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Poema Flor Azteca de Graciela Cros



Amigas mías
Hay una especie de hombre que no les recomiendo.
Es el hombre que ama a una cabeza
y las propiedades que la caracterizan.
Hay uno
que sólo quiere oirme hablar verme mirar
escuchar cómo escucho
comprobar cómo pienso
mientras mi cabeza completa
con rulos cerebelo y pestañas
con ideas deseos y orejas
luce como un adorno encima de la mesa.

Mirándome a los ojos con ternura
repite día a día
que le hace tanto bien charlar conmigo.

En vano mis tobillos le hacen señas
mientras mis manos intentan algún pequeño roce
o algo nerviosas gesticulan un rápido lenguaje de emergencia
en el que trato de explicarle que estos son otros tiempos
que el antiguo combate entre cuerpos y almas no existe
y no me agrada el rol del Bautista
decapitado en la bandeja:
que debajo de la mesa una segura y cálida prolongación de mi cabeza
es
a la vez
una segura y cálida promesa de bienestar a su cabeza.

Él
Para hacer igualitaria la cosa y porque es considerado
digamos
una persona noble
sólo se permite responder con su cabeza completa
en la que descuento conviven labios neuronas y anhelos
ojos sienes recuerdos y conceptos.

Su voz
acostumbrada a las bellas palabras
me explica que no puede con las culpas
y declara su amor a mi cabeza
pero esconde
celosísima
las líneas de su cuerpo
a los temblores animales del mío
fatalmente impaciente debajo de la mesa.
Como soy obstinada
(mi cabeza lo es)
intento atacarlo por sorpresa
pero es irreductible
su moral es de hierro
entonces pienso
en la seda caliente de mis suaves rincones
y lo odio.
Así ocurre
finalmente
que para darle el gusto y porque me conmueve
su actitud de niño dibujando una casa
yo
me quedo
muy quieta
y cuando ya se ha ido
suelo sacar la lengua.
No puedo ocultarles que planeo venganzas.
Deberán ser acordes a una flor azteca.
Por ejemplo
que un día
cuando él crezca y me busque completa

no encuentre nada debajo de la mesa.



Poema F- (de Urca*) de Graciela Cros



Ruega por cardamomo, por benjuí, por canela;
en aguardiente de jengibre empapa
su pobreza de padres
Ruega en quejumbrosa instancia:
confuso monje, corazón descalzo
sitiado por los días, reminiscente, obtuso

Ruega el extranjero, niño eslabón que fuera
oscilante fantasma elusivo

Que el Can de la Piedad
al fatigado niño lo proteja

Al que se suelta de la mano
y a gritos llama a los amigos
lo proteja

Al que huye de la muerte

MADRE MUDA

lo proteja

Barrio de Río de Janeiro, Brasil



Poema E- (de Urca*) de Graciela Cros



Alcione Clara Milton Caetano Chico María Ney
Cometas de materia luminosa

Terciopelo de Río

Suavidades en la estrellada noche
donde rueda
la falsa biografía del cautivo

Y el mar

el mar con su corona única

para sobrevivir al simulacro

en los Jardines de Urca

Barrio de Río de Janeiro, Brasil



Poema Ch- (de Urca *) de Graciela Cros



El silencio, tormenta del pasado, botín de incertidumbre,
expande su contorno al revés de la lluvia que
en Urca
se retrae
Ni sonar de teléfono ni puño que a la puerta golpee
ni carta con vistosas estampillas de una ciudad al sur

Curiosa caja china de mudez mercenaria:
con ojos de muaré alguien vigila
y en el silencio oculta
lo robado

En su destierro
el niño se busca en el cristal y nada advierte

La sed lo lleva al agua real

LA SANTA LECHE ANHELA

Barrio de Río de Janeiro, Brasil



Poema C- (de Urca*) de Graciela Cros



En el velo de Urca arde el deseo
y una voraz quietud
altera
los acuerdos,
su delgada rutina

Y por último, el mar

que NO responde al NIÑO

EXTRANJERO

*Barrio de Río de Janeiro, Brasil



Poema B- (de Urca*) de Graciela Cros



Plaza verde, hamacas, risas en otro idioma
En la esquina, una iglesia
y escaleras

¿escaleras para alcanzar
acaso comprobar una puerta perdida
en otro tiempo?

Al acecho balcones y sabores
peixes fritos y azahares
canturreos y frutas
bandidos de portal, promesas de regreso

pero adónde
pregunta

EL FORASTERO

NIÑO

*Barrio de Río de Janeiro, Brasil



Poema A- (de Urca*) de Graciela Cros



Luz, jardines que anticipan
la sombra. Aire espeso,
renuente
Lejos
sirenas, algún barco, estallidos de bruma

Y por último, el mar

Urca desteje fábulas, cuenta
por compasión y tranquiliza; finge
desde su mansa, indiferente, fraternal
mentira

El niño extranjero busca a tientas
la amarilla baldosa de su juego para
saltar, saltar, saltar
al otro lado de la historia
y ver el engranaje roto

Tenso, iluso

*Barrio de Río de Janeiro, Brasil



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