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Poema No Puedo Quejarme de Francisco Urondo



Estoy con pocos amigos y los que hay
suelen estar lejos y me ha quedado
un regusto que tengo al alcance de la mano
como un arma de fuego. Las usaré para nobles
empresas: derrotar al enemigo ?salud
y suerte-, hablar humildemente
de estas posibilidades amenazantes.

Espero que el rencor no intercepte
el perdón, el aire
lejano de los afectos que preciso: que el rigor
no se convierta en el vidrio de los muertos; tengo
curiosidad por saber qué cosas dirán de mi; después
de mi muerte; cuáles serán tus versiones del amor, de estas
afinidades tan desencontradas,
porque mis amigos suelen ser como las señales
de mi vida, una suerte trágica, dándome
todo lo que no está. Prematuramente, con un pie
en cada labio de esta grieta que se abre
a los pies de mi gloria: saludo a todos, me tapo
la nariz y me dejo tragar por el abismo.



Poema Valeriana de Francisco Urondo



a Francisco Kröpfl

abandonas tus fuerzas
en busca de nada

instigado por una pasión
curtido por un desaliento

ay dios
quién pudiera decir algo de nuestra propia imagen
luz o sombra espesa y dura

escasa maravilla
lejana certidumbre



Poema Otra Cosa de Francisco Urondo



Queridos hijitos, su papá poco sabe de ustedes
y sufre por esto. Quiere ofrecer un destino
luminoso y alegre, pero no es todo
y ustedes saben:
las sombras,
las sombras,
las sombras,
las sombras,
me molestan y no las puedo tolerar.

Hijitos míos, no hay que ponerse tristes
por cada triste despedida:
todas lo son, es sabido,
porque hay otra partida, otra cosa,
digamos,
donde nada,
nada
está resuelto.



Poema Mensaje Cifrado de Francisco Urondo



Sólo te pido que dejemos este parque, que abandonemos
sus municiones, sus reproches para irnos por ahí, como
cascaritas
divertidas de pálidos carnavaales; hielo y materia de olvido.
Porque
entre tirones y sufrimientos, la cosa se ha puesto
tan fácil, tan fácil, que nadie
puede resolver sus entusiasmos, ordenar sus festejos.



Poema Los Descuidos de Francisco Urondo



Mi mano se desliza en busca
de los pechos expertos:
el agua es tibia y generosa.

Bajo la tela prevenida de su prenda nocturna,
han bajado los cielos
para dejar caer el primer movimiento del agua.
Parece que va a llover; todo está quieto y solo.

Ella puede demorar las cosas;
ocultar algo todavía. Puede salvarse.
¡Dios mío, que no haya perdido esa, entre tantas agudezas!

Sólo me tranquiliza que sea una mujer de mundo:
tiene astucia para el naipe
y para la indolencia;
es hábil con su cuerpo elegido
que se encrespa y ruge. Conoce a fondo los placeres.
Pero con el temporal irrumpen sus fragancias secretas:
es ésta una delicadeza que nunca pudo controlar.

Entonces la excede su innecesaria vergüenza;
los sueños quebrantados, el olvido.
Y la dejo llorando,
perdida en su mundo,
tan frágilmente suspendido.



Poema La Vuelta Al Pago de Francisco Urondo



No quiero volver
a ese lugar
intransitable
y escuálido donde todo parece dormido.

Quiero calor,
dolor; sin soledades
sentir
alegría, a pesar de todo.

No quiero ausencias,
ni lágrimas. No me gustan
la madres, ni las caricias, ni los buenos entendidos:
fortunas quietas, venturas inanimadas:
llegar de otros lugares,
para volver. Regresar
a mi punto de partida,
verterme como una jarra seca y consecuente.

No quiero seguir durmiendo
junto a esa fuente
que ninguna sed calma. Propongo
vivir sin dominios, simplemente.

No tengo ganas de regresar,
que mi santo sepulcro no pretenda esperarme. Quiero
inventarlo a último momento
sin pensar demasiado, sin mucho rencor,
cuando sea necesario.



Poema La Verdad Es La Única Realidad de Francisco Urondo



Del otro lado de la reja está la realidad, de
este lado de la reja también está
la realidad; la única irreal
es la reja; la libertad es real aunque no se sabe bien
si pertenece al mundo de los vivos, al
mundo de los muertos, al mundo de las
fantasías o al mundo de la vigilia, al de la explotación o de la producción.
Los sueños, sueños son; recuerdos, aquel
cuerpo, ese vaso de vino, el amor y
las flaquezas del amor, por supuesto, forman
parte de la realidad; un disparo en
la noche, en la frente de estos hermanos, de estos hijos, aquellos
gritos irreales de dolor real de los torturados en
el angelus eterno y siniestro en una brigada de policía
cualquiera
son parte de la memoria, no suponen necesariamente el presente, pero
pertenecen a la realidad. La única aparente
es la reja cuadriculando el cielo, el canto
perdido de un preso, ladrón o combatiente, la voz
fusilada, resucitada al tercer día en un vuelo inmenso cubriendo la Patagonia
porque las
masacres, las redenciones, pertenecen a la realidad como
la esperanza recatada de la pólvora, de la inocencia
estival: son la realidad, como el coraje y la convalecencia
del miedo, ese aire que se resiste a volver después del peligro
como los designios de todo un pueblo que marcha hacia la victoria
o hacia la muerte, que tropieza, que aprende a defenderse, a rescatar
lo suyo, su
realidad.
Aunque parezca a veces una mentira, la única
mentira no es siquiera la traición, es
simplemente una reja que no pertenece a la realidad.

Cárcel de Villa Devoto, abril de 1973



Poema La Pura Verdad de Francisco Urondo



Si ustedes lo permiten,
prefiero seguir viviendo.

Después de todo y de pensarlo bien, no tengo
motivos para quejarme o protestar:

siempre he vivido en la gloria: nada
importante me ha faltado.

Es cierto que nunca quise imposibles; enamorado
de las cosas de este mundo con inconsciencia y dolor y miedo y apremio.

Muy de cerca he conocido la imperdonable alegría; tuve
sueños espantosos y buenos amores, ligeros y culpables.

Me averguenza verme cubierto de pretensiones; una gallina torpe,
melancólica, débil, poco interesante,

un abanico de plumas que el viento desprecia,
caminito que el tiempo ha borrado.

Los impulsos mordieron mi juventud y ahora, sin darme cuenta, voy iniciando
una madurez equilibrada, capaz de enloquecer a cualquiera o aburrir de golpe.

Mis errores han sido olvidados definitivamente; mi memoria ha muerto y se queja
con otros dioses varados en el sueño y los malos sentimientos.

El perecedero, el sucio, el futuro, supo acobardarme, pero lo he derrotado
para siempre; sé que futuro y memoria se vengarán algun día.

Pasaré desapercibido, con falsa humildad, como la Cenicienta, aunque algunos
me recuerden con cariño o descubran mi zapatito y también vayan muriendo.

No descarto la posibilidad
de la fama y del dinero; las bajas pasiones y la inclemencia.

La crueldad no me asusta y siempre viví deslumbrado
por el puro alcohol, el libro bien escrito, la carne perfecta.

Suelo confiar en mis fuerzas y en mi salud
y en mi destino y en la buena suerte:

sé que llegaré a ver la revolución, el salto temido
y acariciado, golpeando a la puerta de nuestra desidia.

Estoy seguro de llegar a vivir en el corazón de una palabra;
compartir este calor, esta fatalidad que quieta no sirve y se corrompe.

Puedo hablar y escuchar la luz
y el color de la piel amada y enemiga y cercana.

Tocar el sueño y la impureza,
nacer con cada temblor gastado en la huida

Tropiezos heridos de muerte;
esperanza y dolor y cansancio y ganas.

Estar hablando, sostener
esta victoria, este puño; saludar, despedirme

Sin jactancias puedo decir
que la vida es lo mejor que conozco.



Poema La Novia Ausente de Francisco Urondo



sigue amando
y a ella sobre todas

le atraen
pero no logra distinguir a la distancia

sufre así de una ausencia que crece

queda amarlas sin métodos y sin desenlace
amarlas de la única manera posible

se confunden y se alejan
aguantan crueldades que sin duda no mercían
crecen sin nombre

como un trineo sobre la arena
se deslizan por memorias que no le pertenecen

un gran pájaro oscuro sobre el viento
el sonido oscuro y solitario del sol



Poema Hoy Un Juramento de Francisco Urondo



Cuando esta casa,
en la que vivo hace años,
tenga
una salida, yo cerraré
la puerta para guardar su calor;

yo la abriré
para que los vientos
de todas partes, vengan
a lavarle la cara;

a remontarla,
de esa manera con que vuelan
las intenciones,
los aparecidos, los recuerdos por venir,
y lo que a uno le asusta
aunque todavía no haya ocurrido.



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