poemas para enamorarse

Poema Ovillejos de Miguel De Cervantes Saavedra



¿Quién menoscaba mis bienes?¡Desdenes!¿Y quién aumenta mis duelos?¡Los celos!¿Y quién prueba mi paciencia?¡Ausencia!De ese modo en mi dolencianingún remedio me alcanza,pues me matan las esperanzas,desdenes, celos y ausencia.¿Quién me causa este dolor?¡Amor!¿Y quién mi gloria repugna?¡Fortuna!¿Y quién consiente mi duelo?¡El cielo!De ese modo yo recelomorir deste mal extraño,pues se aúnan en mi dañoamor, fortuna y el cielo.¿Quién mejorará mi suerte?¡La muerte!Y el bien de amor, ¿quién le alcanza?¡Mudanza!Y sus males, ¿quién los cura?¡Locura!De ese modo no es corduraquerer curar la pasión,cuando los remedios sonmuerte, mudanza y locura.



Poema Palabras De Caín Adolescente de José Luis Piquero



Yavé se complació en Abel y su ofrenda, mientras
que le desagradó Caín y la suya. Caín entonces se
encolerizó y su rostro se descompuso. Yavé le dijo:
¿Por qué te encolerizas y te muestras malhumorado?
Gén. 4, 4-6

Me he pasado la vida malgastando favores en personas que nunca me
quisieron.
Yo sólo deseaba ser del grupo.

Tratado como un corruptor de sueños,
mantenido a distancia de niños y mascotas, como a quien por extraño
no se recibe en casa,
he tenido que oír ya demasiadas veces que soy un impostor.

Tarde para los besos, para estrechar las manos,
tarde para las lágrimas y el arrepentimiento,
tarde para cualquier palabra.
Tarde:
por lo visto yo siempre llego tarde.

Y de noche, en la casa en donde todos duermen,
mientras fumo asomado a la ventana,
o en la mañana sórdida de cafés y cristales empañados, a solas con el
mundo,
o en la blancura estéril de una página,
he comprendido -tarde- que es inútil querer ser otra cosa que el
fantasma embustero que habéis hecho de mí,
un no-muerto cortado a la medida de todo lo que nunca quise ser,
alguien a quien sin duda me parezco, como un hombre a su máscara:
el hipócrita, el sucio y el que no es de fiar,
a un paso del ridículo (el cantante de moda o el bachiller con granos),
a un paso del horror (el buen chico que sale en los sucesos).

Soy el que traicionó tus confidencias.
El que maltrató al tonto de la clase.
El que lo enredó todo cuando los dos amigos disputaban la misma
chica idiota.
El que habló mal de ti cuando no estabas y trató de poner en contra
tuya al grupo.
El que usó del chantaje
sentimental (es fácil entre amigos)
para ahuyentar del grupo a los extraños,
vuestros otros amigos, que eran más ocurrentes, más experimentados
y, qué pena,
más incautos.
El que juró y juró, ?podéis creerme…? y ?no sabía…?, y sí
sabía y consiguió que le creyeran.

Soy el que habló al oído de una chica asustada y -aún me acuerdo-
le imaginó un futuro más honorable, una salida digna, ?hazlo, mujer?,
y durante un momento era todo posible, matar con una frase, aquel
horror…

Mi máscara lo ha dicho, que soy ese:
agazapado, sórdido,
al que puedes tumbar con un buen puñetazo y zumba en torno tuyo,
pero nadie es al fin tan peligroso -piensas- cuando puedes tumbarlo
con un buen puñetazo,
y luego es tarde, mira, ya te tengo.
Todos llegamos tarde alguna vez.

¿Y nada más? ¿Acaso os preguntasteis un instante qué oculta la máscara
de un monstruo?
Me acuerdo de esa infancia interminable,
a caballo en la rama más valiente del árbol de los juegos.
Eso era algo; no
el paraíso exactamente, pero
-ternura pronta, cándido heroísmo y la avidez legítima del cachorro
intocado-
allí existía el orden. Y es curioso
que a la luz de una infancia ideal los enemigos sean menos enemigos.
También ellos tuvieron ese miedo indefenso que redime
y una conmovedora propensión al llanto.

¿Sabéis quién soy a solas? El que escucha
canciones tristes.

He soñado a menudo redimir mi egoísmo con un gesto, dar mi vida
a cambio de otra vida,
ser el súbito héroe que muere en el incendio.

Pensad en mí lejano, la cabeza inclinada.
Toda esa gente afuera, tanto frío, las calles se bifurcan y el camino que
lleva a la casa segura no se termina nunca.

Yo he pensado en la muerte y a menudo he ensayado una muerte
inofensiva, de poca sangre y mucho, mucho miedo,
sólo para ahuyentar de mí todo el ridículo y el asco de mí mismo,
cuchilla en las muñecas, quemadura en los brazos para seguir viviendo,
porque al fin el dolor es la consciencia, es el ruido del mundo que a
tu alrededor chilla y te agita los hombros.

Te aferras a esa vida con desesperación y, sin embargo,
eres adolescente: nunca sabes qué hacer ni qué decir, dónde poner las
manos y los ojos.
Tu cuerpo ya es grotesco y esas chicas se ríen. No te gusta tu cara.
Estás enamorado. Más allá de las fórmulas, los libros te insinúan una
vida más fácil en cualquier otra parte.
Los libros te consuelan en todo lo esencial.

Y tú en tu jaula estéril te revuelves, inútil, sudoroso, como en la noche
insomne cuando el calor te ahoga.
Dando palos de ciego. La novia de tu amigo. Matarías con gusto
cualquier signo de amor.
Usa de ese poder, usa los libros,
porque luego el perdón de Dios es una fórmula
y tú eres el no-muerto que debe defenderse, el hipócrita, el sucio y el
corruptor de sueños.

Dolorosa esta edad en que siempre estás solo
y a tu alrededor nace
la flor limpia de un mundo que nunca es para ti.



Poema Ramillete de Rabindranath Tagore



(Del poeta bengalí Satyendranaz Dayta)

Mis flores eran como leche, miel y vino.
Las até con una cinta dorada, en ramillete,
pero burlaron mi cuidado vijilante y huyeron lejos;
y solo me queda la cinta.
Mis canciones eran como leche, miel y vino.
Estaban presas en el ritmo de mi corazón palpitante,
pero tendieron sus alas y huyeron lejos, ¡tesoros de mis horas ociosas!,
y mi corazón late en silencio.
La hermosa que amé era como leche, miel y vino.
Sus labios, como el rosa del alba; sus ojos, negros como abeja.
Yo callaba mi corazón, no fuera a asustarla, pero ella se fue,
como mis flores y mis canciones; y me ha dejado mi amor solo.



Poema De Paso de Eduardo Zambrano



La genética del alma:
el destino.
Al más puro sentido clásico
regreso.

Me lleva el viento
y en esa circunstancia
se revuelcan también mis sentidos.

Hoy alcanzo a balbucear razones.
Pero más allá de las razones estoy
yo,
hoja del árbol de la vida
que ven pasar los perros y los puercos,
mis contemporáneos y mis enemigos.

Estoy de paso.
Incluso para mis propias ambiciones.



Poema Una Oscura Pradera Me Convida de Jose Lezama Lima



Una oscura pradera me convida,
sus manteles estables y ceñidos,
giran en mí, en mi balcón se aduermen.

Dominan su extensión, su indefinida
cúpula de alabastro se recrea.
Sobre las aguas del espejo,
breve la voz en mitad de cien caminos,
mi memoria prepara su sorpresa:
gamo en el cielo, rocío, llamarada.

Sin sentir que me llaman
penetro en la pradera despacioso,
ufano en nuevo laberinto derretido.

Allí se ven, ilustres restos,
cien cabezas, cornetas, mil funciones
abren su cielo, su girasol callando.
Extraña la sorpresa en este cielo,
donde sin querer vuelven pisadas
y suenan las voces en su centro henchido.

Una oscura pradera va pasando.
Entre los dos, viento o fino papel,
el viento, herido viento de esta muerte
mágica, una y despedida.
Un pájaro y otro ya no tiemblan.



Poema Mediodía Del Cuerpo de José Miguel Ullán



transparente
deja el imán para el otoño dicho
penetra hasta el cristal confía
en el asombro que atraviesa el aire
signo intocable dilatado asilo



Poema Oda A La Belleza de María Eugenia Vaz Ferreira



Oh Belleza, que tú seas bendita,
ya que eres absolutamente pura,
ya que eres inviolada,
límpida, firme, sana e impoluta.
Fuente de la divina complacencia,
Oasis infinito
que prodigas los éxtasis beatos
y las románticas contemplaciones…

Adonde quiera que tu signo luzca,
adonde quiera que la esencia encarnes,
emerge de tu gaya fantasía
una gloria serena y luminosa
una fruición profunda e inefable…

Eres el cauce pródigo
surtidor de armonía,
crisol de místicas depuraciones,
la veta que colora y que sublima
el eterno miraje;
eres la gema augusta
prendida sobre el arca
fértil del universo.

Aunque el ciego te ignore,
el profano te niegue
y el infiel te repudie,
eres eternamente triunfadora
sobre la indiferencia de los necios
y la conjuración de los apóstatas…
Aunque los pecadores
te inculpen sus pecados,
y te acusen los réprobos
de atributos malditos,
eres inmaculada e inocente;
no te corrompes con la hiel del odio
ni la ponzoña del amor sacrílego.

Eres inaccesible,
Eres pasiva y sola,
sencilla y sobrehumana;
no inspiras, no padeces
el dominio imperial de la materia
ni la sensible turbación del alma…

Entre todos los acontecimientos
evoluciones, mitos y teorías,
entre la suficiencia que te alaba
y la diversidad que te interroga,
tú te levantas religiosamente
dentro la urna dúctil de tu forma
como en la alada prez del incensario
la inmunidad de la sagrada hostia.

Oh Belleza, que tú seas bendita,
más la sabia legión de tus apóstoles,
la entraña que te crea,
el sol que te ilumina,
el prisma que te agranda,
la plancha que te copia,
el áureo pedestal que te enaltece
y el soberano lis que te corona.

Por eso sobre el plinto de tu imagen,
sobre la majestad de tu hermosura,
sobre el fulgor joyante de tus iris,
sobre la egregia línea de tus curvas
pongo la rendición del canto mío…
a tu gracia inmortal loa fecunda.



Poema Dos Soledades de Antonio Cisneros



I- Hampton Court

Y en este patio, solo como un hongo, adónde he de
mirar.
Los animales de piedra tienen los ojos abiertos

sobre la presa enemiga ciudades puntiagudas y

católicas ya hundidas en el río hace cien lustros

se aprestan a ese ataque. Ni me ven ni me

sienten. A mediados del siglo diecinueve los

últimos veleros descargaron el grano. Ebrios

están los marinos y no pueden orime las quillas

de los barcos se puedren en la arena.

Nada se agita. Ni siquiera las almas de los

muertos número considerable bajo el hacha, el

dolor de costado, la diarrea. Enrique El Ocho,

Tomás Moro, sus siervos y mujeres son el aire

quieto entre las arcadas y las torres, en el

fondo de un pozo sellado. Y todo es testimonio de

inocencia. Por las 10,000 ventanas de los muros

se escapan el león y el unicornio. El Támesis

cambia su viaje del Oeste al Oriente. Y anochece.

II. Paris 5e
&quotAmigo, estoy leyendo sus antiguos versos en la

terraza del Norte.

El candil parpadea. Qué triste es ser letrado y

funcionario. Leo sobre los libres y flexibles

campos de arroz: Alzo los ojos y sólo puedo ver

los libros oficiales, los gastos de la provincia,

las cuentas amarillas del Imperio».

Fue en el último verano y esa noche llegó a mi

hotel de la calle Sommerard.

Desde hacia dos años lo esperaba. De nuestras

conversaciones apenas si recuerdo alguna cosa.

Estaba enamorado de una muchacha árabe y esa

guerra la del zorro Dayán le fue más dolorosa

todavia. &quotSastre está viejo y no sabe lo que

hace» me dijo y me dijo también que Italia lo

alegró con una playa sin turistas y erizos y

aguas verdes llenas de cuerpos gordos,

brillantes, laboriosos, &quotComo en los baños de

Barranco». Y una glorieta de palos construida

en el 1900 y un plato de cangrejos. Había dejado

de fumar. Y la literatura ya no era más sus

oficio.

El candil parpadeó cuatro veces. El silencio

crecía robusto como un buey. Y yo por salvar algo

le hablé sobre mi cuarto y mis vecinos de

Londres. de la escocesa que fue espia en las dos

guerras, del portero, un pop singer, y no

teniendo ya nada que contarle, maldije a los

ingleses y callé. El candil parpadeó una vez más.

Y entonces sus palabras brillaron más que el lomo

de algún escarabajo. Y habló de la Gran Marcha

sobre el río Azul de las aguas revueltas, sobre

el río Amarillo de las corrientes frías. Y nos

vimos fortaleciendo nuestros cuerpos con saltos y

carreras a la orilla del mar, sin música de

flautas o de vinos, y sin tener otra sabiduría

que no fuesen los ojos. Y nada tuvo la apariencia

engañosa de un lago en el desierto. Mas mis

diosos son flacos y dudé. Y los caballos jóvenes

se perdieron atrás de la muralla, y él no volvió

esa noche al hotel de la calle Sommerard. Así

fueron las cosas Dioses lentos y dificiles,

entrenados para morderme el higado todas las

mañanas. Sus rostros son oscuros, ignorantes de

la revelación. &quotAmigos, estoy en la Isla que

naufraga al norte del Canal y leo sus versos, los

campos del arroz se han llenado de muertos. Y el

candil parpadea».



Poema Nada de Javier De Bengoechea



También en los supuestos de la nada,
el amor se presiente en la querella
de una futura creación: doncella
sabiéndose fecunda, recreada.

Antes de ser mi vida inaugurada,
fui barro enamorado de una huella,
de un talle vegetal, de alguna estrella…
Yo estoy hecho de tierra enamorada.

Y enamorado estoy de ti, y sustento
este amor enraizado y presentido
más allá de la vida y el momento.

Enamorado sin haber nacido,
y ahora tan muerto y nada, que presiento
la tierra enamorada que ya he sido.



Poema Cien Sonetos De Amor de Pablo Neruda



Soneto LXXII

Amor mío, el invierno regresa a sus cuarteles,
establece la tierra sus dones amarillos
y pasamos la mano sobre un país remoto,
sobre la cabellera de la geografía.
Irnos! Hoy! Adelante, ruedas, naves, campanas,
aviones acerados por el diurno infinito
hacia el olor nupcial del archipiélago,
por longitudinales harinas de usufructo!
Vamos, levántate, y endiadémate y sube
y baja y corre y trina con el aire y conmigo
vámonos a los trenes de Arabia o Tocopilla,
sin más que trasmigrar hacia el polen lejano,
a pueblos lancinantes de harapos y gardenias
gobernados por pobres monarcas sin zapatos.



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