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Poema También Mueren Caballos En Combate de Julio Martínez Mesanza



También mueren caballos en combate,
y lo hacen lentamente, pues reciben
flechazos imprecisos. Se desangran
con un noble y callado sufrimiento.
De sus ojos inmóviles se adueña
una distante y superior mirada,
y sus oídos sufren la agonía
furiosa y desmedida de los hombres.



Poema Tartaria de Julio Martínez Mesanza



Cuando a mi estéril corazón me vuelvo,
por las eternas dudas asolado,
pienso en Tartaria, en gélidos desiertos,
y una sombra comienza a tomar forma
y una forma se encarna lentamente,
mientras mi débil voluntad conquista.
Deseo entonces que el jinete eterno,
a quien turban inmensas lejanías,
lleno de desazón, se ponga en marcha.



Poema Tampoco Tengo Claro Qué Tarea… de Julio Martínez Mesanza



Tampoco tengo claro qué tarea
debo cumplir; si todo se reduce
a acompañar en esta pesadilla
el dolor y el orgullo de los hombres
y llegar al final sin sufrimiento,
o si hay que herir también y ser herido.



Poema Santo Oficio de Julio Martínez Mesanza



Hay una casa que no roza el tiempo.
Tiene torres espléndidas y oscuros
corredores. Sus salas están llenas
de claros y pacientes manuscritos.
Una raza distinta vive en ella:
varones para quienes la justicia
debe ser majestad y ser distante.
La eternidad los hace ser solemnes
y hace que sean pocas sus palabras
y su sentencia la hace irrevocable.
No malgastan su tiempo con sofismas;
saben que la opinión tiene mil labios,
es un monstruo ridículo y versátil.
No dan valor alguno a lo que opinan
los hombres incostantes. Los mil labios
de la opinión se cierran frente al dogma.



Poema Rusia de Julio Martínez Mesanza



Me puse a divagar y pensé en Rusia;
también pensé que el alma es como Rusia
y que son sus fronteras las de Rusia,
amenazadas por las mismas hordas.
Después pensé en un carro de combate
que avanza por la estepa día y noche
dejando sus rodadas infinitas
en los fangales del primer deshielo.
Por su torreta asoma la figura
de un hidalgo espectral y delirante
que a grandes voces desafía al mundo
y pide a Dios la salvación del diablo.



Poema Remedia Amoris I de Julio Martínez Mesanza



Amigos, el amor me perjudica:
no permitáis que caiga nuevamente.
Podemos emprender una campaña
o el estudio de textos olvidados:
algo que me mantenga distraído.
No me habléis de la dulce voz de aquélla
ni del hermoso talle de esa otra.
Quemad todo retrato, ensordecedme,
poned sus armas en mis propias manos:
si sé el secreto su poder se extingue:
ellas son incapaces de ternura.



Poema Preferencias de Julio Martínez Mesanza



Ni las cumbres sublimes ni los ríos
que no han sido ensuciados por los hombres;
ni los palacios ni las blancas ruinas
de los templos antiguos, ni los dioses
de mármol o de bronce, iguales a todos,
ni la alada victoria ni un bugatti,
menos aún la música y el baile,
con sus amanerados sacerdotes:
ninguna de esas cosas y de otras
tan admiradas por los más sensibles
y que tienen que ver con el buen gusto
me proporciona una impresión profunda.
Si acaso, los hangares en desuso,
las estaciones fuera de servicio,
el laberinto de las fundiciones,
el brumoso extrarradio, un descampado
en el que sólo puede comprenderse
la perpleja tristeza de los hombres,
y los ríos que arrastran su miseria,
oscuros, majestuosos y solemnes,
y las descomunales escombreras.



Poema Nunca He Visto Gozosa La Victoria de Julio Martínez Mesanza



Nunca he visto gozosa la discordia,
no conozco el olor que tiene el campo
después de la batalla. Nunca he visto
caballos sin jinete entre las picas
vagar y entre los muertos. No conozco
la voluntad de ser invulnerbale
ni el estupor que nace con la herida.



Poema Nunca He Visto Gozosa A La Discordia de Julio Martínez Mesanza



Nunca he visto gozosa a la discordia.
No conozco el olor que tiene el campo
después de la batalla. Nunca he visto
caballos sin jinete entre las picas
vagar y entre los muertos. No conozco
la voluntad de ser invulnerable
ni el estupor que nace con la herida.



Poema No Deja De Llover de Julio Martínez Mesanza



No deja de llover sobre las ruinas
que rodean mi casa, vieja y pobre,
aislada en medio de este descampado.
No llueve igual más lejos, en los huertos
que nunca pisaré, ni en las ciudades
que conservan indemnes sus iglesias;
pero sí en las trincheras, en los fosos,
en los taludes donde fui soldado.
Y llueve igual que aquella amarga noche,
mientras pasaba la segunda hora
del frío turno que precede al alba,
la hora en que los vigías se abandonan
a las ensoñaciones y en que el miedo
y con él la atención desaparecen.



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