poemas vida obra c

Poema Cantares de Ramon De Campoamor



¡Ay! ¡Ay!
Más cerca de mí te siento
cuando más huyo de ti,
pues tu imagen es en mí,
es en mí,
sombra de mi pensamiento,
sombra de mi pensamiento.
¡Ay! Vuélvemelo a decir,
vuélvemelo a decir
pues embelesado ayer
te escuchaba sin oír
y te miraba sin ver,
y te miraba sin ver. ¡Ay!



Poema Cuando Se Yerga El Girasol Dormido de Rafael Valero Oltra



cuando alcance a romper a alfilerazos
la estrella que no alcanzo y sus pedazos
me vistan de coral enardecido;
cuando mi grito ceda a tu gemido
y el silencio se pueble de retazos
de cielo azul y puro, entre tus brazos…
me sabré , al fin, del cuerpo, redimido.
Cuando la noche calle por nosotros
y amanezca de un golpe; cuando no haya
mas llanto, agriando el sol, en mi ventana;
cuando corramos, liberados potros,
la primitiva y siempre misma playa…
ya no temeré más: será mañana.



Poema Cántico Doloroso Al Cubo De La Basura de Rafael Morales



Tu curva humilde, forma silenciosa,
le pone un triste anillo a la basura.
En ti se hizo redonda la ternura,
se hizo redonda, suave y dolorosa.

Cada cosa que encierras, cada cosa,
tuvo esplendor, acaso hasta hermosura.
Aquí de una naranja se aventura
su delicada cinta leve y rosa.

Aquí de una manzana verde y fría
un resto llora, zumo delicado
entre un polvo que nubla su agonía.

Oh, viejo cubo sucio y resignado:
desde tu corazón la pena envía
el llanto de lo humilde y lo olvidado.



Poema Con El Alma A Media Asta de Rafael Mendoza



Decido
No volver a llorar
Pues ya no puedo.

Propongo
No volver a reír
Pues no me sirve

Deploro
No poder ya gritar
Pues no hay oídos.

Lamento
No llegar a morir
Porque estoy muerto.



Poema Con Esta Mano de Rafael Felipe Oteriño



Con esta mano, hecha de piel, de huesos, de repetidos naufragios,
de sospechas,
acaricié a un niño, corté unas flores, saludé, dije ?adiós?.
Levanté ciudades de hierro, de cal, de pétalos, de humo,
y habité en ellas como se habita la sombra de una estrella:
con hierro, con cal, con pétalos, con humo.
Me cubrí del sol, de la lluvia, de los malos pensamientos, de la desidia,
e inventé la mañana, y cada mañana, el sol.
Recogí una piedra, le dije: ?tú eres mi reino, mi altar, mi zafiro;
contigo yo conversaré?.
Pulsé la rama frágil de la belleza, que es verdad y sueño.
Crucé un río, avancé, me detuve, y estando colmado me sentí vacío,
y estando vacío sentí la plenitud del vacío: la copa llena.
Hice un pozo en la tierra: lo llené de imposibilidad.
Abrí cajones cubiertos de polvo, arrastré una valija, palpé en la oscuridad
una puerta que no estaba.
Dibujé una nube, la llamé: Ley, Oriente, Montaña.
Toqué un pez, toqué una rosa: eran iguales y distintos, en los dos cabía
un alma.
Me busqué en paraísos reales o soñados,
y cuando al fin me encontré, era yo el viajero y era yo el término del viaje.
Disparé un arma: la herida fue borrada por los años,
pero hay una herida que no se borró y canta muy alto en la noche.
Acaricié el lomo de un caballo, tapé el horizonte para que no hubiera
más distancia,
ni tempestad.
Y nunca dejó de ser mano: una parte de mí, la más débil,
capaz de esconder y de esconderse, de negar y de negarse;
la que habla aunque yo esté dormido,
la que nunca duerme y danza como Narciso.
Porque sus huellas están aquí y allá: en la silla, en la mesa,
en todas las puertas, en la hija donde escribo, en la piel que acaricio,
en la claridad, en la oscuridad.
Y no hay agua que borre tantas huellas,
ni noche, ni tempestad.
?Oh Dios, que haya un cielo para esta mano.
Hice innumerables viajes,
ninguno tan abrupto y largo, tan intenso,
como el que inicié con ella
quemando ramitas en el bosque.
Con esta mano, lo único que tengo.



Poema Carta A Rubén de Rafael Alcides Pérez



Hijo mío,
harina, ternura
de mis ternuras,
ángel más leve que los ángeles:
desde hoy en adelante
eres el exiliado,
el que bajo otros cielos
organiza su cama y su mesa
donde puede,
el que en la alta noche
despierta asustado y presuroso
corre por la mañana
a buscar debajo de la puerta
la posible carta
que por un instante
le devuelva el barrio,
la calle, la casa
por donde pasaba la dicha como un río,
el perro, el gato,
el olor de los almuerzos del domingo,
todo lo bueno y eterno,
lo único eterno,
cuanto quedó perdido
allá atrás, muy lejos
cuando el avión como un pájaro triste
se fue diciendo adiós.
El que deambula y sueña
lejos de la patria, el extraño,
el tolerado -y, a veces,
con suerte, el protegido
al que se le regalan abrigos
y los zapatos que se iban a botar.
Pero nosotros,
nosotros los solos,
los tristes,
los luctuosos,
los que medio muertos
hemos visto partir el avión
-sin saber si volverá
ni si estaríamos entonces-,
nosotros, esos desventurados
que fuman y envejecen
y consumen barbitúricos,
esperando al cartero,
nosotros, ¿dónde,
adónde,
en qué patria estamos ahora?
¿La patria, lejos de lo que se ama…?
¿La patria, donde falta un cubierto a la mesa,
donde siempre sobra una cama…?
Dios y yo y el sinsonte
que cantaba en la ventana
lo sabemos, niño mío, que fuiste a dar tan lejos:
donde se vive entre paredones y cerrojos
también es el exilio, y así,
con anillos de diamantes
o martillo en la mano,
todos los de acá
somos exiliados. Todos.
Los que se fueron
y los que se quedaron.
Y no hay, no hay
palabras en la lengua
ni películas en el mundo
para hacer la acusación:
millones de seres mutilados
intercambiando besos, recuerdos y suspiros
por encima de la mar.
Telefonea,
hijo. Escribe.
Mándame una foto.



Poema Canción Para Los Dos de Rafael Alcides Pérez



Eres tan frágil
que me gustaría
darte la comida
yo mismo,
lavarte la cabeza
yo mismo,
con una mano muy limpia
peinarte
yo mismo
y de ser posible
(si se pudiera),
morirme en tu lugar.

Oh extraña
flor desvalida,
criatura que hasta el viento
de una tarde azul
pudiera arrastrar,
y sin la cual
ya voy siendo
bastante menos
que
nada.



Poema Campo De Batalla de Rafael Alberti



Nace en las ingles un calor callado,
como un rumor de espuma silencioso.
Su dura mimbre el tulipán precioso
dobla sin agua, vivo y agotado.

Crece en la sangre un desasosegado,
urgente pensamiento belicoso.
La exhausta flor perdida en su reposo
rompe su sueño en la raíz mojado.

Salta la tierra y de su entraña pierde
savia, veneno y alameda verde.
Palpita, cruje, azota, empuja, estalla.

La vida hiende vida en plena vida.
Y aunque la muerte gane la partida,
todo es un campo alegre de batalla.



Poema Cuba Dentro De Un Piano de Rafael Alberti



Cuando mi madre llevaba un sorbete de fresa por sombrero
y el humo de los barcos aun era humo de habanero.
Mulata vuelta bajera.
Cádiz se adormecía entre fandangos y habaneras
y un lorito al piano quería hacer de tenor.
Dime dónde está la flor que el hombre tanto venera.
Mi tío Antonio volvía con su aire de insurrecto.
La Cabaña y el Príncipe sonaban por los patios del Puerto.
(Ya no brilla la Perla azul del mar de las Antillas.
Ya se apagó, se nos ha muerto).
Me encontré con la bella Trinidad.
Cuba se había perdido y ahora era verdad.
Era verdad, no era mentira.
Un cañonero huido llegó cantándolo en guajiras.
La Habana ya se perdió. Tuvo la culpa el
dinero…
Calló, cayó el cañonero.
Pero después, pero ¡ah! después…
fue cuando al SÍ lo hicieron YES.



Poema Corrida De Toros de Rafael Alberti



De sombra, sol y muerte, volandera
grana zumbando, el ruedo gira herido
por un clarín de sangre azul torera.

Abanicos de aplausos, en bandadas,
descienden, giradores, del tendido,
la ronda a coronar de los espadas.

Se hace añicos el aire, y violento,
un mar por media luna gris mandado
prende fuego a un farol que apaga el viento.

¡Buen caballito de los toros, vuela,
sin más jinete de oro y plata, al prado
de tu gloria de azúcar y canela!

Cinco picas al monte, y cinco olas
sus lomos empinados convirtiendo
en verbena de sangre y banderolas.

Carrusel de claveles y mantillas
de luna macarena y sol, bebiendo,
de naranja y limón, las banderillas.

Blonda negra, partida por dos bandas,
de amor injerto en oro la cintura,
presidenta del cielo y las barandas,

rosa en el palco de la muerte aún viva,
libre y por fuera sanguinaria y dura,
pero de corza el corazón, cautiva.

Brindis, cristiana mora, a ti, volando,
cuervo mudo y sin ojos, la montera
del áureo espada que en el sol lidiando

y en la sombra, vendido, de puntillas,
da su junco a la media luna fiera,
y a la muerte su gracia, de rodillas.

Veloz, rayo de plata en campo de oro
nacido de la arena y suspendido,
por un estambre, de la gloria, al toro,

mar sangriento de picas coronado,
en Dolorosa grana convertido,
centrar el ruedo manda, traspasado.

Feria de cascabel y percalina,
muerta la media luna gladiadora,
de limón y naranja, remolina

de la muerte, girando, y los toreros,
bajo una alegoría voladora
de palmas, abanicos y sombreros.



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