poemas vida obra c

Poema Cantar De Macías de Juan De Mena



CVI

«Amores me dieron corona de amores
por que mi nombre por más bocas ande.
Entonces non era mi mal menos grande
quando me davan plazer sus dolores.
Vencen el seso los dulces errores,
mas no duran siempre segund luego plazen;
pues me fizieron de mal que vos fazen,
sabed al amor desamar, amadores.



Poema Cuando Te Sacuda El Polvo de Juan Daniel Perrotta



Una avalancha de silencios confabulan
en la noche.
Se apagan los ecos,
se acallan las calles.
Yo estuve una madrugada cualquiera imaginando desde afuera
el calor de adentro.
Ahora me solazo pensando en la cama que me espera,
vacía pero me espera.
Y quiero también estar allí,
en esa calle silenciosa,
pateando boludeces,
agarrado de una cintura,
marcando y desmarcando el timming de otros pasos a mi lado.
Y madrugarme en un bar de Corrientes como con vos,
y volver a la cama, como con vos,
y cagarnos en la ciudad y su gente plástica de roles de hierro.
Pero vos estás muerta o en la cárcel,
y yo vigilado por la yuta (madre que te parió).
Y sé que voy a estar solo,
o en una relación conveniente y convenida,
con sexo a parquímetro y supermercados de fin de semana,
y trabajos responsables,
y gestos reposados,
y todo aquello que denota madurez y buena vida.
Por eso quizá alguna vez te saque del fondo de la muerte,
te sacuda el polvo (que te debo)
y vuelva a cantar una marcha militar marcando el paso y desmarcando,
para que me crean loco,
como cuando nos veían pasear la ciudad tomados de la cintura como amantes,
y se hacían el bocho pendejos y gerontes,
imaginando como sería ser nosotros.



Poema Chela de Juan Daniel Perrotta



Ella dice que aprendió bien las lecciones

del Maestro

y se hace cargo de su doble rol de trabajadora

ama de casa

Sale del trabajo

toma un taxi

llama a la nena por el celular

para que tome los globulitos

con Cyna todo estará bien

Está contenta de comprar una edición en rústica de Alice Bailey

y su maestro tibetano

cree que todo irá bien así

hace falta trabajo interior

y todo estará en orden

Sólo duda

cuando invaden su casa las huestes de costumbre

suegro

madre

amigos de los hijos

o cuando ve que el paso de los años

transformó a su madre en una cáscara

una caricatura de lo que la ancianidad hace con nosotros

Valor

mujer

esto es la vida

un tránsito hacia la decrepitud



Poema Casi Mujer de Juan Daniel Perrotta



Será la fascinación de lo fememnino
-me digo-
Una y otra vez colmar
esa profundidad
húmeda y receptiva
sentir
que rumores líquidos la inundan
la cadencia
rítmica
constante
la enérgica sacudida final
el contoneo desbocado
meter la mano
sacar la ropa limpia
húmeda
perfumada



Poema Cuando Reímos Amándonos Ríe El Planeta de Juan Cunha



Cuando corremos y caemos riéndonos
Abrazados confundidos con la alegría de la tierra
La doble carcajada o centella de dos puntas
Estremece los montes y retumba
De valle en valle y tiembla ese verdor de árboles
Y sube al cielo de ojos rientes celestísimos
Y rueda por el mar de olas que también se abrazan
Y ríen con su risa de gozosa espuma
La blanca carcajada que rodea el mundo

El pájaro que vino de la noche



Poema Cómo No Estás En Mis Arterias de Juan Cunha



Si eres flor cómo no estás fija en un tallo
Apenas balanceada por este aliento que abrasa

Si eres paloma cómo zureando no huyes
Cuando se acerca el cazador rojo de furia roja

Si eres vela cómo te vas ligera
Cuando las velas que el río se lleva entre sus dedos

Si eres mi sangre cómo no estás en mis venas
Pasando y repasando mi corazón que no duerme



Poema Cien Niños de Juan Carlos Suñén



I

Soñaba entre hojarasca y entre vidrios borrosos hombres acobardados
envueltos en sus centones, haraposo afilándose bajo el barro. Soñaba
que la casa se iba de los pequeños, hacia el marrón y el índigo, como una
mujer enferma cuando el pecho escondido se hace notar de pronto.

Eran las sombras largas, los fantasmas de azolve remisos a deshacerse,
odiaba cosas para siempre perdidas. Hablaba de ese sueño entre la
charla atenuada y otras torpezas propias de los proveedores. Y preguntó
por qué batimos la colada toda la noche, por qué el reloj batiera toda la
santa noche. No preguntaba por sus padres.

La madre puso un unto privado en las bisagras, pero el chirrido fino se
escapaba de ellas a lo largo de meses, avisando. Era el lamento de la casa,
avisando, seguido sólo del sudor, y de ese ahogo que le venía cuando se
alborotaba la ceniza porque el que bebe ahora en una copa de piedra (y
aún así no se vuelve más fuerte en su memoria, sino que se hace canto
en derredor de su raza) se buscaba de nuevo quebrándose en los suyos.

Por fin habló de las casas¹, con la subida, en que todos los muros vacilaron
a una y las viejas de leche gimieron hasta el alba. Toda la santa noche. Y
las palabras lo enterraron todo, por segunda vez, bajo el horror de los
otros.

Estuvo aquí siete años y aprendió a restañar, a tener miedo a lo visible,
a dar las gracias.

II

El día en que su madre se sacudió la blusa, nos lo trajeron: sucio, descosido
y bebiendo sus pensamientos de una larga botella cuyo contenido
conocíamos apenas por los escasos y mal redactados informes que le
habían precedido.

Las nubes oscurecían la tarde recién entrada amenazando una lluvia
última antes del calor, y los pájaros iban y venían los unos agitando a los
otros sobre el ominoso cemento del patio. Preguntó por qué no había
barrotes en las ventanas, pero no escuchó la respuesta. Cenó bien,
y se durmió sin hablar. Pero hubo perros durante semanas, sábanas
húmedas, insultos. Perros contra la noche del infeliz que no podía hacer
otra cosa que guardarse su miedo hasta la mañana siguiente.

Luego tomó por otra parte, de repente. Y desaparecieron la enurosis, la
rabia y el dolor, los perros cuando aún podían ser últiles. Él mostraba su
mano tras las puertas del barrio y las vecinas le ponían un buñuelo de
bondad, hermético, rico en óxidos dulces y no en quitar la pena como el
transparente alcaloide del padre. Quizás llegó a pensar que andar por ahí
calzado, que jugar en el patio, que apoyar la cabeza en el paño y soñar
eran buenas andanzas para un niño dejado. Nunca alcanzó a decirnos lo
que llegó tan pronto, tan de repente armado, hasta el hombre que gana a
lo vencido y quiere más lo bueno de lo malo.

Se alzó egoista ante el mundo como un objeto de arte. Faldero en su
animosa soledad despreciada². Bello siempre en su esquiva
determinación fotográfica, siempre a punto de ser abatido por un deseo.

¹ En esta última articulación de la imagen antes de despedirla, devolverla material
al otro lado de una transparencia que la alejará para siempre de la recién adquirida razón.

²Pues si la artesanía es el arte de lo útil, lo fácil o lo obvio, el arte es la artesanía de lo difícil, lo inesperado y lo inútil. Y ese valor que se sostiene en un trabajo extraordinario de la voluntad no es ni arbitrario ni perecedero: carecemos de todo derecho a despreciarlo, reclamarlo o usarlo.



Poema Cuando Era De Cera… de Juan Carlos Lemus



Cuando era de cera
no sentía nostalgias
ni temblores en los dedos

quién era yo
sino un feto
fácil de mascar
no me urgía ser feliz
pasaba la una
y bajo ella las nubes
una y otra vez

la jaula era un nirvana intrauterino
no existía el sol
además no pensaba en ti
más hoy que la vida me empuja
y soy el empujado
me urge vivir.



Poema Como Aquel Que En Soñar Gusto Recibe de Juan Boscan



Como aquel que en soñar gusto recibe,
su gusto procediendo de locura,
así el imaginar con su figura
vanamente su gozo en mí concibe.

Otro bien en mí, triste, no se escribe,
si no es aquel que en mi pensar procura;
de cuanto ha sido hecho en mi ventura
lo sólo imaginado es lo que vive.

Teme mi corazón de ir adelante,
viendo estar su dolor puesto en celada;
y así revuelve atrás en un instante

a contemplar su gloria ya pasada.
¡Oh sombra de remedio inconstante,
ser en mí lo mejor lo que no es nada!



Poema Capítulo de Juan Boscan



…Era este tu cuerpo, el cual yo viendo,
tan grande era mi miedo y mi deseo
que moría entre yelo y fuego ardiendo.

Pues ya de tu alma si escribir deseo,
tanto he de andar por lo alto rodeando
que habrá de ser perderme en el rodeo.

Andaré pues, así como trazando
las figuras por sí, sin las colores
la obra por mis fuerzas conformando.

No basta amor, ni bastan los amores,
a levantar tan alto mi sentido
que muy bajos no queden mis loores.

El saber de tu alma es infinido:
¿cómo podré de vista no perdelle,
con este mi entender que es tan finido?

harto será de lejos sólo velle;
y aun este ver será en mí tan confuso
que su bulto veré sin conocelle.

El cielo acá en el mundo te dispuso
con obra tal que, al tiempo que te hizo,
el bien que en él pusieron en ti puso…



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