Poema Nuestros Cuerpos Se Comprenden de Antonio Gamoneda



pero yo amo esta púrpura desolada.

Ah la flor negra de los dormitorios, ah las pastillas del amanecer.



Poema Xv- Cimarrona Fruta Del Campo Y Del Día de Carmen Boullosa



Cimarrona fruta del campo y del día,
tu deseo es el aspa indomable
que un día cualquiera talló en ese sitio
lo que llevo yo por cuerpo.



Poema Lovers Go Home! de Mario Benedetti



Ahora que empecé el día
volviendo a tu mirada,
y me encontraste bien
y te encontré más linda.
Ahora que por fin
está bastante claro
dónde estás y dónde estoy.
Sé por primera vez
que tendré fuerzas
para construir contigo
una amistad tan piola,
que del vecino
territorio del amor,
ese desesperado,
empezarán a mirarnos
con envidia,
y acabarán organizando
excursiones
para venir a preguntarnos
cómo hicimos.



Poema Casida De Las Palomas Oscuras de Federico García Lorca



Por las ramas del laurel
vi dos palomas oscuras.
La una era el sol,
la otra la luna.
«Vecinita», les dije,
«¿dónde está mi sepultura?»
«En mi cola», dijo el sol.
«En mi garganta», dijo la luna.
Y yo que estaba caminando
con la tierra por la cintura
vi dos águilas de nieve
y una muchacha desnuda.
La una era la otra
y la muchacha era ninguna.
«Aguilitas», les dije,
«¿dónde está mi sepultura?»
«En mi cola», dijo el sol.
«En mi garganta», dijo la luna.
Por las ramas del laurel
vi dos palomas desnudas.
La una era la otra
y las dos eran ninguna.



Poema Versículo De Génesis de José Manuel Caballero Bonald



Por las ventanas , por los ojos
de cerraduras y raíces,
por orificios y rendijas
y por debajo de las puertas,
entra la noche.

Entra la noche como un trueno
por los rompientes de la vida,
recorre salas de hospitales,
habitaciones de prostíbulos,
templos, alcobas, celdas, chozos,
y en los rincones de la boca
entra también la noche.

Entra la noche como un bulto
de mar vacío y de caverna,
se va esparciendo por los bordes
del alcohol y del insomnio,
lame las manos del enfermo
y el corazón de los cautivos,
y en la blancura de las páginas
entra también la noche.

Entra la noche como un vértigo
por la ciudad desprevenida,
rasga las sábanas más tristes,
repta detrás de los cobardes,
ciega la cal y los cuchillos
y en el fragor de las palabras
entra también la noche.

Entra la noche como un grito
por el silencio de los muros,
propaga espantos y vigilias,
late en lo hondo de las piedras,
abre los últimos boquetes
entre los cuerpos que se aman,
y en el papel emborronado
entra también la noche.



Poema Florece El Naranjo de Isolda Hurtado



Es hora de prolongar el ritmo donde reposa el silencio

crear vértigos

tal vez el horror

afilar la ironía

morirme de risa de mí misma

acariciar los bordes del mutismo a pura palabra.

Al sol oculta su luz cada amanecer

En el tiempo mi espacio se agranda o disminuye

Y mi amor enloquece

Las palmeras se agitan altas tras su fondo verde

las hormigas en fila disponen bajitas

faenas largas en corta vida

mas ni alta ni larga es mi espera.

Al labrar la tierra perfilan un sabor agridulce ciertos frutos.

Sí. Así las horas pálidas de espanto me enterncecen

hasta explayar mis ansias sobre las avenidas

donde posa la tristeza.

Allí todo es mío y nada tengo

florece el naranjo

cuando el polvo barre la tarde.

Agosto 30, 2000

(De Florece el naranjo, CNE, 2002)



Poema Madrigal A Cibda De Santiago de Federico García Lorca



Chove en Santiago
meu doce amor.
Camelia branca do ar
brila entebrecida ô sol.
Chove en Santiago
na noite escura.
Herbas de prata e de sono
cobren a valeira lúa.
Olla a choiva pol-a rúa,
laio de pedra e cristal.
Olla no vento esvaído
soma e cinza do teu mar.
Soma e cinza do teu mar
Santiago, lonxe do sol.
Ãgoa da mañán anterga
trema no meu corazón.



Poema Nuestros Padres de Julio Leite



Tal vez
algún gusano itinerante
cruce el mar de tierra
que separa
a esos viejos continentes
de hueso
y recorra falanges
que fueron
tus caricias
o las mías,
tal vez se instale
en las cuencas vacías
de uno u otro
remedando miradas
que nos pesan
y alivian.
Tal vez, Mingo,
gusano de por medio
ellos confabulan
en calcio
y podredumbre
otro mundo,
otra vida,
retozando
en el cielo / infierno
de nosotros
sus hijos.



Poema Mar Sin Orillas de Hilarión Cabrisas



Un dolor se me va y otro me arredra;
ola que se marchó y ola que viene
a batirme, y apenas se detiene
sobre mi viejo corazón de piedra.

Ola que llega, y rompe, y salta y medra
del dolor de la roca, y se mantiene
sólo el instante aquel que le conviene
para arrancarle hasta su airón de yedra.

Lucha sorda y tenaz; mudo combate
de la ola que se va, vuelve y se abate
en el peñón que su ira desafía…

Dolor perenne, inextinguible, intenso,
rudo y fiero combate en este inmenso
mar sin orillas de la vida mía…



Poema 20 Poemas De Amor Y Una Canción Desesperada – Poema 14 de Pablo Neruda



Poema 14

Juegas todos los días con la luz del universo.
Sutil visitadora, llegas en la flor y en el agua.
Eres más que esta blanca cabecita que aprieto
como un racimo entre mis manos cada día.
A nadie te pareces desde que yo te amo.
Déjame tenderte entre guirnaldas amarillas.
Quién escribe tu nombre con letras de humo entre las estrellas del sur?
Ah déjame recordarte cómo eras entonces, cuando aún no existías.
De pronto el viento aúlla y golpea mi ventana cerrada.
El cielo es una red cuajada de peces sombríos.
Aquí vienen a dar todos los vientos, todos.
Se desviste la lluvia.
Pasan huyendo los pájaros.
El viento. El viento.
Yo sólo puedo luchar contra la fuerza de los hombres.
El temporal arremolina hojas oscuras
y suelta todas las barcas que anoche amarraron al cielo.
Tú estás aquí. Ah tú no huyes.
Tú me responderás hasta el último grito.
Ovíllate a mi lado como si tuvieras miedo.
Sin embargo alguna vez corrió una sombra extraña por tus ojos.
Ahora, ahora también, pequeña, me traes madreselvas,
y tienes hasta los senos perfumados.
Mientras el viento triste galopa matando mariposas
yo te amo, y mi alegría muerde tu boca de ciruela.
Cuanto te habrá dolido acostumbrarte a mí,
a mi alma sola y salvaje, a mi nombre que todos ahuyentan.
Hemos visto arder tantas veces el lucero besándonos los ojos
y sobre nuestras cabezas destorcerse los crepúsculos en abanicos girantes.
Mis palabras llovieron sobre ti acariciándote.
Amé desde hace tiempo tu cuerpo de nácar soleado.
Hasta te creo dueña del universo.
Te traeré de las montañas flores alegres, copihues,
avellanas oscuras, y cestas silvestres de besos.
Quiero hacer contigo
lo que la primavera hace con los cerezos.



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