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Poema Cómo Te Defiendes De Mí de Luis Alberto De Cuenca



en la tumba sin flores del olvido,
donde mis huesos no conozcan
la senda de tu cobardía.



Poema Costumbres de Luis Alberto Crespo



Bajo el cielorraso cargado de lluvias
están los comerciantes y sus arreos de burro,
los de mercancías que hacen dormir.
Dejan una vejez en mis servicios,
y el polvero en los puentes
llevándole a uno las lejanías.
Trajeron una guitarra. La vi quemándose en el patio.
Y caminar, caminar,
hasta el río terminado en una piedra.
El agua me tiró lejos. Más allá
se borraban colinas y colinas.
Así toda la noche:
el cuerpo envuelto en aceite,
en sábana blanca
un tiempo llevado por las tejas,
a los quince años de vivir
creyendo estar en todas partes,
de querer ropas para volar
y la luna me pasaba silbando por la cara.



Poema Chaparrón de Luis Alberto Crespo



Adelgazo como rabo de lagartija en el barranco
donde agua de chaparrones bajan, son piedras
golpeando el cuero de las calles
y ya no puedo decirme cosas
con la cabeza metida en los cerros.
Se cae el monte, anda en quebradas.
Yo no sé quién hace tanta buyaranga en los cables del teléfono.
Yo aquí soy igual al hombre de las mercancías:
una mano en la cara
para que los ojos no se vayan
en el sol del horror.
Y esos bichos en la ropa
y el capuchón de mosquitos que no me abandona,
que es como de loco.
Ando viejo, dándole a las latas con medio cuerpo en cardones,
con un poco de viento con tierra en la boca, con tierra roja.



Poema Consagración De La Primavera de Luis Alberto Arellano



Alabada sea tu alba carne, mi telúrica. Bendito el tuyo vientre que me consume. El centro sin centro de tu cuerpo, una esfera que lentamente nos llueve. Unidos por lo frágil me conmueve la suave trama de tu piel.
En la lenta corrupción de las horas, la soledad y su húmedo poso de caricias nos callan. Eres agua y de agua me cubres. El hombre cuando ama se lamenta, sabe a lloro el llanto de su delicado afán. Alabada sea tu alba carne al mediodía.



Poema Canción A Los Elementos de Luis Alberto Ambroggio



A Moraima de Semprún Donahue

Muchacha, Alberta, extrae la poesía de los átomos.

Descubre, por ejemplo, las notas del canto del agua,
porque en cada gota, el agua es vida de un mar,
de un gigante verde, de tigres veloces,
de pueblos peregrinos, guerreros e ilusos;
y porque decir agua es casi beber,
y en su ínfimo y transparente grano
vives la humedad perfecta del engendro,
un beso líquido de amante y madre.

Cristaliza, luego, una mariposa capturada al azar
para que poseas en las manos más que alas
de un tiempo o de un espacio pasajero,
y recojas un vuelo que siga volando
en los ojos y en los versos libres del aire.

Di, muchacha, todo y sin esfuerzo;
como cuando pronuncias el aire
y respiras la libertad que también es un átomo.

Si las musas del siglo XXI
inspiraran los laboratorios amarrillentos de poetas
para que descifren en deliciosos zumbidos
su belleza meritoria
el servicio absoluto
de estos incondicionales elementos
acaso podríamos darles las gracias
como se merecen.

Las gracias son como los besos
y el beso una manera de recordar.



Poema Cielo De Los Marinos de Luciano Castañón



Está su cielo azul en la taberna.
Vino tinto se llama su Dios
?desbrozador de telarañas?
porque es barato
y alivia no sólo las gargantas.
Un reguero de palabras
discurre sinovial
en términos marineros que se desalan.

En prosa y proa siempre el mar y lo marino:
?mentirosos peces, ahítas nasas,
redes rotas por la plétora
y remo que no cía,
del este traidor la vela preñada,
el naufragio del 93, olas
y la fantasmagoría del heridor pez espada…?

Pleamar sin equinoccio en la taberna.
Traspuesta en rutinarios diálogos
?violentos o remisos?
sube y baja la coloquial marea.
Con un cuchillo sin filo apenas
se dividiría el humano vaho
que flota ?que devala?
sobre las testas marineras.

Para que aviven el seso y despierten
pienso que necesitan
alguien que los oriente.



Poema Calles de Luciano Castañón



Calles, callejuelas tristes
en las que todo es vereda.
Encuentras la que no buscas
y buscas la que no encuentras.

Entra, tú, mira qué nombres:
Tránsito de las Ballenas,
Virgen de la Soledad,
el Callejón de las Fieras.

Si los quieres religiosos
hay Las Cruces y el Rosario;
belicoso: Artillería;
la Corrada es asturiano.

Calles trazadas por un
delineante loco que
tras reír su locura
innominado se fue.

Sube, baja, tuerce el pie
no hay iguales ni dos losas
ni dos casas. Con las nasas
no se cazan mariposas.

Callejuelas, callejones
de Cimadevilla,
que atenazáis corazones.



Poema Con Tanto Olvido de Lucero Alanís De Gurrola



Como lánguidas banderas
adornan el callejón
Teñidas de opaco encubren
sus colores
secretos
de hombre y mujer
Sábanas que ella lavó
con tanto olvido
pequeños trozos de infante
No tan lejos
unen
las casas vecinas
cuelgan
disimulados cordones

La ropa entristece
en espera
de un mejor sol



Poema Cuando Nació Gabriel de Lourdes Gil



Cuando nació Gabriel
dormí en su sombra caudalosa, en su letargo
de visiones. Pero se resquebró
el codicioso anillo de mis complacencias.
Se oscurecía el jaspe de su rostro.

Comenzó todo a teñirse de destellos:
el paisaje precipitado tras las casas
que limitan nuestro patio,
la tapia que se cierne descuidada
por sobre la gravilla,
los azulejos que celebran conciliábulos
por hacer menos cruento a abril.
Dentro, las lenguas amarillas de las lámparas
hurgan por entre las ranuras del parquet.
Hay un grato olor a incienso
y a hierbas aromáticas
que esparce hirviente la vigilia.

Cuando nació Gabriel huyeron los siniestros
personajes que en la niñez se aferraron
a mis linfas. Derrote la añoranza
de lo que quedaría sin hacer
o sin remedio. Se inicio una aventura,
un rumor insondable de mitos
de ascuas de amapola
de gráciles refugios mas acá del horizonte.

Cuando nació Gabriel todo se recubrió
de aureolas y de mirra
de pálidos dibujos y relentes secretos.
Todo fue Mahler y trébol y eclipse sonoro.
Todo fue el soplo indomable
del ardor que se derrama
desde la estoica solidez de los jarrones.



Poema Comprendes Cómo Te Nombro de Lourdes Espínola



con mente quieta y silenciosa
me escucho
cuando no me escuchan,
escribo tu nombre
con el borde de la lengua,
rodando el filo vacío de los labios.
Y te extiendes luchando
en la humedad de mi deseo,
en la resonancia del silencio.
Te aíslo y separo de los otros
sucesivamente incierto,
tiemblas dentro en la garganta,
te atrapo y fortalezco;
como símbolo fresco
te hago mío.



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