el agua dejaba como grieta seca
el alma.

Algún día regresará
el canto verde
de las cosas ?dijo.



Poema Coño Azul de Isla Correyero



Mi coño es negro como carbón
evaporado. Pero se vuelve azul a la luz
de la tele y de la luna.
La característica más peculiar que
explica su color y su forma
es
que tiene circulación lenta y
estremecida que va navegando hacia la
tinta de las venas y se abre al desamparo
de mi dormitorio como si
comprendiese que un dedo impenetrable,
masculino,
no pasara por él ni por las sábanas.

Sería una esperanza considerar
que sobre mi coño solitario aún pueden
caber volúmenes remotos
o
un pañuelo azul que penetrase las dos
mitades húmedas y abiertas y así pasar
esta tela azul, ensangrentada,
quedándose,
rompiéndome
porque mi coño ya es invencible,
mi enemigo.

Aislado del amor
cualquier coño es violento.

(De su libro: Mi coño azul)



Poema Carne Del Mar Tensa Y Desnuda… de Isabel Roselló



Carne del mar tensa y desnuda,
violenta sombra de nácar oscuro,
hacia el verano tiendes tu lamento,
oh carne de muerte latiendo inmensa
bajo mi corazón embravecido de amor.
Hacia ti los tibios suspiros del alba,
hacia ti los jóvenes miembros adolescentes,
hacia ti los brazos marineros,
la hojarasca poderosa del sueño,
ese semblante cóncavo del miedo,
el horizonte de sal que no te siente
cuando estrechas un pecho maduro,
carne del verano, luz recogida
en este temblor de muslos tensos,
en estos palpitos en que respira el mundo,
fulgor instantáneo de isla,
en ti se concreta la noche
cuando te apaciguas y derramas,
cuando emites tu tierno gemido de ave
en tu lejanía de plata y algas.
Por ti yo sabría de la muerte
y de sus pechos sonámbulos,
por ti, oh mar,
yo sabría del Eterno,
del suspiro de un dios
que hubiera posado en mi vientre
su espléndida desolación de música quebrada.



Poema Cancioncilla Con Glosa de Isabel De Vega



Tanto puede la afición
cuando con fe perservera,
que donde premio no espera
de allí saca galardón.

GLOSA

De una herida mortal
que sólo amor pudo dalla
quedó mi sentido tal,
que ni vive con el mal
ni bien con el bien se halla,
y cuando más sin remedio,
más contento en su pasión,
entonces de compasión
el mismo amor le dio medio;
tanto puede la afición.
Tanto puede la afición
que en justo lugar se emplea,
que con muy justa razón
palma sin contradicción
llevará el que así pelea;
mas guárdese de mudanza
el que tal victoria espera;
susténtese en su esperanza;
que cualquiera bien se alcanza,
cuando con fe persevera.
Cuando con fe persevera
el que en bien amar se gasta,
finge contento aunque muera,
y al fin hace de manera
que poco favor le basta,
y es tan acepto este amar,
que aunque sin pena pudiera,
quiere mucho más penar
que tal victoria alcanzar
donde premio no se espera.
Donde premio no se espera
de los servicios y amor,
un corazón de una fiera
no pienso que resistiera
el sentimiento y dolor;
mas no desmaye el penado
ni le venza la pasión,
que si tal es el cuidado,
de sólo haber bien amado
de allí saca galardón.



« Página anterior | Página siguiente »


Políticas de Privacidad