Dile
a las niñas una u otra o vayan a posar un pie en la
             habitación.
Entre, el notario.
Dé fe: tiene permiso para escriturar con palabras al
             pie de la letra o tergiversarlas.
Mi asunto es otro.
Cuestión de reyes o cítaras y el mar que arroja
             tumultuosos buhoneros porteadores
             descalzos ocupación
y mercancías.
Palabras: han de registrar todo objeto en su tamaño
             y confinamiento.
Si prestan un servio
o si son alegría en el ojo vivo de las concubinas
             me es ajeno.
Esto, he dicho.
En los vientos del sábado y propietario de unas tijeras
             podadoras supe allanar los reinos de
             la incandescencia
y permutar
el pedregal en utopía y las formaciones en la roca
             calcárea por el afán indomitable de
             la transmigración.
Nada pude: creí.
En la palabra escrita y con el olfato puesto en los
             alcores creí que había llegado a
             poseer un instrumental que configuraba
             y rehacía, creí
que me alzaba
de la ignominia del cuerpo y las funciones naturales
             y su terminación.
Júzguese
si mi modo de ver las cosas no era ofensivo: pues
             verdaderamente es ofensa tanta
             laboriosidad.
Debí ser escueto.
En la elucubración de la minuciosidad: quise regir
             con unos pobres sustantivos lo
             hechos
y su denominación.
Entre, señor notario: y selle mis palabras.
Salga
por la misma puerta por donde entró convoque a mis
             hijas y solemnemente pase a dar
             lectura un ítem otro ítem otro.
Son unas niñas
educadas en el conocimiento de ciertas canciones que
             compuso su padre a la ligera y
             ni Ud. ni yo podremos embaucarlas
             con jaculatorias ni el tono
             majestuoso de unos himnos.
Son unas niñas austeras: convóquelas y verá.
No le asombre mientras procede a la lectura que se
             distancien mayormente de esta
             palabrería y parezcan con su
             padre, altaneras: la sombra de
             una flor en el ojal, guantes
de gala gris, harán
con mi yugo una cháchara feliz juran que en esta casa
             no se mentarán jamás mis cerdas
             ni mis putrefacciones, que vivirán
como ecuestres casadas.