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Poema Ola En Tu Sueño de Juan Cobos Wilkins



Tras el biombo de espejos de la memoria,
en la hoja de octubre
caída al calendario, entre
los pliegues fríos de la sábana
te escondes. No evitarás
el sueño del temor a los sueños.

Cuando la luz se apague, la ola
que cubre -mar
vertical- todo
el horizonte, la que no logran
los ojos abarcar, tu Ola,
ha de volver.

Cuando apague la luz
va a alzarse como el vértigo
el mar puesto de pie:
desde el fondo sobrecogido de mi cuarto.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Escrito En El Libro de Juan Cobos Wilkins



Si ladra cinco veces el perro en el jardín,
tus ojos, como entonces, vuelve hacia la ventana.

Aunque ahora diga te prometo
regresar cuando apunten
las yemas en el tronco por el que ascendíamos
a nuestra antigua casa,
cuando sea la luz de noche en tu mesita
la de quien en su vuelo
repetía
imbécil,
imbécil…
creo que me olvidaré.

Está escrito en el libro:
te olvidarás de mí
antes de la limpieza de cada primavera.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Anillos De Saturno de Juan Cobos Wilkins



Como piel de serpiente mudada
la inocencia, y más triste,
y estúpidamente predispuesto
a esa facultad privativa
de los seres
-0 dibujos-
animados,
compadecerse, permitir
el saqueo a la ternura: está
maduro el corazón para creer
que el dolor te aureola
con los anillos de Saturno.

Aunque ya ni siquiera
puedes volar tras tu sombrero.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Sin Sombra de Juan Cobos Wilkins



Como tantas otras veces
pero ya nunca más
has de venir
de noche hasta mi cuarto
y mostrarme
el camino del cielo hacia la Isla.

Como tantas otras veces
no esperaré tu rostro tras el cristal
empañado de mi ventana
ni me sorprenderá tu sombra
revuelta entre mis calcetines, sombra
oculta bajo alguna camisa o en la raya
perfecta de un pantalón planchado.

Con el seguro azar indiferente,
hasta el próximo remordimiento, hasta la próxima
indefensión, nos despedimos.
Como tantas otras veces, pero ya nunca más.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Sin Equipaje de Juan Cobos Wilkins



Te lo llevaste todo, Niño Perdido,
tras de ti. Los juegos
a inventarse palabras, el abrazo
azul del albornoz tan cálido, la ortografía
de regaliz en mi buzón, el tirachinas
descubierto en la colcha
de bodas de mis padres y aquellas
esperas insufribles
con un final –perdóname– de flores
asomando su tierno disimulo
de pétalos ocultos a la espalda.

Todo se fue
contigo a ese país
hacia el que tú vuelas ahora
y del que yo regreso.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Si Abandonar El Edén Es Escribirlo de Juan Cobos Wilkins



Si abandonar
el edén es escribirlo
sé incrédulo:
no debieran los jóvenes
iniciarse en poemas
mientras quedan vacías
las butacas manchadas de los cines.

si escribir, iniciarse,
es despedirse,
sé crédulo:
divididas las aguas
muestran sólo un camino
más recto hacia el adiós.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Pide Un Deseo de Juan Cobos Wilkins



A cambio de tu Adiós, en el adiós
pedías
-con los ojos
del ensueño cerrados- al cometa fugaz
un deseo imposible:
el ansia,
la pasión de escribir. Renacida
de nuevo con aquel
temblor
-paraíso o poema-
del primer libro.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Paraíso Y Poema de Juan Cobos Wilkins



Detén esta tristeza. No te vayas.
Poema, Paraíso. Soy
quien escribe.

Soy el que escribe
detén este Poema, detén el Paraíso.
No te vayas.

No te vayas. Detén
la primavera. Soy quien te escribe.
Paraíso y Poema.

Paraíso: Poema.
Detén a quien lo escribe.
No te vayas.

Poema o Paraíso:
si escribo, soy.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Para No Sí Crecer de Juan Cobos Wilkins



Fingir, fingir, es ésa la única y no hay
otra fórmula mágica para evitar que fluya
sucio el cauce del río.

Disimular, hacer como que no
vemos ni escuchamos
la fuente de la eterna utopía
que mana con la música de la flauta de un dios.

Igual que un hijo o un futuro
poeta, fingir. Fingir
que sólo a ti te amas.

Fingir que sólo a ti te amas.
Y como de un paraguas, olvidársete
y crecer.

De «Escritura o paraíso» 1998



Poema Nada O Los Dioses de Juan Cobos Wilkins



Tendrás que decidirte.

¿Y si el príncipe entre ser o no ser elige «o»?

Algún día tendrás que decidirte.

Los recuerdos dispuestos para cera y alfiler de vudú, eso
o la nada: la nada o el presentimiento de quien se lava las manos, se enjabona
con la roja pastilla de su propio resbaladizo corazón: el corazón
grabado en el árbol, su flecha o la manzana sorprendida por un gusano de oro:
veneno, amor. Y muerte y fruta
que en la más alta rama de ese tronco
tatuado a punta de navaja adolescente desafía la gravedad, reta
al soberbio desnudo del primer pecado o paraíso.

Los recuerdos, la nada, el corazón, veneno,
amor, eso o los dioses.
Los complicados dioses del dios que al hundirse la tarde despliega
sus grandes alas blancas sobre las aguas igual que un salvador nenúfar,
flotar
para luego estrellarse
contra el silencioso y excitado iceberg de su pecho.
Naufragio o mares
que en verano reciben los cuerpos con el ansia
sagrada, con el mismo antropófago misterio de la transubstanciación.

Tendrás que decidirte.
La noche, Rimbaud
o Emily Dickinson, turquesa y devorado, o la noche
entera de la luz encendida en lectura, en poemas,
para que no arroje el insomnio su fantasma, su pañuelo blanco de muerte
sobre el rostro, para que las islas de nunca jamás salgan volando
igual que una bandada de cometas huidas y, al fin,
una cabeza se recline en tu hombro como si fuera el viento
suave que tumbase los trigos.
El humo de los trenes, el humo de los barcos, los muelles, el andén,
las estaciones… los ojos de ese niño
solo tras el cristal de un autobús, su brillo
húmedo que desmiente la sonrisa que dedica a sus padres.
O el disparo
redondo de una O antes del alba y tu propia cabeza
caída:
caída como el cuello roto de un cisne que era un dios,
una media de seda posada en tu clavícula. Tendrás
que decidirte:
la O es el nido obscuro
donde un caníbal sueña con Rimbaud
pero se tiende bajo el peso del esqueleto ingrávido de un ángel.
Tendrás que decidirte:
no hay
vivisección posible
sin sangre salpicada de polen sobre el mármol, y aún
menos cuando son las vocales brillantes insectos de colores metálicos
que entran por la herida del costado abierto del poema. Nadie
elige entre la lluvia en el patio vacío
del colegio y la lluvia
en las hojas antiguas de las aspidistras, nadie escoge
de los invertebrados la pequeña luminiscencia que podría salvarnos. Optar
es desprenderse de un brazo como de un largo guante malva.
Amontonar besos igual que un hormiguero de arenisca. Fingir
que la nostalgia no te va cubriendo de clorofila
y una dulce ondulación verde es ya la espalda, y pesa.

Juego infantil, cruel: o esto
o nada
. Esto
o el tiempo en que la espuma de afeitar
era sólo un perro rabioso, el mendigo
del papel de plata con aquella pregunta
sonando como una moneda siempre en su boca, a quién
quieres tú más.

Y quieres más azul, más violencia, más rayas en la cebra y más colores
en sus rayas, quieres una doble orilla en donde cada ola
pueda dejar su propio ahogado, y llevarse
mar adentro la sombra, ya como piel mudada, vacía de ese ahogado.
Quieres volcar el tintero y regresar al último pupitre
donde los ciervos, los leones, las águilas… todas las fieras de la selva
continúan en los cuadernos amarillos aprendiendo
todavía a multiplicar. Quieres la huelga de los mineros secundada
por la Vía Láctea, el peine que deja los cabellos
salpicados de pequeñas interrogaciones
como fosforescentes caballitos de mar, quieres la tímida
pólvora de Emily Dickinson para que el guerrillero cargue su fusil.

Desasosiego, asombro de la O en su horca o su sexo.

Y quieres
para abrazar, para escribir
cartas a los amigos, huellas dactilares que impriman
la aurora boreal, para rozar la mejilla hermosa, cansada, de tu madre ,
quisieras, como antes de entrar al cine, la tibieza
en las manos del mágico cartucho humeante de castañas.

Decidir no es temer. Amar no es decidir.

Sea, si tanto quieres, el misterio
de ambas: disyunción y a la par, al tiempo, analogía: sea
escritura o paraíso, nada
o los dioses.

De «Escritura o paraíso» 1998



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