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Poema Casa Junto Al Mar de José Manuel Caballero Bonald



Azulada por el nocturno oleaje,
entre el ocio lunar y la arena indolente,
la casa está viviendo, decorada de cenizas votivas,
hecha clamor de memorables días dichosos
o palabra más bien, que ahora escribo en la sombra,
apoyando mi sueño en sus muros de solícitos brazos.

La casa está en el sur; es lo mismo que un cuerpo
ardoroso, registro de certeza embriagada,
donde estuvo mi vida, orillas de un emblema marino,
resonante de alegres impaciencias
o de ilusorias lágrimas que otros ojos cegaban.
Sus ventanas, a veces, están dando a mi nombre,
porque son todas ellas como bocas que acunan,
como labios que brillan bajo el furtivo pétalo del cielo,
aberturas que el mar vuelve sonoras
y en cuyo fondo habitan verdades como pechos,
palabras semejantes a manos que se juntan
o acaso esa tristeza que hay detrás del amor.
Recuerdo sus paredes, sus puertas de madera entrañable,
la verídica cal en cuyas lindes
se estaba congregando toda la luz de aquella casa,
sin poder ocultar cosa alguna por detrás de sus lienzos,
sin poder ser distinta a un cristal desnudado,
a un renglón transparente de tiempo sin edad.
Recuerdo también sus rincones más hondos y ocultos,
su razonada disposición de alegría,
la distribución de sus sueños con afán perdurable.
Todo allí se contagia de una idéntica vida,
y es para siempre su estación humana,
los ciclos de su fe, raíz de cuanto soy,
de todo lo que ordena mi palabra y sus márgenes:
las dudas con que erige sus muros la verdad,
los recuerdos que a veces son lo mismo que llagas,
el olvido, ese moho que corroe el rostro de la historia,
lo que está sin remedio convirtiéndose
en una misma forma de aprender a volver,
el miedo al desamor por donde sangra el mundo.

Sí, la casa es un cuerpo: mi corazón la mira,
la habita mi memoria; sé que está restaurándose
como la abdicación del mar en las orillas,
como las germinales herencias del verano,
y quizá sea posible que esta casa no pueda nunca envejecer,
no pueda cumplir nunca más tiempo que el de entonces,
porque sus habitantes son lo mismo que llamas
sin quemar, frágiles al aliento de la grieta más tenue,
y ellos están haciendo que las paredes vivan,
que los peldaños latan como olas,
que cada habitación respire y reproduzca
los irrepetibles y anónimos hechos de cada día.

Casa sin tiempo junto al mar, cumbre
sonora entre los astros, libre razón con muros,
criatura en donde acaban mis- fronteras,
soy menos si me faltas,
tu paz rige mi vida y la hace humilde,
55 justifica mi espera tu paciencia,
bogas, persistes, reinas, como un ave en la noche,
acaso ya recibas el nombre de José.

«Las adivinaciones» 1952



Poema Ceniza Son Mis Labios de José Manuel Caballero Bonald



En su oscuro principio, desde
su alucinante estirpe, cifra inicial de Dios,
alguien, el hombre, espera.
Turbador sueño yergue
su noticia opresora ante la nada
original de la que el ser es hecho, ante
su herencia de combate, dando vida
a secretos cegados,
a recónditos signos que aún callaban
y pugnan ya desde un recuerdo hondísimo
para emerger hacia canciones,
puro dolor atónito de un labio, el elegido
que en cenizas transforma
la interior llama viva del humano.

Quizá solo para luchar acecha,
permanece dormido o silencioso
llorando, besando el terso párpado rosa,
el pecho triste de la muchacha amada;
quizá solo aguarda combatir
contra esa mansa lágrima que es letra del amor,
contra
aquella luz aniquiladora
que dentro de él ya duele con su nombre: belleza…



Poema Cuando Vengas de José Luis Villatoro



Entras.
Te sientas.
Cruzas las piernas.
Y los ojos se me caen
como moneditas falsas, tintineando.

La próxima vez que vengas
me quedaré en la puerta,
estático,
viendo el sol
que se desliza por la calle,
mientras tú te sientas,
cruzas las piernas
y lanzas tus dardos
a vibrar sobre mis ojos.



Poema Casa Donde Vivo de José Luis Villatoro



en todos los cielos te encuentro
-y en el agua

te veo en los caminos
y en la lluvia
-en la hoja que cae
y en el vapor que se levanta
-en la nube que se va deshilando
sobre la montaña
-en la hierba
-en la corteza de algún árbol

todo lo que dije antes
lo dije por ti
-y lo que diré desde ahora
lo diré por ti

verte de nuevo no es reencontrarte
-es cerrar el círculo de angustia
para romperlo en todos los pedazos

-tu nombre es todo lo que miro y todo lo que siento
si pudiera tocarte
como en la última distancia
-palparía mi propia piel
mis palabras y mis ideas

y si volviera al lugar donde te conocí
-llegaría a la casa donde vivo
y a la tierra donde he de quedarme



Poema Con Vuelo Ligero… de José Luis Rivas



Con vuelo ligero,
grácil,
va sorteando
espinas de rosal por el codillo
de una rama,

y como prendedor
se posa,
nuncio de mayo
una libélula morada.



Poema Conocidos de José Luis Piquero



Va a seguir, pero duda, y se detiene
a saludar mejor. Acaso entiende
que la frecuencia obliga a cierto aumento
en lo que atañe a calidad y tiempo.
Recuerdo que hace sólo unas semanas
nos cruzábamos y él me saludaba
con hastaluego y mínima sonrisa,
sencillez que también se agradecía
por cómoda y ausente de embarazo
(nunca he sido muy hábil en el trato
social). Luego, y aunque en esta ocasión
todo queda en las frases de rigor,
pienso en que se ha parado y ya lamento
de este engorro de siempre el nuevo ascenso.

Me inquieta no saber lo que pretende:
resultarme simpático, imponerse
a ese miedo trivial, escandaloso,
que tenemos los unos de los otros.



Poema Cazador De Autógrafos de José Luis Piquero



X, el más implacable cazador de autógrafos de Asturias, siempre acechante ante cualquier popular, famoso o importante que aterrice en nuestra región, consiguió cobrarse varias piezas en la fiesta de…
(Leído en la prensa)

Vestido con mal gusto y ese aspecto
de perro triste, eres mi pesadilla
y también una incógnita. Quisiera
saber cómo es el mundo cuando abres
los ojos para ver la gloria ajena,
y si serás feliz y todo eso.

E intento comprender y, elucubrando,
empiezo a imaginar más amplias miras
para lo tuyo: mención en el Guinnes,
congresos de cazadores de autógrafos,
un mundo clandestino -como el nuestro-
con revistas, no sé, correspondencia…
O tu fascinación sencillamente
por gentes que han de serte tan extrañas
y complicadas como tú lo eres
para mí, o lo que dirán tus padres,
una forma cualquiera de pasar,
de haber estado aquí.

Mientras nosotros
fingimos no escuchar, tú cuentas otra
historia a uno que finge que te escucha
(cómo dijo y el gesto de las manos
y el ambiente que había) y luego exhibes
con orgullo las pruebas indudables
del contacto (la firma y una foto),
y de eso vives, de eso te alimentas.

Ojalá no tuviera la sospecha
de que nos parecemos demasiado
y que compadecerte es un pretexto.

Acaso tú eres más sabio que yo:
Un perdedor sin más. Todos perdemos.



Poema Cabalgata De Reyes de José Luis Piquero



Siempre las cabalgatas me pillaron
yendo hacia alguna parte y en constante
lucha con el gentío. Verbigracia:
en el 92 quedé con Cuesta
cerca de Riego, en el 91
iba a la biblioteca, en el 90
algo en la calle Uría…, y siempre el mismo
molesto rebrincar y los ahogos
entre niños pasmados y vejetes
que tienen frío y padres de iracunda
mirada y los camellos y los pajes.

¿Será esa sensación de que están todos
perdidos menos yo, de que van todos
en dirección contraria, lo que siente
también un niño al dejar de creer?

No lo recuerdo. Pienso que los niños
distinguen mal el interés común
de sus propios deseos. Les engañan
los negros de mentira y las coronas
doradas de cartón; bailan la música
que les toca la orquesta, tan contentos.

Pero no de verdad. Luego los años
se encargan de enseñarles el camino
que no transitan padres ni camellos.
Siempre hay algo que hacer (eso les gusta)
y van hacia algún sitio en dirección
contraria en cada nueva cabalgata,
chocando y entre ahogos, sin creerse
las mentiras ni el negro. Y no sonríen
y los padres les temen.
Imagino
que así se explica todo: las miradas
oscuras, el asombro de los niños
y el frío de los viejos, que distrae
un Rey Mago arrojando caramelos.



Poema Cuerpo Desnudo de Jose Lezama Lima



Cuerpo desnudo en la barca.
Pez duerme junto al desnudo
que huido del cuerpo vierte
un nuevo punto plateado.

Entre el boscaje y el punto
estática barca exhala.
Tiembla en mi cuello la brisa
y el ave se evaporaba.

El imán entre las hojas
teje una doble corona.
Sólo una rama caída

ilesa la barca escoge
el árbol que rememora
sueño de sierpe a la sombra.



Poema Caída La Hoja Miro de Jose Lezama Lima



Caída la hoja miro,
ya que tu olvido decrece
la calidad del suspiro
que firme en la voz se mece.

La sombra de tu retiro
no a la noche pertenece,
si insisto y la sombra admiro
tu ausencia no viene y crece.

La sustancia del vacío
sólo halla su concierto
elaborando el desvelo

que presagia el cuerpo yerto.
Diosa perdida en el cielo,
yo con el cuerpo porfío.



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