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Poema Ciudad En Llamas de Oscar Hahn



Entrando en la ciudad por alta mar
la grande bestia vi: su rojo ser
Entré por alta luz por alto amor
entréme y encontréme padecer
Un sol al rojo blanco en mi interior
crecía y no crecía sin cesar
y el alma con las hordas del calor
templóse y contemplóse crepitar
Ardiendo el más secreto alrededor
mi cuerpo en llamas vivas vi flotar
y en medio del silencio y del dolor
hundióse y confundióse con la sal:
entrando en la ciudad por alto amor
entrando en la ciudad por alta mar



Poema Canis Familiaris de Oscar Hahn



Llegará. Siempre llega. Siempre llega puntual
el sin cesar ladrido del perro funerario.

Entra por la ventana y repleta tu cuerpo
con puntiagudos ruidos.

Es una larga máquina de escribir, con cabezas
de perro como teclas. No te deja dormir

el tecleo canino de ese perro canalla.
El sin cesar ladrido del perro funerario

llegará. Siempre llega. Siempre llega puntual.



Poema Cafiche De La Muerte de Oscar Hahn



Cómo carne de cóndores hirvientes
o de tordos quemados como cresta
del rojo al negro se cambió la fiesta
y en silencio se fueron los clientes.
Se nos vació no más todo el prostíbulo
se vaciaron las camas y los bares
y todas las que estábamos de a pares
sollozamos de a una en el vestíbulo.
Por el pasillo viene la señora
siempre tan maternal siempre a la hora
con su taza de té y un trago fuerte.
Para qué te moriste desgraciado.
Mira mi pobre cuarto desolado
tipo traidor: cafiche de la muerte.



Poema Calígula de Oscar Cerruto



Es la hora que más odias,
cuando la tarde cae
como si se desplomara del tejado.
Lobregueces rastreras
corren bajo tus pies y sientes
que eso que pasa enfriándote la cara
no es el viento.
Comienzas a oír voces
que nadie más oye.
Crees ver centuriones de niebla entre la niebla,
manos que flotan,
lenguas arrancadas, y disolverse en la noche
la tediosa muralla que te aísla.
Tu sombra acobardada te precede
por los polvorientos salones del palacio.
Y llegas a tu lecho
en los hostiles dormitorios
sabiendo que allí sólo te aguardan
sueños enemigos.
Sueños con dientes sin fatiga,
puntuales, pertinaces
como la oscura rata que noche a noche
roe en las tablas del piso.



Poema Coloquio De Flauta Y Viento de Oscar Castro



Luna de cantos mojados,
pulida de viento y alba.
Calles de esquinas desnudas.
Casas de ciegas ventanas.

En una esquina sin nadie,
el viento encontró a la flauta;
sobre el agua de la música
se le murieron las alas
y se vistió de colores
como un país en un mapa.

Por las aceras desiertas
iban el viento y la flauta.
Como el viento estaba herido,
la música lo llevaba.

Iban buscando los ojos
de los niños qué soñaban
para lamerlos de azul
con su caricia delgada.

Con la frescura del canto
los hombres se despertaban
y se dormían de nuevo,
entre el sonido y el alba.

Quebró su junco la música;
el viento giró buscándola.
Quedó la calle ceñuda
como una mala palabra.

Gallos batieron las alas
para que el canto volara.

En la cubierta del día
se deshojaron campanas.



Poema Carta Desde Torremolinos de Oscar Acosta



Un laurel es tu mano entre mi mano
y agua unitiva el río de tu brazo,
ansias somos unidas por un lazo
tenso de resistir y cotidiano.

El roce de tus labios no fue en vano
y para comprobarlo te doy plazo:
sobre mi pecho de hombre está tu trazo
y tu aliento a mi boca está cercano.

Mujer ausente y todopoderosa
no deseo olvidar tu cuerpo fino,
ni tu caricia misericordiosa.

Amo tu risa de fulgente lino
y al recordarte ahora, dolorosa
se me vuelve la sangre y agrio el vino.



Poema Como En Una Ciudad de Omar García Ramírez



Como en una ciudad
donde los poetas bohemios
saliesen a comprar mandarinas y manzanas
después de la borrachera,
con el sol rompiendo tímidamente el frío del invierno,
fumándose el último cigarrillo del gabán negro.
Con sus bufandas
sobre los cuellos calientes y sudorosos de caballos empapados de bruma,
pensando en despedirse para siempre de la noche,
la de los labios rojos con pinturas acrílicas y fosforescentes,
la de las medias negras
de seda china,
falda de Bangladesh y pequeño tatuaje sobre el lomo elástico de la perra asiria.

Pensando en olvidarse para siempre de la noche, está el hombre…
?Así se mueve este corazón
sin paisaje ni background.
Solo la tela roja de una bufanda que rueda sobre los senos de una poetisa eslava con pequeñas heridas en las pantorrillas.
Una poetisa que gritaba como Lilith, el día de su acoplamiento con Adán kadmón, bajo el árbol de la ciencia.
Una poetisa que venía de la última manifestación contra la globalización en Viena?.
Así entre esa nomenclatura de nombres ibéricos, o de garitos caribeños con gendarmes socialistas… Así como huyendo desde el puerto de Nueva York,
hasta los burdeles de Amsterdam. Así va entre el extraño tumulto que brota de los tunelvanags, de los subways de los metros y garés de la babilonia terrestre.
Como si en las ciudades
de ojos rojos, ojeras azules
y alientos de tabaco, estuviesen escritos
los símbolos de una revelación mesiánica.
Así va ese hombre.
Escribe y trata desde hace tres años de decir algo que conmueva a su lucidez
y la invite a sentarse en el sillón turco de una placidez elemental.
O algo que cause pánico o risa,
pero lo único que consigue es
aterrarse ante el famélico espejo de sus noches, rayar sobre la pizarra de su alma símbolos de yeso y nieve,
decir chistes crueles sobre la condición del exilio,
y fumar, como fuman los condenados a muerte.
De vez en cuando, saca de su chistera un conejo rojo y lo prepara a las finas hierbas orientales, con un sabor que le deja una risa saltarina en el estómago.

¿Qué buscaba en las palabras ese hombre, desde niño?
¿Qué mito de papel le asaltó y le enfermó?
Él se aplicó con puntualidad, su dosis de fe y de locura,
inoculado con el poema venenoso
como una pequeña hidra de brazos metálicos
que se retorcía en sus neuronas,
recorrió los puertos
y las calles
cercanas a los templos de Afrodita.
Y profanó las criptas de los adoradores de Lilith.
Sabe que en su cabeza baila un demonio.
Que en su corazón
la danza será a muerte, que no podrá escapar de la noche,
a no ser
que se refugie en el asilo,
en donde irán a visitarle y a llevarle arenosos chocolates de Estambul, mutantes persas con caras de camellos
paranoico-perversos.
Que en su pecho el humo del cigarro en la madrugada le irritará las palabras,
le resecará la prosa y enanitos de barro cuarteado
danzarán ruidosamente sobre sus cuartillas…
Que ese otro rostro
de muchacha ligera tomando café y comiendo manzanas será
tan solo una imagen más,
ajada postal del extranjero,
callejuela empedrada…
Piedra negra, sobre piedra blanca,
casas antiguas, sin puertas ni ventanas,
y vías que no conducen a ningún lado.
Las cartas que envió no obtuvieron respuesta…
Seguramente se perdieron
en las compuertas de los aviones o en los pasillos azules
por donde transcurren
somnolientos y salitrosos los burócratas de los correos.

Sabe que no puede mirar atrás.
Que nunca podrá regresar.
Que nunca podrá despertar del sueño de las ciudades agonizantes.
Ahora está metido en su madriguera
la luz acuchilla los cristales sucios
con las cagadas de las moscas.
Sobre la mesa
de madera y metal,
la dosis…
El torniquete de caucho,
la jeringa penetra
la vena dejándole un río de volcán caliente en la piel…
Ya, la felicidad helada con su beso boreal,
la pared en blanco, el nudo del zapato,
la mancha de la manzana transgénica
que se desdobla
como una mariposa vegetal
contra una cortina raída,
sobre la que se empantana
la mañana de Madrid.
El zen de la heroína es una forma elástica de la muerte.

Detrás de la cortina,…
afuera, en la calle,…
la ciudad aúlla
como una zorra herida,
desangrándose en la trampa.



Poema Contra La Noche de Omar Cáceres



Con sus rápidos ojos que cortan el viento,
los tranvías halan, copian la ciudad;
las frías nubes despliegan, intensifican la vida…
……………………….!

Mi pensamiento rueda y se alarga hasta mi casa,
derramando sus lunas de sed en la tormenta;
burgueses y mendigos y vehículos, todo lo que a mi encuentro viene,
se agranda a su contacto, resplandece,
y anula su existencia, acábase, en mí mismo.
Entonces canto mis límites, mi alegría desbordada
como un collar de olvido en la extremidad de un verso;
contra el rumbo de la noche voy ganando hojas de plata,
y he de estar dormido cuando todas me pertenezcan.



Poema Cuando Voy A Trabajar Es De Noche de Olvido García Valdés



Cuando voy a trabajar es de noche,
después amanece poco a poco,
hace mucho frío aún.
A menudo en el cine
me parece oír lluvia azotando el tejado,
como si no hubiese lugar
donde guarecerse.
Hoy alguien en un sueño dijo:
ten, en esta garrafa
hay agua limpia, por si toma moho
la del corazón.

De «Ella, los pájaros» 1993



Poema Como El Día Sale De La Noche… de Olvido García Valdés



como el día sale de la noche,
la despierta su sangre cuando el tiempo
se despierta a sí mismo: oh tierra, amada
cabeza, dice, te beso y no busco
tu boca porque ahora está en todas partes,
como sombras
los olivos salen en el alba



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