poemas para enamorarse

Poema Hija Del Viento de Alejandra Pizarnik



Han venido.
Invaden la sangre.
Huelen a plumas,
a carencias,
a llanto.
Pero tú alimentas al miedo
y a la soledad
como a dos animales pequeños
perdidos en el desierto.

Han venido
a incendiar la edad del sueño.
Un adiós es tu vida.
Pero tú te abrazas
como la serpiente loca de movimiento
que sólo se halla a sí misma
porque no hay nadie.

Tú lloras debajo del llanto,
tú abres el cofre de tus deseos
y eres más rica que la noche.

Pero hace tanta soledad
que las palabras se suicidan.



Poema Adiós(alaide Foppa) de Alaide Foppa



Con los ojos de la despedida
os vi aquel día,
cosas de nuestra vida.
Con los ojos de la despedida,
la vida parecía
una cosa perdida.
La casa estaba vacía
en la hora de la despedida,
y sin embargo quedaban
las cosas de nuestra vida.



Poema Por Ver Quién Recogía Tu Pañuelo de Francisco Villaespesa



Por ver quién recogía tu pañuelo,
que dejaste caer a unos truhanes,
con el más bravo de los capitanes
al pie de tus balcones tuve un duelo.

Me hirió su espada bajo el ferreruelo,
y para contener nuevos desmanes
le hundí el acero hasta los gavilanes
y cayó, desangrándose, en el suelo.

Y tu pañuelo recogí galante
con ademán del que recoge un guante.
Y envainando la espada enrojecida,

me alejé sonriente y satisfecho,
apretando el pañuelo contra el pecho
para enjugar la sangre de mi herida.



Poema Sangre Y Luna de William Butler Yeats



Bendito sea este lugar
Y aún más bendita esta torre;
Un poder sangriento y arrogante
Se levantó de la raza
Para expresarla, para dominarla,
Se alzó como los muros
De estas cabañas azotadas por la tormenta.
Como burla he construido
Un emblema poderoso
Y lo canto verso a verso,
Como burla de una época
Medio muerta en la cima.



Poema Aquí Tenéis En Canto Y Alma de Blas De Otero



Aquí tenéis, en canto y alma, al hombre
aquel que amó, vivió, murió por dentro
y un buen día bajó a la calle: entonces
comprendió: y rompió todos su versos.

Así es, así fue. Salió una noche
echando espuma por los ojos, ebrio
de amor, huyendo sin saber adónde:
a donde el aire no apestase a muerto.

Tiendas de paz, brizados pabellones,
eran sus brazos, como llama al viento;
olas de sangre contra el pecho, enormes
olas de odio, ved, por todo el cuerpo.

¡Aquí! ¡Llegad! ¡Ay! Ángeles atroces
en vuelo horizontal cruzan el cielo;
horribles peces de metal recorren
las espaldas del mar, de puerto a puerto.

Yo doy todos mis versos por un hombre
en paz. Aquí tenéis, en carne y hueso,
mi última voluntad. Bilbao, a once
de abril, cincuenta y uno.
Blas de Otero



Poema Los Dos Conejos de Tomas De Iriarte



Por entre unas matas,
seguido de perros,
no diré corría,
volaba un conejo.

De su madriguera
salió un compañero
y le dijo: «Tente
amigo, ¿qué es esto?».

«¿Qué ha de ser?», responde;
«sin aliento llego…;
dos pícaros galgos
me vienen siguiendo».

«Sí», replica el otro,
«por allí los veo,
pero no son galgos».
«¿Pues qué son?» «Podencos».

«¿Qué? ¿podencos dices?
Sí, como mi abuelo.
Galgos y muy galgos;
bien vistos los tengo».

«Son podencos, vaya,
que no entiendes de eso».
«Son galgos, te digo».
«Digo que podencos».

En esta disputa
llegando los perros,
pillan descuidados
a mis dos conejos.

Los que por cuestiones
de poco momento
dejan lo que importa,
llévense este ejemplo.



Poema En Invierno, La Lluvia Dulce En Los Parabrisas de Pere Gimferrer



En invierno, la lluvia dulce en los parabrisas, las carreteras
brillando hacia el océano,
la viajera de los guantes rosa, oh mi desfallecido corazón, clavel
en la solapa del smoking,
muerto bajo el aullido de la noche insaciable, los lotos en la niebla,
el erizo de mar al fondo del armario,
el viento que recorre los pasillos y no se cansa de pronunciar
tu nombre.

Ella venía por la acera, desde el destello azul de Central Park.
¡Cómo me dolía el pecho sólo con verla pasar!
Sonrisa de azucena, o jos de garza, mi amor,
entre el humo del snack te veía pasar yo.
¡Oh música, oh juventud, oh bullicioso champán!
(Y tu cuerpo como un blanco ramillete de azahar…)

Los jardines del barrio residencial, rodeados de verjas,
silenciosos, dorados, esperan.
Con el viento que agita los visillos viene un suspiro de
sirenas nevadas.

Todas las noches, en el snack,
mis ojos febrües la vieron pasar.
Todo el inviemo que pasé en New York
mis ojos la buscaban entre nieve y neón.

Las oficinas de los aeropuertos, con sus luces de clínica.
El paraíso, los labios pintados, las uñas pintadas, la sonrisa,
las rubias platino, los escotes, el mar verde y oscuro.
Una espada en la helada tiniebla, un jazmín detenido
en el tiempo.
Así llega, como un áncora descendiendo entre luminosos
arrecifes,
la muerte.

Se empañaban los cristales con el frío de New York.
¡Patinando en Central Park sería un cisne mi amor!

Los asesinos llevan zapatos de charol. Fuman rubio, sonríen.
Disparan.
La orquesta tiene un saxo, un batería, un pianista. Los cantantes.
Hay un número de strip-tease y un prestidigitador.
Aquella noche llovía al salir. El cielo era de cobre y luz
magnética.



Poema Poema De Amor de Rafael Alcides Pérez



Te devuelvo tus manos, tus muslos, tu silencio,
todo lo que fue bello entre los dos
y, como tal,
quedará para siempre en la fotografía.
Me quedo con once calcetines por casar, sin refrigerador
ni junta pra la olla de presión, sin el reloj;
y el canje de los libros, pendiente;
y mis dudas sobre el radio.
Y los libros que se perdieron.
Me quedo sin platos ni tazas ni shorts ni colador.
Con cuatro sábanas solamente me quedo
de todo lo que en septiembre aquí encontraste,
y un vale perdido de calzoncillos en el tren.
Tuve la posteridad cuando te desnudabas
y lo lamento. Te pedí por favor que no me ayudaras.

Devuélveme la llave.

1970



Poema Mirad Los Locos, Altos Como Ramas de Rafael Morales



Mirad los locos, altos como ramas,
llenos de inmensidad y poderío;
mirad los altos cual soberbias llamas,
amenazando al cielo con su brío.

Como harapos ardientes y violentos
esparcen sus delirios y su anhelo.
Vedlos chocar su pecho con los vientos,
pobres guiñapos locos junto al cielo.

¡Ay, qué locura de abrasado vino
arde en su honda y más profunda vena!
y van raudos, tenaces, sin destino,
hijos del cielo, ciegos en la arena.

Fantasmas de la nada y del coraje,
dioses heridos, bellos, desgarrados,
que llenan de pavor todo el paisaje
con aullidos tremendos y abrasados.

Otras veces tranquilos, misteriosos,
llenos de humilde pena y de grandeza,
se agolpan contra el suelo silenciosos
y reposan en tierra su cabeza.

Si acarician la tierra dulcemente,
sienten allá en su alma enamorada
una mujer que besa tiernamente
su pobre frente loca y desolada.

Cuando su seca, marchitada boca
acercan a la piedra, enamorados,
¡qué soledad tremenda da la roca
a sus nobles sentidos desbordados!

¡Ay, pobres locos del amor, de anhelo,
de la nada simiente y alimento,
mitad tierra sin nadie, mitad cielo,
carne de Dios en la mitad del viento!



Poema Gnomo de Samuel Beckett



Pasa tus años de aprendiz derrochando
Valor por tantos años de ir vagando
A través de un mundo que con cortesía
De la torpeza de aprender se libra

Versión de Jenaro Talens

NOTAS DEL TRADUCTOR:
Inspirado por el Xenien de Goethe, se publicó por primera vez en el Dublin Magazin,
vol.IX (julio-septiembre de 1934)



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