Poema El Ojo De Agua de Salvador Salazar Arrué – (sala



Entre cañas,
entre yerbas,
abrazando furtivo la paloma del cielo…

Escondido,
tembloroso,
ambicioso,
lúbrico…

Agua pechuga;
agua pluma;
agua…

¡Ladrón de luz, niño malo,
devuelve al aire
la mensajera luminosa,
la mensajera de amor,
la cristófora-colomba
que escondes contra el pecho!



Poema El Matadero de Salvador Salazar Arrué – (sala



Hay un solar,
una galera de teja.
Es casa sin paredes.
Los muebles: varas de tarro
atadas de pilar a pilar.
Las cortinas, de carne olisca,
las alfombras de cuero estacado.
Casa acalambrada, hedionda…;
casa mala, de matar la res;
rastro, rastro de sangre…
Hay charcos rojos en el suelo.
Hay postes con ergástulas:
altares del Diablo
donde adoran rezando las moscas
negras,
rizadas como barbas de mono,
barba que se desplaza como gusanos
de gusanera.

En el solar hay tres palos mochos
donde se están, llorando apersogadas
las víctimas.
La res presiente la muerte,
avisada por el zumo
de su propia sanguaza.

El matador
es un hombre gordo,
bofo,
de voz delgada (voz amujerada)
y delantal overo,
en rojo barrioso
y amarillo-verde
de huevo-huero y bilis.
Es panzón y sonríe
con boca de chancleta.
Tiene manos peludas
y atamaldas.
¡Qué pobre hombre feo
y espantoso!,
si Dios lo perdona…,
¡que lo perdone!…
Amanece
con un quinqué y un cuchillo
largo, largo…
Anda entre berridos
arrastrando su sombra
larga larga…
Le ayudan dos mozos
descamisados,
prietos como él.
Le siguen los pasos
tres perros
gordos, gordos, pesados y sanguinolentes
como él.

Esta casa es una llaga
en el cerro.
La mantienen los dianches,
la custodian los zopes
en largos retenes,
por turnos,
entre graznidos y pleitos
y aletazos de escoba rota,
sobre los pedregales
y los basureros.

Un día el matador
se ahogará con su propia saliva,
alzando los brazos y dando trapiés,
rojo de asfixia.
Caerá donde destazan
y está mojado-caliente,
sanguinolente,
pestilente.
Un día se vendrá el temblor,
o el huracán, o el incendio
y la casa maldita
perecerá entre el polvo y el humo
y la res no llorará ya
nunca más, nunca más, nunca más…



Poema Tu Carne de Salvador Rueda



Está tu carne de ágata y de rosa
donde el sol con la nieve se combina
dotada de una luz casi divina,
casi extrahumana y casi milagrosa.

Tiene ideal traslucidez preciosa
que cual racimo de oro te ilumina,
y en tu cutis de leche se adivina
sangre de fresas pura y ruborosa.

Tu seno en flor de redondez de astro,
es una clara piedra de alabastro
que deja ver transparentarse el día.

Como a santo cristal sin mancha alguna
a él asomé para mirar la luna,
e igual que tras de un ámbar la veía.



Poema Tiene La Mariposa Cuatro Alas de Salvador Rueda



Tiene la mariposa cuatro alas;
tú tienes cuatro versos voladores;
ella, al girar, resbala por las flores;
tú por los labios, al girar, resbalas.

Como luces su túnica, tú exhalas
de tu forma divinos resplandores,
y fingen ocho vuelos tembladores
tus cuatro remos y sus cuatro palas.

Ya te enredas del alma en una queja,
ya en la azul campanilla de una reja,
ya de un mantón en el airoso fleco.

En el pueblo andaluz, copla, has nacido,
y tienes ¡ave musical!, tu nido
de la guitarra en el sonoro hueco.



Poema Ramo De Lirios de Salvador Rueda



Porque de ti se vieron adorados,
tengo un vaso de lirios juveniles:
unos visten pureza de marfiles;
los otros terciopelos afelpados.
Flores que sienten, cálices alados
que semejan tener sueños sutiles,
son los lirios, ya blancos y gentiles,
ya como cardenales coagulados.
Cuando la muerte vuelva un ámbar de oro
tus largas manos de ilusión que adoro,
iré lirios en ellas a tejerte.
Y mezclarán sus tallos quebradizos
con sus dedos cruzados y pajizos,
¡que fingirán los lirios de la muerte!



Poema Lejano Amor de Salvador Rueda



Mujer de luz, mujer idealizada,
que apagaste tu lámpara de oro:
aun pienso ver la escarcha de tu lloro
dentro de tu ataúd amortajada.

Vuelve a surgir de gloria coronada;
sal otra vez del mármol incoloro;
yo te amo, yo te vivo, yo te adoro,
llena de luz como una desposada.

Tu carne fue de nardos y panales,
floreciente entre sábanas nupciales;
resucita: yo te amo, yo te quiero.

Dame tu boca en flor, esposa mía,
y tu seno que hierve en armonía,
lo mismo que un enjambre en un romero.



Poema Las Bodas Del Mar de Salvador Rueda



Ya acudes a tu cita misteriosa
con el inquieto mar, luna constante,
y asoma las playas de Levante,
hostia de luz, tu cara milagrosa.

En la onda azul, cual nacarada rosa,
se abre tu seno con pasión de amante,
y dibuja un reguero rutilante
tu pie sobre la espuma en que se posa.

El agua, como un tálamo amoroso,
te ofrece sus cristales movedizos
donde tiendes tu cuerpo luminoso.

Y al ostentar desnuda tus hechizos,
el mar, con un abrazo tembloroso,
te envuelve en haz de onduladores rizos…



Poema Horas De Fuego de Salvador Rueda



Quietud, pereza, languidez, sosiego…
un sol desencajado el suelo dora,
y a su valiente luz deslumbradora
que le ha dejado fascinado y ciego.

El mar latino, y andaluz, y griego,
suspira dejos de cadencia mora,
y la jarra gentil que perlas llora
se columpia en la siesta de oro y fuego.

Al rojo blanco la ciudad llamea;
ni una brisa los árboles cimbrea,
arrancándoles lentas melodías.

Y sobre el tono de ascuas del ambiente,
frescas cubren su carmín rïente
en sus rasgadas bocas las sandías.



Poema Estambres Y Pistilos de Salvador Rueda



Bajo el velo del agua transparente
impregnada de rayos luminosos,
estambres y pistilos pudorosos
se citan, para amarse, en el ambiente.

Atravesando el líquido luciente
asómanse los tallos amorosos,
y a los himnos del viento rumorosos
los desposa la luz resplandeciente.

A la vez en las frondas escondidos,
cuántas dulces escenas misteriosas
entre los bosques formarán los nidos.

El lento desplegarse de las rosas,
el crujir de los granos, los latidos…
¡Oh concierto invisible de las cosas!



Poema El Cisne de Salvador Rueda



Visión impecable de nácar riente,
ara de alabastro y hostiario viviente,
cisne, frágil arco de la idealidad;
alma que desfila bajo de tu cuello
digna es del gran triunfo de gozar lo bello
y del sol que alumbra la inmortalidad.

Sagrario que viertes pulcritus divina,
filtro idealizado de luz cristalina,
de las fuentes triste clarificador;
tu lección de blanco, viste de pureza,
viste armonía, viste de belleza,
y abre castas risas de bondad y amor.

Tu blancor teológico lava de pecado,
y, oración de plumas, tu ropón nevado
habla de una eterna casta religión:
la que da a las almas la naturaleza,
la que da alegría, la que da belleza,
la que de blancuras viste la ilusión.

Gracia de los cielos en tus plumas llueve,
en tus plumas hechas de oración y nieve,
que a la boca invitan cual para rezar;
hecho tu plumaje de altos resplandores,
no está profanado ni por los colores
y su luz ni el iris se atreve a tocar.



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