poemas vida obra c

Poema Con Las Mismas Manos de Roberto Fernández Retamar



Con las mismas manos de acariciarte estoy construyendo una escuela.
Llegué casi al amanecer, con las que pensé que serían ropas de trabajo,
Pero los hombres y los muchachos que en sus harapos esperaban
Todavía me dijeron señor.
Están en un caserón a medio derruir,
Con unos cuantos catres y palos: allí pasan las noches
Ahora, en vez de dormir bajo los puentes o en los portales.
Uno sabe leer, y lo mandaron a buscar cuando supieron que yo tenía biblioteca.
(Es alto, luminoso, y usa una barbita en el insolente rostro mulato.)
Pasé por el que será el comedor escolar, hoy sólo señalado por una zapata
Sobre la cual mi amigo traza con su dedo en el aire ventanales y puertas.
Atrás estaban las piedras, y un grupo de muchachos
Las trasladaban en veloces carretillas. Yo pedí una
Y me eché a aprender el trabajo elemental de los hombres elementales.
Luego tuve mi primera pala y tomé el agua silvestre de los trabajadores,
Y, fatigado, pensé en ti, en aquella vez
Que estuviste recogiendo una cosecha hasta que la vista se te nublaba
Como ahora a mí.
¡Qué lejos estábamos de las cosas verdaderas, Amor, qué lejos ?como uno de otro?!
La conversación y el almuerzo
Fueron merecidos, y la amistad del pastor.
Hasta hubo una pareja de enamorados
Que se ruborizaban cuando los señalábamos riendo,
Fumando, después del café.
No hay momento
En que no piense en ti.
Hoy quizás más,
Y mientras ayude a construir esta escuela
Con las mismas manos de acariciarte.



Poema Como En Sordina… de Ricardo Yáñez



Como en sordina
suena el ruido del mar
en la neblina.

(Del libro de reciente aparición Estrella oída,
coeditado por El Aduanero y la UAM Azcapotzalco.)



Poema Como El Granado de Ricardo Yáñez



Como el granado
con sus granadas
tú contigo
platicando

(Del libro de reciente aparición Estrella oída,
coeditado por El Aduanero y la UAM Azcapotzalco.)



Poema Como Una Pausa De Resaca… de Ricardo Hernández Bravo



Como una pausa de resaca,
donde el día es sólo víspera
de otra noche para la quema,
un sexto sentido nos excluye.

Femenino el sabor de la indolencia.



Poema Cerca De La Sima De Babel de Ricardo Gómez López



En calle Bandera
?entre la Compañía de Jesús y Huérfanos?
La urbe se agita
Mientras la multitud extravía inspiraciones
una hoja blanca se balancea eléctrica
aferrada a un cable telefónico
Con la estampida de las 12 p.m.
se precipita pálida
bajo las suelas rápidas del transeúnte

A eso del ocaso
detrás de un kiosco yace la hoja
a t e r r a d a
Su faz luce una mancha pop:
helado de frutillas
que escurre sobre el dibujo naif
de una familia tomada de la mano
Un bubble gum lacre su pecho
el escupitajo a sus pies
a-firma la civilidad cotidiana

Desde entonces
las vagabundas hojas sueñan
en campos virginales
ducharse desnudas bajo la luna
ausentes del shock capitalino
y de todos los edificios cómplices
que noche a noche
bostezan
con sus melenas de neón.

(Incluido en el CD Poemas de Ida y Regreso,
Dúo Urbe-Provincia, Leutún, 2002).



Poema Casida De La Bailarina de Ricardo E Molinari



Si baylas, no miro miembros tan sueltos
en tus ninfas… ribera Gaditana,
ni passos hazia Venus tan resueltos

Bocángel

I

Quiero acordarme de una ciudad deshecha junto a sus dos ríos sedientos;
quiero acordarme de la muerte de los jardines, del agua verde que beben las palomas,
ahora que tú cantas y bailas con una voz áspera de campamento;
quiero acordarme de la nieve que vuelve con la lluvia
para humedecer su boca de viento dormido, su luna abierta entre la yedra.
Quiero acordarme de mis amigos, !ay!, de cómo dormirá una mujer que he querido.
Baila, aliento triste, alarido oscuro. Lleva tus pies de acero sobre los alacranes
que tiemblan por las hojas de la madera,
golpeando sus tenazas de polvo
cerca de tu piel.
Baila, amanecida; empuja el aire con el calor del cuello, con la serpiente que conduces rota
en la mano enamorada y dura.
Yo estoy pendiente de ti, ensombrecido: tu canto me enfría la cara, me envenena el vello.
¡Qué haría para poder estar quieto,
abierto en tu garganta llena de barro,
hasta resbalarme por tu pecho, como una llama de rocío!
Baila sobre el desierto caliente.
Nilo de voz, delta de aire perecible.

II

Quisiera oír su voz que duerme con su narciso de sangre en el cuello,
con su noche abandonada en la tierra.
Quisiera ver su cara caída, impaciente sobre el amanecer,
junto a su viola de luz insuperable, a su ángel tibio;
su labio con su muerte, con su flor deliciosa, sumergida.
Así, ofrecido; luna de jardín, perfume de fuente, de amor sin amor;
¡ah!, su alto río encerrado vagando por la aurora.

III

Rosa de cielo, de espacio melancólico;
Orfeo de aire, numeroso, solo. ¿Quién verá
la tarde que contuvo su cara de hombre muerto?
Su soledad esparcida entre los ríos.

IV

Baila, que él tiene el cuerpo cubierto de vergüenza
y la lengua seca, saliéndole por la boca dulce,
como una vena perdida.
Yo pienso en él, y ya no me duele el silencio,
porque nunca estarás más cerca de la luz
que en su muerte. Su pobre muerte encadenada.
¡Ya se ve su sueño en el desierto!
Las altas tardes que van naciendo del mar, los pájaros con los árboles de las colinas, las gentes aún pegadas a las sombras,
a los ríos oscuros de la carne.
Su muerte, sí, su muerte, un poco de la nuestra,
de nuestra muerte sin premura. Ya estás ahí, solo como alguno de nosotros en la vida.
Duerme, triste mío, perdido, que yo estoy oyendo
el canto del adufe que viene del desierto.



Poema Cancionero De Príncipe De Vergara de Ricardo E Molinari



1

Dormir. ¡Todos duermen solos,
madre! Penas trae el día,
pero ¡ay! ninguna,
ninguna como la mía.

2

No tengo cielo prestado
ni ojos que vuelvan a mí
por un descanso de flores,
sin dormir.

3

Amigo, qué mal me sienta
el aire solo,
el aire solo, perdido,
de Extremadura. Aire solo.
Piedra muda.

4

Qué bien te pega la sombra
sobre el cabello. La sombra
obscura. Oh, el verde pino
que mira el cielo. El pino,
señora hermosa, en la orilla
del mar portugués. Orilla
de prado, de flor lejana.

5

Nunca más la he de ver.
Aguas llevará el río.
¡Aguas lleva el río Tajo!
Pero mi sed no la consuela el río.

6

Déjame dormir esta noche
sobre tu mano. Dormir,
si pudiera. La adelfa
crece de noche,
como la pena.

7

Envidia le tengo al viento
porque baila entre las hojas,
envidia de prisionero
que se ahoga.
Mándame un brazo de viento
con una siempreviva entre los dedos.

8

Mi dolor tiene los ojos
castigados. Si pudiera
hablarte. Sí, si pudiera
hablar contigo río alto,
paloma fría! Qué triste
anda el aire! Dime, triste
pensamiento, qué sueño
muere a tu lado, perdido.
¡Paloma fría, río alto!
Luna de piedra entre lirios.



Poema Canto Final A La Ciudad de Ricardo Bogrand



Ciudad de vagas sombras coloniales,
Te siento en cada vuelco de mi nueva esperanza.

Estás en el más simple de mis actos,
En mi nativo sueño,
En mi constante fuego desatado.

Amo tus ventanales ojerosos, tu dura luz,
Tu rara geometría,
Tu abanico de sombras,
Tu silueta de alfombra musulmana.

He recorrido todos tus matices,
Tu definida historia, tu modesto atavío,
Tus reliquias.
He ido a cada paso de tu anhelo
Y viajas en mi sangre, inseparable.
Yo te encuentro en mis manos, San Miguel,
Y te muestro desnudo frente a cada latido
De los pueblos.

Eres noble y leal con tu silencio,
Con tu eterna mañana.
Eres noble y leal con tu gran pueblo,
Donde el hombre es palabra no apagada.

Ciudad del nuevo grito, ciudad-jardín,
Geranio indescifrable.

Ciudad de altiva voz,
Pájaro alerta.

Ciudad de alero inmenso,
Hospitalario suelo de agua quieta.

Legendaria ciudad, siembra morena,
Te ofrezco esta canción desde mi roja sangre:

Mañana un nuevo trigo habrá en tus mesa.



Poema Comunicado Urgente De La Niña Que Fui de Reina María Rodríguez



dejaré de saludar a todas aquellas
personas que no sean honradas
y mataré sus pájaros.
no pediré perdón aunque se ofendan
aunque exijan que las reconozca.
cuídense de los peligros del aire y de sus aspas
están cortando.
hay más belleza aquí que en ningún sitio
no olviden
en todas parten hay mucha belleza:
traigo un tiraflechas para matar lo feo.
cualquier distracción puede ser condenada.
no ensucien el paisaje no estropeen
la velocidad de la alegría.



Poema Carta A Una Amiga de Reina María Rodríguez



Marilín en esta ciudad hay muchos hombres
infinidad de hombres colosales
magníficos gigantes. los hay de piedra
y también por supuesto de carne.
no sé cómo mirarlos y ellos no me ven
ni siquiera sospechan que los palpo
los desvisto pero
llevan coches maletas
a mucha prisa.
no saben cuánto sufro
porque el que quiero puede confundirse
y pasar siempre inadvertido.
no te rías voy a salir con un cartel
discreto en varios idiomas
me lo colgaré del corazón
con serpientes y luces:
LA MUJER QUE USTED BUSCA SOY YO
(una vendedora de relojes
en medio del desierto).



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