Poema Poema De Amor de Rafael Alcides Pérez



Te devuelvo tus manos, tus muslos, tu silencio,
todo lo que fue bello entre los dos
y, como tal,
quedará para siempre en la fotografía.
Me quedo con once calcetines por casar, sin refrigerador
ni junta pra la olla de presión, sin el reloj;
y el canje de los libros, pendiente;
y mis dudas sobre el radio.
Y los libros que se perdieron.
Me quedo sin platos ni tazas ni shorts ni colador.
Con cuatro sábanas solamente me quedo
de todo lo que en septiembre aquí encontraste,
y un vale perdido de calzoncillos en el tren.
Tuve la posteridad cuando te desnudabas
y lo lamento. Te pedí por favor que no me ayudaras.

Devuélveme la llave.

1970



Poema Mirad Los Locos, Altos Como Ramas de Rafael Morales



Mirad los locos, altos como ramas,
llenos de inmensidad y poderío;
mirad los altos cual soberbias llamas,
amenazando al cielo con su brío.

Como harapos ardientes y violentos
esparcen sus delirios y su anhelo.
Vedlos chocar su pecho con los vientos,
pobres guiñapos locos junto al cielo.

¡Ay, qué locura de abrasado vino
arde en su honda y más profunda vena!
y van raudos, tenaces, sin destino,
hijos del cielo, ciegos en la arena.

Fantasmas de la nada y del coraje,
dioses heridos, bellos, desgarrados,
que llenan de pavor todo el paisaje
con aullidos tremendos y abrasados.

Otras veces tranquilos, misteriosos,
llenos de humilde pena y de grandeza,
se agolpan contra el suelo silenciosos
y reposan en tierra su cabeza.

Si acarician la tierra dulcemente,
sienten allá en su alma enamorada
una mujer que besa tiernamente
su pobre frente loca y desolada.

Cuando su seca, marchitada boca
acercan a la piedra, enamorados,
¡qué soledad tremenda da la roca
a sus nobles sentidos desbordados!

¡Ay, pobres locos del amor, de anhelo,
de la nada simiente y alimento,
mitad tierra sin nadie, mitad cielo,
carne de Dios en la mitad del viento!



Poema Gnomo de Samuel Beckett



Pasa tus años de aprendiz derrochando
Valor por tantos años de ir vagando
A través de un mundo que con cortesía
De la torpeza de aprender se libra

Versión de Jenaro Talens

NOTAS DEL TRADUCTOR:
Inspirado por el Xenien de Goethe, se publicó por primera vez en el Dublin Magazin,
vol.IX (julio-septiembre de 1934)



Poema Prosigue El Mismo Asunto, Y Determina Que Prevalezca La Razón Contra El Gusto de Sor Juana Ines De La Cruz



Al que ingrato me deja, busco amante;
al que amante me sigue, dejo ingrata;
constante adoro a quien mi amor maltrata;
maltrato a quien mi amor busca constante.

Al que trato de amor, hallo diamante,
y soy diamante al que de amor me trata;
triunfante quiero ver al que me mata,
y mato al que me quiere ver triunfante.

Si a éste pago, padece mi deseo;
si ruego a aquél, mi pundonor enojo:
de entrambos modos infeliz me veo.

Pero yo, por mejor partido, escojo
de quien no quiero, ser violento empleo,
que, de quien no me quiere, vil despojo.



Poema A La Marquesa De Ayamonte, Dándole Unas Piedras Bezares Que A Él Le Había Dado Un Enfermo de Luis De Gongora



Corona de Ayamonte, honor del día,
Estas piedras que dio un enfermo a un sano
Hoy os tiro, mas no escondo la mano,
Por que no digan que es cordobesía;

Que dar piedras a Vuestra Señoría
Tirallas es por medio de ese llano,
Pesadas señas de un deseo liviano,
Lisonjas duras de la Musa mía.

Término sean, pues, y fundamento
De vuestro imperio, y de mi fe constante
Tributo humilde, si no ofrecimiento.

Camino, y sin pasar más adelante,
A vuestra deidad hago el rendimiento
Que al montón de Mercurio el caminante.



Poema El Burrito Glorioso de Marilina Rebora



La avispa exclamó:
«¡Mi talle! ¡Mi talle!»,
al ver al burrito
paciendo en el valle.

«¡Mis alas! ¡Mis alas!»:
tal, la mariposa
le gritó al pasar,
en más, orgullosa.

Así, el picaflor:
«¡Mi pico! ¡Mi pico!»,
se rió del pobre,
mísero borrico.

Igual, la luciérnaga:
«¡Mis luces! ¡Mis luces!»
(Acá el borriquito
ya se fue de bruces.)

Pero las orejas
levantó al momento:
«Ni de alas, de talle,
ni pico, soy dueño,
pero, pese a ser
un triste jumento,
estoy muy feliz,
estoy muy contento,
porque allá en Belén
calentó mi aliento
al Niño Jesús.
¿Quién tiene más luz:
la pobre luciérnaga
o yo? Lo descuento».

«¡Corceles! ¡Corceles,
que van a la guerra!»
(Pasaron caballos,
cascos dando en tierra.)
«¡Corceles! ¡Corceles!
¡Ni el mármol ni el bronce
son para el jumento!»

«No importa», se dijo
el asno, contento,
«pues ninguno de ellos
Lo llevó hasta Egipto.
Ninguno ?tampoco,
como yo, también
portándole, entrará
en Jerusalén».



Poema Río Del Olvido de Pilar Paz Pasamar



A la sombra del árbol del olvido,
a la orilla de Guad-El-Letheo,
allí hicimos los hoyos para clavar la tienda
y vivir esa tregua que el destino nos daba.

Por el cielo, las blancas palomas,
por el río, las pausas del agua,
de tu mano a la mía un olor transferible,
el efluvio del liquen entre cantos rodados.

Contaba. Contaste. Supimos al fin qué decirnos.
Un pacto inaudito, sonoro, vibrante,
tal el fuego que apaga las brasas al tiempo
de hacerse humo y ceniza en la sombra insaciable.
Y el color amarillo y supremo,
el color del color que se extingue,
que devora el ocaso apetente de tonos,
plenitud de lo efímero el recaudo en la luz vespertina,
y un solo quejido. Y un paso de ala.

A la sombra del río comenzaba a escindirse
en mitades el todo que fuimos.
El agua mostraba su rostro implacable y solemne,
la luz despaciosa, las manchas rodaban en cuestas abajo,

Supimos, supiste de mí lo que hubo,
lo que hubiera podido ser otra la forma de vida…

¡Ay, que fuese el adiós quien pudiera
descifrar el sentido de aquello que no comprendimos!

¡Que un instante, una tregua tuviera respuesta,
diera sentido a todo, creara mil lenguajes!

¡Ay, que todos los besos fueran un solo beso
y uno solo ?este último? el amor condensara!

A la sombra del árbol del olvido,
a la orilla de Guad-El-Letheo,
tu mano queda y oigo la voz innumerable,
la eternidad que al otro lado clama.



Poema Estuario de Efrain Huerta



Opresora. Todo lo aprisionas
con tu lengua y pasos de giganta,
¡oh! desconocida ¡oh! luminosa
hija de Arpios hecha de jade y miel.
Cárcel doy a tu pálida
presencia, gacela ojos de tigre,
cárcel me doy de amor,
mordedura, paciente fuego, ala
y marea, faro en la mar abierta.
Desciendes y derribas
la muralla del ansia. Das tregua
a la cosecha secreta del alba,
cuando los ojos cierra el puerto
al verano y la espuma.
Todo aprisionas con fría garra
deleitosa y madura,
opresora, dientes y lengua de giganta,
dormido espectro, oleaje
de apasionada mansedumbre
muerto de miedo y libertad.



Poema La Visita de Vicente Gallego



A Francisco Brines

Esta tarde he escuchado
otra vez sus pisadas a mi espalda,
he notado su aliento al abrir una puerta,
y sus huellas están en mis viejos papeles.
Aunque no puedo verlo,
hace tiempo que siento su presencia inquietante
cuando me quedo solo, cuando paso las horas
encerrado entre libros y palabras.
Sus lamentos me llegan confundidos
con el viento que gira en la terraza,
y oscurece su sombra en los espejos.
S?que tengo una deuda.
Mientras sigo escribiendo escucho un llanto.
Y no puedo pagarla.
Mientras sigo escribiendo va muriéndose el día
como una advertencia.
S?que el plazo ha vencido.
Su tristeza es un ruido que perturba mi vida,
sus reproches se adaptan al sonido
de este vaso con hielo, y a la tarde de otoño,
y al rasgar de esta pluma en el papel
donde ensayo lamentos y disculpas.
S?que tengo una deuda.
S?que el alma de un muerto penar?por mi culpa.
Ha llegado la noche, y a través del espejo
en que se ha convertido la ventana,
unos ojos sin vida me contemplan.
¡Si yo hubiera podido-les explico-, si yo hubiera sabido!
Y no supe pagarla.
A través del cristal unos ojos me acusan:
son los ojos de un niño que jamás me perdona
el haber confundido su futuro y sus sueños
con la vida sin sueños, con el triste futuro,
de ese hombre que ahora
teme al vidrio y esquiva su mirada.



Poema El Silencio De Unos Ojos de Fabio Fiallo



Qué me dicen tus dulces ojos negros,
tan cargados de sombras, ¡oh, adorada!
que en la noche me basta su recuerdo
para llenar mi corazón de lágrimas.

Qué me dicen tus dulces ojos negros,
en su silencio lleno de palabras
tan leves, que el oído nunca advierte
cuando se adentran en mi oscura entraña…

Tal dos aves que buscan su refugio
en un agrio peñón de oculta playa,
y en su áspero nidal, en vez de cánticos
alzan al cielo súplicas calladas.



Página siguiente »


Políticas de Privacidad