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Poema Mirándola Dormir (fragmento) de Homero Aridjis



Cálida ahí donde te toco.
Grupa vaporosa.
Radiante en cualquiera de sus poros.
Cabalgando.
Y sobre lo espléndido va lo irrepetible.
Y reproduciremos toda vida, y toda melancolía será
ahogada con zumo de tus manos.
situado el cuerpo hasta las nubes para que llueva
enorme, consternado, sobre las pequeñas voces y el
medio movimiento.
En la pulsable ostentación de ser en dos un solo verbo.
Traídos y llevados y atentos.
Y ella bien oculta.
Máscara de siete ojos.
Tendida, vaporosa, suya, mirándose leve sobre la
inclinación de su cuello, de su desplazamiento.
Regocijada entre los números inexactos de su memoria.
Niña loca, joven de burdel.
Adelante de los pequeños verbos y de los caballos que
tremolan.
Desnuda de tiempo en horas anormales.
Vaporosa bruta.
Dormida satisfecha en su abundancia.
Los senos esféricos sobre el cuerpo horizontal.
Apuntando, y atravesados por venas azules.
Qué murmurar sanguíneo.
Sueltos y desnudos: apuntando a fantasmas espesos y
erectos; libres.
Muy de Berenice. Terráqueos y afectuosos. Muy en ella.



Poema Los Espacios Azules de Homero Aridjis



I

Hay frutos que suben intensamente por la luz que los toca
y en el aire se encienden cayendo hacia el arriba

hay que maduros se derraman a izquierda y a derecha
en un borbotear ardiente de brillos en el árbol

hay que se cierran para que la luz no los abra
y se entregan al aire ligeros de sentidos

hay como vasos rotos en su ruina espejean
y en sus pedazos se puede ver el fruto entero

hay los que la luz penetra y hace lucir en las alturas
los que no poseen ni una luz pero la luz de todo
hay esta lluvia que se convierte
en la cáscara y el jugo del fruto que humedece

II

Rápida maravilla es la luz
que sube baja de los montes

y por tu cuerpo cae
llena de ojos

Trémula bendición es
la que invisible llueve sobre tu corazón

la que deja en tus senos
brillantes puntos de oro de azul

la que te ha convertido en un largo rayo puro
en el alba

III

Cada onda es el agua

uno es el hombre

unidos van las hojas y el verde
las alas y el aire

los ríos son este Río

y sola va el arca por la noche

IV

En abrazo mecido la muchacha recorre
la blanda aventura de su cuerpo
la esfera en la que su ser da vueltas
en torno de la fuerza que asomada a su alma se fatiga
en abierta espiral encierra adentra y desata
el deseado rostro que los dos van formando
y el rasgo casi humano que arrancado de los cuerpos brilla

en rojo funeral consume su existencia
el vértigo meciéndose en su carne
el cuerpo inerme que la semejanza le entrega
y la boca que los hala y succiona
apenas la conmueven

su superficie acoge lo mismo el ademán intruso
que el gesto de su abdomen más abismado y húmedo
en el flujo y reflujo que el instante va creándole

en ese vuelo a tientas por la altura
más de un alma ha caído y más de un ave se asfixia
por esa oscuridad apretada
el cuerpo fugitivo es real muriendo

V

Cuando la lluvia pasa y la ciudad se eleva
y el pájaro vuela por un amarillo iluminado
donde un ocre y un rayo dorado se desprenden
como de hojas otoñales lavadas por el agua
gotas que abandonó la lluvia sobre un vidrio
alentadas por una luz interna
son pequeñas esferas o universos del agua
donde el color es incoloro pero tiene
dos o tres azules y un naranja
que parecen temblar

Estas rápidas gotas de la dicha
bajo el hálito de una breve existencia luminosa
se quedan asombradas en el puro corazón de la alegría
o trazan resbalando diminutos y delgados ríos
como siguiendo la estela despeinada de otras gotas
que encontradas son un pequeño mundo
una transparente cúpula
donde brilla la luz

VI

Sobre este puente donde el tiempo avanza inmóvil
como la podredumbre o la alegría de ser
adentro de las cuerdas
que lo atraviesan de un extremo a otro
he visto al pájaro inocencia detenerse
un momento en su vuelo para decirme adiós
he visto en sus ojos el incendio de luz
que arde sobre las aguas como un tapete
o una lengua siempre más larga y estriada
he visto en su pico el canto y la maravilla
que nunca se levantan un punto más alto
de la tristeza que los encierra como un nicho
he visto la oscura y húmeda cabellera del canto
siempre más radiante y más muda
más color de viento que de amor o vocal
curvarse en sus umbrales como una ola

Sobre este puente que ha mirado con mirada fría
(así como mira el rostro amado y muerto
siempre más distante a la palabra y más imposeíble)
pasar miles de espectros y de autos
miles de cosas y seres que van al infinito
como etapa final
he visto el pájaro de la inocencia
descansar un momento de su eternidad
para decirme adiós
en un hasta nunca apenas perceptible dicho casi
con un rumor de alas sonando en el silencio

VII

La palabra

lleva el sol
lleva la virgen
lleva el pan
la comunión
y lo que invoca
es la dominadora
la que junta

vive en muchas moradas
entra en muchas formas

sopla desde el fondo del agua
silenciosa

sube de todas partes
quema y nombra



Poema Llamaré de Homero Aridjis



hasta que las puertas de tu ciudad
fortificada con estatutos inviolables
me acojan como habitante
de la vida que en ti se desenvuelve
igual que la lluvia de silencio
sobre tu cabeza
Gradualmente me impregnaré de ti
hasta que sea humo en tu voz
luz en tus ojos
y haga sobre mis hombros tu futuro
Cuando llegue el otoño
te descubriré al rostro de los hombres
para que en tus vasos alimenticios
vengan a nutrirse de esperanza



Poema La Perfecta Dormida de Homero Aridjis



En el hálito ardiente de su propio sonido quema
y en su ámpula germina la crisálida

La libélula transcurre bajo el sol

Rompe la quieta corriente del instante
el río que ha pasado comparece
al golpe del nuevo movimiento
Se recuesta en el agua el esplendor

Otras criaturas tañen las olas bajo el mar
Aire de su aire mueve la gaviota
el soplo el verbo el yo soy de esa muchacha
como los árboles etéreo

Nuevas existencias toman superficie
toman cuerpo en Sus ojos Los astros son pupilas

Siempre un poeta canta entre los muertos



Poema La Noche Muere Sobre Una Manzana Rota… de Homero Aridjis



La noche muere sobre una manzana rota
La creación recomienza

El alba crece insuperable
compacta en sus disturbios

El hombre pulsa la memoria
abre el instante nuevo
con manos transparentes

Por todas partes la fantasía
de ser entre las horas
la proeza el grito la resurrección

También de la tierra húmeda
de los hechos ya ocultos
llega el movimiento
el segundo perpetuo
la presencia

Una palabra corta en dos tus labios



Poema La Forma De Tu Ausencia de Homero Aridjis



Ni un momento
he dejado de ver en este cuerpo
la forma de tu ausencia,
como una esfera que ya no te contiene.
Pero dos cosas constantes te revelan,
te tienen de cuerpo entero en el instante,
y son la cama y la mesa de madera,
hechas a la medida del amor
y del hambre



Poema La Difícil Ceremonia de Homero Aridjis



I

Ánfora para la fluidez implacable del origen
para la libertad de los cuerpos
yo te escribo sin nombre

así abro mi jaula de pájaros siniestros
así prefiguro la seguridad de las manos
así comprometo mi tiempo en tu tiempo
así me descubro entero en ti compacta

Éste es mi incendio de cauces y de cuencos
mi confusión de estaturas y edades

Tú eres la impenetrable la siempre nueva
la que dices a media voz tu movimiento

yo te escribo sin nombre en alianza
con los fervientes de los ojos inmediatos

Tú elevas la densidad de las raíces
tú afirmas lo que las otras niegan
tú eres la verdad de mis días
la espiral de mi comienzo

tú eres la inaplazable
la mujer desnuda
yo te escribo sin nombre
en las ciudades brumosas
en los antemuros en la piel
en las escaleras que no ascienden



Poema Imágenes Sobre Una Escalera de Homero Aridjis



1

Si pusiéramos un espejo
debajo de la escalera
se prolongaría en otra escalera,
o nadaría en su nada.

2

Si cortas una escalera de humo, continuará subiendo.
Si rompes una de madera, se hará dos escaleras.
Si cavas una de tierra, se meterá en l anoche,
o se hará igual al hombre.

3

La escalera que sube con dos manos
se apoya en el suelo con dos pies,
y la tarde violeta se va entre sus peldaños.

4

Lo peor de la escalera
es que no sabe que es escalera;
yo lo sé,
como hombre que no sabe que es el hombre.

5

La escalera ignora cuántos peldaños tiene.
Yo los cuento: 1 2 3 4 5
…………………..6 7 8 9 10.

Sigue el aire.

6

En el mundo que circunda a la escalera
hay un ruido de movimientos, pero ella
es sólo una escalera.

7

¿Cuántas escaleras hay en el mundo,
de madera, de piedra, de humo,
que no llevan a ninguna parte?

8

El deshoy es el hoy,
y el futuro es un pasado
que aun no se presenta
en la escalera.

9

La escalera,
que con el poema se hizo,
sin las palabras se deshizo.



Poema He De Perseguir Tu Cuerpo… de Homero Aridjis



He de perseguir tu cuerpo
hasta donde dos cuerpos pelean
tu callejón oscuro

y peligrosamente el día
tiene contacto con una luz que no le corresponde
para sentirse propio y poseído
hasta donde la demolición de los conjuros
no perdona el rumor de las palabras

he de perseguir tu cuerpo
hasta el fin de tus calles
donde los saludos forman esquina con el viento

y la seguridad imposible de manos conocidas
hace vivir deseos constelaciones
en el solo equilibrio de la sombra



Poema Gambito De Caballo En Troya de Homero Aridjis



Ad aeternam un hombre y un perro semejante a un caballo de oro; dos guerreros como esculpidos por el polvo; un rey y un yelmo donde el sol reverbera; una reina blonda cautiva tras un muro que rodea afiladas fortalezas.

Ad aeternam una imagen vagarosa, que no toma forma definida en la imaginación del hombre; un ave de rapiña; un montón de cuerpos hacinados desencarnándose, resplandeciendo al sol; brotes de sangre negra en el vasto coágulo de musgo oscuro, en la piedra.

Ad aeternam el rey inútil, con la derrota como una corona entre las manos; los guerreros inútiles con las lanzas y los pies clavados en el suelo; el brillo de unas cuantas espadas homicidas; el fluido rojo que responde a la súbita escisión, abriéndose sobre la tierra como un tapete.

Ad aeternam el horizonte azul, en el que vuela el color como un ave encendida; las naves meciéndose en el agua; el nombre de algún desconocido dicho gradualmente con sílabas rotundas, pero igual que un soplo; la muerte que acampa como un huésped de rigor bajo las tiendas, bajo arrugadas campanas de paño desteñido; la imagen en la imaginación del hombre como una nube, como un abalorio, como un ojo a veces fijo, a veces policromo entre la bruma.

Ad aeternam los ágiles pies sobre la arena, la piel curtida, el sonido opaco del escudo, la adivinada risa, el paso adivinado de la reina cautiva allá en la fortaleza; la vivida mirada de los ojos lejanos que imprecisos son más agudos y están más próximos; la desolación, la visión funeral de todo aquello que en un minuto se deshace.

Ad aeternam el perro lentamente gris, casi una nube, casi una mancha árida, blanco por el roce de la luz sobre sus orejas y su lomo; el ave de rapiña, casi un lobo del aire, una amenaza demasiado rápida, demasiado alada; el ave de rapiña que vuela sobre la afilada torre y traza en el aire duramente una L; la imagen en la imaginación del hombre; la nube como abalorio, como ojo, como L que el sueño de alguien ha soñado en el aire.

Ad aeternam el caballo que irrumpe en el instante con sonidos de campana sorda, con las patas rotas y el vientre abierto y los nervios sosteniendo los intestinos como blandas rejas; el caballo, en difícil huida sobre la arena de oro, con la fuerza de la agonía contra los filos de la piedad de dos guerreros que asisten a su muerte con un tajo.

Ad aeternam el perro como un dios canino, con las orejas doradas inclinadas como puntas de consternación, ágil hasta en su sombra, hasta en su inmovilidad; el perro, con ojos casi humanos, y sin olfato ya para los muertos.

Ad aeternam el regreso, las naves que esperan meciéndose en el agua como agresivos cisnes, castigados por un hado adverso que los ata a la orilla, y por la noche inmortal que mira y confunde desde lejos el cielo con el mar y sus caminos.

Ad aeternam el volcado carro con las ruedas girando y la astilla de sangre en la cara del auriga; el rey entre nosotros y la blonda reina cautiva en la torre; los guerreros vestidos de oscuro que emergen a la furia y al nunca más de este tiempo homicida.

Ad aeternam el brío blanco del anciano que arenga a dos guerreros arañados por el último frío, lo mismo que a un joven que resiste un viento de desnudos brazos.

Ad aeternam la imagen en la imaginación del hombre; la nube como abalorio, como ojo, como L que alguien trazó en el aire; el caballo que murió con las patas rotas y el vientre abierto como reja o ventana; los guerreros que introdujeron los filos en su desesperación como a una funda, como a una aljaba.

Ad aeternam los guerreros recortados en el paisaje por el aire musitando en su interior deseos de irse, de ocultar lo humano de sus pasos, de sus ojos, y de todo aquello que la adversidad descubre como sitio mortal; los guerreros que ensartan pechos y rostros casi femeninos en su manera de aceptar la muerte.

Ad aeternam el rapsoda que canta al dios de polvo que levantan los muertos al caer, el pesado sonido de un guerrero que cae, el tinte violeta de la boca hendida, el esbelto cuello con un hueco imprevisto, la espalda del que escapa herido por la cólera de un dios, los ojos del que se queda habitado por un dios, la noche que desciende como un gran escudo anunciando reposo.

Ad aeternam la imagen en la imaginación del hombre, casi ya viva como una presencia, como un recuerdo; las torres afiladas, las naves, el regreso, la L que vuelve a trazar el ave de rapiña; el vientre del caballo, los hombres que quisieran irse, ocultar sus rostros; la noche que reemplaza la luz con tinieblas; la imagen definida en la imaginación del hombre.

Ad aeternam el tiempo por venir, el horror, la matanza y la ruina; la noche y el terror en la pupila ajena; el vientre del caballo habitado por la cólera de un dios; el perro sin olfato ladrando a fantasmas incesantes que pasan a su lado; el dolor vidente y femenino aullando como un perro.



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