Poema Yo Te Descubro de Susana Reyes
Yo te descubro
-hombre-
en cada verso
y he aprendido
a descifrar
tus pasos.
Ellos son las esfinges
yo, Edipo.
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Yo te descubro
-hombre-
en cada verso
y he aprendido
a descifrar
tus pasos.
Ellos son las esfinges
yo, Edipo.
Tengo un sueño dormido
en la espalda
una ilusión
que bate alas
en mi vientre.
Tengo siete letras
tatuadas en mis manos
para escribirle
a un papel en blanco
tu sonrisa
y un balcón en mi calendario
para dejar entrar tus golondrinas.
Por qué no jugamos de nuevo
a los gatos enamorados,
aquellos que cruzan tu calle
en las noches de luna
y se pierden en los inviernos
de los tejados solitarios.
Por qué no jugamos
a recorrernos los accidentes
con los ojos abiertos
y con la luna llena
alborotándonos la soledad
Podré por fin escapar del silencio
si acaso me permites merodear
los huecos en el espejismo.
Mi mano y mi voz están cansadas
de dibujar en vano los espacios
de saltar suicida las barandas
que me llevan más allá de tus ojos.
Leo tus palabras con un eco desconocido
imagino la voz de tu piel
como un antojo infinito
de abrigarme en tus poros adolescentes.
La habitación llora,
y el sol afuera se derrite impúdico.
Tengo dos meses de poemas
esperándote en la mesa,
un chorro de sueños pendientes en mi almohada
la soledad más grande
que pudo sentir la casa sin vos.
Tengo también
las últimas noticias,
el reloj con la hora afilada,
la cama que se encorva
para evocarme tu silueta,
la geografía de mi cuerpo,
tu muelle favorito
para encallar tu barco.
I
Ella sólo quiso
otorgarle a la vida
el estremecimiento de sus entrañas
liberar de los hombros
los cabellos marchitos
internarse en el cotidiano ardor
de las hojas en el agua.
II
Se liber?de las culpas
desnuda y feliz
regal?su risa
al naranjo de la tarde
no le interes?más
que tenderse sobre las aceras
y respirar la libertad
con sus pupilas.
III
Esa que est?ah?
no es ella
esa de cara opaca
y cejas de luna
la niegan porque es sombra
en un país sin sol
o el sol de un país de sombras…
porque sólo sabe
repetir las mismas letras
porque mira a los ojos
y exhibe su cuerpo
porque cree que el cielo de invierno
es un globo hinchado de agua
en el que los niños de las manos
han prometido hincar sus uñas.
Hagamos un poema,
con tu piel
y mis labios
con la brisa de noviembre
y los aguaceros de junio.
Pintemos de pájaros
y madrugadas
nuestras espaldas sudorosas.
Amamantemos nuestra sed
con el crepúsculo
tímido y solitario
que se corona de lunas
desparramadas
en las gotas
de los inviernos.
Ellos son dragones de bulevares
frente a caballeros
en resplandecientes armaduras rodantes
Ellos con las manos extendidas.
Ellos gritan y pasan
libando el níquel
como mariposas negras entre el tráfico
Otros llevan noticias
con la primera plana en sus caritas
con la tristeza y la alegría
que son una y la misma
de sonrisas agrietadas
y llantos de llovizna.
La humedad corre sin aviso.
En la ciudad caracolean desnudos
se enroscan buscando calor en el asfalto
el centro blanco de la noche
sólo puede regalarles luz
¡Si tan solo fuera queso!
Si tan solo se llevara el hambre?
El con su sonrisa agrietada
extendió sus ojos
y pidió una limosna?
En silencio se marchó con el frío
de la tarde
llevando la neblina
como abrigo perpetuo
y llevando como sombra
las luces de la calle.