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Poema Territorios (fragmento2) de Alejandro Oliveros



Caminas entre nubes de vapor
por una calle que desconoces.
El silencio es oscuro en esta ciudad.
Sus voces te confunden,
mientras el viento llega
a tu cara con el silbido
plateado de una hoja. La noche
ya no es un ángel con amplios
patios y ventanas, sino
el lomo delgado de un tronco
que cruzan tus miedos y ansiedades.
Más cerca de la nada que de la mano
que se extiende en el instante
de más húmedo vacío. La calle
treinta y cuatro de Nueva York se alargaba
como un túnel, entre tu casa
de Valencia y los muelles
de un país desconocido.



Poema Territorios (fragmento 1) de Alejandro Oliveros



Es mil novecientos sesenta y nueve, y caminas
por la avenida Bolívar de Valencia
con un libro de poemas en el bolsillo. Las aceras
angostas y los cedros ajenos
a la blanca voracidad del acero.
El viento del este sacudía, por ultima vez, las ramas
de estos árboles. Te detienes
bajo una luz y lees: Venías
desde el fondo de la noche
con flores en las manos.
Eran noches buenas, las de octubre,
para la poesía. Frescas
y con una transparencia
de estrellas. Se repetían,
una tras otra, un río inagotable
de noches, todas esperando tu visita.



Poema Metamorfosis de Alejandro Oliveros



Has cambiado de apariencia tantas veces
que sólo te reconozco entre las sombras,
cuando regresan del norte las lechuzas
y el sapo extiende sus redes bajo el agua.

Hace treinta años tu perfil deslumbrante
se insinuó en la corteza del sauce
y en la llama desprendida de la acacia,
me consolaba tu recuerdo, la esperanza de tus besos.

Ahora padezco la piel de tus metamorfosis.
Verde o negro, tu rostro sin reflejos
anuncia los meses helados de melancolía,
la neblina que no aclara, el fulgor que no estremece.

Sólo entre sombras te conozco. Apariencia
temible, luz necesaria, esplendor de los días.



Poema Antaño de Alejandro Oliveros



Ya no te acercas como antaño, cuando el azulejo
ahuyentaba la muerte de las ramas del sauce
y en silencio las vegas del río nos guardaban
de la noche despoblada y el espanto.

Tu hermosura aparece cada vez más breve
y tus voces no se oyen por el verde de los montes.
Aquella mirada de caminos de tierra y calles
sin asfalto, no reconoce los temores de este cuerpo.

Vives la distancia que se desplaza hacia el olvido,
el instante en duermevela, la disolución de todo anhelo.
Donde era claridad que no perece, se estrecha
la confusión dilatada y el llanto.

Ya no te acercas y, a oscuras en la niebla,
sentimos la mudanza insensible de tu paso.





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