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Poema Palabras De Caín Adolescente de José Luis Piquero



Yavé se complació en Abel y su ofrenda, mientras
que le desagradó Caín y la suya. Caín entonces se
encolerizó y su rostro se descompuso. Yavé le dijo:
¿Por qué te encolerizas y te muestras malhumorado?
Gén. 4, 4-6

Me he pasado la vida malgastando favores en personas que nunca me
quisieron.
Yo sólo deseaba ser del grupo.

Tratado como un corruptor de sueños,
mantenido a distancia de niños y mascotas, como a quien por extraño
no se recibe en casa,
he tenido que oír ya demasiadas veces que soy un impostor.

Tarde para los besos, para estrechar las manos,
tarde para las lágrimas y el arrepentimiento,
tarde para cualquier palabra.
Tarde:
por lo visto yo siempre llego tarde.

Y de noche, en la casa en donde todos duermen,
mientras fumo asomado a la ventana,
o en la mañana sórdida de cafés y cristales empañados, a solas con el
mundo,
o en la blancura estéril de una página,
he comprendido -tarde- que es inútil querer ser otra cosa que el
fantasma embustero que habéis hecho de mí,
un no-muerto cortado a la medida de todo lo que nunca quise ser,
alguien a quien sin duda me parezco, como un hombre a su máscara:
el hipócrita, el sucio y el que no es de fiar,
a un paso del ridículo (el cantante de moda o el bachiller con granos),
a un paso del horror (el buen chico que sale en los sucesos).

Soy el que traicionó tus confidencias.
El que maltrató al tonto de la clase.
El que lo enredó todo cuando los dos amigos disputaban la misma
chica idiota.
El que habló mal de ti cuando no estabas y trató de poner en contra
tuya al grupo.
El que usó del chantaje
sentimental (es fácil entre amigos)
para ahuyentar del grupo a los extraños,
vuestros otros amigos, que eran más ocurrentes, más experimentados
y, qué pena,
más incautos.
El que juró y juró, ?podéis creerme…? y ?no sabía…?, y sí
sabía y consiguió que le creyeran.

Soy el que habló al oído de una chica asustada y -aún me acuerdo-
le imaginó un futuro más honorable, una salida digna, ?hazlo, mujer?,
y durante un momento era todo posible, matar con una frase, aquel
horror…

Mi máscara lo ha dicho, que soy ese:
agazapado, sórdido,
al que puedes tumbar con un buen puñetazo y zumba en torno tuyo,
pero nadie es al fin tan peligroso -piensas- cuando puedes tumbarlo
con un buen puñetazo,
y luego es tarde, mira, ya te tengo.
Todos llegamos tarde alguna vez.

¿Y nada más? ¿Acaso os preguntasteis un instante qué oculta la máscara
de un monstruo?
Me acuerdo de esa infancia interminable,
a caballo en la rama más valiente del árbol de los juegos.
Eso era algo; no
el paraíso exactamente, pero
-ternura pronta, cándido heroísmo y la avidez legítima del cachorro
intocado-
allí existía el orden. Y es curioso
que a la luz de una infancia ideal los enemigos sean menos enemigos.
También ellos tuvieron ese miedo indefenso que redime
y una conmovedora propensión al llanto.

¿Sabéis quién soy a solas? El que escucha
canciones tristes.

He soñado a menudo redimir mi egoísmo con un gesto, dar mi vida
a cambio de otra vida,
ser el súbito héroe que muere en el incendio.

Pensad en mí lejano, la cabeza inclinada.
Toda esa gente afuera, tanto frío, las calles se bifurcan y el camino que
lleva a la casa segura no se termina nunca.

Yo he pensado en la muerte y a menudo he ensayado una muerte
inofensiva, de poca sangre y mucho, mucho miedo,
sólo para ahuyentar de mí todo el ridículo y el asco de mí mismo,
cuchilla en las muñecas, quemadura en los brazos para seguir viviendo,
porque al fin el dolor es la consciencia, es el ruido del mundo que a
tu alrededor chilla y te agita los hombros.

Te aferras a esa vida con desesperación y, sin embargo,
eres adolescente: nunca sabes qué hacer ni qué decir, dónde poner las
manos y los ojos.
Tu cuerpo ya es grotesco y esas chicas se ríen. No te gusta tu cara.
Estás enamorado. Más allá de las fórmulas, los libros te insinúan una
vida más fácil en cualquier otra parte.
Los libros te consuelan en todo lo esencial.

Y tú en tu jaula estéril te revuelves, inútil, sudoroso, como en la noche
insomne cuando el calor te ahoga.
Dando palos de ciego. La novia de tu amigo. Matarías con gusto
cualquier signo de amor.
Usa de ese poder, usa los libros,
porque luego el perdón de Dios es una fórmula
y tú eres el no-muerto que debe defenderse, el hipócrita, el sucio y el
corruptor de sueños.

Dolorosa esta edad en que siempre estás solo
y a tu alrededor nace
la flor limpia de un mundo que nunca es para ti.



Poema Canción de José Luis Piquero



Verla partir y amarla como nunca
Nicolás Guillén

La quise sin querer, sin elegir,
contra mí mismo,
y ahora que se ha ido
saber que está en el mundo no me deja dormir.
Estoy perdido.

Y recorro su calle a ver si hay suerte,
que no me atrevo
a llamarla y me juego
la tarde en encontrarla, qué sé yo, casualmente.
Y no la encuentro.

He de hacer algo, o la pierdo o la amo,
contra mí mismo,
contra cualquier olvido,
que es cobarde el olvido, que me atrevo y la llamo.
Pero se ha ido.



Poema Tostadero de José Luis Piquero



Mientras muchachas que serán catequistas cantan y tocan la guitarra
como quien eleva una protesta sentimental a un dios tímido o como
quien se rasca la panza con mansedumbre
y aquí en el tostadero ya son indiferentes las piernas y los brazos ya
sin dueño,
mientras la fuente sigue siendo útil para fauces sedientas y espaldas
sonrientes de pura caricia
y allí abajo en el pueblo tañe una canción de siseo de rezos total-
mente impropia de la estación
y el agua en todas partes es sobre todo sonido y no frescura
pero quizá humedad amiga para quien es lamido en el hombro duran-
te un verano ideal,

yo pienso:

estoy oyendo el tañido de una campana y un zumbido de canción
y abrasándome al sol en el tostadero,
lo que vale decir: solo en mitad del mundo.

Ah, todo era perfectamente lógico hace apenas un minuto:
las cosas nos venían solas y vivíamos el tiempo pequeño sin recono-
cerlo ni siquiera en su tranquilo rumor
Hay algo doloroso en la conciencia súbita:
como una interrupción de alguna paz del mundo o asumir una extra-
ña condición entre cosas que son de pronto extrañas.

Lógico: para poder vivir sin daño
y dejar que todo pase sobre nosotros mientras nosotros sólo estamos
tumbados en el tostadero,
debemos no reconocer nada.

O dicho de otra forma:
es así como creemos obtener en el futuro el valor de lo que el tiempo
con mayúsculas nos deja,
acaso unas reliquias: los jirones del sol, pongo por caso,
o un sonido de gotas, ¡casi nada!

Recordado, no vivido,
bueno o inútil, inofensivo;
turistas agotados y obedientes en alguna excursión interminable.

-Como en casa de Víctor, en aquellas veladas infinitas:
De pronto comenzaba a amanecer;
lo decía algún pájaro húmedo, un motor increíble o una gota insistien-
do en un mármol remoto de la casa: era un aviso.

Súbitamente diurnos, sin vino ni conversación, solos y diferentes,
entrábamos a un mundo demasiado sonoro,
emprendíamos calles cada vez más nítidas,
y ya en casa buscábamos en el sueño el olvido de las cosas.

¡Oh, Señor, protégenos
a nosotros, los Turistas!



Poema Retiro Sentimental de José Luis Piquero



En mi familia no se dijo nunca ?te quiero?.
Jamás oí decir ?lo siento? a mi padre o a mi madre.
No sé si era vergüenza: una ternura demasiado estridente para enser
cotidiano.
¡Incluso leer poemas! Eso sí que era algo sospechoso,
tanto como una mancha repentina o un suspiro o una puerta cerrada
con demasiada llave.
Nunca ?amor?, ?estoy triste? o ?te echaré de menos?, ¡podía uno reírse
de esas cosas!
Entiendo que hay un pacto tácito de pudor en algunos afectos, y no
obstante
yo hoy llamo a eso la incomodidad con todo lo cercano.

La amputación de lo sentimental, estoy de acuerdo, nos hace mane-
jables los rituales difíciles de convivir; una pequeña argucia.
Así el templo: las fórmulas, nada de desgarrarse.
En el templo, en la casa, como en un hospital, es necesaria la asepsia
de los gestos repetidos, seguros:
Procura ser feliz de una forma privada.

Y, como añadidura, está el saqueo
de palabras por parte de películas y canciones idiotas y esas niñas con
novios revoltosos en un parque, entre arbustos enanos.

Y hay a quien gustan mucho las escenas
y tocar la guitarra sentimental de todos los salones y de todas las playas
adolescentes, lánguidas igual que un veraneo despacioso,
mientras algunos más nos quedamos a solas,
bebiendo (y arrugados como estúpidos plátanos),
pensando qué decir.

En mi casa jamás se dijeron en alto las cosas importantes.
Busca hoy dentro de ti una lágrima, un gesto de ternura:
Ya se nos hizo tarde para esas tonterías.



Poema Remordimientos En Traje De Noche de José Luis Piquero



¿Qué estoy haciendo aquí, qué hacemos todos
copa en mano, apurando el indolente
pitillo de la fiesta, tan tranquilos
y pasándolo bien, como si nada
sucediese en el mundo, como si
tuviésemos derecho y fuese lógico?

Hagamos una pausa. Considero
las desdichas del prójimo: una guerra
remota, la sequía en las regiones
del hemisferio sur, o una explosión
en una calle atónita, rompiendo
en mil pedazos cuerpos como el mío.

Cosas que causan víctimas, monstruosos
terremotos, miseria. Y no obstante,
¿acáso es justo que la indiferencia
sea cifra de culpabilidad?

Sabemos que convierte en inocente
a la víctima: haber sido la víctima,
estar allí en el momento indicado,
naciendo, paseando, siendo uno,
como si no existiese una inocencia
original, sino sólo complejos
resortes del azar que repartiesen
inocencias terribles.
Es así
que el condenado a muerte inspira alguna
simpatía. Nos consta que, a su vez,
es víctima, instrumento de un designio
inescrutable, brazo de otros móviles.
Y sobre todo, aquel a quien mató,
qué fue sino uno más, otro culpable
que cualquier circunstancia expuso un día
a mortal inocencia.
Por lo tanto
la indefensión redime, y al fin somos
cada uno de nosotros potenciales
víctimas y posibles inocentes,
y ser culpables sólo es un estado
de probabilidad, como una espera.

Y estamos aquí solos, con la carga
de la culpable y frágil salvedad,
sabiendo que pudimos ser los otros,
nacer allí, pasar en ese instante,
pero siendo nosotros y aliviados
y pasándolo bien, que es lo más lógico.

Empuñando la copa y el pitillo
como imposible escudo contra el miedo.



Poema Noches A Solas Con Los Amigos De Antes de José Luis Piquero



Te juro que de noche vienen a verme todos
aquellos que he engañado a lo largo del tiempo.
Me miran con los ojos terribles de tristeza,
seguro que no saben que me alegro de verles.

Mis amigos y víctimas. No es tan malo en el fondo
estar aquí sentado recibiendo visitas.
Mis víctimas de cuando y por qué. Si pudiera
yo les explicaría que no soy responsable.

Con la noche muy alta oigo lejos los trenes
y a menudo me pierdo en las luces del fondo.
Una ventana sola, con una luz muy triste,
me distrae un momento con preguntas absurdas.
Quién vela en ese cuarto y si vendrán a verle
fantasmas de los vivos que tratamos un día;
también estos -me digo- le recordarán hechos
del pasado, secretos, graves conversaciones
de adolescentes, sombras de una tarde de sol
con adornos de fiesta y una banda tocando,
o un café en una vieja cafetería del centro,
copas a medianoche, gente que dice cosas…

Darán otras versiones, cambiarán un detalle.

Él se esfuerza en hacerles comprender que no siempre
varios puntos de vista vienen a coincidir,
pero con un esfuerzo, de buena fe podríamos
situar el contexto y ponernos de acuerdo
en lo más esencial.
Pero ellos me responden
que es demasiado tarde para pasar por alto
tantas malas jugadas como he hecho en mi vida,
las pequeñas traiciones, las infidelidades,
y con razón me dicen que, si soy inocente,
por qué les dejo franco el paso de mi cuarto,
y preguntan si tengo la conciencia tranquila.

Y te juro que entonces ya no sé contestar
y aventuro tardías disculpas que no escuchan.
Empiezan a dar mueras para matarme poco
de esas muertes pequeñas que causan tanto daño,
y me quedo pequeño yo también y desnudo
y en mi rincón de siempre me abrazo a mis rodillas
sin encontrar tu mano para apretarla fuerte
mientras llueven los golpes, y te llamo, te llamo,
dónde estarás tú sola con tus propios fantasmas.

Algunas noches vienen a visitarme todas
las personas que he amado a lo largo del tiempo.
Ojalá que una noche me encontrasen dormido.
No querrían entonces que yo les visitase.



Poema Mecánica Nacional de José Luis Piquero



Me deprimen los tíos que esperan en un coche,
el codo necesario sobre la ventanilla
y la radio ofendiendo con la canción de moda.

Quedan bien en las tardes de sol, y los veranos,
por extensión, son suyos. Cuando cruzas
la calle sola y pesan
la calle, el sol, el día que te vive,
ahí están ellos, fuma que te fuma,
dueños del sol, del día, de la calle y del coche.

No me gustan.
¿Qué novias que no llegan
o qué esposas con bolsas o qué amigos
esperan siempre? En otras circunstancias
de lugar y de tiempo harían un buen cuadro
de Hopper. Pero no:
aunque se les ve solos, simbolizan
la compañía; siempre tiene premio
su paciencia contenta.

Será eso en el fondo, una traición
pequeña, involuntaria, como un miedo doméstico:
la culpa de no ser más que costumbre.



Poema Malo de José Luis Piquero



Yo soy malo. ¿Recuerdas cuando Gina
me lo llamaba -Malo-, no con esa
complicidad coqueta tras mi típica broma
cruel a costa de alguien, sino en serio
y con la gravedad de lo que es cierto
y muy triste (ya estábamos
a punto de dejarlo).

Es curioso: de niños somos ?malos?
sin más; después ser malo
se llena de matices: eres cínico
(malo), rebelde (malo), contestón
(malo).
Llegas a adulto y las palabras
recuperan su antigua contundencia:
te miran con sorpresa y rebuscado
espanto y ¡Tú eres malo!, dice alguien
resumiéndolo todo, tus traiciones
cotidianas, tus infidelidades,
tu vicio: causar daño.
Vicios: Bichos.
Ninguna casa está libre de bichos.

En cada grieta, bajo tu colchón.
Huyen de ti, te pican, te dan miedo.
Se alimentan de ti.



Poema Lo Que Dijo Judas Esa Noche de José Luis Piquero



Los discípulos se miraban unos a otros,
pues no sabían de quién hablaba.
Mt. 13, 22

Largamente adiestrados en la sospecha, y hartos
de mentirnos los unos a los otros,
canallas que sonríen
mientras sorben sus whiskys.

Tiempo de contrición: nos hemos hecho daño.

Y hoy, si intento mirarnos como quien desde fuera
alcanza a ver el centro de las cosas,
veo monstruos perfectos: moscas contra un cristal.

Y sin embargo,
hubo un tiempo de rosas salvajes en el mundo
que habitamos a solas como amantes plurales,
y era buena esa mano distraída en un hombro,
beber del mismo vaso en lentas ceremonias de saliva,
desnudos de verdad
contra el cielo borracho de una noche inventada.

La noche es el salón que llenamos de humo casi a oscuras.
Tengo miedo a la noche que nos quita lo poco que aún nos queda:
esas rosas, las manos sobre el hombro.

Amigos tantas veces traicionados:
después de las mentiras, perdonémonos
aún, mientras hay tiempo.
En el fondo seguimos siendo aquellos amantes.
Luego, si la verdad sólo nos hace daño,
volvamos a mentirnos, pero esta vez en serio, como entonces.

Refugiémonos juntos en una gran mentira redentora:
la cascada salvaje donde nadar desnudos,
las copas de cristal,
cabezas reposando sobre pechos tranquilos.

Ah, no quiero, no quiero
que muera lo que acaso dura un día,
su huella inolvidable frente al humo disperso de este bar.

Porque la noche, el humo, nos asfixian;
somos agua de hielo sin sabor,
bultos entre la niebla. Nos estamos muriendo
y qué poco os importa.

Se hace tarde. Pensad en esa música
silbada entre dos luces, cuando sonríe el agua
y los cuerpos están en paz consigo.
Juguetes de calor, islas agradecidas.

¿Preferís la verdad de un destino automático?

Adiós, mis traicionados amigos. Mucho tiempo
amé vuestras facciones que ya otra luz afea y enrarece.

Va a amanecer el día sobre las flores secas.

Clausuremos el mundo con un beso.



Poema La Vida De Las Moscas de José Luis Piquero



Nosotros no dormimos. Hay un gesto
de araña en cada sombra amenazante
y el silencio se llena de presagios.

No dormimos. Quemamos
las horas como extraños cigarrillos.
Sabemos que ahí afuera la vida es deseable,
las chicas huelen bien,
y nada de eso es nuestro.

No podemos dormir, no hemos dormido nunca.
A veces alguien mira, de perfil, preguntándose
con dolor qué esperamos
desde hace tanto tiempo. Las arañas,
las arañas. No hemos dormido nunca.

Y pasamos los días con los ojos abiertos
como esos tragaluces que miran desde un sótano.
Ya nos duelen los párpados
y alguien dice palabras,
el mundo está bien hecho, simplemente
nuestra vida es así.

Ojalá nos muriésemos como quien no ha vivido,
que un soplo nos borrase la arena de los labios,
sin huellas y sin humo, apagando la luz.

Ah, si por fin durmiéramos, no puedo imaginarlo.
Tus labios cantarían una canción de cuna.
Más también las arañas… Hay un gesto
de mosca en cada sombra. Oh, Señor de las Moscas,
la vida es un infierno.

Nosotros no dormimos, igual que las arañas,
cristales y arenilla bajo la nuca insomne.

Ellas tejen sus redes.

Por si las moscas.



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