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Poema La Habana de Rodolfo Häsler



(en la casa de Lezama Lima)

Qué impresionante silencio en la angosta saleta,
en el exacto lugar donde la voz atronadora
reclamaba cada tarde su café, en fina taza china,
colado y servido con amor de madre. Remedio certero
para aplacar el ritmo entrecortado, entre risotada y risotada,
y recomendar a Góngora, leer cada día a los franceses,
los de la rosa. Adorando a Casal, maldiciendo a Virgilio,
logró ensalzar las sombras ante la oscura ventana,
oh los mayas, Ariosto, la impertérrita herencia española.
La ventana ahora clausurada es un tokonoma del vacío.



Poema Suite De Tángerei (poeta En Tánger) de Rodolfo Häsler



Todo aquel que estudia poesía
anuda en primer lugar la esquina de su turbante,
solitario y azul en torno a la cabeza.
Lo que dice quiere ser diáfano, en palabras cíclicas
que nunca aclaran el enigma, quizá por culpa de la luz
o de tanta desesperación que aflora en ávido tacto.

El signo caritativo del pez o de la flor,
seres escasamente humanos en una línea que no pretende
el arabesco, sí la libertad presente en la escritura.
Las formas se diluyen por las cuestas de la ciudad,
en la pincelada arenosa de muchas de sus calles,
por haber transitado siempre el camino intacto.



Poema Stettin de Rodolfo Häsler



La inmensa planicie brumosa, húmeda, helada en su superficie,
tierra y cielo solidificados por meses y meses, no entra el azadón,
los enormes almácigos dispersos al borde de los canales
indican la cercanía de las granjas, extensa granja de ladrillo
y madera entrecruzada alrededor de una enorme explanada
que lleva por nombre Sophienhof, antecedente de mi sangre.
Bandadas de ganzos buscando gusanos escarban
en la paja mezclada con estiércol del ganado,
los caballos de tiro patean en las paredes de los establos
reclamando la llegada de los amos que los encinchan presurosos
para llevar la madera al mercado central de Strettin,
las vacas, de ojos líquidos y negros, tan exquisitas,
pretenden lijar las manos con sus moradas lenguas
mientras padre y madre, sentados en taburetes de una pata,
las ordeñan. Algunos empleados acarrean los recipientes
que los perros, conocedores de la ruta, acercan en un carrito a la
lechería. Del omnipresente bosque llegan ruidos inquietantes,
el estrépito de la cornamenta de los ciervos contra los troncos,
el graznido de los cuervos, mozos talando. Los niños se adentran
en él con cestos para llenarlos de setas de color cadmio
que acompañarán la carne, pequeñas y pardas maravillas
de la hojarasca para engrosar la sopa, setas que perpetúan el
recuerdo agridulce de la infancia.



Poema Souk-el-hamra de Rodolfo Häsler



Si hubiese creado el mundo abigarrado
y alguien me pidiese cuentas por ello,
lo llevaría a oler la fruta aplastada en el suelo.
Desde el inicio tenía la certeza de que las hormigas
recorrían continuamente mis piernas, decididas,
como luna inmóvil en el recuadro de la plaza.
La mancha verde del gomero, por encima de la puerta,
hundida en la sombra, es testigo de mis visitas,
y el joven que soñaba con el cansancio de sus amantes,
regateando a gritos, como mercadería,
es vendido ante mis ojos en la impiedad de un gesto,
casi pornografía.
Qué alivio que esos aburridos europeos
hayan dejado de fotografiar la mezquita del viernes.
Metamorfosis de la vida,
así nombro lo que los muros atesoran,
pues una vez conoces el precio de las manzanas en el zoco
y qué dátiles transparentan la luz,
no hay ya modo de olvidar
ni razón para exaltar mayor encantamiento.



Poema Señor De La Despedida… de Rodolfo Häsler



Señor de la despedida, su última intervención será
la más perfecta. Rápidamente se aleja de la luz más cruda
como escorpión atento a todo acontecimiento del subsuelo.

Todavía bajo la impresión de lo que acaba de presenciar,
vuelve hacia atrás la cabeza. La posición de su cuello
denota la angustia del descenso y la necesidad de renacer
para la esperanza, para el socorro.

Su colocación y disposición quedan completados
por el tornasol de la hórrida luz volviendo sobre él.



Poema Orfismo de Rodolfo Häsler



De las tinieblas de la casa inferior,
una figura llena de majestad ascenderá por un momento,
en cuerpo de diosa, acaso una heroína.
No es seguro cuál sea su destino,
presa de amor, bajo el peso de sus faltas,
en el fuego de la lira, Eurídice,
la amada de Orfeo que vive en el infierno.

Descansa la doncella elegida con los pies descalzos
y el vestido holgado cae en numerosos pliegues.
El movimiento apresurado de la cabeza
puede quizás indicar que acaba de llegarle la noticia,
en la oscuridad más completa,
de mi requerimiento.



Poema Omphalos de Rodolfo Häsler



I
El alba me sorprende leyendo a Thomas Hardy
en un camino libérrimo trazado en la imaginación
donde gozoso te busco en dirección al cielo,
masticando cálidos nenúfares, cálidas flores de ciruelo,
las turquesas derramadas en tus brazos,
tu placer, tu costado,
el estío que transcurre lento
para incendiar la sangre del modo más voraz.

II
Once ocas inmortales en el recinto de la magia,
once vasos canopes,
sombrío habitáculo como turbador tulipán mojado
donde pasa la línea divisoria de la oblación,
los días adecuados para vestirme de negro
y elevar una oración al cielo,
en completa devoción,
y arreglar la cama para acostar al joven
muerto.

III
El jefe de ceremonias da instrucciones a los jóvenes armados
que le escoltan en la larga y solitaria ascensión.
El manto de rico brocado cayó hacia atrás
dejando al descubierto las clavículas y parte de las costillas muertas. Desgraciadamente el rostro se ha perdido para siempre,
pero los labios limpiamente dibujados y la barbilla llena de fuerza
denotan que fue dueño de un carácter orgulloso y decidido.



Poema Montevideo de Rodolfo Häsler



El color turbio y verdoso de las aguas solidifica
en el aro de jade frío que aprieto entre los dedos.



Poema La Vida En El Hotel Greco de Rodolfo Häsler



Como una actinia oscura, rojo púrpura,
ni hablo mi lengua ni habito en mi país,
soy, eso sí, el heredero de una inteligente familia fenicia.
Heme aquí el fenicio del célebre poema de Eliot
para seguir siendo el ahogado para siempre.
Como se sabe, los poetas no tienen vida propia,
mueren lacerados por el agua, ciervos sin dominio,
oteando los retirados predios que le sirven de morada,
esquivos como piezas de un viejo juego de ajedrez,
sin sangre para manchar el suelo de la alcoba.
El invierno es la estación idónea
para que las mujeres me cierren definitivamente los párpados,
y la intensidad con que un día descifré largos poemas griegos,
convertida ya en nieve prodigiosa,
pierde, entre tanto, todo su calor.



Poema La Joven Yace Envuelta… de Rodolfo Häsler



La joven yace envuelta en una fina mortaja de hilo
mientras Orfeo desciende a su encuentro, consumido por el fuego.
La pasión resbala como basalto envenenado o agitado
estuche de rubíes hasta la cintura.
La fina tela, sostenida por la curva de su pecho
plano y bellamente modelado,
cae dejando desnudo su hombro derecho.
La posición es herida iluminada de deseo
en las pupilas negras,
agua negra excavando su curso
o devorando entre las llamas la espléndida flor de juventud.
Vuelve la mirada para reconfortarse y ofrecerse más apoyo,
altísima vida, maternal y sólida.



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