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Poema Comienzo De La «qasida De Las Estrellas» de Ben Hani



¡Qué bella aquella noche! Desde que nos envió de prisa a su mensajero,
la pasamos contemplando a los Gemelos del Zodíaco en sus orejas, como
pendientes.
Y la pasó también con nosotros un copero que se rebelaba contra
la oscuridad con su rostro, candela de aurora, a la que no hay que despabi
lar y que no se apaga.
Había en su voz un dejo nasal como el runrún de la gacela; era fra-
gante; la molicie hacía ligero su talle, mientras el licor hacía pesados sus
párpados, de abundantes pestañas.
El temblor del vino no le dejó mano, ni la vejación del curvar-
se para llenar los vasos, cintura.
Diríase que sus caderas eran un montón de arena sobre el
que se cimbreaba la caña del talle:¿Es que no conocéis la caña y el mon-
tón de arena?
Nuestros lechos sirvieron de vestido para nuestro vino, y para cubrirnos,
la tiniebla rasgó sábanas de su piel.
De corazón a corazón se acercaba el amor; de labio a labio volaba el beso.
Mas, por tu vida, despierta de nuevo al vaso y a los párpados del copero;
que de nuevo está despierto el porrón después de lo que dormitó.
La tiniebla ha comenzado a desanudar sus trabas, y el ejército de la noche
se apresta y se alinea para dar la batalla a la aurora.
Los luceros huyen para dejar paso a las Pléyades, que son como sortijas
que brillan en los dedos de una mano escondida.

de Elvira



Poema Castidad (poema Arabigoandaluz) de Ben Farrach



Aunque estaba pronta a entregarse, me abstuve de
ella, y no obedecí la tentación que me ofrecía Satán.
Apareció sin velo en la noche, y las tinieblas nocturnas,
iluminadas por su rostro, también levantaron aquella vez sus velos.
No había mirada suya en la que no hubiera incentivos
que revolucionaban los corazones.
Mas di fuerzas al precepto divino que condena la
lujuria sobre las arrancadas caprichosas del corcel de mi pasión, para que mi
instinto no se resbalase contra la castidad.
Y, así, pasé con ella la noche como el pequeño camello
sediento al que el bozal impide mamar.
Tal, un vergel, donde para uno como yo no hay otro
provecho que el ver y el oler.
Que no soy yo como las bestias abandonadas que
toman los jardines como pasto.



Poema Calle Con Árboles de Basilio Sánchez



Caminamos a tientas,
el aire de la noche
empuja las palabras que nos cuesta decir,
las conduce de tu boca a la mía.

Tal vez el mismo aire que eleva las plegarias,
los temores legítimos,
esa llama atrapada todavía
en el estrecho círculo de la conciencia.

Cae a un lado y a otro la oscuridad en copos de los árboles.

Por encima del hilo donde un pájaro calla,
sobre un cielo tan bajo que refleja
todo lo desvalido de este mundo,
va pasando el silencio de una nube,
su poco de agua dulce.

A esta hora,
cuando los hombres duermen,
el silencio de las casas habitadas
cae sobre el silencio de las casas deshabitadas.

La calle brilla entonces
como los días de lluvia,
quizá como los ojos de los muertos recientes.



Poema Cercada Está Mi Alma De Contrarios de Baltasar Del Alcazar



Cercada está mi alma de contrarios;
la fuerza, flaca; el castellano, loco;
el presidio, infïel, bisoño y poco,
ningunos los pertrechos necesarios.

Los socorros que espero, voluntarios,
porque ni los merezco ni provoco;
tan desvalido, que aun a Dios no invoco
porque mis consejeros andan varios.

Los combates, continuos, y la ofensa;
los enemigos, de ánimo indomable;
rota por todas partes la muralla.

Nadie quiere acudir a la defensa…
¿qué hará el castellano miserable
que en tanto estrecho y confusión se halla?



Poema Cena de Baltasar Del Alcazar



En Ronda, donde resido,
vive don Diego de Sosa,
y diréte, Inés, la cosa
más brava dél que has oído.

Tenía este caballero
un criado portugués,
pero cenemos, Inés,
si te parece, primero.

La mesa tenemos puesta;
lo que se ha de cenar, junto;
y el vino y tazas y a punto:
falta comenzar la fiesta.

Rebana pan. Bueno está.
La ensaladilla es del cielo
y el salpicón, con su ajuelo,
¿no miras qué tufo da?

Esto, Inés, ello se alaba;
no es menester alaballo;
sola una falta le hallo:
que con la priesa se acaba.

Echa vino, y por tu vida,
que le des tu bendición:
yo tengo por devoción
de santiguar la bebida.

Bueno fue, Inés, ese toque;
franco fue, mas yo, ¿qué hago?
Vale un florín cada trago
de este vinillo aloque.

La taberna del esquina
lo suele a veces vender;
grande consuelo es tener
la taberna por vecina.

Echa otra vez, serán dos,
ya que la cosa va rota.
¡Quién dél tuviere una bota
para más servir a Dios!

La ensalada y salpicón
hizo fin; ¿qué viene agora?
La morcilla, ¡oh, gran señora,
digna de veneración!

¡Qué oronda viene y qué bella!
¡Qué bizarro garbo tiene!
Yo sospecho, Inés, que viene
para que demos en ella.

Pues, ¡sus!, encójase y entre,
que es algo angosto el camino.
No eches agua, Inés, al vino,
no se escandalice el vientre.

Ande apriesa el trasaniejo,
porque con más gusto comas;
Dios te guarde, que así tomas,
como sabia, el buen consejo.

Mas di: ¿no adoras y precias
la morcilla ilustre y rica?
¡Cómo la traidora pica!
Tal debe de estar de especias.

¡Qué llena está de piñones!
Morcilla de cortesanos
y asada por esas manos
hechas a cebar lechones.

Vive Dios, que se podía
poner al lado del Rey,
al fin, puerco a toda ley,
que hinche tripa vacía.

Probemos lo del pichel,
alto licor celestial:
no es el aloquillo tal,
ni tiene que ver con él.

¡Qué suavidad! ¡Qué clareza!
¡Qué cuerpo rancio y olor!
¡Qué paladar! ¡Qué color,
todo con tanta fineza!

El corazón me revienta
de placer y a ti te veo
cómo te va. Yo, por mí,
que debes de estar contenta.

Mas el queso sale a plaza,
la moradilla va entrando,
y ambos vienen preguntando
por el pichel y la taza.

Prueba el queso, que es extremo:
el de Pinto no le iguala;
y la aceituna no es mala:
bien puede bogar su remo.

Pues haz, Inés, lo que sueles;
daca de la bota llena.
Bebamos. Hecha es la cena,
levántense los manteles.

Ya, Inés, que habemos cenado
tan bien y con tanto gusto,
parece que será justo
volver al cuento pasado.

Pues sabrás, Inés hermana,
que el portugués cayó enfermo…
Las once dan; yo me duermo;
quédese para mañana.



Poema Cansado Estoy De Haber Sin Ti Vivido de Baltasar Del Alcazar



Cansado estoy de haber sin Ti vivido,
que todo cansa en tan dañosa ausencia;
mas, ¿qué derecho tengo a tu clemencia,
si me falta el dolor de arrepentido?

Pero, Señor, en pecho tan rendido
algo descubrirás de suficiencia
que te obligue a curar como dolencia
mi obstinación y yerro cometido.

Mi conversión es tuya y Tú la quieres;
tuya es, Señor, la traza, tuyo el medio
de conocerme yo y de conocerte.

Aplícale a mi mal, por quien Tú eres,
aquel eficacísimo remedio
compuesto de tu sangre, vida y muerte.



Poema Contemplacion Del Beso de Baldomero Fernandez Moreno



Debe el beso venir desde la hondura
de una cabeza baja y atraída
en la penumbra gris desvanecida
mientras un viento vuele de frescura.

Boca entreabierta, elástica, madura,
que en el atardecer se haga una herida.
Toda ella roja de profunda vida
con un signo mortal: la dentadura.

Verlo avanzar después muy lentamente
como un ascua encendida o roja estrella
y detenerlo, ay, súbitamente.

Contemplarlo en deliquio y miel de abella,
huir la boca por rozar la frente
y a ella volver para morir en ella.



Poema Como Sobre Una Tapia Se Adormece Una Rosa de Baldomero Fernandez Moreno



Como sobre una tapia se adormece una rosa
yo quisiera tu grave cabecita en mi hombro,
espontánea, caída, comprensiva, mimosa,
sin un soplo de miedo, ni una brizna de asombro.

Y contemplarte luego a la luz de una estrella
interminablemente de la frente a la boca,
como contempla el agua, inclinada sobre ella,
la frente taciturna y eterna de una roca.



Poema Canción De Luna de Baldomero Fernandez Moreno



En el aro ligero de la luna
canta para mí solo un ruiseñor.

A cada golpe de oro de su pico
brota en el aire una constelación.

Canta el pájaro pardo dulcemente
y se eriza de plumas y palor.

Cuando se pone el pecho más delgado,
dice mucho más clara su canción.

Morir, acaso, es continuar un sueño
de luna en luna y de sol en sol.



Poema Códice Del Olvido de Aurora Reyes



Penumbra de órbitas azules
trajo mirada de barro, de madera, de humo.
Acá, desde la tierra ?piel amada?
descubrí los espejos de opuestas diagonales
en la geometría dualidad del principio.

Verte fue comprenderlo todo;
los iniciales reinos del asombro,
la noche giratoria
danzar medusa y liquen
y caracol y grito,
el áspero latido de la roca
y el vértigo, el polvo… y el olvido.

Viaja mi amor los filtros de la vida
y proyecta la esfera de frutos cardinales,
la herencia vegetal de la semilla
abierta en rosas de diamante y fuego,
por la estrella que adivinó su casa,
por el ídolo niño, bisexuado y eterno.

Exactamente la mirada del éxtasis
presidiendo el milagro del verbo en movimiento,
rodando por los siglos del ritmo de la piedra
a devorar la manzana iluminada,
cifrada de serpientes
¡más allá de infierno y paraíso!

Te reconocería entre los muertos
por el cauce anterior a la memoria,
por el signo perdido en la espiral onírica
que siempre se repite
y culmina en sílaba redonda.

Dime en la dimensión de este sueño
quién eres en mi sombra,
en la clara pupila de mi sangre,
en la luz que conduce los hilos del misterio:
¿El sentido indivisible?
¿Lo que sostiene y rompe el equilibrio?
¿La caótica ola del destino?
¿La inasible potencia
que enlaza muerte y nacimiento?

Entrego a ti los nombres que la infancia
dibujara en el cielo,
el sitio que reclaman los sentidos
en el orden de los elementos,
la posesión del mundo de la magia,
el dinámico cero del principio
y la desnuda verdad del esqueleto
que forja lo perpetuo
y cultiva el aéreo licor de la esperanza;
porque desde el olvido
el amor testifica
las antiguas moradas del prodigio.



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