poemas vida obra c

Poema Configuración de Jesus Hilario Tundidor



Como quien bajo un árbol se guarece
de la lluvia. Y se cala. Y así la lluvia entra
lloviendo en el paisaje de su espíritu
y hace su carne lo existente: el mundo.
Luego, al lucir del sol, su pensamiento
en íntimo arcoiris lo deslumbra
más poderoso que la luz de fuera,
y translúcido siente que le acosa
la realidad y la pasión, la vida.
Y él es feliz, pues sabe que aquel orbe
en la movilidad del tiempo esquivo
jamás enfriará la luz de invierno.



Poema Cuadros De Mercurio de Javier Payeras



dejaste únicamente nuestros
cuadros de mercurio
(que aún se mueven)
extraño las opacas tardes
que dedicamos a la violencia
tus discos de peter gabriel
y lunas lentas del jueves
me quedo deteniendo
estos cuadros de mercurio
(que aún se mueven)



Poema Congratulaciones de Javier Payeras



a todos los que no se
angustian desde temprano
no comen en media hora
y piensan que la felicidad
es un trabajo estable

congratulaciones



Poema Caín de Javier Payeras



amuleto de gente descalza
y sonriente
tengo pesada la presencia
por eso espanto
dejo sentado al que fui
con la multitud que he sido
¿hasta cuándo se agotará mi ceniza?

AUSENCIA ES UN CUARTO VACÍO (1998)



Poema Canciones de Jarchas Mozárabes



*******

Desde el momento en que viene mi Cidillo
¡oh qué buena nueva!
sale en Guadalajara
como un rayo de sol.

******

Decidme, ay hermanitas,
¿cómo contener mi mal?
Sin el amado no viviré:
¿adónde iré a buscarlo?

******

¡Tanto amar, tanto amar,
amado, tanto amar!
Enfermaron mis ojos brillantes
y duelen tanto.

******

Dime, ¿qué haré?,
¿cómo viviré?
A este amado espero,
por él moriré.

******

Como si fueses hijito ajeno,
ya no te duermes más en mi seno.



Poema Canciones I de Jarchas Mozárabes



¿Qué haré madre?
Mi amado está en la puerta.

******

Madre, ¡qué amigo!
su guedejuela es rubia
el cuello blanco
y la boquita coloradita.

******

Vase mi corazón de mí.
¡Ay, Dios! ¿acaso tornará?
Tanto me duele por el amado:
enfermo está. ¡cuándo sanará!



Poema Con Muslos De Damas Toledanas de Jairo Guzmán



Con muslos de damas toledanas
están abullonadas mis almohadas

Mi sombrero de oro
lo luce el Arcángel del Dragón

Mientras llueve anís
la música y sus tribus
avanzan a ínsulas de ónice

Parecemos cortejos del Véspero
un robledal que flota
en la exhalación de las
caléndulas

Cielos hacen una espiral
sólo perceptible
desde un útero
parecido al vacío
siempre girando
en el dédalo de su preñez

La difuminación
de las Auroras
es el teatro de las muchachas
saltarinas en las esteras del Relámpago

Todo se verá dorado
cuando la membrana negra ocupe su trono de luz



Poema Confianza de Jaime Torres Bodet



Esta noche tu amor me penetra
como llanto de lluvia en negrura,
o, más bien, ese ritmo sin letra
que de un verso olvidado perdura;

y me torna profundo y sencillo
como el oro del sol tamizado
que renueva, en hipnótico brillo,
el barniz de algún cuadro apagado.



Poema Carta de Jaime Torres Bodet



Amada, en las palabras que te escribo
quisiera que encontraras el color
de este pálido cielo pensativo
que estoy mirando, al recordar tu amor.

Que sintieras que ya julio se acerca
-el oro está naciendo de la mies-,
y escucharas zumbar ]a mosca terca
que oigo volar en el calor del mes…

Y pensaras: «¡Qué año tan ardiente!»,
«¡Cuánto sol en las bardas!»… y, quizás,
que un suspiro cerrara blandamente
tus ojos… nada más… ¿Para que más?



Poema Continuidad de Jaime Torres Bodet



No has muerto. Has vuelto a mí. Lo que en la tierra
?donde una parte de tu ser reposa?
sepultaron los hombres, no te encierra;
porque yo soy tu verdadera fosa.

Dentro de esta inquietud del alma ansiosa
que me diste al nacer, sigues en guerra
contra la insaciedad que nos acosa
y que, desde la cuna, nos destierra.

Vives en lo que pienso, en lo que digo,
y con vida tan honda que no hay centro,
hora y lugar en que no estés conmigo;

pues te clavó la muerte tan adentro
del corazón filial con que te abrigo
que, mientras más me busco, más te encuentro.

II

Me toco… y eres tú. Palpo en mi frente
la forma de tu cráneo. Y, en mi boca,
es tu palabra aún la que consiente
y es tu voz, en mi voz, la que te invoca.

Me toco… y eres tú, tú quien me toca.
Es tu memoria en mí la que te siente:
ella quien, con lágrimas, te evoca;
tú la que sobrevive; yo, el ausente.

Me toco… y eres tú. Es tu esqueleto
que yergue todavía el tiempo vano
de una presencia que parece mía.

Y nada queda en mí sino el secreto
de este inmóvil crepúsculo inhumano
que al par augura y desintegra el día.

III

Todo, así, te prolonga y te señala;
el pensamiento, el llanto, la delicia
y hasta esa mano fiel con que resbala,
ingrávida, sin dedos, tu caricia.

Oculta en mi dolor eres un ala
que para un cielo póstumo se inicia;
norte de estrella, aspiración de escala
y tribunal supremo que me enjuicia.

Como lo eliges, quiero lo que ordenas;
actos, silencios, sitios y personas.
Tu voluntad escoge entre mis penas.

Y, sin leyes, sin frases, sin cadenas,
Eres tú quien, si caigo, me perdonas,
Si me traiciono tú quien te condenas…

Y quien, si te olvido, me abandonas.

IV

Aunque si nada en mi interior te altera,
todo, fuera de mí te transfigura
y, en ese tiempo que a ninguno espera,
vas más de prisa que mi desventura.

Del árbol que cubrió tu sepultura
quisiera ser raíz, para que fuera
abrazándote a cada primavera
con una vuelta más, lenta y segura.

Pero en la soledad que nos circunda
ella te enlaza, te defiende, te ama,
mientras que yo tan sólo te recuerdo.

Y al comparar su terquedad fecunda
con la impaciencia en que mi amor te llama,
siento por primera vez que te pierdo.

V

Porque no es la muerte orilla clara,
margen visible de invisible río;
lo que en estos momentos nos separa
es otro litoral, aun más sombrío.

Litoral de vida. Tierra avara
en cuyo negro polvo, ávido y frío,
del naufragio que en ti me desampara
inútilmente busco un resto mío.

Es tu presencia en mí la que me impide
recurperar la realidad que tuve
sólo en tu corazón, cuando latía.

Por eso la existencia nos divide
tanto más cuanto más tiempo en mi alma sube
la vida en que tu muerte se confía.

VI

Sí, cuanto más te imito, más advierto
que soy la tenue sombra proyectada
por un cuerpo en que está mi ser más muerto
que el tuyo en la ficción que lo anonada.

Sombra de tu cadáver inexperto,
Sombra de tu alma aún poco habituada
A esa luz ulterior a la que he abierto
Otra ventana en mí, sobre otra nada…

Con gestos, con palabras, con acciones,
creía perpetuarte y lo que hago
es lentamente, en todo, deshacerte.

Pues para la verdad que me propones
el único lenguaje sin estrago
es el silencio intacto de la muerte.

VII

Y sin embargo, entre la noche inmensa
con que me siñe el luto en que te imploro,
aflora ya una luz en cuyo azoro
una ilusión de aurora se condensa.

No es el olvido. Es una paz más tensa,
una fe de acertar en lo que ignoro;
algo ?tal vez? como una voz que piensa
y que se aísla en la unidad de un coro.

Y esa voz es mi voz. No la que oíste,
viva, cuando te hablé, ni la que al fino
metal del eco ajustará en su engaste,

sino la voz de un ser que aún no existe
y al que habré de llegar por el camino
que con morir tan sólo me enseñanste.

VIII

Voz interior, palabra presentida
que, con promesas tácticas, resume
?como en la gota última, el perfume?
en su paciente formación, la vida.

Voz en ajenos labios no aprendida
?¡ni siquiera en los tuyos!?; voz que asume
la realidad del alba estremecida
que alcanzaré cuando de ti me exhume.

Voz de perdón, en la que al fin despunta
esa bondad que me entregaste entera
y que yo, a trechos, voy reconquistando;

voz que afirma tan bien lo que pregunta
y que será la mía verdadera
aunque no sé decir cómo ni cuándo…

IX

¿Ni cuándo?… Sí, lo sé. Cuando recoja
de la ceniza que en tu hogar remuevo
esa indulgencia inmune a la congoja
que, al fuego del dolor, pongo y atrevo.

Cuando, de la materia que me aloja
y cuyo fardo en las tinieblas llevo,
como del fruto que la edad despoja,
anuncie la semilla el fruto nuevo;
cuando de ver y de sentir cansado
vuelva hacia mí los ojos y el sentido
y en mí me encuentre gracias a tu ausencia,

entonces naceré de tu pasado
y, por segunda vez, te habré debido
?en una muerte pura? la existencia.



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