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Poema Celebración Frente Al Espejo de Marianela Corriols



Partamos de la imagen de la mujer frente al espejo.
Recordá a Picasso y sus colores quebrados
en la superficie de lo soportable,
los dos cuerpos diferentes, nunca el reflejo
el uno del otro.

Dejalo ahí.
Pensá en el poeta inventariando el cuerpo poseído
Templo de los Abandonos, en el que atisba
desde la semiluz y semisombra
al onírico cuerpo femenino
paseándose por habitaciones clandestinas
ofreciéndose hermosamente irregular
en la superficie frágil del cristal, seguro.

Dejalo también
Te ofrezco el recuerdo de mis propios pasos
estremeciendo el suelo
bailando frente al espejo
dispuesta a salvar la distancia.

Desechalo.
Quedate con tu imagen dibujada en la última
soledad, la íntima. La que devuelve el marco
oscuro y salvaje del pelo después del sueño.
Relampagueo de párpados, suspiro de ausente.
El cuerpo frágil, sin dueño. La no entrega.
Grabalo.



Poema Con Las Luces Del Alba de María Victoria Atencia



A mitad de camino entre la mar y el suelo
que hace fértil un gesto de vida proseguida,
sobre la arena oscura expuesta al sol, propongo
yo misma mi balance entre fruta y olvido;
entre amor y despecho con las luces del alba,
o las yertas palabras que acoge un laberinto
de nácar y las vierte contra el rumor del puerto.



Poema Cada Noche Te Espero de María Victoria Atencia



Cada noche te espero desde antes de acostarme,
y cuando sobrevienes, agregada presencia
a mi quehacer, pareja de topacios que rompe
contra la piedra azul serena de los míos,
dócilmente interrumpo mi sueño y, pues prefieres
las sombras, me levanto y cierro las cortinas.
Ya puedes reclinar tu cabeza en mi hombro
y aposentar tus dientes con su sed en mi aorta,
boá de Transilvania que me cercase el cuello.
El mosto de la muerte con su empacho te alienta.
Me voy quedando fría en tanto que amanece
y sorbes acremente mi paz a borbotones.



Poema Casa De Los Baños de María Victoria Atencia



En dañados espejos un azogue de muerte
revoca el esplendor morado de los lirios.
¿Podréis reconoceros bajo el palio sin techo
de las aguas hediondas? Ocho columnas cercan
la majestad del baño, mientras corroe el óxido
el metal de los grifos, deja su mancha roja
sobre la porcelana o se aquieta en el mármol
de una tina sarcófago a ras de las baldosas.

El reloj ha perdido sus agujas, y un tiempo
de Luchino Visconti impone su vigencia
a los sucios colchones que en el desván se apilan
y a la vida que vuelve a cruzar estas puertas.



Poema Casa De Blanca de María Victoria Atencia



No llamaré a tus puertas, aldaba de noviembre:
el árbol de las venas bajo mi piel se pudre
y una astilla de palo el corazón me horada.
Porque tu no estás, Blanca, tu costurero antiguo
se olvida de los tules, y el Niño de Pasión
va llenando de llanto el cristal de La Granja.

Tiene el regazo frío tu silla de caoba,
tiene el mármol tu quieta dulzura persistida
y bajo tu mirada una paloma tiembla.
Peridamente humana pude sentirme un día,
pero un mundo de sombras desvaídas me llama
y a un sueño interminable tu cama me convoca.



Poema Calle De La Guadaña de María Sanz



Una verdad me sigue por la calle.
Casi roza su sombra con la mía.
Oigo cómo se enreda
entre las buganvillas, cómo gime
implorando el abrazo de las tapias
hasta caer inerte sobre el suelo.

Dios mío, si es posible,
pase de mí su rostro,
este encuentro con ella a vida o muerte,
la tristeza tan larga que me augura.

La calle se hace ahora más estrecha,
más húmeda y extraña. Continúan
goteando su livor las buganvillas.
Vuelvo la vista atrás. Allí está ella,
erigida en el tiempo, modelada
por caricias. La miro.
Es sólo mi reverso.



Poema Corral De Los Olmos de María Sanz



Tarde será cuando tu voz se filtre,
almuédano, a través de estas paredes.
Tarde será, porque la nada lenta
y descarnadamente habrá vencido
lo que pudo habitar en mis entrañas
sin yo reconocer más que su lumbre.

Por muy tarde que sea, todavía
permanece el olor de la alhucema
que él derramó en mi piel para más gozo,
para aromar lo triste de perderle.

Almuédano, silencia este momento,
no anuncies que la luz está llegando.
Y si piensas que vas a condenarte
por no decir a tiempo tu plegaria,
tranquilízate. Puede que algún día
nos veamos los dos en el infierno.



Poema Casandra de María Rosal



Desmedida en tu huella,
eres hija inocente
del desierto y las olas.
Azul incandescencia.
Remota en tus senderos,
en la cumbre perfecta
del racimo y los labios,
cíngulo de tu aliento,
dormido en las adelfas.

¿Eres diosa o camino?
Mujer acaso. Y basta.



Poema Canto Verbal de María Eugenia Vaz Ferreira



A ti, palabra mi suprema dea,
tiende sus alas la esperanza mía
águila errante del desierto humano
sin altas cumbres donde reposar
el tedio de las rutas infinitas…
Tiende sus alas como a excelsa fuente
pródiga de belleza y de armonía;
quiere beber en tu copa de oro,
quiere bañarse en el agua sonante,
mudable en sus ritmos, diversa en sus glosas
y cuyo oleaje ya
sacudido por vértigos fecundos
o melodioso de serenidad…
A ti, palabra que tienes la magia
de sabiamente transmutar tu forma
y ajustarla a la loca trashumancia
de la maravillosa ánima viva….
Oh profunda, variante y fugaz,
que floreces en vetas luminosas
perfumadas de esencia espiritual…
Ánfora
de caudalosas perlas en murmurio,
de blancas nieves y de rojas flamas.
Ánfora
de tempestades y constelaciones,
de suaves lluvias y silbantes rachas…
Ánfora
de sonoras cadencias,
de crujiente espuma, cascabel marino,
de místicas hostias y de miel pagana…
No hay un tesoro que supere al tuyo
en abundancia de oportunas galas
para quimeras y revelaciones,
grandes historias y leyendas magnas
no hay un tesoro que supere al tuyo,
vertiginoso para la elocuencia,
inagotable para la ilusión,
lírico para el numen romancesco
y musical para el divino amor…
Por tu vocero el invisible espíritu
se glorifica en vividas ofrendas,
su lira tañen las carnales fibras
y el corazón henchido se desborda
en sublimes poemas…
Por ti
sobre el bronce triunfal de los escudos
brotaron rosas trágicas,
cuyo fragante olor de sangre noble
blasonó las estirpes y las razas.
Por ti
en las verdes pupilas de las fieras
las sombras de los ímpetus salvajes
se trocaron en. húmedas estrellas.
Por ti se abrió de muchas rocas duras
el regazo feraz
en el dulce licor de sus vertientes
se confortó la esperanza mortal.
Yo no sé en qué fantástica materia
al escultor de la progenie humana
le plugo modelar la estatua mía,
que no ablanda la luz de las auroras
ni el oscuro crepúsculo marchita;
pero si alguna vez mi corazón
abre a la vida su raudal interno,
sí se doran mis áridas llanuras
y se pueblan de esquifes mis océanos,
si se viste de estelas fulgurantes
la. nebulosa noche de mis piélagos
y las alas sin sol de mis pendones
en raudas ondas flotan a los vientos,
si gorjean mis pájaros será
cuando en la entraña de un sacro silencio
sobre la losa de mi tumba viva
choque su llama tu rayo de fuego.



Poema Crecen Violetas En El Ático de María Eugenia Caseiro



Viajo al corazón
en la oscura membrana de la noche
dejando algunas cosas sin nombrar.

Pulso el botón que enciende las arañas
y allí están:
crecen violetas en el ático.

Viven en el frío del pasado
tras el marco
donde mueren las palabras,
en los dedos de la otra,
la que se sienta a bordar el fuego
bajo una franja de sol
y me intuye en esta brevedad
de no ser yo
en mi dulce vacío
contemplándola.

Las violetas escondidas de la lluvia
crecen en el ático
hasta quedar a salvo de las murmuraciones.

Contacto con María Eugenia Caseiro: buhowriter@hotmail.com



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