Poema Nacimiento Del Hijo de Abel G Facundo



a Marielena Hernández

Naceré de mí,
sacudiendo el polvo de rodillas
ya vivo entre los dedos de mi madre y mi yo
multiplicado en vicios y grandezas,
y mi primer poema,
dos versos tristes,
y mi primer regalo un árbol seco.
Hoy naceré pagando las deudas de otras muertes,
sin pan para comer en los destierros
sin luto que llevar por mis fantasmas.
Me arrastraran las manos libertarias,
hacia otros nacimientos,
y yo repetiré sin más
aquellos versos tristes
de mi primer poema,

todo lo que he aprendido de la vida es un espejo,
un masticar de Borges,
atándose en sus miedos a la muerte.



Poema Estoy Haciendo Pruebas De Velocidad de Luisa Castro



Retrocede.

No soy yo, que conozco la cinta del tiempo
y navego
a sabiendas
de que en el mar las horas tienen otro arbitrio
y otra medida
las fuerzas.

Es el mundo,
que retrocede.

De «Los hábitos del artillero» 1990



Poema Modos De Morir de Abel G Facundo



Sobre la tierra negra quedó
la estela roja.
José. M. Poveda

En el surco
el labrador acude a su existencia,
es sólo un rostro tenue
una felicidad imprecisa.

Todo el destino
habita en sus semillas,
el reino,
la armonía.

Lo enterrarán al pie de la arboleda
junto a la mala hierva.
No iremos a su entierro,
en la ensalada de las tardes
hemos comido poco a poco su cadáver.



Poema Mariposa Gitana de Abel G Facundo



Qué locura me inventas
carne en giros
en plena luna llena
y tú desafiando la violencia
de los lobos,
con las piernas por ego,
con tus ojos eslavos
y esa densidad de reina
que ataca mi silueta
retorcida y esquiva.

Qué locura te inventas
mariposa gitana, nocturna,
detén tu lengua ahora
el alivio del hambre
en esas selvas
que riegan tu fragilidad.
Detén por un instante el apetito,
vuela sobre mí,
anida en este sexo
devórale las hojas a su árbol.



Poema Pascua de Abel Alarcon



Elevó, adusto, el sacerdote anciano
de ácimo pan la nítida blancura;
trazo el signo de un símbolo su mano
y consumo la mística figura.

Plegose en el altar velo liviano
Y ante el pueblo, en beatifica postura,
Fulguró el sol flamante y soberano
De la enorme custodia, su hermosura.

Un torrente de luz bañó las naves;
Hubo explosión de gloria en el himnario;
Surgieron del armonio notas graves;

Cuando entre el humo undívago del ascua
Del coro voló un ave al campanario,
La campana mayor repicó a pascua.



Poema La Abadesa de Abel Alarcon



Por el jardín paseaba la Abadesa
Leyendo una oración de su breviario
Sus ojos eran de un azul turquesa,
Su tez como el marfil de su rosario.

Así cruzaba la divina obsesa,
Defendida de un mal imaginario,
Por aquel corazón que su pureza
Bordara en su bendito escapulario.

Junto a la hoja sagrada que leía,
Tierna recordación, simbolizada
En una seca flor la entristecía.

Cesó su labio de moverse en rezo,
Su pena se vertió cristalizada,
Y en la cruz y en la flor puso su beso.



Poema Yo Fui de Luis Cernuda



Yo fui.
Columna ardiente, luna de primavera.
Mar dorado, ojos grandes.

Busqué lo que pensaba;
pensé, como al amanecer en sueño lánguido,
lo que pinta el deseo en días adolescentes.
Canté, subí,
fui luz un día
arrastrado en la llama.

Como un golpe de viento
que deshace la sombra,
caí en lo negro,
en el mundo insaciable.

He sido.



Poema El Sueño De La Muerte de Luisa Castro



I
Despiértame de este sueño de la muerte,
príncipe de mis días,
acércate,
encuéntrame tendida en este sueño de la muerte.

Tan bella como pueda serlo
aquella que ha cruzado huyendo un bosque
y se ha rendido,

así soy yo de bella.

Muerta y llorada por pequeños amigos.

II
Despiértame de este sueño de la muerte.
Atiende toda señal del camino
y presta oídos al rumor de los árboles.
Ellos te guiarán.
Ábrete paso, príncipe de mis días,
encuéntrame aquí bella y dormida
y bésame.

Tanto
como puedas besar a aquella
que ha cruzado huyendo un bosque
perseguida y sin culpa
hasta perderse.

Así de bella soy.

III
Tu caballo,
escúchalo,
sabe hacia dónde va,
no lo reprendas.
Sus pequeñas y sensibles orejas
te guiarán.

Hasta este claro en el bosque.

Hasta mí,
que sabía que vendrías a caballo.

IV
Escondida
del filo mortal del malvado
hasta aquí he llegado.

Refugiada
de los venenos que acechan,
nadie
puede arrancarme el corazón.

Así de muerta estoy.

V
Pero la casa es pequeña
y las herramientas,
diminutas en mis manos.

La bondad de mis amigos,
un hermoso ataúd de cristal
y un entierro hermoso.

Y esa roja manzana
de piel resplandeciente
y maligna semilla,
no más dura y más bella que este fruto de mi muerte.

De «De mí haré una estatua ecuestre» 1997



Poema Quiero Con Afán Soñoliento de Luis Cernuda



Quiero, con afán soñoliento,
Gozar de la muerte más leve
Entre bosques y mares de escarcha,
Hecho aire que pasa y no sabe.

Quiero la muerte entre mis manos,
Fruto tan ceniciento y rápido,
Igual al cuerno frágil
De la luz cuando nace en el invierno.

Quiero beber al fin su lejana amargura;
Quiero escuchar su sueño con rumor de arpa
Mientras siento las venas que se enfrían,
Porque la frialdad tan sólo me consuela.

Voy a morir de un deseo,
Si un deseo sutil vale la muerte;
A vivir sin mí mismo de un deseo,
Sin despertar, sin acordarme,
Allá en la luna perdido entre su frío.



Poema No Quiero, Triste Espíritu de Luis Cernuda



No quiero, triste espíritu, volver
por los lugares que cruzó mi llanto,
latir secreto entre los cuerpos vivos
como yo también fui.

No quiero recordar
un instante feliz entre tormentos;
goce o pena es igual,
todo es triste al volver.

Aún va conmigo como una luz ajena
aquel destino niño,
aquellos dulces ojos juveniles,
aquella antigua herida.

No, no quisiera volver,
sino morir aún más,
arrancar una sombra,
olvidar un olvido.



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