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Poema Consonancias de Salvador Diaz Miron



A M…*

Tu traición justifica mi falsía
aunque lo niegues con tu voz de arrullo;
mi amor era muy grande, pero había
algo más grande que mi amor, mi orgullo.

Calla, pues. Ocultemos nuestro duelo,
la queja es infecunda y nada alcanza;
agonicemos contemplando el cielo
ya que el cielo es nuestra única esperanza.

No creas que este mal decrezca y huya:
cada vez menos parco y más despierto
imperará en mi vida y en la tuya
«como reina el león en el desierto».

Los años rodarán en el abismo
sin que recobres la perdida calma.
¡Tú siempre llevarás, como yo mismo,
un cadáver en lo íntimo del alma!

El tiempo no es el médico discreto
que, por medio del fórceps del olvido,
saca del fondo de la entraña el feto
muerto allí como el pájaro en su nido.

*Matilde Saulnier



Poema Confidencias de Salvador Diaz Miron



Una flor por el suelo,
un cielo de hojas empapado en lloro
y encima de ese cielo, el otro cielo
lleno de luna y de brillantes y oro…
Un arroyo que el aura acariciaba;
un banco… sobre el banco
así, como quien flota, se sentaba;
y vestida de blanco,
bella como un arcángel, me esperaba.
Aún flotan en mis noches de desvelo
con la luz de una luna como aquélla,
el verde y el azul de cielo y cielo,
y aura y arroyo y flor y banco y ella.

¿No te acuerdas, mujer, cuántos delirios
yo me forjaba, junto a ti de hinojos,
al resplandor de los celestes cirios,
al resplandor de tus celestes ojos?
¿Te acuerdas, alma mía?
¡Entonces inocente
me jurabas amor y yo podía
besar tu corazón sobre tu frente!

¡Ayer, unos tras otros,
mil delirios así pude fingirme;
hoy no puede haber nada entre nosotros,
hoy tú vas a casarte… y yo a morirme!
¡Y tanto sol y porvenir dorado,
tanto cielo soñado,
en una inmensa noche se derrumba!
¡Hoy me dijiste tú: no hay esperanza;
hoy te digo: en paz goza; y, en mi tumba,
mañana me dirás: en paz descansa!

Nueva York, 1876



Poema Con Qué Dolor de Salvador Diaz Miron



Y VÁLGAME SER FRANCO…

¡Con qué dolor, y válgame ser franco,
trazo los versos que a mi lado impetras!
Esta cuartilla de papel en blanco
me parece una lápida sin letras.

Tristísimo recuerdo me acongoja
y pienso, visionario como un zafio,
que escribo, no una endecha en una hoja,
sino sobre un sepulcro un epitafio.

No extrañes, no, que mi razón sucumba
a esta ilusión que envuelve algo de cierto
porque, ay, tu corazón es una tumba
desde el instante en que tu amor fue un muerto.

¡Tu amor! Ve el mío que cual ámbar de oro
paréceme que nunca se consume,
que ni siquiera sufre deterioro
aunque despida sin cesar perfume.

Mas ¿a dónde me lleva mi extravío?
Perdona a mi amargura ese reproche.
Por ti puedo decir como el judío:
¡un ángel ha pasado por mi noche!

Por ti en el molde general no cupe;
quise ovaciones, codicié oropeles
y en la tribuna y con la lira supe
ganar aplausos y obtener laureles.

Después… ¡mi gloria huyó con mi ventura
y, como nube tenebrosa, el duelo
ha cerrado en mi alma la abertura
que daba grande y esplendente al cielo!

Adiós. Dejo a tus plantas un gemido
y retorno a la sombra más espesa
pues vuelvo a la que reina en el olvido,
y no hay otra tan negra como ésa.



Poema Cleopatra de Salvador Diaz Miron



La vi tendida de espaldas
entre púrpura revuelta.
Estaba toda desnuda,
aspirando humo de esencias
en largo tubo, escarchado
de diamantes y de perlas.

Sobre la siniestra mano
apoyada la cabeza;
y como un ojo de tigre,
un ópalo daba en ella
vislumbres de fuego y sangre
el oro de su ancha trenza.

Tenía un pie sobre el otro
y los dos como azucenas;
y cerca de los tobillos
argollas de finas piedras,
y en el vientre un denso triángulo
de rizada y rubia seda.

En un brazo se torcía
como cinta de centellas,
un áspid de filigrana
salpicado de turquesas,
con dos carbunclos por ojos
y un dardo de oro en la lengua.

A menudo suspiraba;
y sus altos pechos eran
cual blanca leche, cuajada
dentro de dos copas griegas,
y en alabastro vertida,
sólida ya, pero aún trémula.

¡Oh! Yo hubiera dado entonces
todos mis lauros de Atenas,
por entrar en esa alcoba
coronado de violetas,
dejando ante los eunucos
mis coturnos a la puerta.



Poema Canción Medioeval de Salvador Diaz Miron



¡Oh tú la de crin rubia, luenga y rizada,
que caída en torrente barre las losas,
y que volando incita las mariposas,
porque así luce aspecto de llamarada!

Linajuda Regina que, por taimada,
finges al viejo duque modelo a esposas,
y de sus canas dices honestas cosas,
más dignas de la espuma de una cascada.

Ven y place al que tiene la voz dorada,
y perennes ortigas y eternas rosas,
y en el talón espuela y al cinto espada.

No ignores que los himnos hacen las diosas.
¡Oh tú la de crin rubia, luenga y rizada,
que caída en torrente barre las losas!



Poema Cintas De Sol de Salvador Diaz Miron



I

La joven madre perdió a su hijo,
se ha vuelto loca y está en su lecho.
Eleva un brazo, descubre un pecho,
suma las líneas de un enredijo.

El dedo en alto y el ojo fijo,
cuenta las curvas que ornan el techo
y muestra un rubro pezón, derecho
como en espasmo y ardor de rijo.

En la vidriera, cortina rala,
tensa y purpúrea cierne curiosa
lumbre, que tiñe su tenue gala.

¡Y roja lengua cae y se posa,
y con delicia treme y resbala
en el erecto botón de rosa!

II

Cerca, el marido forma concierto:
¡ofrece el torpe fulgor del día
desesperada melancolía;
y en la cintura prueba el desierto!

¡Ah! Los olivos del sacro huerto
guardan congoja ligera y pía.
El hombre sufre doble agonía:
¡la esposa insana y el niño muerto!

Y no concibe suerte más dura,
y con el puño crispado azota
la sien, y plañe su desventura.

¡Llora en un lampo la dicha rota;
y el rayo juega con la tortura
y enciende un iris en cada gota!

III

Así la lira. ¿Qué grave duelo
rima el sollozo y enjoya el luto,
y a la insolencia paga tributo
y en la jactancia procura vuelo?

¿Qué mano digna recama el velo
y la ponzoña del triste fruto,
y al egoísmo del verso bruto
inmola el alma que mira al cielo?

¡La poesía canta la historia;
y pone fértil en pompa espuria;
a mal de infierno burla de gloria!

¡Es implacable como una furia,
y pegadiza como una escoria,
e irreverente como una injuria!



Poema Carta de Salomón De La Selva



Ya me curé de la literatura.
Estas cosas no hay cómo contarlas.
Estoy piojoso y eso es lo de menos.
De nada sirven las palabras.
Está haciendo frío
por unas razones muy sencillas
que no recuerdo ahora.
Tal vez porque es invierno.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
la razón de las temperaturas.
Cuando me escribas, dime
por qué hay calor y frío.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!
Las luces Verey son
lo más bello del mundo.
La No Man?s Land parece
un país encantado.
He visto mi propia sombra
alargarse al infinito.
Y me han brotado mil sombras
rápidas de los pies.
Y se han ido estirando
más veloces que un sueño;
y después han corrido
de nuevo a mis zapatos.
Todavía les tengo
más temor a las sombras que a las balas.
Aunque son un encanto
las luces: verdes, blancas,
azules, amarillas
Me he diluido en sombras
y me he ido corriendo
a más allá del mundo.
Me han parecido música
las luces. Me he sentido
el Prometeo de Scriabin.
Después me ha dado espanto.
Unos libros forrados
que hallarás en mi casa
explican con lucidez indiscutible
el por qué de los miedos.
Cuando me escribas, dime
cómo se es valiente.
¡Fuera horroroso
morirme en la ignorancia!



Poema Contigo Irá Mi Sombra de Sagrario Torres



Bajo mi rostro a tu perfil yacente
que alumbra el lecho de tu alcoba oscura.
Un escarchado arroyo es tu figura,
y en ríos van mis ojos por tu frente.

Yo caliento tu helor inútilmente.
Párpados tuyos besa mi locura,
pómulos, labios de tu boca pura.
En fuego y frío estamos solamente.

Vienen tinieblas a envolver las luces
de tu cuerpo que asciende y que me deja
para siempre olvidada y consumida.

Contigo irá mi sombra. Cuando cruces
de nuevo un mundo de dolor y queja,
me alzaré como un monte hacia tu vida.



Poema Cuando Duermes de Sabeli Ceballos Franco



No me atrevo a mirarte sin motivo.

Y si duermes,
necesito una razón para no verte.

Porque es como si un ángel
dormitara en tus pestañas.
Y es difícil discernir
quién está velando a quién.

Es como si el mar que hay en tu frente
fuera playa
y tu boca una lanchita
atascada entre un coral.

Y tus manos
y tus pies
tuvieran tres años de edad.

Es como si nunca
hubieras ido a un shopping mall.

Eres simple
cuando duermes.

Como si te hubieras desprendido
suavemente
de un suspiro de la luna.

Y tu cuerpo de apóstol vulnerado,
sutilmente inalcanzable,
embelleciera de dolor.

Como si te hubiera herido la mañana,
la metrópoli
y yo.

Eres puro
cuando duermes.
Como un trozo recién hecho de carbón.

Y desvelas a mi alma
a darle el pecho a tu sueño
recién nacido de amor.

No lo sabes.

Que me llora una quietud vasta de estrellas
si te miro sonreír, crucificado,
levemente quejumbroso
entre el espíritu y la piel.

Sé que duermes siempre asido de mi mano.
Falsamente redimido,
pasionario y humillado.

Y siento dolor de parto.

Siento piedad de ambos
por amarnos.



Poema Cuarto Menguante de Rubén Izaguirre Fiallos



Mire papá,
alguien puso
una hamaca blanca
en medio
de aquellas
dos estrellas.



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