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Poema Espejismo de Alfredo Buxán



Quizá haya para mí un lugar al sol,
un cubil de soledad donde extender,
como mantel de olor, el fluir de la duda.
Una sola palabra, un ademán, un rito
que diluya el murmullo del pavor
que se acrece por dentro y disminuye
la fuerza de los músculos, la sangre
ya gastada por el severo tránsito
que nos conduce, ciegos, de la vida
a la muerte, de la nada
a la nada.



Poema El Lector de Alfredo Buxán



A Pedro García Batalla

Pasa la página final y se remueve.
Apoya el tomo, despacio, sobre la manta
que cubre sus rodillas.
Meditabundo,
mira las brasas de la hoguera
e incorpora su integridad al fuego, pone los ojos
en la llama que, al arder,
al unísono es y se consume.
Cede a la noche,
cautivo en el embrujo,
y se adormila derrotado en el sillón.
Cae al alma
la ceniza como extinguido resplandor
de lo que tuvo luz, o la fingió.
Como difuso polvo sobre el libro.
Como pavesa fiel de lo concluso.



Poema El Día Después de Alfredo Buxán



La ceniza es un don, como el agua que fluye. Se detiene un instante en la tiniebla que habita las miradas. Arropa con su pátina, y apaga, la luz de los objetos. Hay un deleite imperceptible en esa fragilidad que va tejiendo ruina en nuestras vidas. La levedad de un soplo la esparce por el aire. Deja entonces de herir: nos reintegra a la inicial oscuridad, nos devuelve casi intacto el gozo del olvido.

No hay culpabilidad -apenas erosión- en la ceniza. El día que se junte entraremos en el súbito ahogo de la muerte, en su vaga penumbra. De tal presentimiento, aunque dure un suspiro, extraemos la médula de la sabiduría.

Será un día de bruma, como todos los días. Exhumará nuestra conciencia la turbación del miedo, la pesadumbre obscena de haber existido en el vacío. Y cesará la niebla de todo sentimiento.



Poema De La Amistad de Alfredo Buxán



A Enrique Fernández y Mayte Gómez

Porque no es bueno
confundir el aliento con el frío del alma,
ni es bueno que el hombre viva solo,
ni es amable la mesa arrinconada en el salón
con sólo un mustio plato en el mantel,
y las migajas.

Venid a ver el polvo de las cosas, sacadme
de esta ciénaga sin luz. He perdido
la costumbre de la amistad y me pesa
como mármol cada tarde en casa,
sin salir de mí. Deseo vuestra voz
entre los muros como lluvia común.
El latido del silencio alrededor.
La bondad de vuestra dulce compañía.

Anhelo vuestra voz porque confundo ya,
exhausto, el tembloroso aliento de mi boca
con el frío del alma.



Poema Arar El Huerto de Alfredo Buxán



Vivir ha sido arduo. La lengua
de la angustia
como un áspid
sobre la piel enferma. Sobre la piel
que tiembla.
Contra esa turbiedad,
contra la árida rutina de ese légamo,
cada nueva palabra
es un diluvio de paciencia,
una semilla,
el resto de un juguete, un agua
de cristal
que disipa el veneno
y convierte la sed en una excusa
de la supervivencia.



Poema Aprendizaje De La Fe de Alfredo Buxán



Eres un brote más para la muerte,
qué esperabas de tu parva finitud.
Acéptalo. Contempla el rostro sin luz
que nada explicará porque es de piedra.
Resuelve la duda que atormenta
tus días, abrígate,
húndete en el turbio lamedal
que destruye tus noches, profiere
en alta voz
el ancestral gruñido que redima
a la especie o que la enfangue
para siempre. Pero anega de una vez
el cerco que posterga
tu vigor, y recuerda: no conviene
mencionar el dolor a cada paso
como si fuese un dios.



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