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Poema Canto de Silvina Ocampo



¡Ah, nada, nada es mío!
Ni el tono de mi voz, ni mis ausentes manos,
ni mis brazos lejanos.
Todo lo he recibido. Ah, nada, nada es mío.
Soy como los reflejos de un lago tenebroso
o el eco de las voces en el fondo de un pozo
azul cuando ha llovido.
Todo lo he recibido:
como el agua o el cristal
que se transforma en cualquier cosa,
en humo, en espiral,
en edificio, en pez, en piedra, en rosa.
Son distinta de mí, tan diferente,
como algunas personas cuando están entre gente.
Soy todos los lugares que en mi vida he amado.
Soy la mujer que más he detestado
y ese perfume que me hirió una noche
con los decretos de un destino incierto.
Soy las sombras que entraban en un coche,
la luminosidad de un puerto,
los secretos abrazos, ocultos en los ojos.
Soy de los celos, el cuchillo,
y los dolores con heridas, rojos.
De las miradas ávidas y largas soy el brillo.
Soy la voz que escuché detrás de las persianas,
la luz, el aire sobre las lambercianas.
Soy todas las palabras que adoré
en los labios y libros que admiré.
Soy el lebrel que huyó en la lejanía,
la rama solitaria entre las ramas.
Soy la felicidad de un día,
el rumor de las llamas.
Soy la pobreza de los pies desnudos,
con niños que se alejan, mudos.
Soy lo que no me han dicho y he sabido.
¡Ah, quise yo que todo fuera mío!
Soy todo lo que ya he perdido.
Mas todo es inasible como el viento y el río,
como las flores de oro en los veranos
que mueren en las manos.
Soy todo, pero nada es mío,
ni el dolor, ni la dicha, ni el espanto,
ni las palabras de mi canto.



Poema Cien Rosas Rojas Encerradas En El Capullo De Mi Carne (la Carta) de Silvia Favaretto



100 Rosas rojas encerradas en el capullo de mi carne (La carta)

Cuando lo extraje del sobre
como un presagio
la hoja de tu carta
me cortó el dedo.
Una herida sutil pero profunda,
típica del papel afilado.

La sangre chorreó en seguida copiosa
y andando por la calle
yo goteaba y
manchaba de amaranto el asfalto:
gotas de rubí derretido.

Dejo que esto sea
el ridículo hilo de Ariadna
para reconducirte a mí.

Recojo el dedo herido en el puño.
El corte quema y
la sangre que sale
corre en arroyuelos sobre la palma de mi mano.

El minúsculo río rojo
elige come madre los surcos de mi palma:
la línea de la vida, la de la salud
y la del corazón
inundadas de sangre.

De La carne del tiempo, Editorial Artificios, Bogotá, 2002



Poema Carmen de Silvia Favaretto



Sirena terrestre
llegaste
con tu largo
pelo negro
donde escondías
tus versos
caníbales
y tus gestos
histéricos.

Si la locura
tuviese tal vez un cuerpo,
Carmen,
tendría el tuyo.

Eres la hija
hermosa
de tu voluntad,
como dijiste,
y sabes que
mentir y robar es
necesario para narrar.

Te sustraigo más
de lo que
me regalaste.

Sigo siendo la Ariadna
no perdida
sino reflejada
en tu laberinto?
Sigues siendo, más allá del robo,
la Eva reina
de mi jardín.

De La carne del tiempo, Editorial Artificios, Bogotá, 2002



Poema Curriculum Vitae de Silvia Elena Regalado



Además de poeta,
media madre,
un rato por las noches
y los fines de semana
costurera diplomada
nutricionista empírica
médica autodidacta
artesana inspirada
un poco bibliotecaria
articulista inédita
algunos estudios
en letras y sociología,
habría que agregar :
hilvanadora de lunas
coleccionista de sueños
– con el respectivo costo
de lágrimas, risas
y desvelos –
es decir,
enamorada indómita
del milagro universo
del movimiento eterno
…. de la vida.



Poema Cuerpo Con Cuerpo: Las Pieles de Severo Sarduy



Cuerpo con cuerpo: las pieles
se aproximan y se alejan
entre espejos que reflejan
su deseo. No develes
la imagen -esos laureles
fenecen-; no te aconsejo
confiar en ese reflejo,
porque ese doble perverso
te revelará el reverso:
hueso con hueso, pellejo.



Poema Corta Changó, Con Tu Espada de Severo Sarduy



Corta, Changó con tu espada
el alcohol, y haz que ese río
crecido, no bien vacío,
vuelva a su cauce y, saciada
tanta sed, halle morada
el nadador a la orilla
de tu fuente y en tu arcilla.
Que la sangre que consagras
dé su fuerza a las bisagras
del puño y de la rodilla.



Poema Currículum Vitae de Sergio Cordero



Dilapidó en estúpidos proyectos
el caudal de su ira
y después
miró ante sí una puerta.

Fatigado,
tuvo que recargarse
en el dintel de sus cuarenta años
antes de abrir la puerta y contemplar
sus perspectivas.
Más allá, el futuro
o el destino – el nombre es lo de menos –
le dieron a elegir
varias salidas:
el corazón que estalla,
la ventana al vacío,
el largo viaje detrás de un escritorio.

Sensatamente,
optó por lo primero.



Poema Composición: La Primavera de Saúl Ibargoyen



(para Víctor Hugo Quintanilla C.)

La silla blanca con sus huesos
descansa en el jardín.
Los pinares se encienden
cerca de otras playas.
Ningún árbol camina
hasta las raíces de aquí.
Una mujer y un hombre
con cada pie traspasan
el asfalto las piedras
y tocan un terregal
de costras coaguladas.
La tenue violencia
de aquel colibrí
alimentándose
de la breve flor que lo sostiene.
Otros pájaros se apartan
de la propia sombra
y debajo de una mosca destripada
la implacable primavera
empieza a burbujear.



Poema Ciertas Lágrimas de Saúl Ibargoyen



Una muchacha arroja sus lágrimas
a través de los nervios negros
del teléfono.
¿Dónde ha nacido
el origen de esas aguas
desesperadas que manchan
la acidez de la sal?
Una muchacha simplemente
expulsa respiraciones floraciones
dulces mocos
y oxígenos oxidados.
Hay palabras sin alcohol
en la oreja derecha
de su nuevo corazón:
esas palabras
son casi las mismas
que usa cualquier distancia de aire
para sentarse junto al dolor
ahora cerrado de sus ojos.
Esos sonidos tienen
una silenciación que el vacío mastica
un idioma que sólo dos lenguas comprenden.
Esos sonidos soplan
sobre piel y pelos
y requemados párpados.
Una muchacha recoge sus lágrimas
como simples objetos de sales y agua
y las ordena en un rincón
de su recámara:
allí donde cruje el mundo
allí donde los ángeles
se peinan las plumas
después de orinar.



Poema Combate Imposible de Sara De Ibáñez



Con astuta cabeza de zafiro,
Bloque de piedra fría y transparente,
Inmóvil, la mandíbula sellada,
Linda con la tiniebla el monstruo leve.

Mientras el polvo en que se duele el mundo
Curva su flor, su lágrima troquela,
Y entre los tersos cánticos del día
Sordas espadas con su vuelo templa.

Ah, nunca, nunca, la terrible escama
Su fuego amargo torcerá en la lucha,
Ni se abrirá para tragar mi cuerpo
La boca acrisolada por la espuma.

Aquí jadeo hasta acabar la sangre
Clavada en la canción mi lanza triste,
Hasta que el fruto de su viejo vientre
Lance al estrago la materna esfinge.



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