poemas vida obra jorge rojas

Poema Declaración De Amor de Jorge Rojas



¡Oh! mi enemiga,
a medida que me cuentas tu vida
cómo hierve dentro de mí un veneno dulce,
un humor amargo, una uva terrible.
No he debido saber ni de dónde venías.
¿Qué más daba, un remoto país
o un reciente amante?
Quiero exterminar todos los sitios
donde estuvo tu corazón o tu piel.

Mas, oh encadenado, sólo puedo volver añicos
este mapa de colores que pinté cuando niño.
¿Qué más debo destruír? ¿Nada más?

Sí, también, cada día, morderé en tus labios
todos los besos que ahí han quedado
junto a los nombres de las ciudades.



Poema En Su Clara Verdad de Jorge Rojas



«…porque había derramado mi alma sobre la arena,
amando a un mortal como si no fuera mortal».
San Agustín, Confesiones. IV-VIII-13

Perdóneme el Amor haberlo amado
en el cuajado sol de los racimos;
en la pronta vendimia de los labios;
en el cristal en fuga de los días.

Perdóneme el Amor haberlo amado
sobre la rosa que meció su vida
pendiente de la luz
y en pétalos de sombra se deshizo.

Perdóneme el Amor haberlo amado
en el azoro de pupilas húmedas:
en fáciles paréntesis de abrazo;
sobre entregados hombros me llevaron
sin devoción el peso de mi sangre.
Perdóneme el Amor, siendo tan puro,
haberlo amado en la caída sombra
que limita la piel de las criaturas,
y haber vertido en sus oscuros ríos
mi sangre de campanas navegantes
y mi gozo que abría las mañanas
azules, en los ojos del rocío,
para fundar la luz sobre la hierba.

Y le ofrezco al Amor el tierno tallo
de sollozo en mi cuello florecido.
Y la semilla de mi sal doblando
la espiga horizontal de las pestañas.
Y mi verdad tan claramente mía,
oscurecida por buscarla blanda
hechura de materias derrumbables.
Y le ofrezco al amor haber tenido
un transparente corazón de agua
y haberlo dado pródigo en mis manos
a la sed de los otros, y dejado
sólo a mi sed la piedra de su cauce.
Y le ofrezco al Amor volver al ancho
lugar de soledad donde me espera
y dice su silencio, sin garganta
para expresar su voz que no limita
ni acento, ni palabra, ni sentido.

Y prometo borrar bajo mis ojos
el rostro de mujer que pintó el sueño
en los lienzos purísimos del alba;
y su cuerpo de ardidas geometrías
con su sombra de lirio entre mis brazos;
y la callada curva de su alma
que en el maduro instante del encuentro
pesaba blandamente contra el hombro.

Y prometo arrancar del leve tacto
la sensación de fruta que me daba
la tierna pelusilla de la carne,
cuando pasaba yo sobre su cuerpo
la cóncava frecuencia de mis manos;
y su oculta tibieza y sobresalto,
y el casi pensamiento de los senos
en la quietud redonda de sus mieles.

Y prometo también que los pequeños
cálices que florecen en su lengua,
y los racimos de viscosos jugos
que cogen los sabores y los hacen
una insistente flora submarina
donde recuerda el beso los corales,
no me darán su hiel de verde espada,
ni sus dulces violines derretidos,
ni las rendidas sales de su llanto,
ni el limón sorprendente a que sabía
la piel bajo los vellos que ocultaban
su minuciosa red de escalofríos.

Y prometo arrojar sobre una playa
-a orillas del silencio y del sollozo-
el caracol sin mar de mis oídos,
para olvidar su voz entrecortada
por sirenas de música y espumas
de risa en las riberas de su labio.

Y prometo que el aire que la envuelve
no dejará que yo bajo la noche,
pueda medir, basado en el aroma,
el alto sueño y el profundo abrazo
de su cuerpo entreabierto dulcemente,
ni que sus muslos como dos rosales
en perfumada laxitud me digan
el olor de sus sangre enamorada.

Y prometo también no ver la noche
para abolir la sombra de su sexo;
y destruir el fondo de mí mismo
donde crecen columnas en mis huesos
y el silencio se comba como un templo
sobre el arco tendido de la sangre.

Y qué rumor de lienzos desgarrados
rodará del recuerdo. Qué vitrales
de partido color mostrará el ojo
caídos bajo el polvo de las lágrimas.
Y cuánta dura arista habrá en la dulce
huida redondez de las imágenes.
Y cuánta soledad contra los muros
donde estuvo mi lámpara alumbrando.
Y cuánto corazón bajo las ruinas
de tantos corazones destrozados.

De tal destrozo quedaré yo solo
de pie, pero tendidos en el alma,
cuántos alzados ríos de voz clara,
cuánto dolor caído de mi gozo,
cuántas vidas marchitas en mi vida,
cuánta perdida fe y oscura grieta,
del odio en los cimientos quebrantados.

Tú solo, Amor, me prestarás tu nuevo
labio perennemente preparado;
tu estambre de cristal que clarifica
con azúcar de soles la mañana,
tu espacio de milagro donde flota,
perdido el peso y dolorosamente.
el corazón del hombre como un barco
de sollozo en un agua de saetas.
Te buscaré en el quieto movimiento
de mi ansiedad que espera tu llegada;
bajo el caído párpado del sueño
donde guardas tus luces esenciales;
en el follaje de la interna noche
pugnando por cubrir tu inmensidad.
Sabré de tu presencia, sin sentidos
que te tiendan espacios, ni volumen
para medir tu aliento imponderable.
En el cambio ordenado de las cosas
el llanto será mar o enredadera,
vendrás amor, y encontrarás más limpia
y oreada mi voz en los collados
de mi eterna esperanza que se abre
de par en par al «aire de tu vuelo»».

Tú solo, Amor, me plantarás la rosa
fuerte, que, con sus pétalos de instante
temblorosa de júbilo y de esfuerzo,
detenga y pasme en mágico equilibrio
la inminente llegada de la muerte.



Poema Accion De Gracias Por El Beso de Jorge Rojas



Gracias, amor, de nuevo tu criatura
se inclina al vasallaje de tu peso.
Encadenado estoy, me tienes preso
entre la red sin par de tu hermosura.

Gracias, amor, por esta cosa pura
que a través de la carne te alza ileso.
poder la boca convertirse en beso
es ser el fruto sólo la dulzura.

No importa, amor, que el labio ante el abismo
del gozo haya quedado silencioso
si es casi el pasmo como el verso mismo.

Gracias, pues tu lenguaje me ha enseñado
que en el silencio todo es más hermoso
y lo callado es más que lo cantado.



Poema La Soledad de Jorge Rojas



Siempre la soledad está presente
donde estuvo la voz y fue la rosa,
en todo lo de ayer su pie se posa
y le ciñe su sombra dulcemente.

El recuerdo que está bajo la frente
tuvo presencia. Fuente rumorosa
fue su paso en la tierra, cada cosa
lleva su soledad tras su corriente.

Es soledad la miel que dora el seno
y soledad la boca que conoce
su entregado sabor de fruto pleno.

Cada instante que pasa, cada roce
del bien apetecido, queda lleno
de soledad, al tránsito del goce.



Poema Fragante Soledad de Jorge Rojas



«Huelen hasta tus ojos
celestes de cristal…» J.R.J.

Qué fragante soledad ha dejado tu cuerpo
en este anochecer.

Regusto el aire.
Olisqueo la almohada
donde se desató tu pelo
Busco tu olor de rosa estrujada,
me hundo en el recuerdo de tu axila,
de tu pubis, donde -eterno Narciso-
persigo la imagen de mis labios.

Ya es inútil buscarte en el lecho,
en el vano de las ventanas,
entre el marco de los espejos,
entre el dogal de mis brazos.

Qué fragante soledad.
Huelo mi propio olfato.

Deambulo por los senderos crujientes
detrás del taconeo de la lluvia
viendo gotas como estrellas
entre los gajos de las acacias.

A cada paso
siento tu nombre debajo de la lengua
como un granito de azúcar.
Tu nombre que huele a ti
hecho de letras como pétalos.

¡Aquí no, pienso, todavía no!
Salgo a la vastedad del campo,
encuentro lo más redondo del silencio,
me sitúa en su centro,

y entonces te llamo a gritos
para que tu nombre
se deshoje
y mi voz se rompa al unísono
contra cada uno de los puntos
que limitan el círculo de mi soledad.



Poema Ella de Jorge Rojas



Poma en sazón. Y el tallo estremecido
de la vida se alza tan ileso
que parece tan sólo el claro peso
de la luz el volumen florecido.

Nada más dulcemente sometido
que el aire a su existir, hay algo en eso,
como de pulpa prodigando el beso
de aroma su contorno diluido.

El aroma no es más que la distancia
entre la fruta y ella. Si muriera,
¿ya para qué el perfume? Sin fragancia,

¿para qué la manzana? Si pudiera
ella ocultar su cálida sustancia
el cuerpo de las frutas no existiera.



Poema El Amor de Jorge Rojas



Estar nuestro querer
gozándose en sí mismo
al pasmo de un instante
no soñado. Vivido.

Sin pedir ni dar nada
ver mi fondo en tu fondo.
Ser objeto e imagen
como el agua del pozo.

Beatitud de lo cierto:
aquiescencia de Dios.
Nescencia de la duda:
presencia de tu amor.



Poema El Agua de Jorge Rojas



Beso sin labio, novia en tu desvelo
esperando una boca que te beba;
y niña aún si un cántaro te lleva
arrullada en los brazos bajo el cielo.

Llueve, y el mundo goza de tu vuelo;
danza la espiga, ábrese la gleba
y es más dulce cantar cuando se prueba
tu líquido que sabe a nuestro suelo.

Saltando entre los juncos extraviada
en busca de la sed, corza ligera,
has quedado en mi mano aprisionada.

No importa que quien te haga prisionera
te dé su forma, corre alborozada
persiguiendo tu forma verdadera.



Poema Cuerpo En La Oscuridad de Jorge Rojas



Te adivino tendida
bajo la leve túnica
de aroma que te cubre,
mientras el sueño mide
el espacio profundo
que hay del párpado al alma.

Respiración y nieve
hacen bajo el perfume
invisibles colinas;
la oscuridad me llena,
la ansiedad de tus formas:
montes de lilas pálidas,
desmayadas palomas.

Trino de amanecer,
sombra de arbusto fresco,
eres nueva en mis manos
sólo por el milagro
del mundo en las tinieblas.

¡Qué rosas de tu cuerpo
florecen al hallazgo
múltiple de mis dedos!
Te palpo y eres mía
y mis manos son cestas
para el fruto del tacto
maduro ya, en la rama
trémula del deseo.



Poema Crepúsculo de Jorge Rojas



Intuyo tu presencia.
Silencio de tu voz.
Vives en el paisaje.
Pura prolongación.

Nos llaman. Despertamos.
Van tus cabellos sueltos
-estandartes de sol-
comandando los vientos.

Los caballos galopan
y la tarde agoniza.
¿Brisa? Ciclón al frente
de rosas amarillas.



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