poemas para enamorarse

Poema La Memoria, Ese Alcázar (viii) de Santos Domínguez Ramos



El lugar de la luz en la alcazaba inmóvil
bajo la media luna.
Perdida la memoria,
tener la indiferencia mineral del lagarto,
la madurez cansada de la granada abierta
y, como los profetas, el don de obrar milagros.



Poema Exordio de Jose Angel Valente



Y ahora danos
una muerte honorable,
vieja
madre prostituida,
Musa.



Poema A Veces Dudo… de Javier Payeras



a veces dudo que pueda ver en technicolor
más bien
creo que el color no es más que una idea
y todo lo que veo
sufre mientras no sucede
una larga metamorfosis
el día menos pensado
la vida saldrá corriendo de mis ojos
y no podré alcanzarla



Poema Versículos Del Génesis de José Manuel Caballero Bonald



Por las ventanas, por los ojos
de cerraduras y raíces,
por orificios y rendijas
y por debajo de las puertas,
entra la noche.

Entra la noche como un trueno
por los rompientes de la vida,
recorre salas de hospitales,
habitaciones de prostíbulos,
templos, alcobas, celdas, chozos,
y en los rincones de la boca
entra también la noche.

Entra la noche como un bulto
de mar vacío y de caverna,
se va esparciendo por los bordes
del alcohol y del insomnio,
lame las manos del enfermo
y el corazón de los cautivos,
y en la blancura de las páginas
entra también la noche.

Entra la noche como un vértigo
por la ciudad desprevenida,
rasga las sábanas más tristes,
repta detrás de los cobardes,
ciega la cal y los cuchillos
y en el fragor de las palabras
entra también la noche.

Entra la noche como un grito
por el silencio de los muros,
propaga espantos y vigilias,
late en lo hondo de las piedras,
abre los últimos boquetes
entre los cuerpos que se aman,
y en el papel emborronado
entra también la noche.



Poema Ofrendas de Angel Crespo



En cada mano, el mundo deja
aquello que no tiene su medida:
lo que pesa demás, lo que es ardiente
en exceso -pues nadie
que tenga un alma puede
impasible aguardar como la estrella.

No es que no tenga luz, pero sus rayos
deben llegar a donde no ilumina
el fuego general -al subterráneo
de cada vida, al breve paraíso
que brota de su sed como un relámpago.



Poema Pebetero de Aníbal Núñez



Que me traigan el humo dijo Ciro
y le trajeron todas sus victorias.

«Taller del hechicero» 1979



Poema Relámpagos De Asombro de Eugenia Domínguez



Y cuando llegue el día,
¿qué salvaré de mi cajón de tiempo?
¿Cuántos momentos
podré llamar,
sin duda ni vergüenza,
Vida?

*

Se desnudó mi árbol.
Ya no he de ver sus hojas
flotando leves.

*

¿Y el corazón?
Suspendido en las ramas
frágiles del deseo.

*

Me queda la tristeza,
que no es poco,
y las alas intactas.

*

Quise ser luz y fui hondo silencio,
tan radiante, tan lleno
que me olvidé de ser luz. Y fui luz.

*

Se puso las gafas.
No estaban preparados
sus ojos de asfalto
para tanta luz.



Poema También Mueren Caballos En Combate de Julio Martínez Mesanza



También mueren caballos en combate,
y lo hacen lentamente, pues reciben
flechazos imprecisos. Se desangran
con un noble y callado sufrimiento.
De sus ojos inmóviles se adueña
una distante y superior mirada,
y sus oídos sufren la agonía
furiosa y desmedida de los hombres.



Poema El Extranjero de Roger Wolfe



Me asomo a la terraza.
Una mujer se arregla el pelo
delante de un espejo
en el edificio de enfrente
de mi casa.
Estaba leyendo
a Dostoyewski. Cierro el libro,
lo dejo encima de la mesa,
me siento y abro
otra cerveza. Qué aburrido,
Dostoyewski, la cerveza,
las mujeres, los libros,
los espejos. Qué aburrido
sentarse y esperar la muerte
mientras la gente fornica,
come, trabaja o se solaza
bajo el sol sucio de septiembre,
y uno sabe, positivamente,
que nada va a ocurrir.



Poema Mía de Euler Granda



Oh rota,
oh carcamal,
recontra mía,
hasta cuando no pueda más;
hasta la cacha mía;
en las malas y en las peores
pegada a mí,
a mí adherida;
pereciente ventosa,
liquen,
jarro viejo,
queloide,
que a veces da vergüenza acostarse
contigo.
Como los que no pisan en el suelo
yo renegué de ti,
yo te mandé a comer en la cocina;
al virar las esquinas te pateaba
pero tú me seguías;
para dejarte atrás
me ponía a volar
pero tú me seguías;
me emborrachaba y vomitaba
pero tú me seguías
y cuando me quitaba la peluca
de las buenas costumbres
y me tiraba de cabeza en el silencio
al lado me gemías como un perro.
Tú me comprendes,
las mujeres a veces,
te echaba a que durmieras en la calle,
me escondía de ti, pero tú me seguías
y hasta hubo un momento
que llegué a creerme demasiado bueno
para ti,
pero igual me seguías.
Oh! miísima,
oh! contrahecha,
oh! patoja,
oh! tuerta,
oh! desdentada,
bacinilla de a perro,
oh! vida sarnosamente mía,
he regresado a ti
hasta que llegue el día
en que no puedas soportarme.



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