poemas vida obra pedro calderon de la barca

Poema Cuentan De Un Sabio, Que Un Día de Pedro Calderon De La Barca



Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
«Habrá otro», entre sí decía,
«más pobre y triste que yo?»
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.



Poema Cantarcillo de Pedro Calderon De La Barca



Ruiseñor que volando vas,
cantando finezas, cantando favores,
¡oh, cuánta pena y envidia me das!
Pero no, que si hoy cantas amores,
tú tendrás celos y tú llorarás.
¡Qué alegre y desvanecido
cantas, dulce ruiseñor ,
las aventuras de tu amor
olvidado de tu olvido!
En ti, de ti entretenido
al ver cuán ufano estás,
¡oh, cuánta envidia me das
publicando tus favores!
Pero no, que si hoy cantas amores,
tú tendrás celos y tú lloraras.
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Poema A La Noche(calderon De La Barca) de Pedro Calderon De La Barca



Esos rasgos de luz, esas centellas
que cobran con amagos superiores
alimentos del sol en resplandores
aquello viven que se duele de ellas.

Flores nocturnas son: aunque tan bellas,
efímeras padecen sus ardores,
pues si un día es el siglo de las flores,
una noche es la edad de las estrellas.

De esa, pues, primavera fugitiva,
ya nuestro mal, ya nuestro bien se infiere;
registro es nuestro, o muera el sol o viva.

¿Qué duración habrá que el hombre espere,
o que mudanza habrá que no reciba
de astro que cada noche nace y muere?



Poema La Vida Es Sueño – Jornada I – Escena I de Pedro Calderon De La Barca



Sale en lo alto de un monte Rosaura en hábito de hombre, de camino, y en representando los primeros versos va bajando.

ROSAURA

Hipogrifo violento,
que corriste parejas con el viento,
¿dónde, rayo sin llama,
pájaro sin matiz, pez sin escama,
y bruto sin instinto
natural, al confuso laberinto
de esas desnudas peñas
te desbocas, te arrastras y despeñas?

Quédate en este monte,
donde tengan los brutos su Faetonte;
que yo, sin más camino
que el que dan las leyes del destino,
ciega y desesperada,
bajaré la cabeza enmarañada
de este monte eminente
que arruga al sol el ceño de la frente.

Mal, Polonia, recibes
a un extranjero, pues con sangre escribes
su entrada en tus arenas,
y a penas llega, cuando llega apenas.

Bien mi suerte lo dice;
mas ¿donde halló piedad un infelice?

Sale Clarín, gracioso.

CLARÍN

Di dos, y no me dejes
en la posada a mí cuando te quejes;
que si dos hemos sido
los que de nuestra patria hemos salido
a probar aventuras;
dos los que, entre desdichas y locuras,
aquí habemos llegado,
y dos los que del monte hemos rodado,
¿no es razón que yo sienta
meterme en el pesar, y no en la cuenta?

ROSAURA

No quise darte parte
en mis quejas, Clarín, por no quitarte,
llorando tu desvelo,
el derecho que tienes al consuelo;
que tanto gusto había
en quejarse, un filósofo decía,
que, a trueco de quejarse,
habían las desdichas de buscarse.

CLARÍN

El filósofo era
un borracho barbón; ¡oh, quién le diera
más de mil bofetadas!
Quejárase después de muy bien dadas.
Mas, ¿qué haremos, señora,
a pie, solos, perdidos y a esta hora,
en un desierto monte
cuando se parte el sol a otro horizonte?

ROSAURA

¿Quién ha visto sucesos tan extraños?
Mas si la vista no padece engaños
que hace la fantasía,
a la medrosa luz que aún tiene el día
me parece que veo
un edificio.

CLARÍN

O miente mi deseo,
o termino las señas.

ROSAURA

Rústico nace entre desnudas peñas
un palacio tan breve,
que el sol apenas a mirar se atreve.
Con tan rudo artificio
la arquitectura está de su edificio,
que parece, a las plantas
de tantas rocas y de peñas tantas
que al sol tocan la lumbre,
peñasco que ha rodado de la cumbre.

CLARÍN

Vámonos acercando,
que éste es mucho mirar, señora, cuando
es mejor que la gente
que habita en ella, generosamente
nos admita.

ROSAURA

La puerta
(mejor diré funesta boca) abierta
está, y desde su centro
nace la noche, pues la engendra dentro.

Suena ruido de cadenas.

CLARÍN

¡Qué es lo que escucho, cielo!

ROSAURA

Inmóvil bulto soy de fuego y hielo.

CLARÍN

Cadenita hay que suena,
mátenme, si no es galeote en pena;
bien mi temor lo dice.



Poema La Vida Es Sueño – Jornada Iii – Escena Xix de Pedro Calderon De La Barca



SEGISMUNDO

Es verdad, pues: reprimamos
esta fiera condición,
esta furia, esta ambición,
por si alguna vez soñamos.
Y sí haremos, pues estamos
en mundo tan singular,
que el vivir sólo es soñar;
y la experiencia me enseña,
que el hombre que vive, sueña
lo que es, hasta despertar.

Sueña el rey que es rey, y vive
con este engaño mandando,
disponiendo y gobernando;
y este aplauso, que recibe
prestado, en el viento escribe
y en cenizas le convierte
la muerte (¡desdicha fuerte!):
¡que hay quien intente reinar
viendo que ha de despertar
en el sueño de la muerte!

Sueña el rico en su riqueza,
que más cuidados le ofrece;
sueña el pobre que padece
su miseria y su pobreza;
sueña el que a medrar empieza,
sueña el que afana y pretende,
sueña el que agravia y ofende,
y en el mundo, en conclusión,
todos sueñan lo que son,
aunque ninguno lo entiende.

Yo sueño que estoy aquí,
destas prisiones cargado;
y soñé que en otro estado
más lisonjero me vi.
¿Qué es la vida? Un frenesí.
¿Qué es la vida? Una ilusión,
una sombra, una ficción,
y el mayor bien es pequeño;
que toda la vida es sueño,
y los sueños, sueños son.



Poema La Vida Es Sueño – Jornada I – Escena Ii de Pedro Calderon De La Barca



SEGISMUNDO

¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!

ROSAURA

¡Qué triste voz escucho!
Con nuevas penas y tormentos lucho.

CLARÍN

Yo con nuevos temores.

ROSAURA

¡Clarín!

CLARÍN

¡Señora!

ROSAURA

Huygamos los rigores
desta encantada torre.

CLARÍN

Yo aún no tengo
ánimo de huir, cuando a eso vengo.

ROSAURA

¿No es breve luz aquella
caduca exhalación, pálida estrella,
que en trémulos desmayos,
pulsando ardores y latiendo rayos,
hace más tenebrosa
la obscura habitación con luz dudosa?

Sí, pues a sus reflejos
puedo determinar (aunque de lejos)
una prisión obscura,
que es de un vivo cadáver sepultura,
y porque más me asombre,
en el traje de fiera yace un hombre
de prisiones cargado
y sólo de la luz acompañado.

Pues huir no podemos,
desde aquí sus desdichas escuchemos;
sepamos lo que dice.

Descúbrese Segismundo con una cadena y la luz, vestido de pieles.

SEGISMUNDO

¡Ay mísero de mí, y ay, infelice!

Apurar, cielos, pretendo,
ya que me tratáis así
qué delito cometí
contra vosotros naciendo;
aunque si nací, ya entiendo
qué delito he cometido.
Bastante causa ha tenido
vuestra justicia y rigor;
pues el delito mayor
del hombre es haber nacido.

Sólo quisiera saber
para apurar mis desvelos
(dejando a una parte, cielos,
el delito de nacer),
qué más os pude ofender
para castigarme más.
¿No nacieron los demás?
Pues si los demás nacieron,
¿qué privilegios tuvieron
qué yo no gocé jamás?

Nace el ave, y con las galas
que le dan belleza suma,
apenas es flor de pluma
o ramillete con alas,
cuando las etéreas salas
corta con velocidad,
negándose a la piedad
del nido que deja en calma;
¿y teniendo yo más alma,
tengo menos libertad?

Nace el bruto, y con la piel
que dibujan manchas bellas,
apenas signo es de estrellas
(gracias al docto pincel),
cuando, atrevida y crüel
la humana necesidad
le enseña a tener crueldad,
monstruo de su laberinto;
¿y yo, con mejor instinto,
tengo menos libertad?

Nace el pez, que no respira,
aborto de ovas y lamas,
y apenas, bajel de escamas,
sobre las ondas se mira,
cuando a todas partes gira,
midiendo la inmensidad
de tanta capacidad
como le da el centro frío;
¿y yo, con más albedrío,
tengo menos libertad?

Nace el arroyo, culebra
que entre flores se desata,
y apenas, sierpe de plata,
entre las flores se quiebra,
cuando músico celebra
de las flores la piedad
que le dan la majestad
del campo abierto a su huida;
¿y teniendo yo más vida
tengo menos libertad?

En llegando a esta pasión,
un volcán, un Etna hecho,
quisiera sacar del pecho
pedazos del corazón.
¿Qué ley, justicia o razón,
negar a los hombres sabe
privilegio tan süave,
excepción tan principal,
que Dios le ha dado a un cristal,
a un pez, a un bruto y a un ave?

ROSAURA

Temor y piedad en mí
sus razones han causado.

SEGISMUNDO

¿Quién mis voces ha escuchado?
¿Es Clotaldo?

CLARÍN

Di que sí.

ROSAURA

No es sino un triste (¡ay de mí!),
que en estas bóvedas frías
oyó tus melancolías.

(Ásela)

SEGISMUNDO

Pues la muerte te daré,
porque no sepas que sé
que sabes flaquezas mías.

Sólo porque me has oído,
entre mis membrudos brazos
te tengo de hacer pedazos.

CLARÍN

Yo soy sordo, y no he podido
escucharte.

ROSAURA

Si has nacido
humano, baste el postrarme
a tus pies para librarme.

SEGISMUNDO

Tu voz pudo enternecerme,
tu presencia suspenderme,
y tu respeto turbarme.

¿Quién eres? que aunque yo aquí
tan poco del mundo sé,
que cuna y sepulcro fue
esta torre para mí;
y aunque desde que nací
(si esto es nacer) sólo advierto
este rústico desierto
donde miserable vivo,
siendo un esqueleto vivo,
siendo un animado muerto;

y aunque nunca vi ni hablé
sino a un hombre solamente
que aquí mis desdichas siente,
por quien las noticias sé
de cielo y tierra; y aunqué
aquí, porque más te asombres
y monstruo humano me nombres,
entre asombros y quimeras,
soy un hombre de las fieras
y una fiera de los hombres.

Y aunque en desdichas tan graves
la política he estudiado,
de los brutos enseñado,
advertido de las aves;
y de los astros süaves
los círculos he medido:
tú sólo, tú, has suspendido
la pasión a mis enojos,
la suspensión a mis ojos,
la admiración al oído.

Con cada vez que te veo
nueva admiración me das,
y cuando te miro más,
aún más mirarte deseo.
Ojos hidrópicos creo
que mis ojos deben ser,
pues cuando es muerte el beber
beben más, y desta suerte,
viendo que el ver me da muerte
estoy muriendo por ver.

Pero véate yo y muera,
que no sé, rendido ya,
si el verte muerte me da
el no verte qué me diera.
Fuera más que muerte fiera,
ira, rabia y dolor fuerte;
fuera muerte, desta suerte
su rigor he ponderado,
pues dar vida a un desdichado
es dar a un dichoso muerte.

ROSAURA

Con asombro de mirarte,
con admiración de oírte,
ni sé qué pueda decirte,
ni qué pueda preguntarte.
Sólo diré que a esta parte
hoy el cielo me ha guiado
para haberme consolado,
si consuelo puede ser
del que es desdichado, ver
a otro que es más desdichado.

Cuentan de un sabio, que un día
tan pobre y mísero estaba,
que sólo se sustentaba
de unas yerbas que cogía.
¿Habrá otro, entre sí decía,
más pobre y triste que yo?
Y cuando el rostro volvió,
halló la respuesta, viendo
que iba otro sabio cogiendo
las hojas que él arrojó.

Quejoso de la fortuna
yo en este mundo vivía,
y cuando entre mí decía:
¿habrá otra persona alguna
de suerte más importuna?
piadoso me has respondido,
pues volviendo en mi sentido
hallo que las penas mías
para hacerlas tú alegrías
las hubieras recogido.

Y por si acaso, mis penas
pueden aliviarte en parte,
óyelas atento, y toma
las que de ellas me sobraren.
Yo soy…





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