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Poema El Vigilante De La Nieve (vii) de Antonio Gamoneda



Venían sombras, animales húmedos que res-
piraban cerca de su rostro. Vio la grasa ful-
gir en las lavandas y la dulzura negra en las
bodegas terrestres.

Era la festividad: luz y azafrán en las coci-
nas blancas; lejos, bajo guirnaldas polvo-
rientas, rostros en la tristeza del carburo,

y su gemido entre los restos de la música.



Poema El Vigilante De La Nieve (vi) de Antonio Gamoneda



Era incesante en la pasión vacía. Los perros
olfateaban su pureza y sus manos heridas
por los ácidos. En el amanecer, oculto entre
las sebes blancas, agnizaba ante las carre-
teras, veía entrar las sombras en la nieve,
hervir la niebla en la ciudad profunda.



Poema El Vigilante De La Nieve (v) de Antonio Gamoneda



Cada mañana ponía en los arroyos acero y
lágrimas y adiestraba a los pájaros en la
canción de la ira: el arroyo claro para la hi-
ja dulcemente imbécil; el agua azul para la
mujer sin esperanza, la que olía a vértigo y
a luz, sola en el albañal entre banderas
blancas, fría bajo la sarga y los párpados ya
amarillos de amor.



Poema El Vigilante De La Nieve (ix) de Antonio Gamoneda



En su canción había cuerdas sin esperanza:
un son lejano de mujeres ciegas (madres
descalzas en el presidio transparente de la
sal).

Sonaba a muerte y a rocío; luego, tañía ca-
ñas negras: era el cantor de las heridas. Su
memoria ardía en el país del viento, en la
blancura de los sanatorios abandonados.



Poema El Vigilante De La Nieve (iv) de Antonio Gamoneda



Fingía un rostro en el aire (hambre y marfil
de los hospitales andaluces); en la extremi-
dad del silencio, él oía la campanilla de los
agonizantes. Nos miraba y nosotros sentía-
mos la desnudez de la existencia. Velozmente,
abría todas las puertas y derramaba el vino so-
llozando, nos mostraba las botellas vacías.



Poema El Vigilante De La Nieve (ii) de Antonio Gamoneda



En la ebriedad le rodeaban mujeres, som-
bra, policía, viento.

Ponía venas en las urces cárdenas, vértigo
en la pureza; la flor furiosa de la escarcha
era azul en su oído.

Rosas, serpiente y cucharas eran bellas
mientras permanecían en sus manos.



Poema El Vigilante De La Nieve (i) de Antonio Gamoneda



El vigilante fue herido por su madre;

describió con sus manos la forma de la tris-
teza y acarició cabellos que ya no amaba.

Todas las causas se aniquilaban en sus ojos.



Poema Detrás De La Oscuridad… de Antonio Gamoneda



Detrás de la oscuridad están los rostros que me han abandonado.

Yo ví su piel trabajada por relámpagos. Ahora

ya sólo veo, en el instante amarillo,

el resplandor de sus lejanos párpados.



Poema Blues Del Cementerio de Antonio Gamoneda



Conozco un pueblo ?no lo olvidaré?
que tiene un cementerio demasiado grande.
Hay en mi tierra un pueblo sin ventura
porque el cementerio es demasiado grande.
Sólo hay cuarenta almas en el pueblo.
No sé para qué tanto cementerio.

Cierto año la gente empezó a irse
y en muchas casas no quedaba nadie.
El año que la gente empezó a irse
en muchas casas no quedaba nadie.
Se llevaban los hijos y las camas.
Tenían que matar los animales.

El cementerio ya no tiene puertas
y allí entran y salen las gallinas.
El cementerio ya no tiene puertas
y salen al camino las ortigas.
Parece que saliera el cementerio
a los huertos y a las calles vacías.

Conozco un pueblo. No lo olvidaré.
Ay, en mi tierra sin ventura,
no olvidaré a mi pueblo.

¡Qué mala cosa es haber hecho
un cementerio demasiado grande!



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