poemas vida obra eduardo espina

Poema Razón De Todas Las Cosas de Eduardo Espina



De tal manera imaginaria, las cosas sucedían
para que todo fuera donosura en lo desusado:
la racha entrometida del dedo en el deshabillé,
la sevicia por la blusa azul al soltarla basta el
desacato de desabotonar de las polainas a las
bragas en remedo de ilusiones todo lo demás,
y así el pulso, la unción en marcha él y el final.
Aposento de nombre en la pradera soleosa y
mudo a moverse a dar desvelo de júbilo pero
igual, no. Nadie en la piel más de la cuenta.
En la ducha los afeites hermosean el enredo
y regresa el agua a la noche donde se bañan.
El amor es la única imposibilidad necesaria.



Poema Monólogo De Da Vinci Ante Lo Más Conocido Que Pintó de Eduardo Espina



El beneficio de efigie no lo era
(ni detrás de las madréporas el
estruendo en su otero otra vez)
y tú, estados de ti por la tundra,
a traer sargazos con quien goza
(casi como del cielo saliéndote)
en esa la vez cuando un botón
si tocan la verdad y por boreal
hasta el último abeto que la ve.
En el tiempo detenido delante
la carnada daba al alma como
ejemplo, el silencio salva a la
sabiduría y deja de preguntar.
Mientras llueve en el jardín de
los rivales, la albahaca bañada
por la soledad de los símbolos
aguarda alegres ratos de estos,
el dividendo que vino primero.
A merced de la senda el deseo
más entre las mustias retamas
y yo ya uno en las horas tuyas
llamando a la luz un hallazgo.
(Los que estuvieron hablan de
la promesa de serlo y según la
ganancia, el higo fiel y al final:
la res que agradecida regresara)
Manera sería de filtrar las dotes,
de dar portento a los esparcidos.
Y en blando cetro con la madre
a emprender: sea trébol extraño
rastreando la respiración de los
muertos que aún no empezaron.
Todo eso que el sueño conocía:
la cuadratura de una taza de té,
el árbol de la índole, la orla de
largo pegamen, cuando sólo la
soledad cambiaba de posición.
En mitad del centro su ántropo
la hacía apariencia en persona:
algo la cuida, una historia, una
inercia incierta de saber que sí.
Lo que quedaba para un habla
era aquella llaga fría de follaje
llenando la noción de la lluvia,
el nacimiento de los samurais.
Pero la osa de satén al saberse
abotonada, en víspera todavía.
Toca por ver si Bizancio vino
a dar vuelta como el venteveo.
Ella para el resto del estambre
obra con la causa en desorden.
Aja el origen lo propio de las
cosas calmas, la belleza en la
cara contraria no se atraviesa.
(Y yo, para traerte cerca de ti.)
Eran de la aridez las limosnas,
la certeza de saquear un costo.
Preciosa filantropía: el cuerpo
da sombra y el suyo, Da Vinci.
En el siglo de los albaricoques,
un alud de óleos y lejanos ojos
que daban vuelta y dejaban ver.
Con ellos, el llanto a otro loto,
la carga, un caracol, cosas allí.
La espuma puesta en el puma,
ámbito que ninguno deshabita,
lapsos de seda como si dijeran
y en el lado de quien anhela lo
elemental, mejor definición de
Narciso: la nada en ti entenada.
A otra entonces con la sed y el
palo amplio aplicado al perdón.
Cumple el plan con lo espiable;
nadie por el hado entre adornos
entrega al braguero lo que sabrá,
agua dejada entre tantos agüeros.
A esa hora, el merecimiento y la
mitad, las zonas al azar soñando.
Toda ansia a saciar, y ya escrita
la cripta que por enero te venera.
Queda la edad, el entendimiento:
el sol en el brillo es lo más veloz,
la Luz se detiene entre nosotros.



Poema Imágenes De Guernica En Un Cuarto De Hotel de Eduardo Espina



I

De diadema incierta por quimera que mudara
lo que tanto antes y de día jadeante afeitando
al fileno que por encima sigiloso merodeaba
la alcoba y al cabo del día la inclinación veía
como las bragas rasgando con íntimo pánico
de oso hundido en un tarro de miel elemental
della que pasaba por mariposeante en pavura
de folganzas tan bien ululadas hacia el tálamo
donde dormido el destello con furor de humo
fofo, de sombroso obús en espejo de bofes y
de cifras que sumaban la espesura del monte
de quienes aliados a sus estrépitos hilaban la
res al himeneo entre cifras fusiladas que oían
la penúltima desaparición de la luz al secarse
y si por cuernos pusieron mote a los amantes
fue de ellos rondar la espesura y supieron de
pasos de pájaro en el tejado del enamoradizo
de un alud continuo y no duermen ni Picasso.
En noche nueva bajo el cielo vieron todo eso
y lo que está visto, ni la herradura lo borrará.
Dime si vimos la anguila ajada por su desove,
el hueco horizontal de tan húmedo amasío en
llamas o un beso de sospecha saliendo de los
labios y una rápida luciérnaga a ganar el lodo
y ningún bufón con que tiritando y sin saber
si por tiritar para limarse en el apeo el oropel
o tras la curvatura del cromosoma con el sol
iluminando al descubrir la velocidad de todo
y talado se escabulla en una broza de endejas
vencidas por espadachines, pero queda entre
la fe de las pudendas y el cortejo de los ojos
esa forma de ser, la continuación del poema
que merece en el polvo, el sisal del desastre.

II

De lo que folgara, augurio que corzas acicala
como ésta que ha durado tres meses y un año
feriado después del día donde yo perseguido
por la calenda capicúa de ser el cerdo tercero
de una pasmosa lista de apenas dos cochinos
que náufragos en la cerrazón de un camalote
quieren saber de dónde la duda que adoncela
si de boda robada a una novia o por lámpara
a punto de decir donde dormita el desdichado
que en la cópula del minotauro se desmaya y
no sabe si amazona será la que llena llega en
montura de místicas muselinas llegando a su
símil de azoramiento en aquel oscuro pistilo,
pero la noche debe ser si la negra garúa sale
con el sol caído, sin casmodia ni lorza feroz
y dime si habrá mañana después de ahora en
la rosa y en tanta la copia de buey escamado
que pregunta por la paz que no pasa puesto
que nada el mar en sus olas y en la natación
de lo respirable, de lo invencible que lo toca
algo carcome la mirada de los efímeros y en
la razón que despierta la membrana al abrir
la rugosa ranura de otro otoño que guardas
como desove donde acaba el huevo lavado
porque no hay eternidad que tenga tu edad
y como fatua tapioca que por avizorar pasa
a ser sorda en los aledaños del osco badajo
vendrán centellas parecidas a rabo de búho
que en ese festejo a la sazón del plenilunio
tapa con el zodíaco las sobras del puchero
que en su arrastre de aromarios ejercitan la
higiene de los mimos oyéndolos llegar a la
voz que llama en el llano ya tu ovillo halla
cuando la hora llega de abandonar la quilla
o apurar en lo caduco la plasta de impostor
que cambia el oro por el ojo que enamoras
con el brillo de abalorios elogiados al azar
por quien zarpan los barcos del zar un día
de tormenta en el lenguaje del que escribe
una imagen oral para nombrarla en el elán
que en la lengua pone orlas de habladurías
y hablo de aquella tan breve como una tos
en el atardecer al quitarse tal ficticia saliva
de los belfos frente a un espejo acharolado
donde vibra la blusa de ilusa al desvestirse,
ah de la mujer en su mudar de lenta caricia
la tan terca cuando se pone pies de tortuga
caminando para atrás en la orilla del tiempo
pero te apuras, pues la dicha sale a tu jardín
y ya sal de mi Botticelli, que te salgas veloz
y pon tu Venus a respirar en concha opalina
que obra el inmóvil mar con ceniza de agua
que mucho está lloviendo en los trigales de
Cádiz, que se abre otra ostra para los vivos
que allí dentro ni sueño, ni gitanos, ni cero.



Poema Enamorados Sólo Por Esparcimiento de Eduardo Espina



De la escritura que a tu ostra todo atrae
retardando esta inmensidad de materias
aparecidas como clima a quien reparten
por la entera estima de tropas tristes que
dudan desovar el estreñimiento a través
de berenjenas en el perdurar del frutero
que al chirle destripa pelón por el diván
donde sierva mutua de mi verbo junto a
la jaula dormirás aliviada de la ligereza,
porque melodioso soy el desmemoriado
que no canta de la historieta lo pasado y
no sé si fue anoche o pasmado mañana
como aquel revés de mi resma entrando
por las comisuras de las lacas en tu caca
que salpicabas como cal por el gallinero
de igual manera hasta la perdigonada en
el pijamas cuando a dormir se acomoda
restregando el gamulán por los orificios
que a su beneplácito al belfo adormelan
o dime si es mía memoria la que miente
y esas cosas que pasaron dejaron de ser
la tamaña tropa de hetairas cuando eran
tan bien dos cuerpos del otro por detrás
del celofán donde melaza marrón arreas
en los resabios de la vejiga al aguardar
debajo de la pirámide la dudosa verdad
que al buche del entenado se le parezca,
porque causas encuentran a lo ocurrido
por ensimismar el órreo o la semejanza
entre los resquebrajos la penúltima vez
en que pegados del rabo al despeñadero
pues como cae la caspa caen los reinos
por la resolana mejorada donde silba la
belleza traída al momento de los demás
que a su cerco devuelvan aquella noche
en que los desaseados purgaban iguales
a la garcha hinchando el apocado plano
del castrapuercas por la frez enamorada
que mustia vaya, de la orilla a! corazón
y a su sazón las sílabas puestas a saltar
la soga en una lona de boda y metáfora.



Poema Desvelos Al Pie Del Laberinto de Eduardo Espina



Menos la mónada de los himnos al hado dando
holgada la verdad con edad de libro y ludibrios
al revés de las circunstancias en que otra lengua
toca tu bezo y yo me desmenuzo al lamer el mar
que moja el fundillo de la inoportuna vestimenta
con su vislumbre por el bidet, pero tras la puerta
anunciando la postración del dedo junto al apero
y en la rotación de las bragas el mecanismo del
monte que a su vigilia con tanta aspereza aturde
por más oda o empolvadura que acabe diciendo
sí, que era el barquero quien a flote mostraba el
furor de atar al glande sobre el forro disfrazable
que a duras desdeñaba una pérdida de palinodia
en cuya escasez iban los amantes la noche antes
refregando el óxido del sextante y en el escozor
del corzo polvos de lisonjero o un tacto total de
mínima musa que no pasa al posar para víctima
celestial vestida a veces de ceremoniosas sedas
y por eso de moda no pasas con el talle de falda
donde escrita dirás que la belleza tiene siempre
dieciocho años y si exagero que al pulso vuelva
el ampo de los ópalos como suelen los números
o un dozavo a la altura de soledumbre llenando
de felicidad a mi tercera mano que termina una
tregua cuando abreviada y distraída se enturbia
por quitarse el barro del comienzo y de la boca
la paja impostada de su divo delante del espejo
que no sé con qué sed de adoncelados juntando
en la alta lombriz a la luciérnaga que al tararear
de la miserable musiquilla por los patios rediga,
que vaya ella con cal llena como en las películas
a continuar la fuga final de su ficción hogareña
y si así lo haces toma en mí casa un alma nueva
la que pongo en la puerta para que rápida pases
pero hay otro y la sé y me quemo en los lienzos
que entrampan la razón del deseo al desvestirte
las enaguas y hacia el echarpe de leches para el
mando que a borrar mi baba viene cansado ante
lo telúrico de quien arrastrado del ojo al badajo
dejará en el cráter su mancha lamosa de aldabas
que por olas lamilan como miles que la hicieron
y por saberlo, en la rima de traspasar el pasmo
siguiendo los cercos que hueco y larva separan
he debido posponer el no al revés de la derrota
hasta que la indivisible desarrope los destellos
gorjeantes a conjugar al augur según los ajenos
y al gajo dejar la niebla por ser o el helado lago
halagando en el logos la fe del alfa y el omega:
la felicidad que refracta, del principio al delfín.





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