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Poema Como Esos Lugares De Encuentro de María Ángeles Maeso



Como esos lugares de encuentro
que ves en los aeropuertos,
¿ya eres, sin palomas, sólo-cuerpo-suelo
para que puedan celebrar su cita
la flor y las agujas?

¿Y el resto? ¿Y todo lo que dejabas
para después de la muerte?

Todo lo que daba vueltas,
como ese millón de refugiados
alrededor del lago Tanganika,
¿ya fue tocado,
hundido,
quemado,
descuartizado…?



Poema Como Alguien Desesperadamente Solo de Margarita Carrera



Como alguien
desesperadamente solo
sentado en el banco
de una plaza.

Como quien se ha detenido
en su indivisible susto
perseguido de ángeles
y demonios.

Así
el poeta
llora
y habla con Dios
como un maniático
y le cuenta
de la sangre
y del alba.

Habla con los sordos
en su lenguaje mudo
y con las ratas miserables
de la ciudad ensangrentada.



Poema Canto A La Escoba de Margarita Carrera



Me gusta la escoba
en la soledad de mis manos
en su silencioso barrer de muerte
en su ocultarse
-cual niña solitaria-
tras la puerta dormida.

Sí.
Me gusta la escoba
en canto de limpieza
por su pelo entretejido
su cuerpo de espiga
y porque, loca,
va siempre
patas arriba.



Poema Con Esta Brida de Margarita Arroyo



Con esta brida me despojas
de más de en cuanto creo,
me seduces
y rompes para siempre en dos mitades.
Callas con cuanto sé,
con cuanto sé destruyes mi certeza
y parte alguna de mi casa queda a salvo
de este tiempo de ruido,
columnario de dios,
tormenta dulce.
Tan sólo tarayal,
que no olmeda me contiene.
Astucias de aire fijo ni refugio
servirán
para fingir sabiduría.
Voy sólo serpiente ciega
que sospecha otro limbo,
calle rota
con que salir a pedir consejo y nombres
cuando suenas proximidad,
celada,
y vuelves victorioso
aunque sé ?acaso?
que un tiempo inadivinable
tira de mí
como una lágrima salvadora.



Poema Como Una Línea Atada Al Corazón de Margarita Arroyo



Si tanto nacimiento aún aguarda,
cómo cegar las puertas,
someter cauces
o hacer un nudo en la camisa
por redimir el pecho y amansarlo.
Toda mi sien es sombra
que no quiere conocer
fuera de ti,
palabra suspendida,
verso de fuente,
trueno
que me tala sin fruto,
que suplico sin condición o fecha,
depuesta ya hace tiempo mi celada.
Esa herida que abre el fondo del misterio
ruega por mí
avivando las ascuas
que habrán de consumir
la ofrenda
que contengo como una línea atada al corazón,
a pesar de mi eco
y con su música.



Poema Como A Nosotros El Tiempo de Márgara Russotto



Los mangos en el plato

como en desmesurado desierto
no se asoman al tiempo.

No abren sus fisuras de luz
ni vibra
la cerrazón de su carne,
carne compacta que transcurre para nada,
carne de monja.

Y en la geometría del cuarto
son el planeta inmóvil,
la cosa oscura
que no sabe de sí,
de sus dorados jugos.

No soñará con el mar su piel sin mirada,
animales que son presa de nadie

ni su destino podrá inmutarse
con el roce sutil de un pensamiento
no elevarán quejas al cielo
ni se arrepentirán
ni recordarán siempre el mismo verso

no se lastimarán
como a nosotros
el tiempo.



Poema Cilicios, Cruces, Azotes, Mordazas de Márgara Russotto



¡Señor ten piedad!
Para un solo instante
es mucha la turbulencia.

Es húmeda la espalda del jardinero
al final del día
y hasta mí se desliza su cansancio
que me enternece
y pierde.

Hasta aquí llega
ardiente y fresca
la sombra de su cuerpo
y como alfombra de eucaliptos
me descansa.

Es con vapores que me envuelve.

Arden sus manos
que cantan
al apretar con suave firmeza
la tierra.

También sus dedos
que en gentil armonía
se hunden,
como si desbrozara de raíces
una amada cabellera.

¿Qué clase de fineza es la suya,
Señor?

¿Por qué me habla?

¡Ten piedad, Señor, y atóntame!
que el tanto ver me ciega
y me ha embriagado
de tempestuosa intimidad
su viril espera.

¡Amánsame!
Ciérrame este cuerpo
todo espasmos
pura boca hambrienta que se abre
se frota
sacude

Ten piedad
Ten piedad



Poema Carta A Un Hombre Inmóvil de Marco Antonio Montes De Oca



I

Has vivido ecos de un cuerpo a cuerpo
Con escrituras fulminantes
Y quedan en tu espalda
Bordes y signos que ningún ciego sabría leer:
El uñazo de la luz sobre la piedra irrefutable
Mazorcas de lluvia endurecida
Desgranadas sobre el más ronco tambor
Ceros de agua aguaceros
En que la ropa brilla por su ausencia.

II

Plumas de sol exorcizadas o invocadas
Un vino rojo una mujer vestida con tu desnudez
Te hacen volar
Te pillan los dedos en la puerta del orgasmo
Y aúllas y eres lo que no sabías
Grillo eléctrico
Cercenado por la sombra.

III

Mas ahora no te detienes no caminas no corres no vuelas
Estás clavado en tu sitio
Por un firme cabello de mujer
Abrasada sangre abrazada
Velocidad de las ruinas
En la luz dorada
Más fría
Cuanto más cercana.

IV

El universo se ha fugado
Pero la tierra sigue en movimiento.

El viento de la tarde
No apaga las llamas de la bugambilia.

Caminan los recién nacidos
Las noches reman a brazo partido.

El ave roc te traerá
La luna que perdiste.

V

En fin
No te muevas si no quieres
Pero al menos respira
Helado dragón en ciernes;
Quiero ver el aire hendido
Por tus dos rayos de luciérnagas:
La carne es el papel
La escritura es el relámpago.



Poema Cuando Retornas de Manuel Parra Pozuelo



En la desolación del tiempo ausente,
en la tristeza que, de pronto, nace,
en tanto amor perdidamente muerto
inclemente se eleva un insomne cuchillo
que esparce por altas galerías
del renacido otoño sus nostalgias.

En los cantos rodados de su cauce
busco una piedra ardiente, un fuego mío
que habitara mi sangre en otro tiempo,
entonces llegas con el pelo al viento,
entonces gimes como fuera entonces,
entonces miro tu perfil desnudo,
tras miles de momentos renaciendo,
y vuelves a ser tú y yo retorno
a tus frutales labios y a tus besos,
y de nuevo las ansias nos despojan
de instantes y vestidos, entonces, ya
desnudos de nostalgias y de angustias,
nos inundan las aguas que clamaban,
que rompían las ventanas y las tapias.
Amada, ahora de nuevo entre mis brazos,
atravesando el polvo y la ceniza,
retornas inmortal, tiendes las manos:
y el amarillo contraluz del tiempo
esconde su derrota y su fracaso.



Poema Con Sangre de Manuel Parra Pozuelo



Escribiré con sangre este momento
en que nieva en los montes del ocaso,
y escarcha en las laderas del fracaso,
con blancor helador y ceniciento.

Escribiré con sangre el nacimiento
de aquella incierta flor del por si acaso,
de vivir tan efímero y escaso
que sólo dejó pena y sufrimiento.

¡Cuánta lágrima inútil y desnuda
se vierte en el papel que no está escrito!
¡Cuánto gemir que el transcurrir no muda!.
Por eso, si la sangre fuese grito,
dijera con la voz del que no duda:
¡Amar fue mi condena y mi delito!



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