Poema Cien Sonetos De Amor de Pablo Neruda



Soneto XI

Tengo hambre de tu boca, de tu voz, de tu pelo
y por las calles voy sin nutrirme, callado,
no me sostiene el pan, el alba me desquicia,
busco el sonido líquido de tus pies en el día.
Estoy hambriento de tu risa resbalada,
de tus manos color de furioso granero,
tengo hambre de la pálida piedra de tus uñas,
quiero comer tu piel como una intacta almendra.
Quiero comer el rayo quemado en tu hermosura,
la nariz soberana del arrogante rostro,
quiero comer la sombra fugaz de tus pestañas
y hambriento vengo y voy olfateando el crepúsculo
buscándote, buscando tu corazón caliente
como un puma en la soledad de Quitratúe.



Poema Viene La Noche de Else Lasker-schuler



Viene la noche y me sumerjo en las estrellas,
Para no olvidar en el alma el camino a casa
Pues se enlutó hace mucho tiempo mi pobre país.

Descansan nuestros corazones emparentados de amor,
Emparejados en una cáscara:
Blancas almendras-

Sé que tienes, como antes, mi mano
Encantada en la eternidad de la lejanía…
Ah, mi alma crujió cuando me lo confesó tu boca.

Versión de Sonia Almau



Poema Ajena de María Rosal



Ajena a la cordura, con la pasión al hombro ensangren-
tado por breves mordeduras de placer, camina.
Nadie le ha dado un nombre. Todavía retumban en la plaza
las aguas silenciosas del olvido, ciegas en la distancia de
los cuerpos.
Nadie la ha despojado. No hay más verdad que la que lleva a
cuestas con los ojos abiertos y la palabra humilde.
Porque
nunca en el hartazgo del amor conoció el límite, el
resplandor inmóvil del ahorcado.
Ella sola es un cuerpo y su pregunta.
Ella, una ofrenda y una túnica de esparto.
Ella, la menor de todas las hermanas de la tierra, la que
acaba de nacer y pide un canto, la que teje de día
los hilos translúcidos de las mareas, la que teje de noche
el manto negro del amor inmóvil.
Ella, los pezones erectos, implora una vasija donde albergar
la leche que un fauno va extrayendo con un diente de
oro.



Poema Si Vuelvo A La Mujer de Juan Sánchez Peláez



Si vuelvo a la mujer, y comienzo por el pezón que me trae
desde su valle profundo, y recupero así mi hogar en el
blanco desierto y en la fuente mágica.

Si alzando los brazos, corto la luna.
Si pregunto: ¿y nuestro amor?
Si ella y yo nos encontramos muy ufanos.

Si la mujer sensible se inclina de nuevo a la tierra, Estrella
cálida, azul y azur.

Si se detiene bajo la lluvia, inmóvil, más inmóvil que todos
los siglos reunidos en una cáscara vacía.

Si en la grey estamos de paso y vamos aprisa. si la
vida teje la trama ilusoria. si es difícil en las
condiciones en que trabajo, ser la compasión de nadie.

Sin fingir y sin apoyo en las varillas mágicas de la loba,
no olvidas comenzar por el pezón.

Si con el mismo ojo del precioso líquido que es la tarea
de las nubes.

Si son desenvueltas mis maneras me pesa el habla.
Si no nos pillan.
Si salgo en lugar de los pensamientos.
Si borro el brote difuso en mi desvelo.
Si hace frío, si la mañana es clara.
Si vuelvo a ti, si muero, si renazco en ti.

Sí, en el interior; es mi promesa. Si esta irisada raya,
relámpago súbito, oh Solo de sed.

De» Lo huidizo y permanente» 1969



Poema Rosa De Escándalo de Angel Gonzalez



(Alburquerque, noviembre)

Cuando el hombre se extinga,
cuando la estirpe humana al fin se acabe,
todo lo que ha creado
comenzará a agitarse,
a ser de nuevo,
a comportarse libremente
?como
los niños que se quedan
solos en casa
cuando sus padres salen por la noche.

Héctor conseguirá humillar a Aquiles,
Luzbel volverá a ser lo que era antes,
fornicará Susana con los viejos,
avanzará un gran monte hacia Mahoma.

Cuando el hombre se acabe
?cualquier día?,
un crepitar de polvo y de papeles
proclamará al silencio
la frágil realidad de sus mentiras.



Poema Lucía Martínez de Federico García Lorca



Lucía Martínez.
Umbría de seda roja.

Tus muslos, como la tarde,
van de la luz a la sombra.
Los azabaches recónditos
oscurecen tus magnolias.

Aquí estoy, Lucía Martínez.
Vengo a consumir tu boca
y a arrastrarte del cabello
en madrugada de conchas.

Porque quiero y porque puedo.
Umbría de seda roja.



Poema Los Mozos De Monleón de Federico García Lorca



Los mozos de Monleón
se fueron a arar temprano,
ay, ay,
para ir a la corrida,
y remudar con despacio,
ay, ay.
Al hijo de la «Velluda»,
el remudo no le han dado,
ay, ay.
?Al toro tengo que ir
aunque vaya de prestado,
ay, ay.
Permita Dios, si lo encuentras,
que te traigan en un carro,
las albarcas y el sombrero
de los siniestros colgando.
Se cogen los garrochones,
se van las navas abajo,
preguntando por el toro,
y el toro ya está encerrado.
A la mitad del camino,
al mayoral se encontraron,
?Muchachos que vais al toro:
mirad que el toro es muy malo,
que la leche que mamó
se la di yo por mi mano.
Se presentan en la plaza
cuatro mozos muy gallardos,
ay, ay.
Manuel Sánchez llamó al toro;
nunca lo hubiera llamado,
ay, ay,
por el pico de una albarca
toda la plaza arrastrando;
ay, ay.
Cuando el toro lo dejó,
ya lo ha dejado sangrando,
ay, ay.
?Amigos, que yo me muero;
amigos, yo estoy muy malo;
tres pañuelos tengo dentro
y este que meto son cuatro.
?Que llamen al confesor,
pa que venga a confesarlo.
Cuando el confesor llegaba
Manuel Sánchez ha expirado.
Al rico de Monleón
le piden los bues y el carro,
ay, ay,
pa llevar a Manuel Sánchez,
que el torito lo ha matado.
ay, ay.
A la puerta de la «Velluda»
arrecularon el carro,
ay, ay.
?Aquí tenéis, vuestro hijo
como lo habéis demandado.
ay, ay.



Poema Compañera de Juan Guzmán Cruchaga



Tu voz, viajera de muchos siglos,
llegó apoyándose en un sueño.
En ningún país la reconocían.
No cabía en ningún recuerdo.
No sigas. Quédate. Eres mía.
Lo sé desde el alba del tiempo.

Tus ojos perseguidos
todavía tiemblan de miedo.
Oscuras jaurías de angustia
los acosaban.
Cierra. Hay viento.
Descansa. Es la dicha tranquila.
El reposo. El silencio y el fuego.

Iban tus manos entre mis libros,
entre mis flores y mis versos
naturalmente, sin asombro.
Tampoco había asombro en ellos.

Las rosas que ahora te miran
son nietas de las que te vieron.
Descansa. Quédate. Eres mía.
Lo sé desde el alba del tiempo.



Poema Con El Velo En La Noche de Yanira Soundy



Cuando cubres mi espalda con el velo de la noche
y cruzas en silencio el húmedo paisaje de mi
cuerpo, el ala errante del viento
se quiebra en nuestro sueño.
La luna cae sobre el mar,
llena de silencios.
La tarde se vuelve tempestad, agua despeñada de lo alto,
voz de lluvia.
La rosa amarilla se abre al aire frío,
susurran los árboles
y tú bebes el secreto
que vibra entre mis labios.
Cuando cubres mi espalda
con el velo de la noche,
una amapola se quema entre tus dedos.
El amor abre sus alas a un canto de estrofas
y se vuelve un río pensativo,
una larga voz que moja
las campanillas y los cardos.
Cuando cubres mi espalda
con el velo de la noche,
en los aleros canta un pájaro salvaje.



Poema Oración Para Que No Me Olvides de Oscar Castro



Yo me pondré a vivir en cada rosa
y en cada lirio que tus ojos miren
y en cada trino cantaré tu nombre
para que no me olvides.

Si contemplas llorando las estrellas
y se te llena el alma de imposibles
es que mi soledad viene a besarte
para que no me olvides.

Yo pintaré de rosa el horizonte
y pintaré de azul los alelíes
y doraré de luna tus cabellos
para que no me olvides.

Si dormida caminas dulcemente
por un mundo de diáfanos jardines,
piensa en mi corazón que por ti sueña
para que no me olvides.

Y si un tarde, en un altar lejano,
de otra mano cogida te bendicen,
cuando te pongan el anillo de oro,
mi alma será una lágrima invisible
en los ojos de Cristo moribundo…

Para que no me olvides.



Página siguiente »


Políticas de Privacidad