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Poema Cold In Hand Blues de Alejandra Pizarnik



y qué es lo que vas a decir
voy a decir solamente algo
y qué es lo que vas a hacer
voy a ocultarme en el lenguaje
y por qué
tengo miedo



Poema Cenizas de Alejandra Pizarnik



La noche se astilló de estrellas
mirándome alucinada
el aire arroja odio
embellecido su rostro
con música.

Pronto nos iremos

Arcano sueño
antepasado de mi sonrisa
el mundo está demacrado
y hay candado pero no llaves
y hay pavor pero no lágrimas.

¿Qué haré conmigo?

Porque a Ti te debo lo que soy

Pero no tengo mañana

Porque a Ti te…

La noche sufre.



Poema Cantora Nocturna de Alejandra Pizarnik



Joe, macht die Musik von damals nacht…

La que murió de su vestido azul está cantando.
Canta imbuida de muerte al sol de su ebriedad.

Adentro de su canción hay un vestido azul, hay
un caballo blanco, hay un corazón verde tatuado
con los ecos de los latidos de su corazón
muerto.

Expuesta a todas las perdiciones, ella
canta junto a una niña extraviada que es ella:
su amuleto de la buena suerte. Y a pesar de la
niebla verde en los labios y del frío gris en los
ojos, su voz corroe la distancia que se abre entre
la sed y la mano que busca el vaso.

Ella canta.



Poema Caminos Del Espejo de Alejandra Pizarnik



I
Y sobre todo mirar con inocencia. Como si no pasara nada, lo cual es cierto.

II
Pero a ti quiero mirarte hasta que tu rostro se aleje de mi miedo como un pájaro del borde filoso de la noche.

III
Como una niña de tiza rosada en un muro muy viejo súbitamente borrada por la lluvia.

IV
Como cuando se abre una flor y revela el corazón que no tiene.

V
Todos los gestos de mi cuerpo y de mi voz para hacer de mí la ofrenda, el ramo que abandona el viento en el umbral.

VI
Cubre la memoria de tu cara con la máscara de la que serás y asusta a la niña que fuiste.

VII
La noche de los dos se dispersó con la niebla. Es la estación de los alimentos fríos.

VIII
Y la sed, mi memoria es de la sed, yo abajo, en el fondo, en el pozo, yo bebía, recuerdo.

IX
Caer como un animal herido en el lugar que iba a ser de revelaciones.

X
Como quien no quiere la cosa. Ninguna cosa. Boca cosida. Párpados cosidos. Me olvidé. Adentro el viento. Todo cerrado y el viento adentro.

XI
Al negro sol del silencio las palabras se doraban.

XII
Pero el silencio es cierto. Por eso escribo. Estoy sola y escribo. No, no estoy sola. Hay alguien aquí que tiembla.

XIII
Aun si digo sol y luna y estrella me refiero a cosas que me suceden. ¿Y qué deseaba yo?
Deseaba un silencio perfecto.
Por eso hablo.

XIV
La noche tiene la forma de un grito de lobo.

XV
Delicia de perderse en la imagen presentida. Yo me levanté de mi cadáver, yo fui en busca de quien soy. Peregrina de mí, he ido hacia la que duerme en un país al viento.

XVI
Mi caída sin fin a mi caída sin fin en donde nadie me aguardó pues al mirar quién me aguardaba no vi otra cosa que a mí misma.

XVII
Algo caía en el silencio. Mi última palabra fue yo pero me refería al alba luminosa.

XVIII
Flores amarillas constelan un círculo de tierra azul. El agua tiembla llena de viento.

XIX
Deslumbramiento del día, pájaros amarillos en la mañana. Una mano desata tinieblas, una mano arrastra la cabellera de una ahogada que no cesa de pasar por el espejo. Volver a la memoria del cuerpo, he de volver a mis huesos en duelo, he de comprender lo que dice mi voz.



Poema Corazón De Nunca Jamás de Juan Cobos Wilkins



Abandoné Nunca Jamás
para entrar en tu corazón.
No supe
cómo me sucedía. Sólo intuí
-pero no quise interpretarlo- algún
obscuro signo: la escritura
similar al insomnio y el ensueño
igual a la escritura, evitar
a mis años la amenaza
ingenua del horóscopo o negarme
tres veces mi espejismo
en un espejo roto a medianoche.

Aún ahora
no acierto a comprender
a dónde huyó la Sombra, cuándo
venció el Pirata, si se hundirá
la Isla, pero escucho
mi adiós a aquella tierra
y como un niño en el exilio
llamo mi país a esa roja
víscera autista, el corazón,
tu corazón
de nunca jamás.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Contra Ti de Juan Cobos Wilkins



Jugar con pieles
rojas
o dejarte estoicamente arrancar la cabellera.

Encarcelado tras las rayas de un tigre
o, dentro de él,
ir deshojándole uno a uno los rugidos como pétalos
comestibles de una rosa en dulce árabe de miel.

Niño o pirata, sombra o reloj,
continuar, marcharse. No querer
escribir y hacerlo,
qué más da.

Esa devastadora indiferencia contigo mismo, el infantil
desdén, tan soberbio arañazo tuyo contra ti, son
fuego. El fuego ardido de los fuegos
fatuos. La llama
muerta, resucitada entre las llamas vivas.
Y sólo
el alfanje del alado guardián del poema
o paraíso es la frontera de tu más destructivo
deseo inalcanzable:
ser
inmortal, y, a la vez, expulsado.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Comensal de Alberto Rubio



Arrimado a la esquina de la mesa,
fiel, infinito el son de mi cubierto,
quisiera seguir siendo siempre el mismo Alberto
Rubio resucitado con su presa.

¡Qué olorosa la carne me embelesa
dorada, tan real, y tan despierto
de mis sentidos yo, por fin tan cierto
que la separación de amigos cesa!

Brindis ahuyentan hoy mutuos agravios,
pero injurias del Tiempo corporales
ni dependen jamás de humanos labios

ni de la ingratitud de los mortales,
tampoco del perdón nuestro de sabios
cristianos y felices comensales.



Poema Canción De Diciembre de Alberto Blanco



Qué voluntad de permanencia
la de este viejo pirú desabrigado
que contra toda ley se sostiene
de pie sobre el asfalto. Ya tiene
seco el tronco pero tenaz ocupa
el espacio y el tiempo, meciendo
la breve sombra de lo que fue
alguna vez la copa sorprendente.



Poema Cena de Alberto Angel Montoya



Una historia de ayer traza tu fino
labio en carmín, y es hoy en tus ojeras.
Y hay un collar de olvidos y de esperas
si se yergue tu cuello alabastrino.
Las orquídeas ensayan tu destino
en un haz de fugaces primaveras,
y se curvan tu labio y tus ojeras
a la vez sobre el llanto y sobre el vino.
Pero no lloras. Elegante y ducha
en el amor, sonríes a la pena.
Un llanto oculto con tu risa lucha,
y así bebes y ríes. Mas la cena
es ya el recuerdo de otra cena. Escucha:
son los «Cuentos de los bosques de Viena».



Poema Carne de Alan Mills



La carne piensa y no llora.
JUAN GELMAN

«La carne piensa», dijimos,
recordando a alguien
que ya olvidamos.
Y es la sangre
la que construye el instinto
y es el instinto
el que seduce a la muerte
y es la muerte
la que desata la sangre
y es la sangre
la que comprueba la vida.
Todo es circular,
todo vuelve.
(Decir que todo cambia
es una obviedad:
no está claro por qué
decirlo renueva la esperanza).
Los ojos de una madre
delatan que piensa en los hijos
aun cuando no piensa en ellos.
La carne recuerda y es ajena
a cualquier renunciación.
La verdad reside
en el brillo del cuchillo,
duele como la mordida
de un perro agotado de sueños.
Esta carne se somete al filo
y otras carnes alrededor de la tierra
lloran/ sangran
sin saber por qué.



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