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Poema Confesión de Marita Troiano



(Practico con regular frecuencia
actividades solitarias
rituales ajenos, comunes circunstancias
u otra cosa, de cualquier naturaleza
Cocino los feriados y domingos
Escribo lánguidos versos por las noches
alimentando insomnios penitentes, repetidos
y por ultimo,
me masturbo
en la ducha, en las mañanas
dominada por el aroma de dudosos jabones
y abundante espuma blanca

Si alguien considera que necesito compañía,
para cubrir una posible deficiencia en mi conducta
puede hablarme cualquier tarde
Presentarse,?
Y si cumple con algunos requisitos mínimos
como, hablar lento
y tener los ojos claros
compartiremos el domingo las recetas
le permitiré transcribir con letras góticas mis versos
y cuando caigan por el suelo
las restricciones consabidas,
y las ropas
viviremos un ménage a trois con mi tristeza.)



Poema Casi Una Vida de Marita Troiano



Cumplí trecientos años de antropoide incesante
Recomponiendo la luz
Visitando abismos
He cumplido tres siglos de desdeñosa faz
De corrupta azucena encendiendo juventudes
A radicales grietas de mi anunciada vejez
– victoria indiscutible de un verdugo sin decoro
que acaricia mis cuencas con tijeras con cuchillos
verdugo que muge y muge con el viento
sus conjuros-

Cumplí trecientos calendarios de papel
Pretendiendo robar alturas a las cumbres
Humedad al agua
Paz al silencio
Prendida del lenguaje precipitando sueños
Reventando la bestia acurrucada que escupe aburrimiento
En un lugar de nadie
Fusionada a la hiedra
Ajado el ghetto
Cumplí trecientos años negándome a ser parte del imperio
Del engaño / sumida en mi esfera marginal/en una
Inflorescencia de flor unisexual
En mi confín secreto
Barriendo con los pies pedazos de mi selva
(fragmento de almas / noción de patria y redención
tristeza por el número infinito)
Cumplí no sé cuantas campanadas de reloj
En un profundo océano
Hecho líquido el tiempo
En sendas nubes gaseoso evaporado
Al revés el alfabeto
Añorando terca al pleistoceno
Y a Quetzalcoátl la serpiente de emplumado aspecto
Solemnizando anatomías por la fuerza
Haciendo iridiscente la miseria
Con rabia por no entender la Via Láctea
Sumisa a bosquecillos
La demencia larga En descalabro mis arterias
Descifrando inútilmente lenguaje de gaviotas
Alrededor de extraños sin rostros y sin manos

Cumplí trecientos anos!
Casi una vida
-así como Matusalén-
Sembrando de ignorancia tantas playas
Mi libertad en embrión
Estrechada masoquista impotente
Bautizando mensajes junto a la protohistoria
Insistiendo con la tierra
Acusada de vivir tanto y poco
Tanto y nada

…Subversiva sin embargo



Poema Cacofonía de Marita Troiano



Verazmente voraz el singular
afán de tu boca carnicera
cárnica cancerbera del escándalo
por recrear el celo celebérrimo
en mis segadas mieses
en mis sienes cegadas
Boca en perpetua escaramuza
sea cuaresma o navidad
/o en el día de los callados muertos/

deliberado delirio en tu deseo
por traficar sin reservas mi cuerpo
/fúlgido áureo satinado/
todo entero
con tu cuerpo tremendo y áspero
de charco de inconmesurable océano
subordinando el esto y el aquello
a tu extravío extraño
a ese soñado sueño que tú tienes
de ser dueño absoluto de mis viñas
jeque advertido exacto de mis días
amo de mi corporeidad de la verdad de mi locura

anhelante por subir henchido mis colinas
por aspirar mi olor a mar
y que yo suba en tí a la busca de frondosas
recompensas
para mi cáliz extenuado
de refractada arcilla
y violente en el suceso tus espaldas
y enrede tu recio cuello entre mis piernas
y acaricie sin mesura tu leño tibio
que carga fragmentos de hijos de arena y piedra

y estar en ti
vitualla savia vitamina
y que tus complacientes manos
ocupen sin temor espacios de mi cara geografía

y ser húmeda de sudores que sudando
tersarán más mi piel de gamuza libertina
y seas húmedo de sudores que sudando
dirán en tu esforzada piel
misteriosas poligrafías

aguardando otra soirée
otro sueño de violar catedrales góticas
ondas de eucaristía
Que llegues otra vez
vorazmente veraz
orgánico
terreno
retorcido
con fragancias a sahumerio y tabaco
que tan celosa guardo
en confines del escote
de mi vestido gris



Poema Cimetière De Montmartre de Marisa Trejo Sirvent



Desde el 74
autobús parisino
quiero
no quiero
dirigirme a nadie
a ningún sitio
a menos que se trate
de un cementerio
donde todos estén muertos
menos yo.

París, 1981.



Poema Celo Arriba, Celo Abajo de Mario Noel Rodríguez



Ando caliente por abajo y por los aires.
Subido a un avión de fogatas,
la lengua llega hasta Saturno,
la pasión busca y se come a sí misma.
No sé qué haré si fallezco en este segundo:
Arrojar el Nuevo Testamento contra el viejo sudario,
ahogarme en alcoholes como el barbero,
dibujar la vagina que viene acelerada por las nubes.

Ando caliente y no me gasto.
Ando en llamas y no las veo,
quemo en sombras y calla el mundo.

Pasarán las noches y pasarán los hombres,
pero esta sed que delira en el reino de tu útero,
quedará latiendo como vieja vegetación de poema.



Poema Confesiones de Mario Meléndez



No estoy, no soy, no pertenezco
vago de lado a lado como un gran gusano negro
Mi corazón tiene sus propios piojos
mi historia es un collage de perros viejos
que no ladran por temor a desaparecer
Mi infancia me persigue con un cuchillo
me persigue con un palo sin golpearme
me persigue con retratos y con flores
que se pegan a mi sombra sofocándola
Será que todavía pienso
que los árboles crecen de noche
que la pluma canta más que el mismo pájaro
y que el pájaro mataría por ser pluma
Será que en mí la vida se deshuesa como un sapo
como un sapo pero no salta
se arrastra
aúlla como un quiltro desgarrado
mientras la muerte le lame las axilas
y las ánimas rasuran el umbral del miedo
La muerte me persigue con su carretilla al hombro
se desviste lentamente para que yo la vea
y me saluda de vez en cuando
dando gritos de vieja ardiente
La muerte tiene cuerda para rato
y yo que conozco sus trucos
yo que conozco su voz
yo que le sé hasta el ladrido
yo que me parezco a ella
como un mellizo fiel y resignado
yo soy la muerte también
y desde ahora soy eterno.



Poema Cuéntame Un Cuento, Madre… de Marilina Rebora



Madre: cuéntame un cuento de ésos que se relatan
de un curioso enanito o de una audaz sirena;
tantos que de los genios maravillosos tratan.
Esas lindas historias que conoces. ¡Sé buena!

Dime de caballeros que a princesas rescatan
del dominio de monstruos ?dragón, buitre, ballena?;
donde nadie se muere y los hombres no matan,
historias en países que no saben de pena.

Cuéntame un cuento, madre, que me quiero dormir
escuchando tu voz, asido de tu mano;
como Hansel y Gretel, seré en sueños tu hermano,
aunque en sombra andaremos tras de la misma senda
y escribiremos juntos nuestra propia leyenda,
y, tal vez, como chicos, dejarás de sufrir.



Poema Consolación de Marilina Rebora



¿Quién habló de que un día hubiera de perderte?
¿Quién dijo que tu sombra, al fin, quedará quieta?
¿Es que ignoras acaso lo que aprendió a quererte
el alma ennoblecida de ternura secreta?

Un amor que es amor no termina en la muerte,
pues no tiene principio ni término ni meta;
sometido al don mágico que todo lo convierte,
y todo lo transforma, y todo lo interpreta.

Teniéndote a mi lado, la vida es vida-vida,
pero sin ti transcurre en tiempo de amarguras;
mi lámpara no arde, ¿a qué estar encendida?
y en el balcón el viento siempre gime por triste,
que a tientas tras tu imagen, por voluntad a oscuras,
en tu recuerdo sólo, el corazón subsiste.



Poema Confidencias De Amor de Marilina Rebora



a Rafael de Diego

I

La mecedora de la abuela
acunó mis años de infancia,
horas del arrorró y «La Pájara Pinta»;
después a su compás el corazón joven leyó los poetas,
y al andar del tiempo, con llanto y canciones,
me sorprendió en sus brazos, del amor, la dolencia.

II

Estás lejos, amor: te cubre el follaje;
la maleza de la distancia impide que te vea
y no puedo oírte ?sólo ruidos de pájaros
al despertar la aurora escucho?,
pero, más allá, tu voz amorosa suena
y me penetra para que sueñe contigo.

III

Esta es mi reja, amor, y estas son mis cadenas,
hechas con las horas, los días y los años?
mi existencia cruel por lo que te he querido,
ungida al deber en el tiempo sin límites.
Esta es mi reja, obligación de ser lo que soy,
aunque haya hojas más verdes temblando de rocío.
Aquí te espero siempre hasta un día que nunca llegará,
ese día de silencio que une a todos los que se aman;
y repito tu nombre aunque nadie me oiga,
imaginándome que me besas los párpados.

IV

Estoy sola en mi cuarto y bendigo el crepúsculo
cuyas sombras atenúan las cosas.
Apenas, lejos, una luz se enciende
y cubro con mis dedos los ojos fatigados.
¿Dónde estarás ahora, amor?
¡Cuánto, tú solo, me sostendrías consolándome!
(Cruel me sacude el timbre del teléfono.)

V

¡Corazón! No sabes cómo ha cambiado todo
desde aquellos días de los antiguos tiempos.
El cuarto perdió su tinte
al rayar de la aurora, aquel de cuando iba a verte.
Y ahora, al leer, mi mente se extravía. ¿A quién contarle nada?
En vano aspiro la fragancia del aire:
mi piel no huele a alhucema,
ese aroma que al irte me quedaba en las manos.

VI

Me he habituado a no verte pero no me resigno;
evoco tu figura, una sombra,
y al cerrar los ojos te oigo llamándome,
y me aprietas las manos que te tiendo
y las pones sobre las sienes para que sienta así tus latidos:
mientras, me sumerjo en tu mirada
y mi alma se queda en ti.

VII

Para estar tranquila he de sentirte vivir;
a pesar de todo, quiero saber que vives,
ajeno a mis dolores y a mi desconsuelo.
Y aunque lejos, distante, respirando otro clima,
mi espíritu adivinará trémulo
el hálito de tu alma en el espacio.
Y pensaré: «¡Dios mío, él existe!»

VIII

Cada día despierto: «¡Hoy vendrá!», dice el alma,
mas la noche me encuentra en soledad perenne.

IX

Ya sé que no me quieres… mas no me apesadumbra;
el amor no es perdido, lo absorben otras almas.
Aunque a distancia, corazones amantes
recibirán la herencia tal vez de mi cariño.
Tú mismo, sin saberlo, el día que declares
los hechos que marcaron jalones en tu vida,
en un postrer esfuerzo para que Dios te escuche,
dirás por vez primera: «¡Señor, ella me quiso!»,
y sonriente el Señor habrá de perdonarte.

X

Aunque no me quisiste, te ofrezco mi ternura.
Todo suena distinto al correr de los años;
tal vez un día escuches en cálida nostalgia
el eco de una voz que te cantara siempre.
Allá en los altos árboles anunciaba la alondra,
la calidez del sol estirada en los campos,
el frescor de los frutos en cestas rebosantes,
los centelleantes trigos, espigas de oro.
No me quisiste, amor; no importa
cómo vibraba entera el alma enamorada,
ni que ?alumbrando el camino del posible retorno?
esperaran cien lámparas en la cerrada noche.
Pero no me quisiste en horas de sazón;
hoy queda mi ternura declinando en el tiempo.

XI

Entonces, como en los cuentos:
«Fueron felices…» Pero tú no estarás,
tampoco estaré yo, que nos habremos ido;
miraremos los hijos desde una lejana estrella
y ellos serán dichosos, pues nuestro sufrimiento
les habrá deparado, de Dios, las gracias.

XII

Tal el antiguo cuento: «La Reina de las Nieves»;
a cada flor pregunto: «¿Dónde estará…?»
«¿Alguien lo vio pasar…?» Y contestan campánulas
que no le vieron nunca por el azul cercado.
Dios bendiga al errante, a quien espero
con aroma a alhucema para el abrazo.

XIII

Un día has de volver… ¡Dios mío! ¿Será tarde?
Y he de recibirte con júbilo.
Tan lejos los ayeres parecerán irreales,
sueños de niño en feérica tierra.
Será un país distinto, de habitaciones altas,
jardines colgantes y vidrierías.
Allí nuestras imágenes se mirarán de frente
y ?nuevas a los ojos? aparecerán nítidas.
Tú vendrás a mi encuentro sin palabras.

Y acaso un ave
?como en las primaveras de ayer?
cante, amor mío.



Poema Confianza En La Providencia De Dios de Marilina Rebora



No os acongojéis por falta de comida
y menos todavía por lo que el cuerpo cubre,
ya que más que el comer vale la propia vida
y más aún el cuerpo que lo que lo recubre.

Mirad las azucenas, no hilan pero crecen
y nadie se ha ataviado como ellas hasta ahora;
si Dios así las viste y de nada adolecen,
qué no os dará a vosotros cuando llegue la hora.

Son las gentes del mundo las que corren en pos
de tantas de estas cosas que el mundo les procura,
mas sabe vuestro Padre lo que habéis menester.
Buscad primero entrar en el reino de Dios
para que a Su Presencia podáis comparecer
y todo lo demás tendréis de añadidura.



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