Poema El Tiempo Difícil (v) de José Antonio Labordeta



Cantamos.
Cantamos por las calles ?avenidas a medias-
con nuestro amor -¿amor aquello?- sobre
la espalda recién cicatrizada aún.
Y tardes enteras
en las vespertinas sesiones de cines humildes
cogidos de la mano -¿amor aquello?- inútilmente
horas y más horas. Hasta casi las nueve de la
noche.

Y luego el reverendo padre
en el púlpito barroco y torturado
acusándonos a todos -¿amor aquello?-
por unos besos nunca omitidos.

Y a pesar de todo
cantamos hasta abordar tus labios
con mis labios desesperadamente hartos
del silencio no vida tantas horas paradas
ante un escaparate iluminado.

¿Amor aquello?

Sí amor aquello
unido abrazo pleno hasta saciar la sed
del dedo la palabra el llanto
la agonía de los besos furtivos
en un baile aséptico domingo por la tarde
en la ciudad.



Poema El Tiempo Difícil (i) de José Antonio Labordeta



A nadie golpeamos
y fuimos, al contrario, empujados,
hasta caer de bruces en la yerba.

A nadie hicimos daño
y fuimos juzgados,
silenciados, hundidos, una y otra vez.

No tuvimos valor de levantar la mano
de poner la mejilla, el otro rostro lado
para recibir un nuevo golpe.

Nada hicimos.

Enjugamos las lágrimas, el miedo,
arrinconamos nuestras dudas
los odios
y seguimos intentando vivir -¿vivir?-
amargamente unidos al espacio vital
que nos ofrecen.

Ahora, luego, ya nadie
se pregunte
qué hacer, qué caminamos.

Estamos todavía absorbidos por la tierra
brutal, seca, infinita
que nos tiene apresados.



Poema Domingo Decembrino de José Antonio Labordeta



Se apuesta en el café
las últimas partidas de baraja.
Din, dan. Din, dan:
Las campanas domingo en la ciudad
tarde que avienta el viento
hasta la orilla.
Y los muchachos
sueñan, en las paredes,
con posters que se clavan
trayéndoles recuerdos de París
y de su audacia:
Melenas,
pantalones, largos jerseys,
tristeza, vacío en las espaldas.
Y un guateque moral
atardece el domingo
en las casas lujosas.
El resto,
la ciudad, los chicos y las chicas
de ordinario, pasean vagamente
por los porches.



Poema Cesaraugusta Dos de José Antonio Labordeta



Cuando el cierzo desciende y se alza la niebla,
toda la ciudad ?mi Zaragoza amada- se cubre de palabras
que surgen del silencio hacia la nada.

Es entonces ?el enorme Paseo
se hace suave y hermoso- cuando veo las cosas
como fueron: El niño, la explanada,
la vieja que vendía cacahuetes y almendras.
Pero cuando otra vez
el aire del Moncayo violentamente baja,
surgen los comerciantes
en paños y en alhajas
aupando a un tonto sabio
que viene a hablar del alma.

¡Ay mi ciudad
con tantos pedestales
cubiertos de anónimas palabras!:
¿A dónde te diriges?

Sólo tu espesa niebla
permite ver las cosas
igual que se veían en la infancia.



Poema Canfranc de José Antonio Labordeta



Es la piedra y el reino de la piedra
lo que sobre los hombres permanece ?de niño
escondí en esta tierra mi inocencia- después
de que la lluvia haya cesado. Aquí,
el águila no importa,
no importa la víbora ni el sarrio.
Sólo la roca aupada contra un cielo azulado
es lo que importa.

Preguntad por el río,
la nieve, por el hielo. Preguntad
por la vida ?yo la cogí por estos precipicios-
y nadie sabrá que responderos.

Es tan sólo la roca, lo repito,
lo que señala el valle y la vaguada.

El pueblo, monótono, se aburre,
se emborracha. No existe el horizonte. La roca,
esa mano de Dios petrificada, es la única señal
que al hombre aguarda.



Poema Belchite de José Antonio Labordeta



El árbol se levanta sobre la tapia hundida.
El viejo campanario ?la paloma que había
huyó bajo la guerra- está desierto:
Todo es la sombra.

El monte desolado invade el patio,
el pozo seco,
el niño destrozado por la yedra.
Alguien recuerda ?Antes estuve aquí,
hoy ya no vuelvo- por los muros de adoba calcinados:

¿Quién ha puesto el olivo
enfrente del olivo?

¿Quién ha dejado sangre
enfrente de la sangre?

¿Quién ha traído muerte
en contra de la muerte?

¿Quién, en fin, ha destruido al hombre
contra el hombre?

Sobre la casa yerta ya nadie se levanta.



Poema Acuérdate de José Antonio Labordeta



Acuérdate de cuando fuimos niños
los turbios niños
de cuando fuimos vivos
por pura complacencia del destino.
Mudos.
Turbios niños
Callados
cuando fuimos niños
Creciendo
silenciosamente educados.
Nunca
fuimos realmente niños
en mitad del dolor amargo
de las guerras.
¿Y ahora?
nunca seremos nada
Nunca
es imposible así
con este aire de injusticia
brutal acometida
ante los ojos.
Acuérdate de cuando turbios
niños fuimos despoblados.
Nada como entonces
a pesar de todo.



Poema Toques de José Antonio Domínguez



Si no sabía pintar: jamás su mano,
mojando en los colores la paleta,
supo trazar, con fantasía inquieta,
los contornos de cuadro soberano.

Si no tenía inspiración; si en vano
fuera pedirle la intuición secreta
que tiene en sus delirios el poeta:
porque él no era un artista: era artesano.

Pero una vez, en su existencia obscura,
flechó su corazón una hermosura: –
Tomó el pincel y delineó su hechizo;

Para cantarla hizo vibrar la lira;
y desde aquel instante, no es mentira,
¡prodigio del amor! ¡artista se hizo!



Poema Humana de José Antonio Domínguez



Si la conozco bien: si sé que es ella
frívola y desdeñosa y casquivana;
llena de gracia y como pocas bella,
pero de alma insensible, fría y vana.

Si sé que nunca del amor la estrella
en su camino ha de brillar ufana
porque es su pecho de granito y huela
dejar no puede la presión humana.

Si sé que es tan glacial como la nieve…!
Más, a pesar todo, cierto día
la vi leyendo y prorrumpir en llanto.

Duda extraña de entonces me conmueve:
¿Por qué si esa mujer es tan vacía
pudo ante un libro impresionarse tanto?



Poema Amorosa de José Antonio Domínguez



Yo te he visto, en esa hora fugitiva
en que la tarde a desmayar empieza
doblar cual lirio enfermo la cabeza,
la cabeza adorable y pensativa.

Y entones, más que nunca, sugestiva
se ha mostrado a mis ojos tu belleza,
como en un claro – oscuro de tristeza
con palidez que encanta y que cautiva.

Y es que en tu corazón, antes dormido
el ave del amor ha hecho su nido
y entona su dulcísimo cantar.

Y al escucharle, en ondas de ternura,
languidece de ensueños tu hermosura
¡Como un suave crepúsculo en el mar!



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